Introducción
Veinte semanas, dentro del vasto viaje de circunnavegación (1586-1588) por el globo terráqueo cumplido por la flota bajo su comando, los dedicó el capitán y nauta británico, Thomas Cavendish, a recorrer e incursionar en las costas del reino de Chile y del extremo austral del Perú, extendidas desde la salida occidental del Estrecho hasta las estribaciones del Morro de Arica, entre enero y mayo del año 15871. El relato que de esta gran expedición de exploración y corso nos dejara Francis Pretty2, apoyado en sus vivencias y los papeles y noticias resultantes del viaje acaudillado por un capitán y caballero notorio, Thomas Cavendish, otrora estudiante de Cambridge y miembro del parlamento inglés, amén de náutico intrépido, está lleno de hallazgos3. En él se pueden encontrar cuadros de la morfología del litoral, antecedentes climatológicos, perfiles etnográficos, pormenores de la fauna, flora y economía locales, modos de vida, idiosincrasia y peculiaridades de la sociedad chilena en el tramo final del siglo XVI. En este marco eminentemente expositivo, las descripciones que la expedición inglesa nos dejara sobre las colectividades étnicas de la isla Santa María (mapuches) y Morro Moreno (camanchacas) son de gran valor4.
Ofrecer una traducción del texto de Pretty resulta, por tanto, muy aprovechable, toda vez que sigue siendo una fuente restringida en español, aun cuando Ediciones Atlas de Madrid lo publicó en dos tomos (1988 y 1992) que nos han sido inaccesibles5. No obstante las exageraciones que cada tanto afloran en la narración6, esta nos otorga una de las primeras visiones foráneas de la vida del litoral chileno a casi cincuenta años de comenzada la colonización hispana del luengo territorio de la Nueva Extremadura.
La narración de Francis Pretty
El día 24 de febrero entramos al mar Sur; y en el lado Sur de la salida de los estrechos hay un buen alto cabo con un punto bajo adyacente a él; y en el lado Norte hay 4 o 5 islas, las que yacen a 6 leguas de la tierra firme, y mucho terreno quebrado y sumergido sobre ellas; al mediodía de ese mismo día habíamos posicionado estas tierras a nuestro Este a 5 leguas de distancia; el viento siendo austral.
El primero de Marzo una tormenta nos llevó hacia el Norte, en cuya noche las naves perdieron la compañía de la Hugh Gallant, estando en 49 y medio y 45 leguas de la tierra. Esta tormenta continuó 3 o 4 días, y durante ese tiempo nosotros en la Hugh Gallant estuvimos separados de las otras 2 naves, pareciendo hundirnos cada hora, nuestra barca haciendo tanta agua, y nosotros mismos tan exhaustos y debilitados con liberarla de ella, que no dormimos en tres días y tres noches.
El 15 de Marzo en la mañana, la Hugh Gallant arribó entre la isla de Santa María y la tierra firme, donde se encontró con la Admiral y la Content, las que habían permanecido en la isla llamada Mocha dos días, la cual está en la austral latitud de 38 grados; en cuyo lugar algunos de nuestros hombres fueron a la costa con los botes de la vice-almirante, donde los indios lucharon con ellos con sus arcos y flechas, y anduvieron tremendamente cuidadosos de sus calibres. Estos indios eran enemigos de los españoles, y pertenecían a un gran lugar llamado Arauco, y nos tomaron por españoles, de lo que después nos enteramos.
Este lugar que es llamado Arauco es maravillosamente rico, y lleno de minas de oro, y aún no pudo ser subyugado en ningún momento por los españoles, sino que siempre regresaron con la mayor pérdida de hombres. Porque estos indios son tremendamente desesperados y descuidados de sus vidas para vivir en su propia libre libertad.
El día 15 antes mencionado en la tarde levamos ancla, y pasamos por el lado Oeste de la Isla de Santa María, donde navegamos muy bien en aguas de 6 brazas, y muy buen suelo toda la noche.
