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Psicoperspectivas

versión On-line ISSN 0718-6924

Psicoperspectivas vol.13 no.3 Valparaíso oct. 2014

http://dx.doi.org/10.5027/psicoperspectivas-Vol13-Issue3-fulltext-526 

 

 

Fairclough y el lenguaje en el Nuevo Capitalismo: Análisis de las dimensiones discursivas del mundo del trabajo*

 

Fairclough and language in New Capitalism: Analysis of the discursive dimensions of the world of labor

 

Antonio Stecher

Universidad Diego Portales, Chile

Dirección para Correspondencia


RESUMEN

El artículo presenta y discute el marco conceptual y la lógica de investigación del modelo de Análisis Crítico del Discurso (ACD) elaborada por Norman Fairclough. Se destacan los desarrollos más recientes de dicho modelo basados en la noción de una doble dialéctica del discurso. Se discute el modo en que dicha perspectiva teórico-metodológica permite conceptualizar y analizar las dimensiones discursivas de los procesos de reestructuración productiva, modernización empresarial y flexibilización laboral que caracterizan al nuevo capitalismo flexible y de liberalismo avanzado. Se señala el aporte de dicho marco conceptual y de análisis al campo de los nuevos Estudios del Trabajo en América Latina. Se releva, a su vez, el potencial crítico de la perspectiva del ACD para visibilizar la importancia del discurso en el mantenimiento, pero también en la impugnación y transformación, de las relaciones de dominación en las sociedades contemporáneas.

Palabras clave:Análisis Crítico del Discurso, Norman Fairclough, trabajo, flexibilización laboral, nuevo capitalismo


ABSTRACT

The article presents and discusses the conceptual framework and the research logic of the Critical Analysis of Discourse (CAD), developed by Norman Fairclough. We highlight the most recent developments of such model, based on the notion of a dual dialectic discourse. We discuss the way in which such theoretical-methodological perspective allows the conceptualization and analysis of discursive dimensions of the productive restructuring processes, management up-dating processes and the degree of leeway in labor contracts that are characteristic of flexible neo-capitalism and pro-gressive liberalism. We signal the contribution of such conceptual and analytical framework to the emerging field of Labor Studies in Latin America. We also raise the level of the critical potential that ACD has for making the importance of discourse visible in maintaing, contesting and transforming power relationships in contempo-rary societies.

Keywords: Critical Discourse Analysis, Norman Fairclough, labor, leeway in labor contracts, new capitalism


Introducción

Al igual que en diferentes países del mundo y de la región, las empresas y los contextos de trabajo en Chile proceso de trabajo, gestión de los recursos humanos, organización productiva y culturas laborales- se inscriben y participan de un proceso mayor de  reconfiguración de la matriz societal y del modelo de desarrollo de nuestro país (Garretón, 2000). Como ha sido ampliamente documentado, los procesos de ajuste estructural y reforma económica neoliberal (privatización, desregulación, mercantilización, apertura comercial e inserción a la economía global) iniciados por la dictadura militar a fines de los años setenta, así como los procesos de modernización política y cultural ocurridos desde el retorno a la democracia han implicado el socavamiento de la matriz estado-céntrica y del modelo nacional-desarrollista de industrialización por sustitución de importaciones (ISI) que caracterizaron a la sociedad chilena y a buena parte de los países latinoamericanos entre 1930 y 1980 (Domingues, 2009).

Es en el marco de dicho cambio de matriz de desarrollo en los países de la región, el cual se inscribe en el contexto macro de expansión a nivel mundial de un nuevo modelo de desarrollo capitalista -flexible, global, informacional, en red y de liberalismo avanzado (Castells, 2001)-, que se observan un conjunto de procesos de reestructuración productiva, modernización empresarial y flexibilización laboral que han transformado en forma significativa los escenarios empresariales y laborales en Chile y América Latina (Stecher & Godoy, 2014). Desde mediados de los años 80’, los denominados Nuevos Estudios del Trabajo en América Latina han desarrollado una nutrida agenda de investigación multidisciplinar orientada a caracterizar y comprender dichos procesos de transformación y sus diversas dimensiones e implicancias económicas, tecnológicas, políticas, culturales y subjetivas (De la Garza, 2000).

A pesar del significativo desarrollo y de la gran pluralidad disciplinar, teórica y metodológica de ese campo de investigación latinoamericano sobre el mundo del trabajo y las empresas, un rasgo característico del mismo es el escaso uso en los estudios empíricos de las herramientas teórico-metodológicas que ofrece el Análisis del Discurso. Salvo algunos autores (Pulido-Martínez 2007; Sisto, 2012; Stecher, 2010; Zangaro, 2011), principalmente vinculados a la Psicología Social Crítica del Trabajo, son reducidos los estudios que han utilizado abordajes discursivos de investigación, primando marcos conceptuales que relevan insuficientemente la dimensión discursiva de la vida social y lógicas cualitativas de investigación de tipo más bien biográfico, narrativo o de análisis de contenido (Battistini, 2004; De la Garza, 2000; Soto, 2008; Stecher & Godoy, 2014). Este escaso desarrollo teórico y metodológico en el campo de los Nuevos Estudios del Trabajo en América Latina es problemático si consideramos como ha sido destacado ampliamente por la literatura internacional la crucial centralidad de las dimensiones discursivas en los recientes procesos de reestructuración capitalista (Adkins & Lury, 1999; Alvesson & Willmott, 2002; Boltanski & Chiapello, 2002; Du Gay, 1996).

