Introducción
A pesar de que la personalidad y la autoestima representan dos de los constructos más estudiados en psicología (Mruk, 2017; Rhodewalt & Tragakis, 2003), la naturaleza teórica de su relación persiste como un tema de debate actual (Wagner & Gerstorf, 2017; Zeigler-Hill, Besser, Myers, Southard, & Malkin, 2013). Numerosos estudios han explorado este vínculo en distintos contextos como Alemania (Luan et al., 2018; Michaelides et al., 2016), Argentina (Helueni & Enrique, 2015), Brasil (Paiva, Pimente, & Moura, 2017; Schaffhuser, Wagner, Lüdtke, & Allemand, 2014), Bélgica (Rassart, Luyckx, Moons, & Weets, 2014), China (Luk & Bond, 1993; Shi, Liu, Yang, & Wang, 2015; Zeigler-Hill et al., 2015), Eslovaquia (Zitny & Halama, 2011), Estados Unidos (Hair & Graziano, 2003; Shackelford & Michalski, 2011), Estonia (Kaare, Mõttus, & Konstabel, 2009), Filipinas (Chen, Widjaja, & Yen, 2015), Grecia (Tsigilis & Srebauite, 2015), Inglaterra (Hills, Francis, & Jennings, 2006), Indonesia (Chen et al., 2015), Israel (Zeigler-Hill et al., 2015), Japón (Shikishima et al., 2018), Malasia (Keng Cheng & Law, 2015), Noruega (Halvorsen & Heyerdahl, 2006; von Soest, Wagner, Hansen, & Gerstorf, 2017), Portugal (Neto & Mullet, 2004), Suecia (Lawenius & Veisson, 1996), Taiwan (Chen et al., 2015), Tailandia (Chen et al., 2015), o Turquía (Koruklu, 2015). Por lo general, se observa que la autoestima se encuentra fuertemente asociada al neuroticismo (Bleidorn et al., 2016; Judge, Erez, Bono, & Thoresen, 2002), moderadamente asociada a la extraversión y a la responsabilidad (Costa, McCrae, & Dye, 1991; Digman, 1990) y débilmente asociada a la amabilidad y la apertura a la experiencia (Robins, Tracy, Trzesniewski, Potter, & Gosling, 2001). De acuerdo con la literatura, los rasgos de la personalidad afectarían la autoestima al incrementar la autoeficacia –vale decir, la capacidad para alcanzar con éxito los objetivos propuestos– y valoración por parte de la familia, el grupo de pares, las personas significativas o la comunidad en general (Mruk, 2013; Simkin & Azzollini, 2015).
Autoestima y apertura a la experiencia
La débil relación entre la autoestima y la apertura se debería a que, dependiendo del tipo de tarea, la apertura podría promover tanto una mayor eficacia como, en algunos casos, interferir con los objetivos propuestos. Por ejemplo, se ha observado que las personas con alta apertura son capaces de elaborar ideas novedosas pero, con frecuencia, persiguen objetivos difusos o poco claros, presumiblemente porque siguen generando nuevas ideas sin concretar ninguna de ellas (Piedmont, Sherman, & Sherman, 2012). Asimismo, una elevada apertura no representa un rasgo socialmente deseable de manera unívoca, por lo que tampoco se encuentra necesariamente asociada a una mayor valoración social. Por ejemplo, se ha sugerido que las personas prefieren características en apertura similares a las propias en las relaciones íntimas y cercanas, de modo que quienes presentan alta apertura se “aburren” con personas de baja apertura y estas últimas ven a las primeras como “pretenciosas” (Bleidorn et al., 2016; Figueredo, Sefcek, & Jones, 2006).
Autoestima y responsabilidad
De acuerdo con McCrae y Löckenhoff (2010), las personas responsables suelen encontrar mayor discrepancia entre los resultados obtenidos y los esperados, lo que las motiva a superarse constantemente. Además, tienden a no procrastinar, perseveran y son capaces de demorar la gratificación, lo que incrementa su autoeficacia (Keng Cheng & Law, 2015). Además, de acuerdo con Costa et al., (1991), las personas más responsables consiguen valoración social a partir del cumplimiento de sus obligaciones para con otros, comprometiéndose en sus relaciones interpersonales y presentándose leales como compañeros de trabajo.
Autoestima y extraversión
De acuerdo con la literatura, la asociación positiva entre la autoestima y la extraversión podría explicarse en parte debido a que el carácter gregario de las personas extravertidas favorecería su autoeficacia, particularmente en tareas grupales, donde se presentan como líderes atractivos y carismáticos (De Jong, Bouhuys, & Barnhoorn, 1999). A su vez, el estilo interpersonal sociotrópico y el elevado optimismo los conducen a fortalecer sus relaciones interpersonales (Tsigilis & Srebauite, 2015), obteniendo una mayor valoración social (Swickert, Hittner, Kitos, & Cox-Fuenzalida, 2004).
