INTRODUCCION
La construcción de caminos, puentes y otras vías de comunicación fue una de las estrategias usadas por las grandes civilizaciones de la antigüedad para el desarrollo del comercio de bienes y especies. Esto habría permitido la transmisión de ideas, a partir de lo cual manejaron y controlaron nuevos territorios y espacios culturales. En este contexto, uno de los caminos más estudiados y analizados a través de la historia es aquel construido durante el Imperio Romano donde, según Chevallier (1972), se observa la elaboración de calzadas con un nivel de técnica altamente desarrollado. Esto no solo significó el mejoramiento de las vías de comunicación, sino también un embellecimiento de la ruta, dando una presencia y consistencia al Estado romano en los lugares donde estableció su dominio. Sin embargo, también conocemos otros caminos que presentan soluciones ingenieriles complejas respecto a su construcción en lugares agrestes en cuanto a la morfología del terreno, entre ellos la carretera real persa y la Ruta de la Seda3. Dentro de este panorama consideramos la inserción del Qhapaq Ñan en los Andes, América del Sur, el que habría alcanzado una longitud aproximada de 5.000 km, involucrando los distintos suyus que formaron el Tawantinsuyo. La construcción de este camino involucró distintos pisos ecológicos que conforman el área andi na, con una altura que alcanzó los 4.500 msnm. Según Hyslop (1992), algunos rasgos distintivos de esta ruta están dados por la pavimentación con grandes bloques de piedras, incluyendo escaleras y puentes colgantes, especialmente en zonas de difícil desplazamiento pro ducto de una geografía abrupta y vertical, atravesada por grandes ríos. Sin embargo, en lugares planos el trazado de la ruta estuvo dado por senderos troperos, donde se desplazaron personas y caravanas de recuas de llamas4.
En lo que respecta a nuestra zona de estudio, durante el siglo xii dc, la Región de Arica estuvo ocupada por poblaciones de agricultores y pescadores, denominados arqueológicamente como cultura Arica (Muñoz & Choque 2013). Estas poblaciones comenzaron a compartir el espa cio productivo con grupos humanos que se desplazaron desde el altiplano a la costa, ocupando enclaves ecológicos en las cabeceras de valles de la vertiente occidental del Pacífico. Si bien ambos grupos vivieron separadamente, tuvieron un fluido intercambio de productos agrícolas y marítimos, tecnologías e ideologías, donde el poder fue ejercido por el cacique principal que vivía en los valles, funcionando bajo la modalidad de relaciones asimétricas con los señores del altiplano (Choque & Muñoz 2016). El traslado de maíz, ají, coca, calabazas, pescado salado, guano, textiles y artefactos, fue realizado a través de las extensas vías de comunicación que unieron la costa con la meseta andina. Dichas obras viales fueron utilizadas posteriormente por el Inca y las huestes indianas, cons tituyéndose en un sistema vial conocido como Qhapaq Ñan. En época colonial, estas redes viales fueron conocidas como Caminos Reales y hoy como caminos troperos. En muchos casos constituyen las mismas vías y han tenido una utilidad simbólica y práctica para las poblaciones indígenas, hispanas y mestizas de los Períodos Colonial y Republicano.
El deterioro o las alteraciones de los caminos producto del tráfico caravanero o catástrofes natura les, implicó la necesidad de establecer un sistema de mantenimiento de las rutas e instalaciones anexas, entre estas últimas los tambos y las estructuras ceremoniales tales como apachetas y markas. Esto habría permitido que las poblaciones locales se integraran al sistema político regulado por los incas, participando de las redes de intercambios con poblaciones de distintos ambientes geográficos.
EL PAISAJE EN EL CONTEXTO DEL SISTEMA CAMINERO
La reconstrucción de los diversos caminos distribuidos en la sierra ariqueña, desde el momento en que los agri cultores aldeanos comenzaron a trazarlos, refleja cómo se fue estructurando una red vial cada vez más compleja, cubriendo prácticamente la totalidad del territorio, desde y hacia los más diversos espacios geográficos de la precordillera5. El estudio de estos senderos y sus rumbos permite entender y conocer su función, temporalidad, aspectos tecnológicos aplicados, aprovechamiento de recursos, experiencia, sabiduría y diversos aspectos de la cultura que se desarrolló en torno a ellos, especialmente la de los caravaneros andinos que usaron e hicieron de estos finalmente su oficio y modo de vida6.
Considerados como productos culturales, estos trazados contactaron y relacionaron una infinidad de puntos del paisaje desértico característico de esta región del extremo norte de Chile, demostrándonos el grado de eficiencia alcanzado por la actividad, como también el conocimiento del medio por el cual esa actividad se desarrolló. No cabe duda de que la presencia humana en estos parajes dejó huellas que no solo reflejan lo cotidiano y doméstico, sino también lo trascendental, es decir, aquello que compromete, al decir de Turner (1971) y Geertz (1973), su destino, su continuidad, la vida y la muerte, lo religioso y sobrenatural. Algunas evidencias materiales que marcan esta profunda rela ción del caravanero con el paisaje son los registros de apachetas y markas que, según Duffait (2012: 621), “constituirían los elementos mediadores que conectan las vías con las entidades sagradas del paisaje como los volcanes, cerros y nevados”7.