En este marco, el objetivo del presente artículo es presentar y discutir la propuesta teórico-metodológica de Análisis Crítico del Discurso (ACD) desarrollada por el lingüista británico Norman Fairclough, buscando contribuir, de este modo, al enriquecimiento de los recursos teórico-metodológicos con que cuenta la investigación social sobre trabajo y empresas en la región. En particular, se describirá el modo en que dicha perspectiva permite conceptualizar, visibilizar y analizar las dimensiones discursivas de los procesos de reestructuración productiva, modernización empresarial y flexibilización laboral que han transformado las organizaciones productivas y los escenarios laborales. Como será discutido, y como ha sido analizado por Fairclough (2000b) utilizando las herramientas del ACD, no es posible comprender adecuadamente dichas transformaciones socio-laborales propias del nuevo capitalismo flexible,  ni interrogarlas críticamente sin analizar la rearticulaciones y modificaciones específicas a nivel del discurso que éstas han implicado y que han supuesto i) la articulación discursiva de nuevas representaciones sobre el trabajo, la empresa y la economía (trabajo flexible, discurso neomanagerial, cultura empresarial, discurso neoliberal, etc.); ii) el surgimiento de nuevas formas de (inter)acción comunicativa entre los trabajadores y entre éstos y las jefaturas y los clientes (trabajo en equipo, formularios de evaluación individualizada, trato cordial y estandarizado a clientes, etc.); y iii) el despliegue de nuevas identidades sociales caracterizadas, entre otras, por particulares formas de hablar y usar el lenguaje (sujeto emprendedor, trabajador flexible, etc.) (Fairclough, 2000b, 2000c; Chiapello & Fairclough, 2002).  

A la luz de dicho objetivo hemos organizado el presente artículo de la siguiente manera: en una primera parte presentamos un conjunto de consideraciones generales sobre la obra de Fairclough, destacando las articulaciones conceptuales entre lenguaje y sociedad y entre cambios socioeconómicos y cambios discursivos que ésta propone. En la segunda parte, presentamos la conceptualización de discurso desarrollada en sus últimos trabajos por Norman Fairclough. En una tercera parte presentamos brevemente la lógica general de investigación basada en el análisis del discurso que se desprende de dicho marco conceptual. Para finalizar, presentamos unas breves reflexiones finales.

El lenguaje en el nuevo capitalismo: Cambio sociocultural y cambios en el discurso

Dentro del amplio y heterogéneo campo de los estudios contemporáneos del discurso (Iñiguez, 2003; Wetherell, 2001) y más específicamente dentro de la perspectiva del Análisis Crítico del Discurso (Fairclough & Wodak, 2000; Van Dijk, 2000; Wodak & Meyer, 2003), el sello característico del trabajo de Fairclough es su interés por desarrollar una teoría social crítica del discurso que oriente la investigación empírica sobre los cambios contemporáneos en el discurso, entendidos como parte de procesos más amplios de transformación sociocultural (Chouliaraki & Fairclough, 1999; Fairclough, 1992). Su tesis central es que no podemos comprender adecuadamente los procesos de reconfiguración societal de las últimas décadas (capitalismo flexible, modernidad tardía), si no atendemos a las modificaciones en las prácticas discursivas en que dichos procesos de cambio se expresan, al mismo tiempo que se sostienen. A su vez, no lograremos comprender los discursos que actualmente se producen en los distintos ámbitos de la vida social si no los analizamos desde la perspectiva y matriz más amplia del cambio sociocultural (Fairclough, 1995). Esta tesis se sustenta en la premisa de que existe una relación dialéctica entre el discurso y las estructuras sociales, esto es, de que el discurso en tanto práctica social históricamente situada, es, por un lado, modelado y determinado por las macro y micro estructuras en las que está inserto, al mismo tiempo que, por otro lado, contribuye activa y creativamente a la construcción, sostenimiento y transformación del orden social (Fairclough & Wodak, 2000).

En el marco de esta perspectiva, Fairclough (2002) ha desarrollado un programa de investigación sobre el lenguaje en el nuevo capitalismo, buscando explorar las transformaciones discursivas características del nuevo orden socioeconómico. Algunas de estas tendencias de cambio son  las siguientes: i) la colonización por parte del discurso empresarial y publicitario de diversos dominios sociales (universidades, hospitales, vida cotidiana) hasta hace poco relativamente autónomos de los principios, la lógica y los usos del lenguaje propios del mercado (Fairclough, 1995); ii) la informalización o “conversacionalización” del discurso público, el que da cuenta de la forma en que ciertas prácticas discursivas de la esfera privada (conversaciones íntimas, horizontales, coloquiales, individualizadas) se instalan en contextos públicos como la política, la TV,  publicidad, el espacio laboral, etc. (Fairclough, 1992); iii) la tendencia a la tecnologización del discurso que supone un esfuerzo activo por estudiar y diseñar, desde saberes expertos, el discurso, de tal forma de implementar estratégicamente particulares prácticas discursivas en contextos específicos (publicidad, relación al cliente en el sector servicios, campañas políticas, etc.); y iv) la hegemonía de la retórica socio-política neoliberal (flexibilidad, productividad, incertidumbre, desburocratización, competitividad, agilidad, emprendimiento, reorganización, etc.) y su representación naturalizada del nuevo orden económico global. Estas tendencias ilustran con claridad cómo las transformaciones socioculturales de las últimas décadas, vehiculizadas por el proceso de reestructuración capitalista, han implicado significativos cambios a nivel del discurso, los que deben ser estudiados cuidadosamente si se quiere comprender la actual fase de la (tardo)modernidad (Wagner, 1997).

