1. INTRODUCCIÓN
Durante la década de los noventa y en los primeros años del siglo XXI, en el análisis de las colocaciones del español una de las características asignadas por los estudiosos a estas unidades ha sido la arbitrariedad, junto con el binarismo y su pertenencia al plano de la norma. Con el término arbitrariedad se ha hecho referencia a la particularidad del elemento base de una colocación de escoger el co locativo con el que se combina de manera arbitraria, o bien a que las restricciones de combinación entre la base y el colocativo vienen dadas por el uso lingüístico. Con el paso de los años, la postura de los investigadores respecto a la arbitrarie dad de las colocaciones se ha ido modificando y, en la actualidad, son ya varios los que sostienen que las colocaciones son motivadas o, al menos, presentan un mayor o menor grado de motivación. Posiblemente, el autor que ha marcado la inflexión conducente a considerar las colocaciones motivadas, y no arbitrarias, ha sido Bosque.
Ahora bien, el estudio de esta cuestión conlleva una serie de aspectos que no quedan completamente aclarados, lo que dificulta avanzar en la solución de un problema complejo. En efecto, en general no se especifica qué se entiende exacta mente por arbitrariedad ni por motivación; junto a ello, no se diferencia la pers pectiva de análisis adoptada: diacrónica / sincrónica, propia del investigador / específica del hablante; y no se tiene en cuenta que las afirmaciones realizadas sobre las colocaciones tienen un alcance limitado por los propios ejemplos objeto de análisis. Así pues, puede resultar improcedente establecer generalizaciones so bre la caracterización y clasificación de las colocaciones, con el agravante de que su estatus de unidades fraseológicas / unidades no fraseológicas / unidades de la interfaz léxico-sintaxis no queda claramente establecido.
En consecuencia, en este trabajo se pasa revista a las afirmaciones hechas por los especialistas sobre la arbitrariedad y la motivación de las colocaciones, con el objetivo de determinar si alguna de estas propiedades debe formar parte de la ca racterización de unas unidades cuyo análisis sigue siendo objeto prioritario de investigación1, tal vez por el retraso con el que esta se inició para el caso del español.
1.1. La arbitrariedad en las colocaciones
En el ámbito de las colocaciones, con el término arbitrariedad no se alude a que el lazo que une el significante al significado de un signo lingüístico es arbitrario, es decir, el término en cuestión no se utiliza para dar cuenta del hecho de que la idea correspondiente a un signo no está ligada por ninguna relación interior con la secuencia de sonidos que le sirve de significante, concepción sustentada por Saussure (1916 [1945, p. 130]). Y ello es así en virtud de que una colocación no está constituida por una sola unidad léxica, sino por una combinación de unidades en la que una de ellas, la base, exige la otra, el colocativo, y puesto que, en principio, no parece existir una razón o una causa para tal coocurrencia, se ha considerado que esta es arbitraria, con lo que las colocaciones se han caracterizado con la mis ma propiedad.
En relación con la lengua española, son varios los autores que, en principio, han mantenido esta posición. En efecto, procediendo cronológicamente, en un primer momento no se menciona la arbitrariedad de las colocaciones de manera explícita, sino de modo indirecto, haciendo referencia al uso lingüístico, que de termina las restricciones de combinación que presentan los elementos que forman estas unidades2. No hay que olvidar que la vinculación del uso con la arbitrariedad tiene una larga tradición en el ámbito de la Lingüística, pues en la antigua Grecia los anomalistas ya sostenían que la lengua no obedece a verdaderas reglas, y que en ella todo no es más que uso y arbitrariedad (Mounin, 1979, p. 99). Es ejemplo de esta manera de proceder Corpas Pastor (1996, p. 66) cuando afirma que, en función del uso, la base de una colocación determina la elección del colocativo y, además, selecciona en este una acepción especial: dinero negro3. También sirve de ilustración la concepción de Zuluaga (1998, p. 24) sobre las colocaciones, enten didas como combinaciones regulares de lexemas compatibles entre sí, estabilizadas mediante el uso repetido y convertidas en unidades sintagmáticas de la norma lingüística social: opinión pública4.