Se pueden diferenciar distintos tipos de senderos, dependiendo de su uso: sendero simple de uso humano, sendero de uso múltiple para ganado y animales de carga, sendero simple de uso animal (generalmente camélidos silvestres como guanaco y vicuñas), sendero tipo “rastri llo” y huellas de carretas con sendero de animal de tiro, vinculados estos últimos al Período Colonial. Gran parte de estos senderos fueron indistintamente reutilizados por animales y personas, signo de la importancia que alcanzaron hasta después de la Conquista. Esto hace posible recopilar antecedentes que indican la natura leza propia del camino y de sus usuarios. En primer término, está la aguada, requisito fundamental para que un sendero, de cualquier tipo, se enlace o contacte. La aguada -o cualquier otra estrategia para la obtención del recurso hídrico y alimento, como una vertiente, río, estero o bofedal fue la principal preocupación que debió conocer y manejar el caravanero o arriero andino para desafiar el desierto. Ante la ausencia del recurso hídrico, una de las innovaciones destacables de este sistema vial fue la construcción de pozos o norias, emplazadas en lugares estratégicos. Estas entregaban una fuente de agua de emergencia en caso de riesgo de la vida de los usuarios de la ruta8.
El conocimiento del paisaje, la geografía y su percepción del entorno ecológico fueron elementos vitales para orientar y resolver óptimamente cualquier dificultad. De allí que los senderos y rutas presentan siempre la mejor alternativa para el viajero, sorteando cuestas, pampas, abras, quebradas, serranías y la propia cordillera de los Andes. También se agregan los refugios naturales, como aleros y cuevas que fueron ocupados desde las primeras incursiones de los humanos por el territorio, los que han sido usados como alternativa por todos los grupos posteriores hasta la actualidad. Un segundo tipo de refugio son las paskanas, construidos como parapetos para protegerse de la intemperie, a veces dura, que caracteriza al desierto en sus diversos ambientes de costa, pampa, valles o puna. Otro tipo de estructura más compleja asociada al andamiaje admi nistrativo del incanato fueron los chasquihuasis o casas de los chasquis que, sumados a los tambos, localizados en lugares estratégicos del sistema vial, muestran el alto nivel de desarrollo de esta red. Ejemplo de estos tambos fueron los de Zapahuira i y 11, Laco Alto, Cobija 2, In cauta y Mollegrande (Muñoz et al. 1987 a y b), Chusmiza (Sanhueza 1978), etc., todos ubicados en una cota media de los 3.000 msnm, relacionados espacialmente a los asentamientos locales.
Otros rasgos culturales asociados a los senderos fueron los tramos empedrados, generalmente en ac cesos a pendientes o cuestas, lugares donde el tránsito de animales se veía dificultado. También el sistema de desagüe, canales oblicuos bien construidos que cruza ban diagonalmente el camino o sendero, especialmente cuando este bordeaba una ladera inclinada y pedregosa. Estos desagües tenían como objetivo desviar las aguas provenientes de precipitaciones que ponían en riesgo la integridad del camino. Cabe mencionar, además, los tramos de camino delineado que, a manera de solera, marcaron cada uno de sus lados, especialmente cuando estos cruzaban un terreno plano, como los observados en Zapahuira, Belén y Lupica.
CAMINOS PREHISPÁNICOS EN ARICA
Según Wallace (1991), la importancia de los caminos prehispánicos está dada por la existencia de dos dimen siones, una religiosa y otra económica. En el primer axioma, las redes viales permitían unir las aldeas con las huacas y espacios ceremoniales, tanto cercanos como de regiones distantes9. Para el caso de Arica, se gún Choque y Muñoz (2016), las poblaciones habrían usado los caminos portando ofrendas y peregrinando entre la costa y la sierra para celebrar ritos religiosos. El segundo axioma da cuenta de la integración económica y sociopolítica que generó el uso de los caminos, pues movilizaron diversos tipos de bienes agropecuarios y marítimos generando, además, una integración ideo lógica y una articulación económica con las tierras de la meseta altiplánica.
Las principales rutas del sistema vial prehispánico en el extremo norte de Chile han sido descritas y discu tidas previamente por Muñoz y Briones (1996), quienes señalan la existencia de cuatro rutas principales.
La primera, ubicada a 3.000 msnm y denominada Ruta Longitudinal o Precordillerana N° 1, se desplaza en sentido longitudinal de norte a sur, por la precordillera de Arica y se le conoce como Camino Inca o Qhapaq Ñan (fig. 1). Los mismos autores señalan que, probablemen te, los incas hicieron un mejoramiento de la red vial, la que habría sido ensanchada, empotrada en los sectores laterales y emplantillados con piedras en las entradas y salidas de los grandes poblados como Zapahuira, Huaihuarani, Saxamar, Socoroma, etc. Asimismo, ci mentaron y nivelaron los sectores de mayor pendiente de los senderos. Este camino conectó todos los poblados serranos, constituyéndose en la columna vertebral sobre la cual giraron los asentamientos locales (figs. 2, 3 y 4).