El día 16 nuestro general fue a la costa él mismo con 70 u 80 hombres, cada uno con su equipo; allí se nos acercaron ciertos indios con dos quienes eran los principales de la isla para recibirnos en la costa, pensando que éramos españoles, porque están sometidos por ellos; quienes nos llevaron a un lugar donde los españoles habían erigido una iglesia con cruces y altares en ella. Y había alrededor de esta iglesia 2 o 3 depósitos, los que estaban llenos de trigo y cebada listos y trillados en barriles de paja a la cantidad de un bushel7 de grano en cada barril. El trigo y la cebada eran tan bellas, tan limpias, y en cualquier forma tan buena como cualquiera que tenemos en Inglaterra. Había también tales cosas como barriles llenos de raíces de patatas, las que eran muy buenas para comer, listas y preparadas en los depósitos para los españoles en caso de que fueran por su tributo. Esta isla también generaba muchos tipos de frutas, cerdos y gallinas. Estos indios son tenidos en tal esclavitud por ellos, que no se atreven a comer una gallina o cerdo ellos mismos. Pero los españoles los han hecho a todos en esa isla cristianos. Así que nos aprovisionamos aquí con tanto grano como el que podíamos, y con tantos cerdos como para los que teníamos sal para esparcirles, y una gran cantidad de gallinas, con un número de bolsas de raíces de patata, y aproximadamente 500 peces-perro secos, y trigo de Guinea, que se llama maíz. Y habiendo tomado tanto como podíamos, aun así dejamos tremenda cantidad detrás. Nuestro general llevó a los dos principales de la isla a bordo de nuestra nave, y les proveyó de gran alegría, y les hizo felices con el vino; y ellos al final percibiendo que no éramos españoles, hicieron señales, tan cerca como para que las percibiera nuestro general, que si nos dirigíamos a la tierra firme hacia Arauco, que había mucho oro, haciéndonos señales, que tendríamos gran cantidad de riqueza. Pero porque no podíamos entenderles, nuestro general se dio prisa, y dentro de 2 o tres días nos equipamos.
El día 18 en la mañana partimos de este lugar, y pasamos todo ese día Nor-Noreste, aproximadamente 10 leguas, y en la noche yacimos con una pequeña parada en la costa.
El 19 pasamos en Este Noreste con la tierra, y arribamos a un lugar llamado La Concepción, donde anclamos en una isla, y partimos la mañana siguiente sin ir a tierra.
El 20 partimos de La Concepción, y fuimos a una pequeña bahía, la cual era arenosa, donde vimos agua fresca y ganado, pero no nos quedamos allí.
El día 30 arribamos a la Bahía de Quintero, la cual yace en 33 grados y 50 minutos.
El dicho día presente después de que habíamos llegado a un ancre8 en la Bahía, había un pastor o uno que mantenía ganado quien yacía sobre la cima de la colina dormido, el quien cuando despertó y vio tres naves que habían llegado a la bahía, antes de que pudiéramos llegar a la costa, había atrapado un caballo que se estaba alimentando cerca, y cabalgó su camino tan rápido como le era posible; y nuestro general con 30 tiradores con él fue a la costa. Él no había estado en tierra una hora, cuando llegaron 3 jinetes con espadas brillantes hacia nosotros de forma tan dura como les fue posible cabalgar, hasta que llegaron dentro de cuatrocientos o seiscientos de nosotros, y allí se quedaron, y no se nos acercarían más; así que nuestro general envió hacia ellos una pareja de nuestros hombres con sus tiros, y un Fernando, quien era el español que habíamos recogido en la boca de los estrechos, quien era uno de los 400 que estaba apostado allí. Pero los españoles no soportarían que nuestros hombres se acercaran con sus tiros, sino que hicieron señales de que uno de nuestros hombres debería ir solo hacia ellos; así que el dicho Fernando el español fue hacia ellos, y dos de nuestros hombres se mantuvieron no lejos de ellos. Tuvieron una gran conferencia, y al final Fernando volvió desde ellos, y le dijo a nuestro general que había dialogado con ellos por algunos víveres, quienes habían prometido tantos como los que recibiríamos. Nuestro general le envió de nuevo con otro mensaje y otro tirador con él; y siendo llegado cerca de ellos, no soportarían que ninguno más que uno se les acercara, donde nuestro hombre dejó al español ir hacia ellos solo; quien estando a buena distancia de ellos, no permanecieron sino un pequeño tiempo juntos, y el dicho Fernando brincó detrás de uno de ellos y se alejó cabalgando con ellos, por todos sus profundos y maldecibles juramentos los cuales había hecho continuamente a nuestro general y a toda su compañía de nunca abandonarle, sino de morir a su lado antes de quedar por falso. Nuestro general viendo cómo se trató con él, llenó agua todo ese día con buena guardia, y la trasladó a bordo; y habiendo llegado la noche, determinó enviar el próximo día hacia el campo a encontrar su pueblo, y llevarse el botín de él, y de haberle prendido fuego si le hubieran podido encontrar.