Con posterioridad, en un monográfico de Lingüística Española Actual, básica mente dedicado a las colocaciones, García-Page (2001) y Castillo (2001), autores que se hacen eco de la definición de Corpas Pastor (1996), ya se refieren expresa mente a la arbitrariedad de las colocaciones, el primero al tratar los adverbios co-locacionales, de los que indica (García-Page, 2001, p. 100-101) que el significado intensificador que presentan se debe al uso sancionado por la comunidad lingüís tica y constituye un valor estereotipado; además, el adverbio que se coloca con un verbo o un adjetivo, formando una colocación, ha sido elegido caprichosamente (arbitrariamente, concreta en la página siguiente García-Page (2001, p. 102)) por la comunidad, que rechaza otros adverbios posibles: oponerse / negar radicalmente, pero oponerse / * negar frontalmente. Por su parte, la segunda autora ya relaciona de manera directa arbitrariedad y uso al considerar que «la arbitrariedad que impera en las restricciones combinatorias impuestas por el uso tradicional es la verdadera responsable de que determinadas combinaciones léxicas constituyan colocaciones en una lengua y no en otra. Es decir, ese carácter arbitrario que se observa en la coaparición de dos elemementos léxicos es el que propicia también la variedad lingüística en el aspecto colocacional» (Castillo, 2001: 139): contraer / pillar / coger / pescar una enfermedad.
Del mismo año que el monográfico de Lingüística Española Actual, 2001, es la obra de Koike sobre colocaciones léxicas. En ella no se proporciona una defini ción explícita del término colocación, sino que se facilita una serie de ideas sobre esta clase, organizadas en 1) características formales y semánticas, 2) dinamismo semántico, 3) cohesión semántica, 4) colocabilidad y 5) diferencias entre la estruc tura sintáctica y la colocacional. De todas ellas, interesa subrayar aquí la primera: características formales y semánticas, relativa a las restricciones combinatorias que sobre las colocaciones impone el uso tradicional, pues tales restricciones se carac terizan por tener cierta arbitrariedad, responsable esta de que determinadas combinaciones léxicas constituyan colocaciones en una lengua, pero no en otra. La diferencia entre dos lenguas en la selección de los colocativos es la manifestación del carácter arbitrario de las colocaciones (Koike, 2001, p. 215). Otra estudiosa que alude a la arbitrariedad de las colocaciones, a través de la mención a su uso, es Higueras García (2006a), para quien, siguiendo expresamente a Corpas Pastor (1996), estas unidades léxicas ilustran preferencias de combinación y restricciones impuestas por el uso5.
No obstante, es la definición del concepto de 'colocación' propuesta por Alon so Ramos (2002a)6 la que manifiesta claramente el carácter arbitrario que han ido subrayando otros investigadores, si bien, por la cercanía temporal entre varias de las visiones mantenidas, es difícil establecer si estos han llegado a tal característica en concepciones deudoras de la de Alonso Ramos o de manera independiente. El caso más patente acerca de la dificultad en establecer cuál es la primera caracteri zación de las colocaciones en español a partir de la propiedad de la arbitrariedad lo constituye el trabajo de Zuluaga (2002a), incluido en el mismo volumen en el que está publicado el de Alonso Ramos (2002a); en aquel se lee que las colocaciones son «combinaciones transparentes, regulares tanto desde el punto de vista semán tico como desde el punto de vista gramatical, pero7 con un grado menor o mayor de fijación de sus componentes léxicos, fijación arbitraria, determinada por el uso repetido» (Zuluaga, 2002a, p. 106)8. Además, en una obra, también de 2002, que recoge distintos capítulos sobre las colocaciones (Veiga, González Pereira y Souto Gómez, 2002), concretamente en el de Ferrando Aramo (2002, p. 100), se pre senta como uno de los rasgos de las colocaciones el ser una agrupación arbitraria y no previsible de palabras, en el sentido de que los elementos integrantes de la colocación han sido reunidos por los azares del uso: odio mortal.
Otra muestra, ya posterior, corresponde a la aportación de Vidal y Cabré (2005, p. 898), para quienes uno de los requisitos que cumple una colocación es que la selección o asociación que se produce entre sus constituyentes no es prede-cible, es totalmente arbitraria: desencadenarse [una] infección. Con total claridad se expresa Travalia (2006, p. 319) al afirmar que las colocaciones son combinaciones lingüísticas arbitrarias resultado del uso por el que optan los hablantes: acapa rar la atención. También Muñoz Núñez (2007, p. 192-193) señala como una de las características determinantes en las colocaciones la arbitrariedad a partir de ejemplos (miedo cerval / *pánico cerval) tomados de Alonso Ramos (2002a). Los casos de autores que mantienen el carácter arbitrario de las colocaciones llegan hasta la actualidad, ocurre así con Martos García (2016), quien, para el análisis diacrónico de un conjunto de colocaciones del tipo verbo + sustantivo en función de objeto directo, asume que el colocativo es seleccionado de modo arbitrario por la base9. Asimismo, Corpas Pastor (2017), desde una perspectiva contrastiva, sostiene que: «Collocations are arbitrary, domain-dependent and cohesive lexical patterns which vary from one language to another»: to pay a visit, a compliment, attention, homage en inglés / hacer (una visita), decir (un cumplido) o echar (un piropo), prestar o poner (atención), rendir (homenaje) en español.