Figura 1 El Qhapaq Ñan, Ruta Longitudinal Precordillerana Norte-Sur. Figure 1. The Qhapaq Ñan , North-South pre-Andean route.

Figura 2 Sendero empedrado de salida y entrada al pueblo de Socoroma. Figure 2. Stone paved road, entrance and exit of the town of Socoroma.

Figura 3 Tramo de camino empedrado, sector que conecta las áreas de cultivos noreste del actual pueblo de Belén. Figure 3. Section of the stone paved road, area that connects the crop fields, north-east of the current settlement named Belén.

Figura 4 Tramo de conexión entre asentamientos: Huaihuarani e Incaullo, área de Belén. Figure 4. Section connecting settlements: Huaihuarani and Incaullo, area of Belén.
El segundo camino corresponde a la Ruta Transver sal por Lluta N° 2. Es una construcción vial importante que une el altiplano con la costa oceánica, alcanzando la costa sur de la ciudad de Arica. Esta ruta se constituyó en tiempos coloniales como la columna vertebral del desplazamiento caravanero de Arica a Potosí. Es posible encontrar numerosos asentamientos prehispánicos y recursos hídricos desde la desembocadura del río Lluta hasta la precordillera (Muñoz & Briones 1996).
El tercer camino corresponde a la Ruta Transversal por Azapa N° 3. Esta ruta conecta la desembocadura del río San José con la precordillera en la zona que va desde Chapiquiña a Belén. Al igual que la ruta de Lluta, está asociada a asentamientos prehispánicos, recursos hídricos y tierras agrícolas.
Finalmente, el cuarto camino corresponde a la Ruta Longitudinal Costera N° 4, la que se desplaza de norte a sur, cubriendo los actuales sectores de valle bajo o medio y desembocaduras de ríos, desde la zona de Caplina hasta Camarones. Esta ruta, al igual que las otras mencionadas, está relacionada con asentamientos prehispánicos en los valles, recursos de agua y la presen cia de apachetas, una de ellas ubicada en Alto Ramírez, sector bajo del valle de Azapa (Santoro & Muñoz 1981).
El uso de estos caminos habría permitido la llegada de nuevas ideas, bienes, piezas y productos de consumo de distintas regiones de los Andes a los valles de Arica. El registro arqueológico a partir del año 1000 dc muestra evidencias de hallazgos como un mono, de la especie Aluatta seniculus, plumas de aves tropicales, fragmentos de maderas de chonta, lana de camélidos, quinua, entre otros. Por otro lado, tanto en la iconografía de las piezas de cerámica como en los tejidos del Período Tardío Precolombino, se representaron una serie de diseños entre los cuales destaca la presencia de pequeños simios. Esto demuestra que, más allá de lo económico y de las relaciones sociales que se dieron como consecuencia de la movilidad caravanera, el traspaso de ideas fue parte importante de las poblaciones que participaron de dicho tráfico, en el esfuerzo por plasmar su identidad y su lugar de origen.