El último de Marzo el capitán Hauers fue hacia el campo con 50 o 60 hombres con sus tiros y su equipo con ellos, y viajamos 7 u 8 millas hacia la tierra; y a medida que marchábamos, vimos una cantidad de manadas de ganado, de vacas y toros, los cuales eran tremendamente salvajes; también vimos gran cantidad de caballos, yeguas, y potros los cuales eran muy salvajes e incontrolados; también hay gran cantidad de liebres y conejos, y bastantes perdices y otra fauna salvaje. El campo es muy fructífero con buenos frescos ríos por doquier lleno de fauna salvaje de todos los tipos. Habiendo viajado tan lejos que no podíamos avanzar más debido a las altas monstruosas montañas, descansamos en un muy buen fresco río corriendo hacia y a lo largo de buenas bajas praderas al pie de las montañas, donde cada hombre bebió del río, y se refrescó. Habiéndolo hecho, regresamos a nuestras naves por el camino más probable en el que pensamos debería estar su pueblo; así que viajamos todo el día, no viendo a hombre alguno, pero sí nos encontramos con muchos perros salvajes; sin embargo habían doscientos jinetes en excursión ese mismo día debido al español que nos habían tomado el día anterior, quien les había dicho que nuestra fuerza no era sino pequeña, y que estábamos tremendamente débiles; quienes a pesar de que nos vieron ese día, no se atrevieron a dar sobre nosotros. Porque marchamos en formación, y observamos buen orden, por lo que parecimos un número mayor del que éramos, hasta que llegamos a nuestras naves esa noche de nuevo.
El día siguiente siendo el primero de Abril de 1587, nuestros hombres fueron a la costa a llenar agua a un pozo que estaba a un cuarto de milla del borde del agua; y estando intensamente en su asunto no estaban preparados. En cuyo intertanto mientras estaban allí vinieron derramándose de las colinas casi 200 jinetes, y antes de que nuestra gente pudiera regresar a las rocas desde el lugar de abastecimiento de agua, doce de ellos fueron aislados, parte muertos, y parte hechos prisioneros, el resto fue rescatado por nuestros soldados que vinieron desde las rocas a encontrarse con ellos, quienes siendo sino quince de nosotros que teníamos armas en la costa, aun así hicimos al enemigo retirarse al final con la pérdida de veinte y cuatro de sus hombres, después de que peleamos con ellos una hora.
Los nombres de nuestros hombres muertos allí fueron,
Después de la pérdida de estos hombres, utilizamos la senda y nos abastecimos de agua pese a ellos con buena guardia y centinela, hasta el quinto día del dicho mes.
El quinto día partimos de esta bahía de Quintero; y lejos de la bahía yacía una pequeña isla aproximadamente una legua de distante, donde hay gran cantidad de pingüinos y otras faunas; donde decidimos servir nuestros turnos, y zarpamos Norte y Noroeste; porque así yace la costa a lo largo de este lugar.