El estudio de estos procesos de rearticulación discursiva es también fundamental desde la perspectiva de ciencia social crítica que asume Fairclough, en la medida en que el discurso juega un rol central en los mecanismos de dominación y control característicos de las sociedades capitalistas contemporáneas (Fairclough & Wodak, 2000). Entender las nuevas formas de dominación exige visibilizar los emergentes usos del lenguaje que se tornan prevalentes en distintos ámbitos sociales, dando cuenta del modo como promueven particulares representaciones del mundo, formas de interacción e identidades sociales que resultan funcionales a los intereses de los grupos dominantes (Fairclough, 1989; 1995). Al  respecto, el uso de la noción de hegemonía, entendida en un sentido gramsciano como una categoría que permite interrogar la compleja interacción entre consentimiento voluntario y coerción que caracteriza las relaciones de poder al interior de la sociedad, es uno de los aportes claves de la propuesta conceptual de Fairclough (1992). Para la perspectiva del ACD, siguiendo a Gramsci (1971), analizar las relaciones de dominación en el marco del nuevo capitalismo exige comprender el modo como las élites político, económicas y culturales hegemónicas han logrado ejercer un liderazgo material y simbólico, que además de diversos mecanismos de coerción, supone la persuasión de grandes segmentos de la población respecto a la inevitabilidad, naturalidad e incluso bondad de la matriz de desarrollo del capitalismo flexible y neoliberal.

En la construcción de dicha hegemonía, que supone complejas alianzas y articulaciones entre grupos diversos en la arena social, la dimensión discursiva juega un rol crucial. En la misma tradición gramsciana, Fairclough insiste en no olvidar que la hegemonía es siempre una estabilización provisoria de las relaciones de poder en el marco de diversas luchas sociales. Relaciones de poder que pueden ser impugnadas, resistidas e incluso transformadas a partir, entre otros aspectos, de un cambio a nivel de los órdenes del discurso de los distintos dominios de la vida social. La apuesta política emancipatoria del ACD es, justamente, contribuir a desnaturalizar, problematizar y modificar aquellas formas naturalizadas de producción discursiva que contribuyen a sostener las relaciones de dominación con sus complejas articulaciones de coerción y consentimiento, características de las sociedades capitalistas contemporáneas (Fairclough & Wodak, 2000).

Si a la luz de estas consideraciones generales focalizamos nuestra mirada en las transformaciones en las empresas y el mundo del trabajo ocurridas en las últimas décadas, surgen preguntas tales como: ¿cuáles son aquellas prácticas discursivas, aquellos cambios en los usos del lenguaje, en que se expresan y sostienen los procesos de flexibilización laboral, modernización empresarial y reestructuración productiva alentados desde fines de los años setenta por la nueva fase informacional y global del capitalismo? (Castells, 2001; Sennett, 2006) ¿Cómo se articulan dichas dimensiones discursivas con los otros aspectos (no discursivos o no únicamente discursivos) del nuevo paradigma de producción flexible? ¿Qué nuevas representaciones del trabajo, la sociedad y los trabajadores y qué nuevas modalidades de acción e identificación laboral vehiculizan los diversos textos (orales, escritos) que cotidianamente producen empresas, trabajadores, instituciones públicas, etc. y que circulan desde o hacia los (nuevos) espacios del trabajo? ¿De qué manera las nuevas prácticas discursivas que participan de la transformación de las empresas, del mercado laboral y de las experiencias de trabajo se tornan hegemónicas, invisibilizando y deslegitimando formas alternativas de representación, acción e identificación laboral, y contribuyendo a sostener, a través de la coacción y el consentimiento, las renovadas formas de dominación del capital sobre el trabajo?

No es el objetivo de este artículo el responder dichas interrogantes. Nuestro interés es más bien mostrar cómo la propuesta de ACD de Fairclough permite formular este tipo de preguntas y cómo nos ofrece un marco teórico-metodológico que, articulando elementos de la teoría linguística y la teoría social,, permite diseñar investigaciones que exploren críticamente en éstos y otros múltiples aspectos relativos a las dimensiones discursivas de las actuales transformaciones del mundo del trabajo y las empresas.

La doble dialéctica del discurso

El objetivo de este apartado es presentar la conceptualización de discurso desarrollada por Fairclough (1999a, 2000a, 2001a, 2001b, 2003a, 2006; Chouliaraki & Fairclough, 1999) a partir de fines de los años noventa, la que supone una reelaboración y complejización del modelo tridimensional del discurso (Fairclough, 1989, 1992) elaborado en una primera etapa de su obra . Se ilustrará la argumentación de Fairclough con ejemplos relativos a las transformaciones de las empresas y el mundo del trabajo, buscando destacar la fecundidad de su propuesta conceptual para la investigación de los cambios sociolaborales en el horizonte del nuevo capitalismo.

Para Fairclough, el discurso, como categoría abstracta, designa los elementos semióticos (aquellos referidos a la producción intersubjetiva del significado) de la vida social. Esto incluye el lenguaje (oral y escrito), pero también el lenguaje visual y corporal. Si bien en sus últimos libros se explicita cada vez más el interés en las diferentes modalidades de semiosis, el foco principal de la argumentación sigue puesta en los textos lingüísticos (cualquier producto escrito o hablado). Un aspecto central de esta noción de discurso es su carácter relacional, en la medida que el foco va a estar puesto, como veremos, en estudiar las relaciones entre los elementos lingüísticos/semióticos de lo social y otros elementos no semióticos de lo social.