De lo anterior se desprende que, a la llegada de los españoles, lo que hoy es el extremo norte de Chile presentaba un mosaico de redes viales, lo que explicaría el intenso tráfico que hubo en esta región de los Andes como centro neurálgico de múltiples relaciones cultu rales, situación que fue muy bien aprovechada por los europeos para el desarrollo de sus intereses.
DESPLAZAMIENTO DE LA RUTA LONGITUDINAL PRECORDILLERANA (N° 1)
Este capítulo fue descrito detalladamente por Muñoz y Briones (1996: 57-60). En esta ocasión dicha información se presenta en la tabla 1. En ella se destacan los despla zamientos de norte a sur del camino (sendero tropero) y la relación de esta ruta con asentamientos principales y senderos secundarios. Además, se señalan algunos rasgos específicos de dichas rutas (fig. 1).
LOS ASENTAMIENTOS ASOCIADOS A LA RED VIAL PRECORDILLERANA
Para entender el trazado de esta red vial en los valles y quebradas de altura en dirección norte sur es importante conocer la distribución de los asentamientos asociados a ella y la función que estos habrían desempeñado en relación al intercambio de bienes, especies, productos y transmisión de ideas. Muñoz y Chacama (2006) plantean que, en la quebrada de Socoroma, los asentamientos estudiados de Calacruz y Cachuchatiza presentan una particularidad: ambos se ubican en la cima de cerros de gran altura. De acuerdo con sus componentes culturales, corresponderían a asentamientos que se sitúan alrede dor del 1200 dc-1400 dc. La ausencia de estructuras de tipo administrativas y de plazas sugiere que estos asentamientos fueron ocupados en forma temporal, en lapsos de tiempo determinado. Sin embargo, al margen de los escasos indicadores culturales hallados, llama la atención que están conectados a una extensa red vial que se desplaza hacia pampa de Zapahuira por el sureste, y por el sector de Coca por el noreste. En ambos casos se trata de áreas donde se hallan una serie de asentamientos habitacionales y funerarios (Muñoz et al. 1987a; Santoro et al. 1987; Muñoz & Choque 2013).
Esta situación indicaría que estos poblados formaron parte de una unidad mayor y reforzaría la hipótesis de ocupaciones temporales. Por su parte, pampa de Zapahuira constituye una de las áreas más estudiadas respecto a la influencia inca aproximadamente a partir del 1450 dc. Su modo de operar habría sido a través de poblaciones circumtiticaca portadoras de cerámica Saxamar. De acuerdo a los trabajos de Muñoz et al. (1987a), dicha dominación se habría ejercido mediante el asentamiento administrativo poblado Zapahuira 2, (AZ-124) (fig. 5), con el cual fue posible ejercer un control sobre la producción del área, cuyo excedente debió ser almacenado en los depósitos construidos en el plano alto de la quebrada (Tambo de Zapahuira 1, AZ-40) (fig. 6) y llevado posteriormente a otras zonas a través de la red vial incaica que se encuentra presente en el área.

Figura 5 Tambo de Zapahuira ii. Exterior de unidad arquitectónica sector oeste. Recinto 27. Figure 5. Tambo de Zapahuira ii. Exterior of architectonic, western section. Enclosure 27.