El quince llegamos frente a un lugar que es llamado Morro moreno, el cual está en 23 grados un medio, y es un excelente buen puerto; y hay una isla que le hace un puerto; y una nave puede ir a cualquier lado de la isla; aquí fuimos con nuestro general a la costa el número de 30 hombres; y al ir a la costa luego de nuestro desembarque, los indios del lugar bajaron de las rocas a encontrarse con nosotros, con agua fresca y madera en sus espaldas. Están tremendamente atemorizados de los españoles, y son muy simples personas, y viven de forma tremendamente salvaje; porque nos llevaron a sus residencias a aproximadamente dos millas del puerto, donde vimos sus mujeres y alojamiento, el cual no es nada sino la piel de alguna bestia tendida sobre el suelo; y sobre ellos en lugar de casas, no hay nada sino cinco o seis palos cruzados, los que están sobre dos horquillas con palos en el suelo y unos pocos troncos tendidos por sobre. Su dieta es pescado crudo, el cual apesta de la forma más vil. Y cuando cualquiera de ellos muere, entierran sus arcos y flechas con ellos, con su canoa y todo lo que tienen; porque abrimos una de sus tumbas, y vimos el orden de ellas. Sus canoas o botes son de maravillosa forma artificialmente hechas de dos pieles como de vejigas, y son infladas al máximo en un extremo con plumas; tienes dos de estas vejigas infladas al máximo, las cuales son cosidas juntas y dejadas firmes con el tendón de alguna bestia salvaje; las cuales cuando están en el agua se hinchan, cosa que están tan apretadas como pueden. Van al mar en estos botes, y atrapan mucho pez con ellos, y pagan mucho de él como tributo para los españoles; pero ellos los usan de una forma maravillosamente bestial.
El 23 en la mañana tomamos una pequeña barca la cual salió de la senda Arica, la que mantuvimos y llamamos The George; los hombres la abandonaron, y se fueron con su bote. La Pinnese de nuestra Admiral siguió al bote, y el bote de la Hugh Gallant tomo la barca; la Pinnese de nuestra Admiral no pudo recuperar el bote antes de que llegara a la costa, sino que se adentró a la senda de Arica, y yacía sobre él una gran nave de cien tunes navegando en la senda justo antes del pueblo, pero todos los bienes y la gente estaba fuera de ella, solo la nave vacía quedó. Hicieron tres o cuatro muy buenos tiros a la Pinnese cuando estaba ingresando, pero le erraron por muy poco con un gran tirador que tenían en el fuerte. En ese instante llegamos a la senda con la Admiral y la Hugh Gallant; pero la Content que era vicealmirante estaba atrás fuera de vista; por lo que, y por necesidad de su bote para desembarcar no desembarcamos; de otra forma si hubiéramos estado juntos, nuestro general con la compañía hubiera resueltamente desembarcado para tomar el pueblo, pasara lo que pasara. La razón de por qué la Content se quedó detrás fue que ella había encontrado a aproximadamente 14 leguas al Sur de Arica, en un lugar donde los españoles habían desembarcado un cargamento completo de botijas de vino de Castilla, donde la dicha Content tomó dentro de sí tantas como pudo convenientemente cargar, y vino tras nuestro hacia la senda de Arica el mismo día. Para este momento percibimos que el pueblo había reunido todo su poderío, y también trasladado todo su tesoro, y enterrado antes de que llegáramos cerca del pueblo; porque habían oído de nosotros. Ahora porque estaba muy poblado con la ayuda de uno o dos lugares tierra adentro, nuestro general vio que no había desembarque sin la pérdida de muchos hombres; por lo que desistió de dicha empresa. Mientras navegamos en la senda nos dispararon, y nuestras naves les dispararon de nuevo por cada disparo dos. Lo que es más, nuestra Pinnese entró duro casi hasta la costa, y cogió otra barca que navegó allí a pesar de todos sus fuertes aunque le dispararon a la Pinnese, a la cual nunca le pudieron dar. Después de estas cosas nuestro general envió un bote a la costa con una bandera de armisticio para saber si redimirían su gran nave o no; pero no lo harían; porque habían recibido una orden especial del virreinato de Lima, de no comprar ninguna nave, ni de pagar rescate por ningún hombre bajo pena de muerte. Nuestro general hizo esto con la esperanza de redimir a algunos de nuestros hombres, quienes fueron tomados prisioneros en la costa por los jinetes en Quintero, de otro modo no les hubiera hecho ninguna oferta de diálogo.
