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Terapia psicológica
versión On-line ISSN 0718-4808
Ter Psicol v.25 n.1 Santiago jun. 2007
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-48082007000100003
TERAPIA PSICOLÓGICA 2007, Vol. 25, N° 1, 39-50 ARTÍCULOS ORIGINALES
Conductas Sexuales de Riesgo para la Infección por Vih/Sida en Adolescentes Colombianos Risk Sexual Behaviors for HIV Infection in Colombian Adolescents
Stefano Vinaccia1, Japcy Margarita Quiceno1, Ana Milena Gaviria1, Ana Maria Soto1, María Dolores Gil Llario2, Rafael Ballester Arnal3 1 Universidad de San Buenaventura, Medellín, Colombia Dirección para correspondencia
Resumen El propósito del siguiente estudio fue evaluar los factores de riesgo para contraer el VIH/SIDA en adolescentes de ambos géneros y diferentes estratos sociales escolarizados de la ciudad de Medellín, Colombia. Se evaluó una muestra de 300 adolescentes mediante muestreo no aleatorio disponible de 10 y 11 grados de educación básica secundaria de diferentes colegios públicos y privados de la ciudad de Medellín, a quienes se les aplicó el cuestionario CPS desarrollado por Ballester, Gil, Guirado y Bravo (2004), encontrándose alta confiabilidad en el estudio. Finalmente se evidenció una baja información sobre los riesgos del VIH/SIDA en los adolescentes, acompañado por una baja percepción de vulnerabilidad especialmente en el género masculino, como de actitud poco sensible y solidaria ante los afectados por la enfermedad. Palabras claves: VIH/SIDA, educación sexual adolescente, salud, conducta sexual de riesgo. Abstract The objective of this work was to evaluate the risk factors for HIV/AIDS infection in adolescents of both gender and different social status, all of them students from the city of Medellín, Colombia. A sample of 300 adolescents by means of non aleatory sampling were available from 10th and 11th grades of secondary basic education, belonging to different schools, public and private from the city of Medellín. The sample was evaluated with the CPS questionnaire, developed by Ballester, Gil, Guirado and Bravo (2004), obtaining high reliability in the study. Finally a low information on the risks of the ITIV/AIDS was observed in the adolescents, accompanied by a low perception of vulnerability specially in the masculine gender as well as a lack of sensitivity and sympathy towards those who are affected by the disease. Key words: ITIV/AIDS, adolescent sexual education, health, sexual risk behavior.
Introducción El Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida, sida, es una enfermedad causada por el Virus de la Inmunodeficiencia Humana, VIH. Éste actúa sobre el sistema inmunitario destruyendo las defensas naturales del organismo, lo que trae consigo el posterior desarrollo de infecciones oportunistas o tumores, dentro de las cuales destacan la neumonía por Pneumocystis Carinii, la tuberculosis, la meningitis y el sarcoma de Kaposi, principalmente (Jennings, 1994, citado por Quiceno et al., en prensa). La epidemia del SIDA no deja de extenderse por todo el mundo como un verdadero y grave problema de salud pública. Los últimos datos de ONUSIDA (2006) muestran cómo son ya más de 40 millones los afectados en el planeta, de los cuales el 13% son menores de 15 años. Más de 3 millones de personas murieron el año pasado como consecuencia de esta enfermedad y el 16% de los fallecidos tenían menos de 15 años. Algunas regiones geográficas como el continente africano se están viendo afectadas por el SIDA de una manera especialmente dramática, constituyendo esta enfermedad una de las principales causas de mortalidad con un descenso importante en la esperanza de vida y con cerca de 25 millones de afectados. Sin embargo, en otras como Latinoamérica, con un número total de casos de infectados mucho menor (cerca de 2 millones según los últimos datos), el SIDA está avanzando muy rápidamente (un 13% en el año 2004) y ayudan ajustificar la afirmación realizada por ONUSIDA (2004) según la cual, "si las cosas siguen como hasta ahora estamos abocados al desastre". Por otro lado, el SIDA no constituye un problema de salud pública sólo por el número de infectados y por su rápida progresión, sino por las consecuencias devastadoras tanto físicas como psicológicas y sociales que tiene sobre la vida de las personas