Figura 6 Tambo de Zapahuira i. Unidades arquitectónicas a los pies del Cerro Huaycuta. Figure 6. Tambo de Zapahuira i. Architectural units, piedmont of the Cerro Huaycuta.
En el área de Chapiquiña, enclavada entre la pampa de Zapahuira y Belén, se hallan asentamientos como Caillama, Laco Bajo, Laco Alto y Pujone, todos conectados a través del Camino del Inca. Un aspecto interesante de resaltar en Laco Alto es la presencia de un tambo, situación que nos hace pensar en la presencia Inca en la fase final del asentamiento (1400 dc). Probablemente, en este tambo se habría almacenado la producción del sector medio del valle de Chapiquiña. Curiosamente en esta misma época y frente de Laco Alto se estructuró otro emplazamiento, Caillama, cuya característica más importante es la edificación de recintos de forma circular sobre un abrupto cerro. El lugar presenta, además, un sendero de ingreso al poblado, el que se halla demarcado por piedras y en algunos sectores presenta peldaños (fig. 7). Un sistema constructivo distinto se observa en el sector noreste, en donde se hallan estructuras funerarias tipo chullpas construidas de adobe y paja, lo cual es novedoso para el área ya que solamente la hemos observado en Zapahuira, Caillama, Incauta y Miñita 4 (figs. 8, 9, 10, 11 y 12). En este contexto, nos inclinamos a pensar que la población asentada en Caillama pudo haber correspondido a un grupo distinto y más tardío que el que se asentó en Laco Alto, y fue el que recibió tal vez la mayor influencia en el área por parte del Inca, motivo por el cual construyeron las tumbas -chullpas- con cierto grado de monumentalidad similar a las que se hallan en la zona de Lauca, altiplano boliviano, vin culadas a las poblaciones Carangas (Gisbert et al. 1996).

Figura 8 Chullpa, recinto 24, construida de adobe, piedra y fibra vegetal, sector de Zapahuira. Figure 8. Chullpa, enclosure 24, built with adobe, stone and vegetable fiber, Zapahuira area.

Figura 9 Chullpa, Recinto N° 23, frontis de arquitectura funeraria, sitios Caillama. Figure 9. Chullpa, Area N° 23, funerary architecture, Caillama sites.

Figura 10 Chullpa, arquitectura funeraria manufacturada en arcilla, fibra vegetal y piedra. Recinto S/N, sitio Incauta. Figure 10. Chullpa, funerary architectural piece of clay, vegetable fiber, and stone. Enclosure without number, site of Incauta.

Figura 11 Chullpas manufactura en barro, piedra y fibra vegetal. Recinto chullpas N° 25, Miñita iv. Figure 11. Chullpas made of clay, vegetable fiber, and stone. Enclosure 25, Miñita iv.

Figura 12 Chullpas de adobe y piedra laja. Recintos 25 y 26, sitios Miñita iv. Figure 12. Chullpas made of adobe and flagstones. Enclosure 25 and 26, sites Miñita iv.
En el área de Belén-Lupica-Ticnamar, el proceso cultural tiene una historia que se remonta al 1.000 dc, según los antecedentes obtenidos de los sitios Incahullo, Huaihuarani, Lupica y Saxamar. Corresponderían a poblaciones vinculadas a la cultura Arica, las que se habrían establecido en dichos poblados con el propósito de explotar estratégicamente los recursos naturales y productivos que el medio les proporcionaba. De esta manera, controlaron el recurso agua indispensable para la agricultura, facilitando el riego de extensas áreas agrícolas, tal como lo demuestran las terrazas halladas en el sector. Con la llegada de la influencia inca, las poblaciones locales conservaron los mecanismos que organizaban su vida socioeconómica y política. Cree mos que el aporte del Tawantinsuyo fue el integrar la red vial local existente a una de mayor envergadura, lo que permitió que la precordillera de Arica se insertara políticamente al Estado Inca, construyendo arquitec tónicamente Incahullo, el sitio más emblemático de la ocupación inca en el área (figs. 13 y 14).

Figura 13 Mampostería y arquitectura recinto N° 20, muros sector oeste, sitio Incahullo. Figure 13. Masonry and architecture, enclosure No 20, western walls, Incahullo site.