Concebir las colocaciones como arbitrarias obliga a deducir que son no moti vadas. Sin embargo, no se encuentran afirmaciones explícitas en este sentido por parte de los autores que sostienen su arbitrariedad. En cierto modo, no es el caso de Zuluaga (2002a, p. 105), para quien la fijación arbitraria de los elementos constituyentes de las colocaciones corre pareja con la exclusión semánticamente inmotivada de otros. Por su parte, Blasco Mateo (2002, p. 51) indica de manera expresa que las colocaciones poseen una naturaleza semántica especial: la tenden cia a convertirse en signo no motivado por el proceso de lexicalización que las explica, una de cuyas consecuencias es, justamente, la pérdida de su motivación. Asimismo, Martos García (2016, p. 229) se refiere explícitamente al rasgo carencia de motivación lingüística en la preferencia de la base por el colocativo, donde no se da una imposición sintáctica ni semántica, sino una elección dependiente de criterios extralingüísticos entre los que sobresale la consolidación que determina el uso de la comunidad hablante, aceptando, de este modo, la línea teórica inicial de la arbitrariedad en el análisis de las colocaciones10.
Con el tiempo, la arbitrariedad de las colocaciones ha sido cuestionada. Fue Bosque quien, de manera expresa, replanteó en un trabajo de 2011 el rasgo arbi trario, interpretado por este autor en el sentido de 'no predecible', rasgo que no es aplicable a la mayoría de las colocaciones desde su perspectiva, pues los colocativos no son elecciones individuales de las bases; al contrario, las bases forman clases semánticas, paradigmas definidos semánticamente, a los que no son ajenos los co locativos, que comparten rasgos semánticos con las bases de las que se predican, tal como ampliamente muestra el diccionario REDES (Bosque, 2004a)11, fruto de la concepción teórica sustentada por Bosque al menos desde 2004 (Bosque, 2004b; Bosque, 2004c)12. La existencia de la propia clase semántica no es, pues, un hecho arbitrario, sino consecuencia del significado de las unidades que la forman: afec tar, condicionar, gravitar, incidir, influenciar, influir, marcar, pesar, repercutir son verbos de influencia apropiados para las bases considerablemente, decisivamente, favorablemente, inevitablemente, irremediablemente, etc. (Bosque, 2011, p. XV). Todo lo cual ha dado pie a considerar o bien que las colocaciones son motivadas, o bien que presentan grados de motivación, aunque no siempre se ha explicado qué se entiende por motivación ni en qué consisten o cómo se manifiestan tales grados, tal como podrá comprobarse en el siguiente apartado.
Con alguna excepción (Penadés Martínez, 2015; Penadés Martínez, 2017a), no se han llevado a cabo análisis que especifiquen los rasgos semánticos, comparti dos por bases y colocativos, que permiten rechazar la propiedad de la arbitrariedad en las colocaciones. Piénsese, por ejemplo, en el adjetivo clamoroso, que se combi na con la clase léxica formada por sustantivos como aplauso, éxito, ovación, triunfo -los cuales designan victoria- porque el rasgo semántico [+ acompañado de gritos] de clamoroso no es incompatible con los significados de los sustantivos13, puesto que aplauso se refiere a una aprobación que puede manifestarse con gritos; éxito, a una buena aceptación expresada, asimismo, con gritos; ovación, a un aplauso ruidoso, producido también con gritos; y triunfo, a un éxito que se puede mostrar también gritando14. Por otra parte, en el tipo de colocación verbo + sustantivo objeto se da este mismo hecho; el colocativo perdonar cuenta entre sus rasgos semánticos con el de [+ hecho reprobable], referido al objeto de perdón, y este mismo rasgo aparece en los sustantivos que, como bases, forman colocaciones con el verbo: delito, desatino, desliz, equivocación, error,pecado. Y un último ejemplo, el adverbio impunemente, colocativo de colocaciones que tienen como base un verbo, presenta, entre otros15, el rasgo semántico [+ sin castigo], el cual concuerda con los significados de verbos como asesinar, atacar, dañar, delinquir, golpear, matar, ro bar, torturar, traficar, violar, dado que todos ellos se refieren a acciones que deben ser objeto de sanción o castigo. Todos estos ejemplos prueban que la relación entre el colocativo y la base no es tan arbitraria como habitualmente se ha venido dicien do, pues existen razones lingüísticas que la explican, el rasgo semántico comparti do por los dos elementos de la colocación, el cual determina su coocurrencia en las unidades de la clase de las colocaciones. Además, a partir de aquí es posible definir las colocaciones de dos unidades léxicas como estructuras sintagmáticas radiales en las que un rasgo semántico del colocativo determina su combinación con una clase léxica de unidades, las bases, que comparten ese mismo rasgo (Penadés Martínez, 2015 y 2017a)16. El hecho de que una colocación sea una estructura sintagmática implica, además, que entre sus elementos, ya sean todos unidades léxicas ya sean unidades léxicas y fraseológicas, se establecen relaciones sintácticas propias de un grupo nominal, de un grupo adjetival o de un grupo verbal. Y esta particularidad permite diferenciar una colocación de otras unidades lingüísticas con las que suele relacionarse: las locuciones y los compuestos sintagmáticos17.