que lo padecen. La gran paradoja de esta enfermedad es que, siendo tan terrible y estando tan extendida, sería teóricamente fácil de evitar. El VIH se transmite a través de algunos fluidos corporales, concretamente la sangre, el semen y los fluidos vaginales, con lo que una de las principales vías de transmisión es la sexual. Simplemente utilizando el preservativo de manera sistemática en las relaciones sexuales se hubiera podido evitar la infección por VIH en millones de personas. El reto para los profesionales de la salud y más concretamente los psicólogos es explicar por qué entonces no lo hacemos. En una considerable cantidad de investigaciones realizadas en diferentes países del orbe se da cuenta de un hecho a todas luces preocupante: adolescentes y adultos jóvenes de ambos sexos, independientemente de su preferencia u orientación sexual, siguen practicando conductas de riesgo que incrementan la probabilidad de infección por VIH, como tener relaciones sexuales con múltiples parejas se trate de parejas estables u ocasionales y no usar efectiva y consistentemente condón en todas y cada una de sus relaciones sexuales con penetración (Pina, 2004). Desde 1992 Colombia se convirtió en uno de los pocos países latinoamericanos con un Plan Nacional para la Educación Sexual, con un mandato estatal que obliga a los colegios públicos y privados a elaborar planes para enseñar educación sexual a todos los estudiantes de bachillerato. Si bien la ejecución del plan ha sido desigual, las directrices nacionales son progresistas en tanto holísticas, pues abarcan temas como el papel de los géneros, el embarazo en adolescentes, la prevención del VIH/SIDA y los derechos reproductivos. A pesar de todo esto en Colombia persisten aún serios problemas que afectan la salud sexual y reproductiva de la población, tales como los altos índices de violencia contra las mujeres y niños, en especial en el área sexual y reproductiva, las altas tasas de morbimortalidad materna y perinatal, la alta incidencia y prevalencia de enfermedades de transmisión sexual VIH, SIDA especialmente en la adolescencia y la juventud (OPS - OMS, 2006). Esta situación es condicionada y agravada por la pobreza y la marginación social, la diversidad educativa, territorial y cultural y las necesidades de los grupos especiales (mujeres cabeza de familia, desplazados, poblaciones indígenas y adolescentes) (OPS - OMS, 2006). Además es de resaltar el papel de la Iglesia como factor que tiene alta influencia y limita la efectividad de los programas de educación sexual en un país muy tradicional y religioso como Colombia (Guerrero, 1998). Al respecto Romero (1999a, 2000) y Romero, Dueñas & Abad (1999), plantean el papel de irresponsabilidad del Estado, el sistema educativo y la familia en Colombia respecto a la información suministrada a los adolescentes, basada en un esquema formativo supresivo y preventivo que se podría resumir en estas palabras "mira todo lo malo que puede ocurrir si tienes sexo coital". El descuido en la educación afectivo-sexual de nuestros adolescentes y jóvenes se perfila sin duda, como una de las causas más importantes de la frecuencia con que se llevan a cabo conductas sexuales de riesgo. Incluso podríamos destacar que ha sido escasa la investigación sobre los comportamientos sexuales de nuestros adolescentes y jóvenes, especialmente de los adolescentes, siendo esta etapa, clave en el comienzo de las relaciones sexuales. A pesar de que algunos sectores de la sociedad prefieren pensar que las relaciones sexuales sólo se inician a partir de la mayoría de edad, los datos sobre la prevalencia del SIDA y de embarazos no deseados muestran claramente que esto no es así. En un estudio (Ballester & Gil, 2006) llevado a cabo entre niños españoles de 9 a 14 años, un 14% de los niños varones de 11-12 años manifestaron haber tenido relaciones sexuales de algún tipo con otros niños y ese porcentaje fue del 35,4% a los 13-14 años. En otro estudio realizado en el mismo país entre adolescentes (Gil, Ballester & Bravo, 2005), el 18% de los adolescentes de 15-16 años manifestaron realizar sexo oral y el 14%. prácticas que implicaban el coito vaginal. Según Romero (1999b) en Colombia se han realizado varios estudios tanto en adolescentes como en adultos jóvenes a nivel de básica secundaria como de pregrado