Fairclough (2003a) propone entender la vida social como redes interconectadas de prácticas sociales de diverso tipo (políticas, económicas, culturales). La noción de práctica social permite asumir una perspectiva que reconoce tanto las determinaciones estructurales de la sociedad, como el carácter productivo y transformador de la acción social, evitando así caer tanto en el determinismo estructural, como en el voluntarismo de la agencia (Bourdieu & Wacquant, 1995; Chouliaraki & Fairclough, 1999). Como escribe Fairclough, una práctica social

es, por un lado, una forma relativamente permanente de actuar en lo social, forma que viene definida por su posición en el interior de una estructurada red de prácticas, y por otro, un dominio de acción e interacción social que además de reproducir las estructuras posee el potencial de transformarlas (2003b, p.180).

El concepto de práctica social opera, de esta manera, como una categoría mediadora entre la estructura social y los eventos o acciones sociales, pudiéndose entender a los campos sociales (educativo, laboral, científico, etc.) y las instituciones como particulares y relativamente estabilizados entramados de prácticas sociales.

Si el discurso designa los elementos semióticos de la vida social y si ésta es conceptualizada como redes de prácticas sociales, el siguiente paso argumental es i) detallar cuáles son, junto al discurso, los otros elementos o momentos de las prácticas sociales, así como ii) explicitar las relaciones entre dichos componentes semióticos y aquellos no semióticos al interior de una práctica social.

Respecto al primer punto, Fairclough (2003a, 2003b) dirá que toda práctica social es una articulación de los siguientes diversos elementos en una configuración relativamente estable: actividad productiva, medios de producción, relaciones sociales, identidades sociales, objetos, tiempo y lugar, conciencia, valores culturales, y discurso (semiosis). Respecto al segundo punto, Fairclough, siguiendo a Harvey (1996), señalará que los distintos elementos o momentos de una práctica social están dialécticamente relacionados, siendo que cada uno de ellos participa e incide en los otros. “Es decir, son elementos diferentes pero no elementos discretos y completamente separados. Existe un sentido en el que cada uno internaliza a los otros, sin poder ser reducido a ellos” (Fairclough, 2003b, p.181). Así, por ejemplo, las relaciones e identidades sociales presentes en cualquier práctica social son en parte discursivos, pero no pueden ser reducidas e investigados como si fueran meramente procesos semióticos (Fairclogh, 2003b).

Es a la luz de este marco que Fairclough planteará que el foco del ACD es dar cuenta del modo cómo en particulares y diferentes redes de prácticas sociales (que constituyen campos e instituciones) se establece esa relación entre el discurso y los otros elementos de la práctica social. Dichas relaciones no pueden determinarse de antemano, sino que deben ser investigadas empíricamente en distintos ámbitos de la vida social, pudiendo variar entre práctica y práctica, así como en una misma práctica social a lo largo del tiempo.

Especificando su argumento, Fairclough (2000a, 2003a, 2003b) dirá que el discurso interviene de tres formas en las prácticas sociales. En primer lugar, como parte de la actividad social inscrita en la práctica. Es decir, toda práctica supone un tipo de actividad social la que a su vez se caracteriza -como señalara Bajtín (2003) a quien Fairclough sigue en este punto- por particulares formas de utilizar el lenguaje. Así, por ejemplo, la práctica social de trabajar como cajera en un supermercado supone un tipo de actividad que se caracteriza, entre otros aspectos, por interactuar discursivamente con los clientes de un modo regular y estabilizado (saludar, preguntar, despedirse, e incluso vestir y sonreír de cierto modo, etc.). El discurso como parte de las actividades sociales constituye géneros discursivos (genres), los que pueden entenderse como “formas socialmente ratificadas de utilizar el lenguaje en conexión con un particular tipo de actividad social” (Fairclough, 1995, p.14). Así, una entrevista laboral, la escritura de un paper científico, las conversaciones familiares, etc., son todos ejemplos de particulares formas de utilizar el lenguaje en el marco de una actividad social. Actividad social que no se reduce a su dimensión discursiva (en la medida que también internaliza los otros elementos de las prácticas sociales), pero que es, hasta cierto punto, impensable sin esa dimensión semiótica de la acción a la que apunta el concepto de género discursivo.

En segundo lugar, el discurso figura en forma de representaciones. “Los actores sociales dentro de cualquier práctica producen representaciones de otras prácticas, así como representaciones (reflexivas) de la práctica específica en la que están inmersos, en el curso de su actividad dentro de la misma” (Fairclough, 2003a, p.206). Así, siguiendo con nuestro ejemplo, podemos señalar que las cajeras en un supermercado participan en la producción de representaciones, conocimientos y opiniones sobre distintos ámbitos de la vida social y sobre el empleo de cajera en particular. El discurso como forma de representación y autorepresentación de las prácticas sociales constituye discursos (noción que debe diferenciarse de discurso como categoría abstracta singular que designa los elementos semióticos de la vida social). Los discursos sobre una práctica social variarán entre los distintos actores en función de cómo ellos se encuentren ubicados dentro de la práctica. Así, las cajeras construirán una representación sobre el trabajo en un supermercado distinta a la de los supervisores de sala o a la de los gerentes de la tienda. Dicho más ampliamente, los actores sociales se representan la vida social, o aspectos de ella, de un modo diferente en función de su posición dentro del desigual orden social.

En tercer lugar, el discurso está presente a nivel de la constitución de las identidades sociales de los participantes involucrados en una práctica social (lo que no implica que la identidad de los actores sociales se reduzca a su dimensión textual o semiótica). Los sujetos al participar de una interacción discursiva son posicionados de particulares maneras dentro del campo de relaciones sociales, adquiriendo ciertas identidades que dependen, hasta cierto punto, del particular modo de hablar, escribir, comunicarse. Así, por ejemplo, la red de prácticas sociales que define el negocio del supermercado posiciona a particulares actores en la posición de clientes y cajeras, las que son identidades sociales que ocupan los sujetos y que se caracterizan (junto a otros elementos) por una particular manera de utilizar el lenguaje (hablar primero o hablar después, utilizar el lenguaje para preguntar/demandar o para responder, etc.). El discurso como parte de las identidades o formas de ser vinculadas a la práctica social constituye estilos.