Posiblemente, cuando se ha hecho referencia a la arbitrariedad impuesta por el uso, se ha adoptado la perspectiva del hablante, que, a la hora de producir, es decir, usar, colocaciones, no conoce la razón o el motivo que conduce a combinar lector empedernido, por ejemplo. Quien ha adoptado más claramente este punto de vista es Alonso Ramos (2017), pues considera que, en el análisis específico de las colocaciones, las bases, efectivamente, se pueden organizar en grupos; sin embar go, desde la perspectiva del hablante que produce una colocación, estas unidades son combinaciones binarias, pues el emisor parte de una unidad léxica única y no de un grupo de unidades léxicas, de manera que no es posible distinguir entre colocativos combinados con un grupo de bases y colocativos combinados con una sola base. Ahora bien, la objeción de Ramos Alonso surge de una perspectiva epistemológica no del todo legítima, pues, si bien es verdad que el investigador, el lingüista, debe explicar la producción lingüística del hablante, la explicación científica no puede hacerse corresponder con la actuación del hablante, sino con el comportamiento de las propias unidades lingüísticas objeto de análisis, el cual demuestra que las colocaciones son deducibles justamente por los rasgos semán ticos en los que se corresponden colocativos y bases. Son planos distintos los que atañen al estudioso de la lengua y al hablante. Otra cosa es, claro está, que se quie ra investigar los errores en el uso de las colocaciones, por parte de los hablantes no nativos, y la pobreza léxica, por parte de los nativos, y, por supuesto, que haya que satisfacer las necesidades de unos y otros, para la producción de colocaciones, con la confección de diccionarios de esta clase de unidades lingüísticas o con la programación de actividades didácticas para su aprendizaje. De ahí el interés en elaborar diccionarios de colocaciones y en reflexionar sobre su enseñanza18.
Independientemente de este carácter deducible, no arbitrario, de las coloca ciones, para Bosque (2011, p. viii) las colocaciones son arbitrarias en el sentido que Saussure utiliza el término arbitrariedad. Esta afirmación conlleva considerar que el significado de una colocación no está ligado a su significante. Ahora bien, una colocación, frente a una sola unidad léxica, está formada, al menos, por dos unidades lingüísticas, una de las cuales, la base, mantiene el significado y el signifi cante que le corresponden cuando se utiliza como unidad léxica fuera de la propia colocación. En consecuencia, la base, al remitir a un signo lingüístico de la lengua, determina la existencia de una arbitrariedad relativa, o dicho de otro modo, de un grado de motivación. Por lo tanto, las colocaciones son arbitrarias en el sentido de Saussure solo relativamente19, lo que implica tener que afirmar que son motivadas en algún grado. Si en leer ávidamente, el verbo leer, base de la colocación, significa lo mismo que cuando no se utiliza en ella, la colocación es motivada por su vincu lación, tanto en su significante como en su significado, con la unidad léxica leer. Obsérvese, además, cómo se da una relación sintagmática en la colocación: leer y ávidamente, y una relación asociativa entre la propia colocación, en tanto que sig no lingüístico, y el signo leer. Ambas relaciones derivan del carácter relativamente motivado de la colocación.