Autoestima y amabilidad
El vínculo débil entre estos constructos podría explicarse, en primer lugar, debido a que, si bien las personas con elevada amabilidad se desenvuelven adecuadamente en el trabajo en equipo, tienden a fallar en culturas organizacionales altamente competitivas. En este sentido, es poco frecuente que procuren ser reconocidos por sus méritos y suelen someterse a condiciones de explotación laboral (Judge & Cable, 1997). Además, tienen dificultades para generar acuerdos con otros, lo que afectaría el cumplimiento de objetivos (Rassart et al., 2014). En segundo lugar, la amabilidad no se encuentra necesariamente asociada a una mayor valoración social. De acuerdo con algunos autores, este conjunto de rasgos facilitaría las relaciones interpersonales fortaleciendo, en consecuencia, su percepción de valoración social (Jensen-Campbell, Graziano, & West, 1995; Zeigler-Hill et al., 2015). Costa et al., (1991) observan, sin embargo, que la amabilidad por sí sola no es una característica socialmente valorada de manera positiva. A pesar de que las personas suelen preferir a individuos más amables, en ausencia de otros atributos, la amabilidad puede ser percibida como un indicador de sometimiento, rasgo socialmente valorado de manera negativa.
Autoestima y neuroticismo
Las personas con mayor neuroticismo tienden a carecer de confianza en su capacidad para llevar a cabo eficazmente las tareas requeridas, encontrando dificultades para la resolución de problemas, lo que afecta directamente su autoeficacia (Gist & Mitchell, 1992; Koruklu, 2015). Asimismo, tienden a estar pendientes de la aceptación social (McDonald & Leary, 2005; Schaffhuser et al., 2014), a la vez que su estilo pesimista es socialmente valorado de manera negativa (McCrae & Costa, 2012; Schwab & Petersen, 1990; R. J. Swickert, Hittner, & Foster, 2010).
Autoestima, estabilidad y plasticidad
A pesar de que se han identificado asociaciones positivas entre la autoestima y los factores de segundo orden de la personalidad, la naturaleza teórica de la relación aún no ha sido abordada de manera consistente (Erdle, 2013; Erdle, Gosling, & Potter, 2009; Şimşek, 2012). Siguiendo la literatura, el factor plasticidad –o beta–, vinculado al desarrollo personal y a la posibilidad de alcanzar objetivos y metas (Digman, 1997), podría promover una mayor autoeficacia. Por su parte, debido a que el factor estabilidad –o alfa– remite a rasgos socialmente deseables, es posible que pueda promover una mayor valoración social (DeYoung, 2006; DeYoung, Peterson, & Higgins, 2002).
II Método
Participantes
La muestra fue no probabilística, incidental, compuesta por 576 estudiantes universitarios con edades comprendidas entre los 18 y 30 años (M = 16.57; DE = .54) y de ambos sexos (Hombres = 43.1%; Mujeres = 56.9%). Los datos fueron recolectados a través de un instrumento de evaluación de índole autoadministrable.
Instrumentos
1 - Inventario de los Cinco Grandes o Big Five Intentory (BFI) (Benet-Martínez & John, 1998; John & Srivastava, 1999) 1991. El BFI es un cuestionario de 44 ítems que evalúan cinco dimensiones de la personalidad en población adolescente y adulta: Apertura a la experiencia, Responsabilidad, Extraversión, Amabilidad y Neuroticismo o Estabilidad Emocional. Para el presente estudio se realizó una adaptación al contexto local de la técnica, siguiendo las recomendaciones de la literatura (Castro Solano & Casullo, 2001; Simkin, 2013). 2 - Escala de Autoestima de Rosenberg o Rosenberg Self-Esteem Scale (RSES) (Rosenberg, 1965). La RSES es un cuestionario de 10 ítems que evalúan la autoestima en población adolescente y adulta. Para el presente estudio se ha adaptado la técnica siguiendo las recomendaciones de la literatura (Baños & Guillén, 2000; Góngora & Casullo, 2009).
Procedimiento
Los sujetos fueron invitados a participar de forma voluntaria, solicitándoles su consentimiento de forma escrita. A la vez, se les hizo constar que los datos se utilizarían con fines exclusivamente científicos.
Análisis de datos
Para realizar el análisis estadístico se utilizaron los programas SPSS 22 y AMOS 21. En primer lugar, se analizó la confiabilidad de las técnicas a partir del análisis de consistencia interna. En segundo lugar, se evaluó la validez de constructo empleando un análisis factorial confirmatorio (AFC). Los modelos fueron evaluados a partir de los índices de bondad de ajuste χ2, AGFI, CFI, IFI y RMSEA. Finalmente, se analizaron las correlaciones entre ambos constructos.