Figura 14 Interior de Recinto N° 20, detalle hornacinas en muro, sitio Incahullo. Figure 14. Interior of Room N0 20, detail of niches in the wall, Incahullo site.
El poblamiento humano en la quebrada de Cobija está relacionado con dos asentamientos vinculados a la influencia inca en la precordillera. En el asentamiento Cobija 2, la edificación de un tambo habría surgido por la necesidad del Inca de almacenar la producción para el Estado. En dicho edificio, se halla la mayor cantidad de cerámica estilo Saxamar encontrada en el asenta miento, reafirmando la presencia del Tawantinsuyo en dicho poblado. Ahora bien, la ubicación de este edificio a un costado del poblado no pasa inadvertida, ya que colinda con las posibles estructuras donde se almacenó la producción agrícola. El asentamiento Cobija 1, a su vez, presenta similitudes con la arquitectura inca de la sierra de Arica. Sus recintos son de forma oval y circu lar, con muros en doble hileras de piedras y entradas que tienen forma de signo de coma. Ambos poblados se asocian a una extensa red vial que se desplaza por la precordillera, sin embargo, también observamos caminos secundarios que conectan a los dos poblados con el área de Timalchaca, en la puna y con los valles de Azapa, Camarones y costa de Arica.
En el valle de Codpa, la historia aldeana está fun damentada en la explotación de los recursos hídricos y tierras agrícolas a partir del Período Intermedio Tardío (Preinca). Esta situación habría permitido que se instalara en él una mayor población a fines de dicho período, la que pudo haber sido en gran parte rural, con un asenta miento disperso a lo largo de la cadena de terrazas. Sin embargo, el manejo del sistema hidráulico refleja una sociedad cohesionada y planificada en torno al trabajo agrícola. La administración inca local habría aprove chado esta interesante experiencia agrícola en beneficio del poder estatal, controlando el excedente productivo agrícola del valle. Para mover este excedente productivo se utilizó la red vial que se desplaza alrededor de la cota de los 3.000 msnm, cuyo destino final habría alcanzado los valles costeros y la puna alto andina (Santoro 1983; Uribe et al. 2002; Santoro et. al. 2004). Ahora bien, a lo largo del valle de Codpa configuraron una red vial secun daria, asociada a un sistema de tambos, del cual hemos identificado dos: uno en el sitio Incauta (Sector A4), poblado que debió responder a la función de un centro administrativo principal, donde se habría depositado la producción del sector alto del valle de Codpa; y otro en Mollegrande 2, que debió centralizar la producción del sector bajo del mismo valle (Muñoz & Briones 1996)10.
La presencia inca en este valle ha sido percibida mediante tres rasgos culturales diferentes. El primero corresponde a la construcción de tambos que, por lo repetitivo de su forma, debió obedecer a un plan eje cutado en toda el área centro sur andina. El segundo corresponde a la presencia de cerámica cuyos estilos Saxamar e Inca Cuzqueño permiten plantear una relación con la alfarería inca proveniente del área Circumtiticaca. En tercer lugar, la presencia en los altos de una ladera de una pintura de color blanco y rojo que asemeja a un tablero de ajedrez. Esta pintura tendría similitud a los unkus de Inka Yupanqui y Wayna Kapac en cuanto a la configuración (fig. 15). Según Muñoz y Briones (1996: 78) su confección en el valle de Codpa habría estado relacionada con la presencia del Tiwantinsuyo en un contexto de orden y equilibrio.

Figura 15 Pictografía similar a una cubierta ajedrezada, basada en polígonos bicromáticos rojo y blanco. Valle de Codpa, sector camino a Mollegrande. Figure 15. Pictograph similar to a checkered cover, based on red and white bichromaticpolygons. Codpa Valley, sector on the way to Mollegrande.
La influencia inca en la quebrada de Miñita ha bría utilizado caminos secundarios asentándose en la ladera norte, donde construyeron un emplazamiento de viviendas de la misma manera como lo habían hecho las poblaciones nativas del valle, es decir, estructuras de forma circular y semirrectangular. Probablemente, lo distinto fue la construcción de edificaciones funerarias tipo chullpas hechas de paja y adobe, además de una alfarería cuyo mayor porcentaje son las cerámicas de engobes rojos con decoración en negro, resaltando el estilo Saxamar (fig. 16). Desde el punto de vista econó mico, estas poblaciones siguieron explotando el valle como lo hicieron sus antecesoras del Período Intermedio Tardío en cuanto al uso de sistemas de terrazas, canales, producción agrícola y tecnologías.