universitario, encontrándose muy baja información sobre el tema, a razón según este autor de que una gran mayoría de las instituciones de Educación Superior han dado la espalda a esta realidad y no han incluido en sus políticas institucionales la salud y la educación sexual. Los estudios se han desarrollado específicamente en universidades como: Universidad Industrial de Santander; Universidad Popular del César, Universidad Metropolitana de Barranquilla, Universidad del Norte de Barranquilla, Universidad San Buenaventura, Fundación Rafael Núñez, Colegio Mayor de Bolívar, Universidad Jorge Tadeo Lozano y Universidad de Cartagena. En Colombia, en un estudio llevado a cabo en la ciudad de Santa Marta por Ceballos y Campo-Arias (2005) se evidenció que la prevalencia de relaciones sexuales entre adolescentes de 13 a 17 años residentes en el área urbana era del 25%. La edad de la primera relación sexual fue informada entre 7 y 17 años, siendo el debut medio a los 13 años. Además, en otro estudio realizado en las ciudades de Cali y Bogotá por Flórez (2005) se demuestra que algunos factores están asociados a una mayor probabilidad de inicio de las relaciones sexuales. Estos factores son: peor nivel educativo, la condición conyugal de la madre (separada o viuda), antecedentes de fecundidad adolescente en la familia, abuso sexual o agresión física familiar contra la adolescente, bajo nivel de comunicación con la madre y falta de supervisión de los padres. Sin embargo, el dato más alarmante por sus consecuencias asociadas a los embarazos no deseados y la infección por VIH, es el que tiene que ver con la baja prevalencia de uso del preservativo en estas primeras relaciones sexuales de los adolescentes. En el mencionado estudio de Ceballos & Campo-Arias (2005) realizado entre adolescentes colombianos de 13-17 años, la prevalencia de uso de condón en la primera relación sexual fue tan sólo del 38,6%. Y en el de Flórez (2005), entre el 55% y 65% de las adolescentes usaron algún método de planificación familiar en su primera relación sexual. Entre los factores asociados a la falta de utilización de anticonceptivos se encontraron: la percepción de invulnerabilidad, escepticismo respecto a la eficacia de los métodos, creencias infundadas sobre sus efectos secundarios, la asociación de las prácticas de riesgo a amor y confianza, la pérdida de sensibilidad con el preservativo y la idea de que el condón sólo debe utilizarse con mujeres que no son vírgenes. Otro resultado interesante de este estudio fue que los programas de educación sexual que hoy se están impartiendo en los centros educativos colombianos no estaban teniendo un efecto deseable en el cambio de comportamientos sexuales de los adolescentes. Quizás la razón se deba a la todavía escasa implantación de estos programas o también a defectos en el modo de plantearlos. Por todo ello, consideramos que los datos son suficientemente alarmantes como para justificar la necesidad de una mayor investigación en profundidad sobre el comportamiento sexual y las actitudes frente al Sida entre los adolescentes y en este caso, entre los adolescentes colombianos, con el fin de que los programas de educación sexual y prevención del Sida puedan estar fundamentados en un mejor conocimiento y comprensión de la realidad de este segmento de la población. El objetivo de este estudio descriptivo exploratorio mediante encuestas de tipo transversal (Montero & León, 2002), fue estudiar comportamiento sexual y actitudes frente a la infección por VIH de adolescentes colombianos de la ciudad de Medellín. Método Participantes Se tomaron 300 participantes 150 hombres y 150 mujeres, con edades que oscilaron entre los 16 y 18 años, seleccionados por medio de muestreo no aleatorio de 6 diferentes colegios públicos y privados, de grados 10 y 11 de educación básica secundaria y de estratos socioeconómicos bajo, medio y alto de la ciudad de Medellín, Colombia. Instrumentos La evaluación se llevó a cabo a través del Cuestionario de Prevención del SIDA de Ballester, Gil, Guirado & Bravo (2004), que incluye un total de 65 ítems de diferente formato referidos tanto a aspectos de información acerca de la infección por VIH, sus vías de transmisión y los métodos preventivos, como a actitudes, intención de conducta y comportamientos preventivos. La habilidad de este cuestionario, evaluada a través de su consistencia interna (alfa de Cronbach), es de 0,70. Procedimiento Previo consentimiento informado se informó a los estudiantes de 10 y 11 grados de los seis colegios escogidos como muestra del estudio, los propósitos, objetivos y procedimientos relacionados con la aplicación de la prueba. Los cuestionarios fueron diligenciados por cada estudiante en su respectivo salón de clase con un tiempo aproximado de una hora. Resultados A continuación se presentan los resultados más significativos de acuerdo a las diferencias en función del género donde se analizaron cinco factores:
1. Caracterización del perfil general de la muestra Respecto a la historia sexual general (ver Tabla 1), el 58% de la muestra había mantenido en alguna ocasión relaciones sexuales con otra persona, siendo el porcentaje significativamente mayor en los adolescentes (65,2%) que en las adolescentes (50,6%) (x2 = 3,845, p<0,05). Un 4% había tenido alguna vez relaciones con personas de su mismo sexo. En lo que se refiere a la orientación sexual, el 95,8% de los sujetos se consideraban heterosexuales, el 2,1% bisexuales y el 1% homosexuales. El 52,7% de la muestra mantenía en el momento de la evaluación relaciones con una pareja estable. El 19,6% de los sujetos reconocieron haber sido infieles en alguna ocasión a su pareja estable y un 71,9% de los que lo hicieron manifestaron no haber utilizado el preservativo en esa relación esporádica. Por lo que se refiere a la historia de comportamientos de riesgo (ver tabla 1), el 41,6% de los sujetos creían haber realizado alguna práctica de riesgo, siendo éstas significativamente más frecuentes en los adolescentes (51,7%) que en las adolescentes (27,9%) (x2 = 5,766, p<0,016). El 74,5% de los que contestaron afirmativamente reconocieron que cuando lo hicieron disponían de información sobre las vías de transmisión del VIH, con porcentajes mayores en los adolescentes (85,3%) que en las adolescentes (52,9%) (x2= 10,274, p<0,006). Y el 60% llegaba a afirmar que eran conscientes en ese momento del riesgo que corrían. Es de subrayar que, sin embargo, sólo el 47,1% estuvo preocupado durante algún tiempo por la posibilidad de haberse infectado. Y aún más que tan sólo el 11,8% fue a realizarse las pruebas diagnósticas. 2. Información sobre la prevención del SIDA Únicamente el 12,8% de los y las adolescentes colombianos valoró su grado de información sobre la prevención del SIDA como "muy bueno", el 51,1% valoraba este grado como "bueno", el 34,4% como "regular" y el 1,7% como "malo" (ver Tabla 2). Para evaluar el grado real de información, incluimos en el cuestionario un conjunto de ítems que exploraban el nivel de conocimiento. Los resultados revelan en general importantes lagunas en la información de los y las adolescentes. Cabe destacar que tan sólo un 34,3% sabe que puede infectarse si practica sexo oral; únicamente el 37,8% conoce que el VIH no puede traspasar el condón; sólo el 15,8% sabe que ser seropositivo no implica necesariamente desarrollar el SIDA; la existencia de un período ventana en el cual no se han desarrollado aún anticuerpos aunque se esté infectado es conocido sólo por el 17,1%; y cerca de un 25% cree que el SIDA tiene curación. Respecto a las vías de transmisión, destaca el desconocimiento respecto al riesgo asociado al líquido preseminal (sólo lo conoce el 50%), la lactancia materna (23%) y también al contrario, pocos saben que el VIH no se transmite a través del sudor (49,4%) ni de las picaduras de mosquito (44,4%). Por lo que se refiere a las prácticas sexuales, destaca que sólo el 52% conozca el riesgo asociado al sexo oral y el 50% al sexo anal. La práctica más asociada al riesgo es el coito vaginal (93,3%). Por el contrario, se sobreestima el riesgo en las masturbaciones mutuas ya que sólo el 63,8% sabe que no constituyen una práctica peligrosa. Finalmente hay que destacar la aparición de diferencias significativas de género no en el grado percibido de información (que tiende a ser ligeramente mayor en los hombres), pero sí en el grado real (mayor en los hombres) en los ítems que hacen referencia al sexo oral (x2 = 15,215, p<0,000), la escasa Habilidad de la marcha atrás (x2 = 16,769, p<0,000), el líquido preseminal (x2 = 8,214, p<0,016) y el riesgo del coito vaginal (x2 = 5,714, p<0,017) y anal (x2 = 6,037, p<0,049) (estas diferencias aparecen por el mayor porcentaje en las adolescentes que dicen no saber si es una práctica de riesgo). 