III Resultados
En primer lugar, se evaluó la consistencia interna del BFI a partir del estadístico alfa de Cronbach para los factores Apertura (α = .77), Responsabilidad (α = .74), Extraversión (α = .76), Amabilidad (α = .68), y Neuroticismo (α = .78), el cual arroja resultados aceptables de acuerdo con la literatura (Martínez Arias, Hernández, & Lloreda, 2006).
A continuación, se procedió a realizar el AFC del BFI. Los resultados dan cuenta buen ajuste de los datos al modelo de dos factores de orden superior (Bentler, 1990).
Tabla I AFC BFI. Índices de ajuste
X2(gl)* | AGFI | CFI | IFI | RMSEA | |
---|---|---|---|---|---|
Factores de orden superior | 3.69 (4) | .99 | 1.00 | .966 | .000 |
*p = .449
En la figura I puede observarse el modelo de dos factores de orden superior de la personalidad propuesto en la literatura (DeYoung, 2006; Digman, 1997; Markon, Krueger, & Watson, 2005).
Luego, se evaluó la consistencia interna de la RSES, obteniendo guarismos aceptables, de acuerdo con la literatura (α = .85) (Martínez Arias et al., 2006).
Posteriormente, se llevó a cabo el AFC de la RSES, el cual da cuenta de buen ajuste de los datos al modelo unidimensional (Bentler, 1990).
Tabla II AFC RSES. Índices de ajuste
X2(gl)* | AGFI | CFI | IFI | RMSEA | |
---|---|---|---|---|---|
RSES | 216.98 (35) | .92 | .90 | .90 | .059 |
*p< .01
En la figura II puede observarse el modelo unidimensional de la RSES.
Finalmente, se presentan las correlaciones entre los factores de la personalidad y la autoestima.
Tabla III Correlaciones entre los factores de la personalidad y la autoestima
1. Estabilidad Emocional | - | |||||||
---|---|---|---|---|---|---|---|---|
2. Apertura | .05 | - | ||||||
3. Responsabilidad | .10* | .05 | - | |||||
4. Extraversión | .13** | .15** | .02 | - | ||||
5. Amabilidad | .26** | .11** | .25 | .15** | - | |||
6, Estabilidad | .70** | .08 | .65** | .15** | .70** | - | ||
7. Plasticidad | .12** | .77** | .04 | .74** | .18** | .15** | - | |
8. Autoestima | .37** | .14** | .33** | .22** | .27** | .45** | .25** | - |
**p < .01;
*p < .05
De acuerdo con los resultados, la autoestima se asocia negativamente al neuroticismo y positivamente a la apertura, responsabilidad, extraversión, amabilidad, estabilidad y plasticidad.
IV Discusión
El presente trabajo ha contribuido a explorar el modo en que los rasgos de la personalidad se asocian a la autoestima. Los resultados son consistentes con estudios anteriores, de modo que la autoestima se asocia positivamente a la apertura, la responsabilidad, la extraversión, la amabilidad, la estabilidad y la plasticidad y negativamente al neuroticismo (Erdle et al., 2009; Robins et al., 2001; Wagner & Gerstorf, 2017). Tal como ha sido sugerido, los rasgos de la personalidad podrían afectar a la autoestima al promover la autoeficacia y la aceptación social (Mruk, 2013; Simkin & Azzollini, 2015). La inclusión de los factores de segundo orden de la personalidad abre una serie de interrogantes acerca de la estructura factorial del constructo. Si bien distintos autores han observado que los rasgos se encuentran organizados jerárquicamente en cinco niveles (Costa & McCrae, 1980; Piedmont & Chae, 1997), McCrae y Costa (2012) sugieren que resultaría posible expandir el modelo a la luz de nuevas investigaciones. En este sentido, futuros estudios que procuren explorar la relación entre la personalidad y la autoestima deberían considerar incorporar al modelo los factores de segundo orden (DeYoung, 2006; Digman, 1997; Markon et al., 2005) y nuevas dimensiones (Ashton & Lee, 2001; Cheung, Cheung, Leung, Ward, & Leong, 2003; Piedmont, 1999). En el contexto local, se ha observado que la espiritualidad podría considerarse como un sexto factor del modelo (Simkin, 2017). A la vez, aún se requieren desarrollos teóricos aborden con mayor profundidad tanto la dimensionalidad del modelo de los cinco factores como su relación con la autoestima, especialmente en el marco de la teoría de los cinco factores (Simkin & Azzollini, 2015; Wagner & Gerstorf, 2017).