Tenemos entonces que el discurso está presente en las prácticas sociales en términos de géneros (formas de actuar), discursos (formas de representar) y estilos (formas de ser). Cada entramado de prácticas sociales, que pueden ser vistas como configurando un campo social, se caracteriza por una particular articulación de géneros, discursos y estilos, esto es, por un particular orden del discurso, entendido como la dimensión semiótica de ese específico dominio de la vida social. Fairclough (2003a) señala que es posible y necesario, según los objetivos del investigador, pensar esa relación entre campo social y orden del discurso en diferentes niveles de abstracción. Así, en un alto nivel de abstracción, sería posible hablar del actual orden socio-económico del capitalismo global (entendido como un conjunto de redes de prácticas sociales estabilizadas en diversos campos, instituciones y organizaciones) y de su  particular orden del discurso, esto es, del entramado de géneros, discursos y estilos que definen semióticamente la especificidad de la actual fase de producción, acumulación y legitimación del capital (Chiapello & Fairclough, 2002). Como escribe Fairclough:

 Los aspectos semióticos/discursivos de un orden (campo) social es lo que nosotros llamamos un orden del discurso. Este es la forma en la cual diversos géneros, discursos y estilos se articulan entre sí. Un orden del discurso es una estructuración social de la diferencia semiótica, un particular ordenamiento social de las relaciones entre las diferentes formas de generar significado (2003a, p.206).

Analizar un orden del discurso requiere dar cuenta no sólo del set de géneros, discursos y estilos que lo componen, sino también de las múltiples y dinámicas formas en que dichos elementos se relacionan y articulan entre sí. Al respecto, Fairclough (2003a) ha señalado el modo en que estos tres niveles –si bien distinguibles analíticamente– se imbrican y potencian entre sí, pudiendo cada uno de ellos incidir en el ámbito específico de los otros. Es posible hablar, así, del modo en que un discurso (forma de representación) es realizado (enacted) en ciertos géneros discursivos (formas de acción) o del modo en que un discurso (forma de representación) es inculcado en ciertos estilos (formas de identificación) o también del modo en que ciertas formas de acción e identificación discursiva (géneros y estilos) son representados en discursos. A modo de ejemplo, podemos pensar en los procesos de evaluación continua y retroalimentación individualizada del desempeño propios de las nuevas formas de gestión  flexible. Estas prácticas, por un lado, se vinculan al discurso neomanagerial que construye una representación de la empresa flexible como una unidad de negocio que debe evaluar permanente e individualizadamente a su personal para generar procesos de mejora continua e incrementar la productividad (Boltanski & Chiapello, 2002). Dicho discurso neomanagerial, a su vez, es realizado en una particular forma de acción como es la evaluación individualizada (entrevistas semanales de reporte de desempeño, llenado de formularios de productividad, etc.) que se caracteriza por particulares y nuevas modalidades discursivas de interacción (géneros) entre jefaturas y empleados. Asimismo, dicho discurso puede ser inculcado en estilos que son parte de nuevas identidades laborales, caracterizadas por formas de actuar, pensar y verse a sí mismo como un trabajador individualizado, responsable de sus acciones y sometido a una evaluación continua.

Junto con reconocer las imbricaciones entre géneros, discursos y estilos de un cierto orden del discurso, es importante atender también, señala Fairclough, al hecho de que dichas resonancias entre discurso, género y estilo no siempre ocurren ni se producen en forma automática o inmediata. Fairclough (2003a) pone el ejemplo de la expansión de los discursos neomanageriales en las universidades públicas británicas, los que han sido ampliamente asumidos por las administraciones centrales y han sido realizados como géneros en una diversidad de nuevos procedimientos de gestión. Sin embargo, nos señala, la inculcación de esos discursos en nuevos estilos e identidades académicas ha tenido un carácter limitado, en parte debido a la resistencia de los profesores a identificarse con los discursos manageriales. Resistencia basada en una fuerte (re)afirmación de sus tradicionales identidades (autonomía, proyectos a largo plazo, orientación al bien público, etc.) como profesores universitarios. Este ejemplo permite, al mismo tiempo,  iluminar otro rasgo importante de un orden del discurso  y de las relaciones entre sus elementos. Se trata del hecho de que un orden del discurso tiene un carácter heterogéneo e internamente diferenciado, comprendiendo diferentes discursos, géneros y estilos que pueden ser complementarios, pero también opuestos y contradictorios, como en el caso del discurso neomanagerial y el discurso académico tradicional en las actuales universidades públicas.