Figura 16 Estilo decorativo negro sobre rojo, alfarería precordillerana. Sitio Saxamar, recinto N° 273. Figure 16. Black on red decorative style, pre-Andean pottery. Saxamar site, enclosure N ° 273.
En resumen, el trazado de la red vial precordillerana solo fue posible gracias a la edificación de asentamientos distribuidos a lo largo de la precordillera de Arica. Ahora bien, este camino presenta una serie de elementos que se incorporaron gradualmente al sistema vial como la construcción de tambos, apachetas, pascanas y, en algunos casos, figuras de arte rupestre, todos ellos vinculados a áreas rituales. Otro rasgo tecnológico inserto en la red vial que estaría marcando la presencia del Tawantinsuyo en la precordillera de Arica lo observamos en el trabajo especializado en cantería. Tal es el caso de Socoroma, Zapahuira y Belén, donde se construyeron soleras para delimitar y señalizar los senderos, los que fueron además emplantillados con piedras.
RUTA LONGITUDINAL PRECORDILLERANA Y LA CONEXIÓN CON LAS REDES VIALES HACIA EL ALTIPLANO
La presencia de una diversificada red de senderos trope ros (fig. 17) que penetran o se dirigen desde el altiplano peruano-boliviano hacia el extremo norte de Chile constituyó una organizada red caminera por donde se movilizaron poblaciones con el propósito de intercambiar productos y bienes entre distintos pisos ecológicos de la vertiente occidental. Este intercambio, generado por redes de caravanas que transitaban por los distintos pisos ecológicos, pudo haber sido manejado por el Inca con el objetivo de obtener recursos para el mantenimiento del Estado. Así, la construcción de tambos en distintos lugares donde se hallan bofedales explicaría que la función de estos se haya centrado en el control de la producción ganadera, además de servir de albergue a caravanas que se desplazaban por el altiplano. Las evidencias de restos de lana, cueros y huesos de camélidos apoyan esta hipótesis. Ahora bien, dentro de este contexto, en la puna del extremo norte de Chile sobresale la presencia de un tambo, ushño y kallanka en el poblado viejo de Parinacota, instalaciones que al parecer fueron diseña das para que se instalaran los representantes del Inca, quienes posiblemente controlaron la producción agrícola ganadera con el propósito de mantener las relaciones de reciprocidad y redistribución entre el poder estatal, los señoríos locales y las comunidades circundantes.