Así pues, frente a lo que ocurre en el conjunto de los signos lingüísticos, es decir, en las unidades léxicas simples, conjunto en el que pueden registrarse sig nos absolutamente arbitrarios (haya, pastor, ejemplos de Saussure (1916 [1945, p. 219])), todas las colocaciones son relativamente arbitrarias, o sea, son relati vamente motivadas, tomando como referencia la concepción de la arbitrariedad de Saussure, no la visión que deriva esta propiedad del uso lingüístico -punto de vista habitual en el análisis de las colocaciones-, además de ser motivadas en el sentido en que explica Bosque en sus trabajos. Sin embargo, del mismo modo que los autores que se han ocupado del tema de la motivación en Lingüística no se han preocupado por ofrecer explícitamente una definición de motivación que abarque todas las unidades lingüísticas motivadas (Penadés Martínez y Díaz Hor migo, 2008), tampoco en el ámbito más restringido del estudio de las colocacio nes se ha precisado con claridad la concepción del término motivación, tal como se observará a continuación en el apartado 3., de ahí la necesidad de ofrecer una definición de este fenómeno y una demostración ulterior de que las colocaciones son motivadas, cuestión que se aborda en 3.1.
1.2. La motivación en las colocaciones
Existen trabajos coetáneos de los que caracterizan las colocaciones como arbitrarias que ya se refieren a la motivación de estas unidades lingüísticas. En efecto, Koike (2001, p. 176) habla de la motivación semántica entre los elementos constituyen tes de una colocación y, a partir de ella, diferencia entre colocaciones motivadas (barajar las cartas) y colocaciones no motivadas semánticamente, si bien no existe en esta monografía una explicación que aclare qué es motivación y cómo hay que entender la motivación semántica, tampoco se encuentra ejemplos de los que claramente se diga que son colocaciones no motivadas. Por su parte, Ruiz Gurillo (2002) concluye que las colocaciones pueden delimitarse, además de por otros ras gos, por el de la motivación, entendida como trasparencia paradigmática de la uni dad cuyo significado puede ser interpretado20. Más recientemente, Sánchez Rufat (2010) también se refiere a la motivación al clasificar las combinaciones léxicas basándose, precisamente, en la motivación de su restricción. En el trabajo citado motivación se equipara a explicación en el sentido de que, en ciertas combinaciones léxicas, existen restricciones de las que se desconoce de qué son producto, cuál es la motivación o explicación semántica que justifica la diferente preferencia léxica, como ocurre con ecuestre y equino, pues el primer adjetivo selecciona a escultura, retrato, monumento, arte o figura, mientras que el segundo se combina con peste, gripe, ganado, animal o reproducción, pese a su aparente identidad de significado (Sánchez Rufat, 2010, p. 298)21. Asimismo, Barrios Rodríguez (2016), aunque sin explicar el concepto, alude a la motivación, concretamente a la motivación se mántica que subyace a los verbos soporte, en la cual se apoya para clasificarlos con vistas a la enseñanza de un conjunto de colocaciones que los contienen a estudian tes de español como lengua extranjera. Así, según esta autora (Barrios Rodríguez, 2016, p. 6), en las colocaciones que expresan emoción es frecuente recurrir al verbo sentir, como en sentir alegría / tristeza / emoción; en las que expresan movi miento es frecuente recurrir al verbo dar, como en dar un brinco / bote / salto22.
Por otra parte, investigadores que adoptan una perspectiva cognitiva, junto con cuyos intereses están centrados en la enseñanza de la L2, especialmente del inglés, han subrayado el carácter motivado de las colocaciones con más énfasis que en los autores que se ocupan del español, aunque sin explicar cómo conciben la motiva ción. En efecto, Radden y Panther, editores de una obra de orientación cognitiva sobre la motivación en lingüística (Radden y Panther, 2004a), tema al que aportan también sus reflexiones, reconocen que en la lingüística actual el término moti vación suele ser autosuficiente y que falta una teoría unificada de la motivación (Radden y Panther, 2004b, p. 2). A pesar de ello, cuando proporcionan su defi nición: «A linguistic unit (target) is motivated if some of its properties are shaped by a linguistic source (form and/or content) and language-independent factors» (Radden y Panther, 2004b, p. 4), lo que ofrecen, realmente, no es una explicación de este fenómeno lingüístico, sino de su resultado, es decir, no explican qué es la motivación, sino cuál es la condición para que exista una unidad lingüística motivada. Incomprensiblemente, proceden así, aunque, de manera previa, han analizado la definición de motivación en psicología y han establecido una serie de criterios que, según ellos, deben servir de base para su definición en lingüística: 1) la forma y/o el contenido de una unidad lingüística deben ser los desencadenantes de un proceso de motivación; 2) la acción recíproca de una fuente lingüística y de factores independientes del lenguaje determinan un proceso de motivación; 3) todo proceso de motivación en el lenguaje afecta a la conducta lingüística del hablante; 4) la conducta lingüística puede fijarse en estructuras lingüísticas recu rrentes y estables cuyo resultado final sea una unidad lingüística motivada. En esta misma línea de la lingüística cognitiva, pero ahora aplicada a la enseñanza del vocabulario y la fraseología del inglés como lengua extranjera, Walker (2008) rechaza la arbitrariedad de las colocaciones y prueba su motivación, aunque sin definir tampoco qué entiende por tal.