Sin embargo, es importante señalar que el reconocimiento de esa diversidad interna no debe llevarnos a desatender el hecho de que un rasgo de todo orden del discurso es la dominancia. “Algunas formas de hacer sentido son dominantes o principales en un particular orden del discurso, otras son marginales, o oposicionales o alternativas” (Fairclough, 2003a, p.206). Fairclough recurre al concepto de hegemonía de Gramsci  para describir cómo dentro de un orden del discurso ciertas formas de producción de sentido (particulares discursos, géneros y estilos articulados de modos singulares) se tornan hegemónicas y se vuelven parte del sentido común de un determinado dominio social. Dicha hegemonía expresa y contribuye a sostener las relaciones de dominación imperantes en la sociedad (Fairclough, 1992). Sin embargo, y como ya señalamos, la hegemonía es siempre un logro parcial y provisorio, sujeto a ser contestado en mayor o menor grado en el marco de las relaciones y luchas sociales  presentes en la vida social. Esto exige pensar los órdenes del discurso no como sistemas homogéneos, rígidos, inmutables y cerrados, sino como campos provisoriamente estabilizados, internamente diferenciados y donde coexisten (articulaciones de) prácticas discursivas hegemónicas, pero también otras alternativas o contrahegemónicas. Esta dinámica da cuenta del carácter histórico y situado de todo orden del discurso, de su imbricación con los distintos elementos de la red de prácticas sociales de las cuales es parte y de su apertura a procesos de cambio (a partir de nuevas articulaciones de sus elementos y/o de la incorporación de nuevos discursos, géneros o estilos) en el marco de los desafíos que las interacciones cotidianas de los actores le plantean y en el marco de procesos socioculturales de más largo alcance.

La importancia del concepto de orden del discurso en la obra de Fairclough reside en que es justamente a partir de la  movilización de los recursos discursivos presentes en un particular orden del discurso que los sujetos producen textos (orales y escritos) en el marco de interacciones o eventos sociales específicos. Es importante señalar, al alero de la lógica dialéctica asumida por Fairclough, que no existe una relación lineal y mecánica entre un orden del discurso y los textos producidos al interior del dominio social específico del que éste es parte. En el proceso de utilizar los recursos de un orden del discurso para producir sus textos, los sujetos, al mismo tiempo que reproducen dichos patrones de prácticas discursivas, son capaces de articular y recrear creativamente los mismos (Fairclough, 1995). Dicho en otros términos, los sujetos sólo pueden producir textos recurriendo a los sets de convenciones (orden del discurso) que tienen disponibles y que están socialmente legitimados para ámbitos de acción específicos, pero en ese uso concreto y situado del lenguaje y, producto del carácter abierto de todo evento, de la capacidad reflexiva de la agencia humana y de la heterogeneidad (inter e intra) de los órdenes del discurso hay lugar para ciertos niveles de creación e innovación. Los textos, por otra parte, deben ser considerados como espacios sociales en los que se actualiza el poder constitutivo del discurso. Esto, pues todo texto –en tanto singular articulación de géneros, discurso y estilos– moviliza un conjunto de sentidos que contribuyen simultáneamente a la producción de i) relaciones (acciones) sociales; ii) sistemas de creencias y conocimientos (representaciones) e iii) identidades sociales, dentro de un particular dominio social (Fairclough, 1992, 1995; Halliday, 1994).

Los argumentos hasta acá presentados respecto a la semiosis, las prácticas sociales, el orden del discurso y los textos, constituyen el núcleo de la posición desarrollada por Fairclough desde fines de los años noventa acerca del discurso, la que se caracteriza por el reconocimiento explícito de dos dialécticas que en sus primeros trabajos no aparecían claramente diferenciadas. Por un lado, la dialéctica de lo discursivo y lo no discursivo dentro de lo social que, como hemos visto, se expresa en la consideración del discurso como uno (entre otros) de los elementos de las prácticas sociales que constituyen la realidad social. Por otro lado, la dialéctica entre la estructura y la agencia (eventos, procesos) que lleva a utilizar el concepto de práctica social como instancia de mediación entre ambos aspectos de lo social. 

Ese doble carácter relacional que caracteriza la actual conceptualización de discurso de Fairclough queda ilustrado en la Tabla 1.

Tabla 1. La doble dialéctica del ACD
art03tab1
La lógica de la investigación social desde el ACD

Llevar a cabo un estudio empírico desde la perspectiva del Análisis Crítico del Discurso propuesta por Fairclough supone indagar detalladamente en los sentidos (acciones, representaciones, identidades) que actualiza un texto a partir de su particular organización lingüística; describir los recursos discursivos (estilos, géneros, discursos) a partir de los cuales el texto ha sido producido y dar cuenta del modo como dicho texto  -que es parte de un evento social anidado en una red de prácticas sociales que lo determinan- contribuye, al mismo tiempo, y a partir del poder constitutivo de los sentidos que moviliza, a producir el orden social, sosteniendo o socavando las relaciones de dominación en un particular ámbito de la sociedad. Esta lógica de análisis puede ser esquematizada en 7 pasos (Fairclough, 2001b, 2003a):

i) Los sujetos construyen textos (piezas de lenguaje escrito o hablado) en el marco de sus interacciones cotidianas y de su  inserción en distintos eventos/procesos/situaciones sociales. Un texto o un conjunto de textos constituyen el material empírico del investigador.

ii) Todo texto se produce a partir de la selección y de la combinación de algunos de los recursos que ofrece el orden del discurso (discursos, géneros, estilos), correspondiente a la red de prácticas sociales (campo social) del cual el evento particular es parte. Discursos, géneros y estilos que, en tanto prácticas discursivas son, a su vez, particulares realizaciones de las posibilidades que ofrece el lenguaje, visto como la dimensión discursiva de la estructura social en la cual las redes de prácticas sociales en cuestión están insertas. 

iii) A partir de su organización, su forma y sus diversos rasgos lingüísticos todo texto produce efectos de sentido en tres niveles: a nivel de representaciones sobre el mundo, a nivel de formas de (inter)acción entre los sujetos involucrados en la interacción discursiva de la cual el texto es parte, y a  nivel de las identidades sociales de esos mismos sujetos. Una de las tareas del analista, y este es el nivel del análisis lingüístico, es dar cuenta justamente de esos sentidos a partir de un estudio detallado de las características gramaticales, semánticas, lexicales y de organización del texto (Fairclough, 1999b).

