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Acta bioethica

versión On-line ISSN 1726-569X

Acta bioeth. vol.18 no.1 Santiago jun. 2012

http://dx.doi.org/10.4067/S1726-569X2012000100012 

Acta Bioethica 2012; 18(1): 129-132

RECENSIONES

CHRISTIAN-WIDMAIER, PETRA
Nonverbale Dialoge in derpsychoanalytischen Therapie. Eine qualitativ-empirische Studie
Psychosozial-Verlag, Giessen, 2008, 337 pp.

El trabajo de la Dra. Christian-Widmaier es un ejemplo de cómo puede investigar una persona en la intimidad de su consultorio de psicoanalista: sin la presión del ambiente universitario, que exige publicar o perecer; con las dificultades propias de un trabajo que no es exigido ni demandado, sino que surge por la fuerza misma de los hechos irreductibles y obstinados que presencia en su práctica diaria, y, adicionalmente, con la dificultad de crearse su propio marco de estudio, hacer el espacio que necesita la reflexión y, finalmente, leer y confrontar lo leído con las propias experiencias.

Estas observaciones preludian la siguiente observación: como todo estudio cualitativo y empírico que trata con las experiencias íntimas de personas que se confían al cuidado de alguien que ejerce como terapeuta, plantea éste interesantes preguntas que atañen al método. Por de pronto, la figura del psicoanalista como observador participante, en la buena tradición de las ciencias sociales empíricas, que Petra Christian-Widmaier conoce por sus estudios de sociología. Además, el manejo sobrio y experimentado de las metódicas cualitativas, que la autora ha empleado con éxito en previos trabajos empíricos sobre las interacciones entre moribundos y sacerdotes. Estos dos pilares del estudio se prestan obviamente para una reflexión ética, toda vez que se trata, por un lado, de preservar la confidencialidad y la privacidad, y, por otro, de ser fiel a los datos. Ser fiel a los datos, en la investigación del proceso psicoterapéutico conducido por el propio psicoterapeuta, significa algo muy paradójico: significa ser fiel a las propias reacciones frente a los sucesos que se observan. Esta distancia, a la vez empática y crítica, requiere un desboblamiento del papel social de naturaleza muy genérica. Y, por ese curioso efecto del tiempo, solamente puede saberse logrado si otros observadores, armados de semejante capacidad analítica, descubren que lo observado y lo dicho son plausibles reflejos de su propia experiencia. En ninguna parte como en ésta la consensualidad es el fundamento de la objetividad.

El libro se basa en el estudio en profundidad de un tratamiento analítico de muchas horas de duración que, a posteriori, se presenta fragmentado en etapas didácticas, que el lector puede o no compartir pero que ayudan a la inteligibilidad del propósito. Y este no es otro que examinar la presencia, importancia y valencia de aquellos diálogos “no verbales” que ocurren entre terapeuta y paciente, en paralelo con —o a veces en contradicción con— el intercambio verbal, que es el núcleo de esa “talking cure”, cuya invención se atribuye de modo eminente a Sigmund Freud. Aquí se examinan los diálogos de la mirada, de las manos, de las salidas al baño y del uso y manejo
de las puertas.

Sucede que en la terapia analítica, como en cualquier otra, hay momentos transicionales entre la atmósfera propia de lo terapéutico y la atmósfera de la vida social común. Cuando analista y analizado se saludan, cuando se despiden, cuando uno se levanta para salir, en fin, cuando la vida común y corriente está por aparecer o desaparecer en el contexto de la vida transferencial del análisis. Concebir esta terapia como el medio sagrado que es única fuente de intuiciones, si bien fue saber estándar, no es por cierto óbice para situarla en el contexto social mayor, en el cual los papeles sociales ya no son los mismos y los códigos de comunicación no se rigen por la mismas reglas. Si la clásica abstención del terapeuta en los asuntos de la vida común parecía ser regla de oro, no debe olvidarse que el propio grupo de los más expertos muestra ejemplos notables de su transgresión.

Lo interesante de este estudio radica en que, como canal de informaciones, lo no verbal suele quedar librado a los azares de una experiencia mundana no codificada ni consciente. Eso no significa que no opere en la vida diaria. Si no, piénsese en la incomodidad que surge cuando la mano extendida del saludo no encuentra la otra que debiera saludar. Recuérdese aquellas veces en que la mirada clavada en uno o que uno clava en otros es señal de desprecio, especialmente cuando parece “pasar a través de” y ni siquiera detenerse en la persona que es mirada. Reflexiónese sobre el manejo de los espacios, que Hall tenía por clave de la proxémica, pues cuando alguien nos invade más allá de lo permitido por la convención o la costumbre experimentamos malestar y desazón.

La paradoja del estudio de lo no verbal es que, para hacerlo inteligible y transmisible, debe transformarse a lenguaje verbal. Ello no obsta para que sea un lenguaje que requiere una hermenéutica propia, con reglas semánticas comprendidas por los miembros de una cultura o comunidad y con una pragmática que desde antiguo se ha usado para saber algo de las personas por sus gestos y expresiones motoras. Como decía Ortega y Gasset, el cuerpo es un semáforo de señales. Y descifrarlas es un arte. Como todo arte, tiene niveles, desde el más elemental hasta el más complejo. Por ende, no decimos que lo no verbal no esté estructurado. Decimos que lo está de modo distinto a lo verbal. Con su propia “lingüisticidad”.

En la evaluación que la autora hace de una terapia clausurada más de una década antes de su análisis, se tiene por cierto la impresión —y he aquí otra dimensión de lo ético— que es más lo que pone que lo que descubre. Esta fidelidad al recuerdo hace presumir que el recuerdo, cuando fue fraguado, fue pensado como material para futuros estudios. ¿Debería la autora advertir a sus analizados que alguna vez los tomará, todo lo anonimizados que se quiera, como fundamento de un estudio? ¿Podrían las grabaciones, que en este caso no se emplearon, ser objeto de advertencia, con los riesgos que eso implica de distorsión de los datos? ¿Qué grado de generalizabilidad tiene el caso único?

Debemos agradecer a la autora este libro. Deberíamos recomendar su traducción, aunque fuera parcial, para ilustrar de modo práctico y concreto cómo opera la buena praxis de la investigación sobre el proceso y el resultado de la psicoterapia.

Fernando Lolas Stepke

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