En el trabajo de Bosque (2011) al que antes se ha hecho referencia, este lin güista no relaciona expresamente la falta de arbitrariedad de las colocaciones con la motivación, sino con la particularidad de ser deducibles; sin embargo, en la actualidad, concibe las colocaciones como unidades motivadas, deducibles o com-posicionales (cerrar, sellar herméticamente), independientemente de la necesidad de establecer el grado en que lo son (Bosque, 2017). La influencia de sus trabajos previos se manifiesta en otros capítulos de la más reciente monografía sobre co locaciones del español (Torner y Bernal, 2017a), en la que de manera reiterada se encuentran referencias al carácter semánticamente motivado de las colocaciones (Alonso Ramos, 2017; Torner y Bernal, 2007b; Higueras, 2017).
Puede concluirse, pues, de este apartado que en el análisis de las colocaciones se ha producido un vuelco que ha conducido desde su consideración como arbitra rias a entenderlas a partir de la propiedad contraria: la motivación. Sin embargo, es necesaria una concepción explícita de este rasgo y una demostración desde ella de que existen colocaciones motivadas, independientemente de que, por el mo mento, no tengamos analizadas todas las unidades del español pertenecientes a esta clase.
1.3. Colocaciones motivadas
En Penadés Martínez y Díaz Hormigo (2008) se ha definido motivación como la relación causal entre el significante y el significado de una unidad lingüística, entendiendo causal en el sentido de que hay una razón o un motivo para asociar el significado de un signo a un determinado significante y no a otro, razón o motivo que surge de la vinculación de la unidad lingüística que resulta motivada ya sea con otras unidades de la lengua (motivación morfológica), ya sea con la realidad extralingüística (motivación fonética) o ya sea con la realidad extralingüística y con otras unidades de la lengua simultáneamente (motivación semántica). Así, en combinaciones de unidades que corresponden a la clase de las locuciones, a borbotones sería un claro ejemplo de locución con motivación fonética, pues la relación entre el significante (está constituida por la palabra borbotón como ele mento principal) y el significado (¿Referido a un líquido: Agitándose al hervir, al brotar o al caer en chorro' (Seco, Andrés y Ramos, 2004, p. 199)) se origina en un fenómeno de la realidad: el ruido producido por el agua al nacer o al hervir. Por otra parte, existen numerosas locuciones adverbiales, del tipo en concreto y en exclusiva, y adjetivas, como de costumbre y de impresión, cuya motivación es morfológica, producida por su relación con los signos lingüísticos concreto, exclu sivo, costumbre e impresión; son tanto el significante como el significado de estos signos los que desencadenan la motivación de las respectivas unidades fraseológi cas, vinculadas a ellos desde el punto de vista de su combinatoria formal y por su significado no idiomático. Por último, la relación causal entre el significante y el significado de una unidad fraseológica puede surgir, asimismo, de su vinculación con la realidad extralingüística y, a la vez, con otras unidades de la lengua; se ex plica así la existencia de fraseologismos que responden a la motivación semántica, pues en ellos se manifiesta la vinculación de un signo con otro signo con el que coincide desde el punto de vista del significante y que designa en la realidad un objeto o concepto con el que lo designado por el primero presenta o una relación de analogía o semejanza, o una relación de contigüidad espacial o temporal, o alguna otra relación de carácter extralingüístico; de este modo, locuciones como echar raíces, 'establecerse en un lugar' (Penadés Martínez, en preparación), o dar en el clavo, 'acertar plenamente en una cuestión' (Penadés Martínez, en preparación), pueden explicarse por la asociación entre las respectivas combinaciones literales de palabras y las combinaciones fraseológicas, además del apoyo que la realidad presta por la semejanza entre la planta que echa raíces y la persona que se establece en un lugar o el parecido entre la acción de dar en un clavo con un martillo y el proceso mental de acertar, adivinar o descubrir.