(iv) Esos tres tipos de significado (representación, acción, identificación) a nivel del texto se corresponden con las categorías de discursos, géneros y estilos a nivel del orden del discurso. Sin embargo, no hay una relación lineal y mecánica entre los recursos de un orden del discurso al que recurren los sujetos y los textos por ellos producidos en un particular evento. Como ya hemos señalado, esto se debe al carácter heterogéneo y múltiple de un orden del discurso, así como al potencial reflexivo y creativo del agente quien puede combinar de formas innovadoras los recursos disponibles en el orden del discurso o apelar a prácticas discursivas de otros órdenes del discurso. El trabajo del analista en este nivel es dar cuenta, justamente, del modo en que un texto particular ha movilizado específicos discursos, géneros y estilos y los ha articulado de un modo singular en sus características semánticas, gramaticales y lexicales. Esto es lo que se denomina como análisis interdiscursivo, que junto al análisis intertextual manifiesto (¿qué otros textos son citados y de qué manera por el texto analizado? ¿Qué supuestos asume el texto?), constituyen el nivel del análisis intertextual. Este nivel de análisis intertextual, junto al previamente mencionado nivel de análisis lingüístico, constituyen, en conjunto, la fase global del proceso del análisis que es denominada por Fairclough como el momento del análisis  interaccional.

(v) El orden del discurso al que apelan los sujetos para producir el o los textos analizados, está inserto en una cadena de redes de ordenes del discurso de distintos campos sociales. Ese orden del discurso tiene una particular historia, tiene ciertas formas de producción de sentido que se han tornado hegemónicas y comprende más prácticas discursivas que las que desde él han sido movilizadas para la producción de un texto en particular. Se debe entonces analizar con cierto detalle, a partir de información complementaria, el o los órdenes del discurso correspondientes al campo social del cual el evento –y el texto analizado- es parte. Un elemento importante en este nivel es reconocer cuáles de los diversos recursos disponibles en el orden del discurso fueron movilizados por los sujetos (aquellos hegemónicos, aquellos alternativos, etc.), lo que probablemente dependerá del evento social y de la particular coyuntura en la que está inserto. Esto, a su vez, puede permitir elucidar en qué medida el texto se relaciona de un modo reproductivo o más bien transformativo en relación al orden del discurso. Este nivel de análisis recibe el nombre de análisis estructural (del orden del discurso). El análisis estructural junto al análisis interaccional del discurso, constituyen el momento propiamente tal de análisis de discurso, aunque no agotan todos los pasos de una investigación desde la perspectiva del ACD.

(vi) El orden del discurso es parte de una práctica social inserta en una red de prácticas sociales que tienen una historia, que están en relación con otros campos sociales y que están sujetas a particulares coyunturas propias del específico momento en que el evento y texto que se analizan han sido producidos. Resulta necesario, así, atender a la coyuntura social macro en que el texto analizado ha sido producido (coyuntura de guerra, de huelgas, de bonanza, etc.), así como a la específica relación entre el orden del discurso analizado y los otros momentos de la práctica social de la cual es parte. Es de importancia en este punto explorar si en la práctica social observada (en tanto marco del evento y el texto analizado) el discurso aparece predominantemente en la forma de género y estilo o en la forma de discursos/representaciones. Este momento del análisis corresponde al nivel del contexto social del evento discursivo analizado, a su puesta en relación con las estructuras que lo determinan y sobre las cuales también tiene efectos.

vii) Por último, y al alero de la perspectiva crítica que acompaña la obra de Fairclough, hay que atender al hecho que los eventos y prácticas sociales con sus particulares articulaciones de elementos semióticos (texto, orden del discurso) y no semióticos, expresan y reproducen –aunque también pueden transformar– las particulares relaciones de poder y formas de dominación de la sociedad. En este nivel, la tarea es visibilizar el modo en que el orden del discurso y el texto analizado participan y se ubican en el campo más amplio de luchas sociales, de estabilizaciones hegemónicas y de reproducción o impugnación de las relaciones de dominación. Un punto importante al respecto es ser consciente que las producciones discursivas no tienen un valor u orientación política claramente definida de antemano. Los discursos, como enseñara Foucault (1992), son elementos tácticos operando en campos de relaciones de fuerza, y su valor (democratizador, neutral, reaccionario, etc.) puede variar en diferentes coyunturas específicas. Fairclough (1992), quien sigue a Foucault en este punto, ha mostrado, por ejemplo, como la actual tendencia a la informalización del discurso puede tener connotaciones diferentes en distintos ámbitos. Puede ser un signo de democratización en la relaciones entre profesores y estudiantes o entre expertos y legos, pero también puede ser un nuevo mecanismo de control subjetivo en el campo laboral donde la (aparente) cercanía interpersonal de las jefaturas a los empleados puede debilitar la conciencia del antagonismo capital-trabajo que sería clave para la articulación de los movimientos sindicales.

Junto a estos siete pasos que dan cuenta de la secuencia y la lógica general de investigación del modelo del ACD, se presentan a continuación un conjunto de dimensiones e interrogantes importantes de considerar en el análisis del material empírico (textos) en una investigación que se inscribe en el marco conceptual propuesto por Fairclough. Tomaremos como ejemplo para ello los estudios de Fairclough sobre neoliberalismo (2000b) y sobre la expansión del discurso neomanagerial en las sociedades, empresas y contextos de trabajo contemporáneos.

