En las últimas cuatro décadas del siglo XX, el espacio deja de ser concebido como mero “referente geofísico”, principalmente ligado a la noción jurídico-política de “territorio”, para pasar a ser considerado “producto y productor de lo social”, como un “elemento que transforma y es transformado por los procesos históricos, económicos, políticos y culturales” (Piazzini, 2008). Es así que progresivamente el espacio se torna una categoría de análisis central para la comprensión de los fenómenos sociales contemporáneos, desplazando o subordinando a la categoría “tiempo” (Rosales, Garay, Pedrazzani, 2016).
En estas condiciones, la relación entre comunicación, espacio, tecnologías de la comunicación y ciudad, cobra relevancia para los estudios de comunicación puesto que estamos inmersos en un proceso complejo donde cambio social y pensamiento crítico parecen confluir en una reconfiguración de las localizaciones geopolíticas y cartografías cognitivas. Comprender estas transformaciones requiere un abordaje transdisciplinar, pues el “espacio” se ha vuelto una “frontera transdisciplinar” (Piazzini, 2008).
De los múltiples registros que permiten recrear experiencias de pertenencia y territorialidad, las imágenes proyectadas mediante plataformas mediáticas nos introducen en una “maquinaria panóptica” (Virilio, 1997) que nos relaciona, pero también nos “controla”. Las imágenes prefiguran la forma considerada adecuada para “mirar” y reproducen una visión hegemónica que opera siguiendo “la razón metonímica” (Santos, 2008), de la cual resultan sistemas relativamente fijos de representaciones de lo real.
Este dossier especial de la Revista Comunicación y Medios aborda la relación entre espacialidad y comunicación proponiendo una indagación sobre el impacto de las tecnologías de la comunicación en las modalidades contemporáneas del habitar, así como también en el sentido de pertenencia y de identidad o “identificaciones” (Balibar, 2005) individuales y colectivas que históricamente estaban ligadas a la territorialidad estatal. Los artículos que son parte de este monográfico abordan estas cuestiones enfatizando distintos ejes.
Es así como la vinculación entre espacio, poder, derechos y saberes otros en pueblos originarios y las modalidades de organización de la comunicación, su circulación en redes, canales oficiales alternativos y/o comunitarios, está presente en el artículo de María Magdalena Doyle sobre el caso de la radio comunitaria La Voz indígena (Tartagal, Argentina), analizado en perspectiva etnográfica como un ámbito que en el espacio público mediatizado local, permite visibilizar y legitimar las memorias, idiomas, modos y tiempos de habla de las comunidades indígenas de esa región, posibilitando articulaciones entre las luchas por la recuperación de los territorios ancestrales y las luchas por la participación en el territorio de la comunicación pública.
Los nuevos imaginarios espaciales-tecnológicos abigarrados son parte de la propuesta de artículos como el de Carla Pedrazzani, Santiago Llorens y Roy Rodríguez que analizan dos experiencias barriales/vecinales situadas en Córdoba (Argentina), ciudad y provincia, interpretadas como movimientos sociales que mediante diversas estrategias comunicacionales y la gestión comunitaria y popular de las decisiones, resisten en defensa de los bienes comunes los embates privatizadores del “desarrollismo inmobiliario” y de las políticas gubernamentales que los posibilitan.
Los discursos y cartografías sobre el desarrollo, la violencia y la seguridad ciudadana están presentes en el artículo de Magalí Pérez-Riedel, enfocado en las disputas territoriales desplegadas a partir de comentarios realizados en dos blogs argentinos sobre diversidades sexo-genéricas; en el texto propuesto por Enrique Vergara, Rayen Condeza y Claudio Garrido, quienes estudian el Mall Parque Arauco (Santiago) en tanto espacio urbano de sociabilidad ligado al modelo de libre mercado; y en el artículo de Andrés Oseguera Montiel que analiza la configuración de espacios liminales en las ciudades del norte de México mediante la propagación en las redes sociales de narcomensajes, interpretados como “rumores de pánico”, en el contexto de la “guerra contra el narcotráfico” (2006-2018).
Por último, las imágenes visuales y audiovisuales, en tanto tecnologías del poder que permiten articular una mirada del orden para diseñar un tiempo histórico de la pertenencia y el porvenir, se discuten en artículos como el presentado por Claudio Lagos-Olivero centrado en las representaciones de la tipología urbana como ciudad informal de la película “Hechos Consumados” (Chile); el de Adrien Charlois-Allende quien, desde una perspectiva historiográfica, analiza la geografía de lo nacional en la película “Gritos de muerte y libertad” (México); el de Martín Biaggini, que a partir de los indicios visuales plasmados en muros de la periferia de Buenos Aires los enuncia como lugar de conflicto territorial y prácticas subalternas; y el de Carlos Belmonte Grey que estudia en los films del cineasta Julio Hernández Cordón el dispositivo con el cual se propone una representación de la juventud centroamericana mediante una construcción determinada del espacio entre pantalla y espectador, que resulta en una representación del Estado ausente denunciado políticamente por las clases medias y la evasión de íconos identitarios y patrióticos tradicionales.