Si pasamos al plano de las colocaciones23, no parece que la motivación fonética se dé en unidades pertenecientes a esta clase, a menos que se documenten ejemplos que la prueben24. Por el contrario, sí puede considerarse que existe mo tivación morfológica en todas las colocaciones, dado que, de manera hasta cier to punto análoga a derivados y compuestos25, su estructura es transparente y su significado se deduce, al menos en parte, del elemento que constituye la base de la colocación. La vinculación de las colocaciones con otras unidades de la lengua, a partir, pues, del elemento base, determina su motivación morfológica. Y ello ocurre tanto en las colocaciones formadas con un verbo soporte y un sustantivo (dar un paseo se vincula con paseo, hacer una pregunta, con pregunta)26, como en las colocaciones de los distintos tipos establecidos: error garrafal lo hace con error; conciliar el sueño, con sueño; afirmar rotundamente, con afirmar; perdidamente ena morado, con enamorado.
También es posible afirmar que, además de la motivación morfológica, en cuanto colocaciones que son, hay motivación semántica en las examinadas ya en Penadés Martínez (2015) y Penadés Martínez (2017a), concretamente en las co locaciones complejas27 formadas con la locución sobre ruedas en combinación con los verbos ir, marchar, discurrir, deslizarse y seguir, todos ellos verbos, en principio, de movimiento, pero que cuentan también con una acepción relativa a denotar que algo funciona o se desarrolla. La formación de estas colocaciones complejas tiene que ver con el proceso metafórico que permite proyectar el dominio concre to del movimiento real sobre el dominio abstracto del desarrollo de algo, con lo que se crea la metáfora la marcha de un asunto es la marcha de un automóvil28. De este modo, en una colocación como ir sobre ruedas existe motivación semántica porque está vinculada con otras unidades de la lengua (las propias unidades léxi cas que la constituyen) y, además, con la realidad extralingüística por la relación conceptual que la metáfora establece entre la marcha de un automóvil (dominio fuente) y la marcha de un asunto (dominio meta).
De manera inversa, en el caso de las también colocaciones complejas formadas con saber, sonar, oler o retumbar, paradigma de los verbos de percepción sensitiva, y la locución adverbial a gloria, la situación abstracta de bienaventuranza, incluso de felicidad, que se obtendría estando en el cielo, en el Paraíso, en la gloria, con templando a Dios, se proyecta, en tanto que dominio meta, sobre el fenómeno sensorial, concreto por tanto, de degustar u oler un alimento muy sabroso: saber u oler a gloria, o de percibir un sonido muy agradable: sonar o retumbar a gloria (fenómenos sensoriales que constituyen el dominio meta), así que ahora se está ante la metáfora una percepción sensorial agradable es la gloria celestial, con lo que, de nuevo, existe en estas colocaciones motivación semántica, es decir, una relación causal entre su significante y su significado surgida de la vinculación de la colocación (saber a gloria) con otras unidades de la lengua (saber y gloria) y con la realidad extralingüística a partir de la semejanza, analogía o identidad que conceptualmente se establece entre los dominios fuente y meta.
Por otra parte, la relación entre significante y significado de una unidad lin güística motivada puede ser percibida como causal, es decir, como fruto de la existencia de una razón o un motivo que lleva a asociar el significado del signo a un determinado significante y no a otro, solo desde el plano del investigador, del lingüista, con exclusión del hablante. Aplicando esta perspectiva a las colocacio nes, estaríamos ante unidades de esta clase diacrónicamente motivadas, aunque en la actualidad no se perciba la motivación de los dos elementos constituyentes de la colocación, no solo la motivación de la base, sin el correspondiente estudio. Se rían, pues, datos de naturaleza diacrónica, resultado del análisis de los estudiosos, los que darían cuenta de que la base y el colocativo de una colocación, en tanto que unidades que la forman y constituyen su significante, no son arbitrarias en relación con el significado de la propia colocación, sino motivadas, aunque la mo tivación de ambos elementos no sea percibida ni comprendida por el hablante en una primera aproximación, es decir, sin un conocimiento de los datos diacrónicos que la justifican29.
Para el análisis de la motivación en el ámbito de la Lingüística también puede tomarse como referencia al hablante. Esta perspectiva conduce: 1) a explicar los signos lingüísticos motivados por la acción de la etimología popular30; 2) a ana lizar la modificación creativa de las locuciones, que puede originar, por la acción individual de un hablante, su interpretación literal, lo cual se produce al asociar una locución -es decir, unos significantes con un significado, en principio, idio mático- a un significado literal, motivado por el significado de los elementos que componen la locución en tanto que combinación de palabras31; y 3) a considerar que la interpretación o comprensión de las colocaciones sea más factible que su producción por parte del hablante, con los consecuentes errores en el uso de las colocaciones32, en el proceso de codificación, por la imposibilidad de producirlas en ocasiones, de ahí el sentido de la afirmación de Corpas Pastor (2017) acerca de que son arbitrarias desde un punto de vista contrastivo o interlingüístico, si bien, como se ha mostrado en este trabajo, son relativamente arbitrarias, es decir, moti vadas, desde el punto de vista intralingüístico.
