El autor de este libro se graduó en ciencias de la ingeniería y ha trabajado en diversos países, incluyendo Gran Bretaña, Noruega, Saudi Arabia y su natal Turquía.
El contenido de esta obra, articulado en once capítulos, se propone destacar la relevancia de la filosofía de la ciencia, el análisis del lenguaje, los principios de la lógica, el conocimiento histórico y la indispensable conexión entre razonamientos binarios y razonamientos ambiguos (“fuzzy”) en la educación médica y la práctica de la medicina. Sin descuidar, como advierte en la cita inicial de Avicena (9801037), la importancia de la oración como puente entre la creencia y la realidad. Cotejar creencia y ciencia ha sido tema incesante en el pensamiento universal, solo que a veces la creencia no es religiosa sino de otro orden.
La obra se basa en conferencias dictadas a estudiantes de numerosas instituciones, especialmente de aquella en la que el autor trabaja, Medipol Istanbul University, y sus aportaciones son importantes en muchos aspectos. Por de pronto, es útil su comentario de que la ciencia procede por clasificación, comparación y cuantificación y su insistencia en el basamento lingüístico de las interacciones entre médicos y enfermos. Para ello, dedica sendos capítulos a aclarar conceptos como pensamiento y lógica, filosofía y verdad, etimología, ontología y razonamiento.
No son escasos los libros que abordan temáticas similares. La novedad mayor de este volumen es vindicar las contribuciones de la filosofía y la medicina islámicas, cuyo florecimiento entre los siglos IX y XIII de la era cristiana suelen considerarse esenciales para la preservación del legado de antiguas civilizaciones, especialmente mesopotámica, egipcia, griega y helenística. Fue sin duda la labor de traductores e intérpretes árabes e islámicos la que facilitó la continuidad de las disciplinas que fundamentan el quehacer científico y médico de la Europa renacentista.
El volumen es útil para promover discusiones sobre temas ampliamente mencionados pero raramente abordados en los estudios médicos, al menos con la profundidad que este autor recomienda. Los sobrecargados programas que los estudiantes deben aprobar no suelen dejar tiempo para disquisiciones que a veces no parecen urgentes. Este llamado a “filosofar”, junto a otros por “humanizar” o “ampliar” necesita de personas que aborden la enseñanza de manera integral y reiteren la ya vieja pregunta de qué necesitan saber los médicos para ser buenos médicos. Lo que en este volumen se encuentra es un complemento deseable a toda discusión, especialmente porque su mirada involucra autores y perspectivas no habituales