Figura 17 Segmento sendero ruta altiplánica prehispánica que une localidades de Parinacota (sureste) y Visviri (noroeste). Figure 17. Section of the pre-Hispanic highland route that connects Parinacota (southeast) and Visviri (northwest).
Los estudios desarrollados por Muñoz et al. (Ms) señalan que el pueblo viejo de Parinacota correspondería al asentamiento de mayor altura -4300 mnsm- construi do por pastores vinculados a las poblaciones Carangas, aproximadamente en el año 1400 dc. Eligieron el lugar de asentamiento a los pies de los nevados Payachatas, aprovechando las potencialidades que les proveía el bofedal de Parinacota y la majestuosidad como ente protector que le ofrecían los nevados11. Dicho poblado constituyó un espacio de articulación donde se inte graron redes viales que conectaban distintos lugares y asentamientos humanos de la puna chilena, como los tambos y bofedales de Caquena, Tacora y Chungara (Muñoz & Chacama 2006)12 y los del altiplano central y sur boliviano como Turko, Saballa, Caquiaviri, entre otros (Gisbert et al. 1996; Michel 2000; Sejas 2010).
La presencia inca, que de acuerdo a las dataciones, se habría dado aproximadamente entre el 1440 al 1510 dc, habría controlado este poblado utilizando la estrategia de dominio de las autoridades locales, cuya representación estaba en manos de las poblaciones Ca rangas. Estas tenían presencia territorial en la puna a lo menos 300 años antes de que llegaran los incas, según lo avalan los indicadores de cerámica y arquitectura. Al parecer, el objetivo de los incas estuvo dado por el control de los bofedales y las comunicaciones hacia los valles serranos y costeros del Pacífico13. De esta manera, el pueblo viejo de Parinacota pasó a constituirse en un centro administrativo donde se dieron múltiples con tactos interétnicos, entre las poblaciones de la puna y la precordillera de Arica.
COMENTARIOS FINALES
Del análisis realizado en los capítulos precedentes nuestros comentarios finales apuntan a cinco aspectos íntimamente relacionados con el tema vial en la precordillera de Arica.
El trazado original de la ruta habría sido obra de las poblaciones locales. A esta ruta se habría in corporado el Inca, tal vez introduciendo mejoras, por ejemplo, el ensanchamiento de los senderos y el empedrado de las entradas y salidas, como se observa en Socoroma, Zapahuira y Belén. Desde el punto de vista ingenieril, estos trazos mejorados presentan un ancho aproximado de 3 m, sus traza dos son rectos y se les construyó muros laterales. Asimismo, cimentaron y nivelaron los sectores de mayor pendiente de los senderos troperos. Este camino conectó todos los poblados serranos constituyéndose en la columna vertebral sobre la cual giraron los asentamientos locales.
A partir de esto, pensamos que el Camino del Inca en las alturas de Arica, con sus empedrados, soleras y tambos, habría constituido una representación vial del dominio del Tawantinsuyo en el contexto de un proyecto civilizatorio.
La ruta Longitudinal Precordillerana se encuentra directamente vinculada a un conjunto de aldeas y pucaras como a un conjunto de instalaciones caracterizadas bajo el título de Patrón Rectangular, donde registramos: tambos, Ushñu, Kancha, qollqas, Chasquiwasi, etc. (Muñoz & Chacama 2006)14. Los valles que este sistema vial involucró de norte a sur y a una cota aproximada de 3.000 msnm, fueron: Socoroma (Coca, Pujone, Cachuchatiza); Zapahuira (Chapicollo 1 y 2, Zapahuira 1 y 2, Huaycuta, Co- paquilla 1 y 2 ); Chapiquiña-Laco (Laco Alto, Cai- llama); Belén (Ancopachane, Chajpa, Trigalpampa, Incahullo, Huaihuarani); Lupica (Lupica); Saxamar (Saxamar); Ticnamar (Charcollo, Tangane); Cobija (Cobija 1); Codpa (Incauta); Saguara (Saguara 1, 2, 3 y 4); Miñita (Miñita 3 y 4).
Esta carretera Longitudinal Precordillera se haya conectada a una serie de rutas secundarias que atraviesan el desierto y cuyo destino final fueron las desembocaduras de ríos o las tierras altiplánicas, vin culándose estrechamente con los bofedales y nevados andinos, espacios donde las poblaciones construye ron tambos. El conjunto de estos senderos troperos constituyó un sistema vial, donde ningún poblado quedo al margen, sino que todos fueron integrados a la organización del Tawantinsuyo. Esta estrategia venía operando desde la época de los Carangas en las relaciones que mantuvieron con las poblaciones de valles costeros y serranas a partir del 1200 dc.
Los caminos indios fueron trazados bajo un concepto dual: por un lado, constituyeron un vehículo por el cual se conectaban los espacios físicos, naturales del relieve, y por otro lado un vínculo a través del cual las comunidades se conectaban con sus deidades. En este contexto, los caminos fueron dotados de un profundo sentido espiritual, ya que que estaban estrechamente vinculados con el culto a los ancestros, situación que reafirmaría el sentido de identidad de cada una de las comunidades que los trazaron.
El mantenimiento de la carretera longitudinal pre cordillera y los caminos secundarios permitió el fortalecimiento de alianzas entre las poblaciones. Esto habría implicado un trabajo comunitario para recomponer trazos empedrados dañados por las lluvias, de tal manera que los trabajos debieron haber tenido una importancia en la organización de estos pueblos prehispánicos, así como lo fue la limpieza de canales, construcción de viviendas, etc. Al término de dichos trabajos y como una expresión recíproca, es posible que estos hayan culminado con ceremonias y fiestas, de allí su importancia social en el sentido de mantener la unidad en torno a las comunidades asentadas en los asentamientos descritos en los acápites anteriores.