2. CONCLUSIONES
Desde una perspectiva teórica, y realizando un recorrido hasta cierto punto his toriográfico, en este trabajo 1) se ha mostrado que, en general, existe una falta de precisión terminológica por parte de los autores que se refieren a la arbitrariedad y la motivación de las colocaciones, dado que no parten de una definición concreta de los términos arbitrariedad y motivación.
2) Se ha comprobado cómo, en un primer momento, la arbitrariedad en las colocaciones se ha entendido como la falta de explicación en la aparición conjunta de las dos unidades, base y colocativo, que constituyen una colocación. Solo el uso lingüístico se toma como justificación de las restricciones que la base impone al colocativo. Esta visión teórica de las colocaciones no puede sustentarse en la actualidad principalmente como consecuencia de los estudios de Bosque, quien ha demostrado que un colocativo no es una elección individual de una base. En este sentido, este artículo ofrece distintos ejemplos de cómo un rasgo semántico de un colocativo es compartido por una clase léxica de bases que se combinan con él.
3) Asimismo, en el artículo se sostiene que todas las unidades de la clase de las colocaciones son relativamente arbitrarias, es decir, son motivadas tomando una colocación en conjunto, como un signo lingüístico, y aplicando para su examen la concepción saussureana de lo arbitrario relativo, pues las colocaciones admiten un análisis sintagmático (base + colocativo), presentan sin lugar a dudas elementos formativos (de nuevo, base + colocativo) y un significado autónomo en, al menos, uno de ellos (la base). Si todas las colocaciones son relativamente arbitrarias, por tanto motivadas, frente a las unidades léxicas, donde existen signos lingüísticos arbitrarios y motivados, la propiedad de la motivación sirve para caracterizarlas en relación con las unidades léxicas, que pueden ser, como se ha indicado, tanto no motivadas (arbitrarias) como motivadas
4) Desde la definición de motivación como relación causal entre el significante y el significado de una unidad lingüística, entendiendo causal en el sentido de que hay una razón o un motivo para asociar el significado de un signo a un determina do significante y no a otro, se ha comprobado que es posible establecer distincio nes en las colocaciones en función de la clase de motivación que presentan (solo morfológica o morfológica y semántica simultáneamente).
5) En el análisis de la motivación de las colocaciones, es posible diferenciar entre colocaciones diacrónica y sincrónicamente motivadas, frente a las motivadas solo sincrónicamente; las primeras lo son desde la perspectiva del investigador, las segundas desde el punto de vista del hablante, que solo puede establecer la vincu lación de un elemento de la colocación, la base, con otra unidad de la lengua, no ofrecer una explicación lingüística de la coocurrencia de la base y el colocativo.
6) De las cuestiones abordadas en este artículo también se desprenden con clusiones de naturaleza aplicada en relación con la práctica lexicográfica y la di dáctica de la lengua. En efecto, si los significados de la base y el colocativo de una colocación comparten rasgos semánticos, la definición del significado de uno y otro elemento en un diccionario no podrá ignorar esta circunstancia, de modo que la labor del diccionarista, en el tratamiento lexicográfico del significado de las colocaciones y de sus elementos constituyentes, estará condicionada por esta pers pectiva teórica, ya sea en un diccionario general de lengua, en un diccionario espe cífico de combinatoria léxica, en un diccionario de orientación didáctica o en un diccionario bilingüe. Y ello independientemente de todos los aspectos particulares que estos tipos de diccionarios deben abordar en relación con las colocaciones33.
7) Por último, la enseñanza-aprendizaje de las colocaciones en los ámbitos de la L1 y la L2 también se ve condicionada por la asunción de los principios teóricos desarrollados en este artículo: la base y el colocativo comparten algún rasgo semántico y las colocaciones son motivadas. Ambos principios constituyen un apoyo mnemotécnico para el aprendiz de la lengua34, que no se ve obligado a memorizar pares de unidades lingüísticas que van juntas aparentemente sin ton ni son. Al contrario, es posible hacerle ver la relación semántica entre los elementos de una clase léxica, verbos por ejemplo, y la sintáctico-semántica entre ellos y otra unidad lingüística, un adverbio, por ejemplo, en una colocación en la que los ver bos son las bases y el adverbio, el colocativo.