El 25, navegando aún en el dicho camino, vimos una vela viniendo desde el Sur, y nuestro general envió a su Pinnese a encontrarse con ella, con todos nuestros botes; pero el pueblo hizo tales señales desde la colina con fuegos y símbolos desde el faro, que antes de que nuestra Pinnese pudiera llegar a ellos, embistieron la barca contra la costa dos millas al Sur del pueblo; pero tenían poca capacidad de llevar algo con ellos; pero todos los hombres escaparon, entre los que estaban ciertos frailes; porque les vimos en sus atuendos de frailes cuando corrían en la costa; muchos jinetes vinieron del pueblo para rescatarlos, y llevárselos, de otra forma hubiéramos desembarcado y les hubiéramos tomado o matado. Así que fuimos a bordo de la barca mientras yacía hundida y buscamos el botín; pero no había nada en ella de valor, y volvimos a bordo de nuestras naves la misma noche; y la mañana siguiente vimos la gran nave en fuego en la senda, y hundida una de las barcas, y llevamos la otra con nosotros, y así partimos de allí, y fuimos hacia el Noroeste.
El día 27 tomamos una pequeña barca, la cual vino de S. Iago cerca de Quintero, donde perdimos a nuestros hombres primero. En esta barca había un George griego, un piloto razonable para toda la costa de Chile. Se le enviaba a la ciudad de Lima con cartas de aviso de nosotros, y de la pérdida de nuestros hombres. También había en la dicha barca un Flemming y tres españoles; y todos fueron juramentados y recibieron el sacramento antes de venir al mar por tres o cuatro frailes, que si sucediera que los encontráramos, deberían arrojar esas cartas por la borda; lo que (mientras les dábamos persecución con nuestra Pinnese) antes de que pudiéramos buscarlos, las habían de acuerdo tirado. Sin embargo nuestro general lo trató con ellos, que lo confesaron; él estaba jubiloso de que fueran atormentados con sus pulgares en una llave, y continuar con ellos en varias ocasiones con extremo dolor. También le hizo al viejo Flemming creer que le ahorcaría; y la soga estando alrededor de su cuello se le levanto un poco por las escotillas, y aun así no confesaría, escogiendo en vez morir, antes de caer en perjuro. Al final fue confesado por uno de los españoles, donde quemamos la barca, y llevamos a los hombres con nosotros.
El tercero de Mayo llegamos a una bahía donde hay tres pequeños pueblos, que se llaman Paraca, Chincha y Pisca, donde algunos de nosotros desembarcamos y tomamos ciertas casas, donde había pan, vino, higos y gallinas; pero el mar subió tanto, que no pudimos desembarcar en el mejor de los pueblos sin hundir nuestros botes, y con gran riesgo para nosotros todos. Este lugar está en trece grados y dos tercios de la línea Sur.
El quinto de Mayo partimos de este puerto, dejando a la Content nuestra vicealmirante dentro de una isla de focas, por lo que en ese momento perdimos su compañía.
El nueve dimos caza a una vela, concretamente, nuestra almirante, la Hugh Gallant, y The George que habíamos tomado antes de salir de la senda de Arica; la Content que era nuestra vicealmirante siguiendo aún perdida; pero no la pudimos alcanzar. The George la siguió, pero la perdió esa noche.