Emergencia: Cómo emergió el discurso neomanagerial, en qué contexto histórico, en el marco de que procesos y luchas sociales y a partir de la articulación de que elementos discursivos preexistentes.

Hegemonía: Cómo el discurso neomanagerial se volvió hegemónico en las empresas privadas y las organizaciones públicas. Al servicio de qué estrategias e intereses de reconfiguración de la sociedad, a través de que actores (Banco Mundial, Consultoras, Escuelas de negocios, discursos publicitarios, etc.) y alianzas se fue naturalizando como la manera correcta de ver y actuar sobre el mundo y de configurar la vida social. Apelando a qué discursos y elementos previos valorados por la cultura (libertad, autonomía, realización, etc.) la perspectiva neomanagerial logró hacer sentido, resonar y ejercer un liderazgo moral sobre los cuadros gerenciales y grandes segmentos de la población.

Recontextualización: Cómo el neomanagerialismo, en tanto discurso hegemónico inicialmente situado en el campo económico/empresarial de ciertas sociedades (Inglaterra, EEUU), se expande progresivamente por diferentes países y se disemina y reorganiza, más allá de la empresa privada, distintos campos sociales (educación, salud, vida cotidiana, etc.). La recontextualización de los discursos supone siempre una dialéctica de colonización/apropiación, esto es, supone siempre tanto un proceso por el cual un discurso externo coloniza la práctica (local) recontextualizada como un proceso por el cual el discurso externo es apropiado, resignificado y transformado por la misma práctica recontextualizada.

Operacionalización: Cómo el discurso neomanagerial se operacionaliza, esto es, se realiza en nuevas formas de acción (que incluye géneros) y se inculca en nuevas formas de ser e identidades (que incluyen estilos) y cómo se articula con otros momentos no discursivos de las prácticas sociales (por ejemplo, a través de la reorganización de los espacios físicos de trabajo).

Diferencias: Estudiar el discurso neomanagerial exige atender a los discursos alternativos que circulan en el campo social y en las mismas organizaciones (discurso sindical, ethos burocrático, ethos del servicio público), a las formas alternativas de representación, acción e identificación de y en lo social que están, aunque devaluadas, disponibles como recursos discursivos. Es importante, de esta manera, dar cuenta de la relación entre el discurso neomanagerial y estos otros discursos, el modo como se oponen o se contaminan mutuamente, así como los actores que sostienen dichas formas alternativas.

Resistencias: Esta dimensión apunta a la necesidad de analizar cómo el discurso neomanagerial es resistido, impugnado y desplazado en particulares contextos y coyunturas, a partir de la movilización que actores específicos, dentro y fuera de empresas y organizaciones, hacen de recursos discursivos y no discursivos alternativos.

Consideraciones Finales

A lo largo del artículo se buscó visibilizar el potencial teórico-metodológico de la propuesta de ACD de Fairclough para la conceptualización y el análisis empírico de las transformaciones contemporáneas de las empresas y el mundo del trabajo. Como se ha señalado, los procesos de cambio sociolaboral que caracterizan el horizonte del nuevo capitalismo se expresan y sostienen en profundos cambios a nivel del discurso, lo que plantea una oportunidad y un desafío a la investigación social. Por un lado, nos invita a considerar el análisis del discurso como una vía privilegiada para explorar los cambios en curso en los escenarios laborales y las organizaciones productivas y al mismo tiempo, nos confronta con el hecho de que no parece posible comprender adecuadamente el ámbito de las empresas y el mundo del trabajo en las sociedades contemporáneas, si estos no son interrogados considerando sus dimensiones discursivas.

A partir de la presentación del modelo teórico-metodológico del ACD propuesto por Fairclough se contribuye al enriquecimiento de los recursos conceptuales y analíticos disponibles en el campo de los denominados Nuevos Estudios del Trabajo en América Latina, campo hasta ahora relativamente reacio a incorporar enfoques discursivos en sus estudios. La apuesta y el sentido de este artículo apunta no a un abandono de otras formas de investigación cuantitativas y cualitativas no discursivas dentro de los estudios del trabajo, sino a un enriquecimiento del campo de la investigación sociolaboral en América Latina, a través de la incorporación de los recursos teóricos y metodológicos que ofrece la propuesta de Fairclough.

Por último, destacamos el talante crítico de la propuesta de Fairclough, para quien la relevancia social y política del ACD se juega en su capacidad de hacer público (en términos de visibilizar y de llevar a debate) el modo como los discursos -al sostener específicos modos de actuar, pensar y ser- participan activamente en la producción y reproducción de las relaciones de dominación. Sin el análisis del orden del discurso del modelo neoliberal de desarrollo o de lo que Fairclough ha denominado el lenguaje en el nuevo capitalismo, no resulta posible comprender ni impugnar las lógicas políticas, económicas y culturales hegemónicas que definen las formas contemporáneas de dominación.

Notas

1En un artículo previo (Stecher, 2010), hemos presentado el modelo tridimensional de discurso correspondiente a una primera etapa en la obra de Fairclough y de su propuesta de ACD. El presente artículo complementa esa publicación previa.

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flechaCorrespondencia a: La correspondencia relativa a este artículo deberá ser dirigida al autor. Universidad Diego Portales, Chile, E-mail: antonio.stecher@udp.cl

*Esta investigación ha sido realizada en el marco del Proyecto Semilla, Universidad Diego Portales “Desarrollo de un modelo psicosocial de perfiles identitarios de trabajadores de tienda de grandes empresas de la industria del retail en Santiago de Chile: Saturación teórica y ampliación de la base empírica de un modelo preliminar”.

Fecha de recepción: Mayo 2013
Fecha de aceptación: Octubre 2014

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