3. Percepción de riesgo y percepción de gravedad del SIDA, pruebas diagnósticas y uso del preservativo. Percepción de riesgo y percepción de gravedad del SIDA: La probabilidad percibida de infectarse con el VIH en una escala de 0 a 100 era de 38,8 (DT=39,6) para los y las adolescentes colombianos, siendo significativamente mayor en las adolescentes (Media=45,9, DT=42,9) que en los adolescentes (Media=31,9, DT=35) (t = -2,387, p<0,018) (ver tabla 3). Esta probabilidad fue menor que la probabilidad percibida de un embarazo no deseado, que fue de 44,9 (DT=37,7). Respecto al temor ante la posibilidad de infectarse con el VIH fue de 90,1 (DT=33,2), sólo algo superior al temor ante un embarazo no deseado (Media=83,2, DT=27,2), temor que era significativamente mayor en las adolescentes (Media=87,8, DT=23,3) que en los adolescentes (Media=78,2, DT=30,2) (t = -2,296, p<0,023). También quisimos evaluar en qué medida se atribuía el SIDA a determinados "colectivos o grupos de riesgo" como una medida indirecta del riesgo percibido. Los y las adolescentes colombianos consideraban que el 38% de los afectados eran toxicómanos, el 35% homosexuales y el 30% heterosexuales. Respecto a la percepción de gravedad (ver Tabla 3), el 0,6% de la muestra consideraba que el SIDA era una enfermedad leve, el 1,7% moderada, el 24,4% grave y el 73,3% fatal o mortal. Llama la atención que tan sólo el 75,6% conoce que el SIDAno tiene curación, como aparece en la Tabla 2. Realización de pruebas de detección de anticuerpos y uso del preservativo en distintos tipos de relación y prácticas sexuales: Ante la pregunta de si alguna vez se habían realizado las pruebas de detección de anticuerpos, sólo el 25,6% contestó afirmativamente (ver Tabla 3). Cuando preguntamos por la intención de volver a hacérselas, sólo el 31,4% de la muestra afirmó tener esa intención. Consideramos importante también evaluar si los y las estudiantes sabían dónde realizarlas. Sólo el 53% de la muestra sabía dónde las podía hacer. Finalmente, únicamente el 23,5% afirmó que solía preguntar a sus parejas si se habían realizado las pruebas diagnósticas, con un porcentaje mayor en las adolescentes que enlos adolescentes (31,7% vs. 17,5%) sin que las diferencias alcancen significación estadística. Por lo que se refiere al uso del preservativo (ver Tabla 3), comentaremos en primer lugar, el tipo de prácticas sexuales más frecuentes entre los y las adolescentes. Cabe señalar que el 57,5% de los y las adolescentes manifestaban practicar la masturbación, un 67% realizaban masturbaciones mutuas, un 81% practicaban el coito vaginal, 64,4% sexo oral y 15,2% coito anal. Las diferencias entre sexos son estadísticamente significativas en el caso de la masturbación (91,1% en los adolescentes vs. 21,4% las adolescentes, x2 = 86,315, p<0,000) y el coito vaginal (89,7% en los adolescentes vs. 69% en las adolescentes, x2 = 6,722, p<0,010). Al preguntar por la frecuencia real de uso del preservativo en distintas prácticas nos encontramos conque sólo utilizan "siempre" el preservativo en el coito vaginal el 31,9%, en el sexo oral el 9,1%, en el coito anal el 37,8%, en las relaciones con la pareja estable el 28,9% y en las relaciones esporádicas el 58,3%. Destaca el bajo índice de uso del condón en las relaciones orales y anales. En el caso de las relaciones anales, existen diferencias significativas entre sexos (x2 = 10,459, p<0,015) por el mayor porcentaje de las adolescentes (41,2%) en comparación con los adolescentes (11,6%) que dicen no utilizar "nunca" el preservativo en estas prácticas. A pesar de este bajo porcentaje referido al uso real del preservativo, la probabilidad estimada de utilizar el preservativo en las próximas relaciones fue de 91,5 (0 a 100). Finalmente preguntamos por el tipo de comportamiento que se llevaría a cabo en el caso de que surgiera posibilidad de una relación y no se tuviera preservativo. A este respecto, un 11,1 % afirmó que tendría la relación exactamente igual, siendo significativamente mayor el porcentaje en los adolescentes (17,8%) que en las adolescentes (4,4%) (x2 = 8,100, p<0,004); un 18,9% mantendría la relación pero evitando prácticas de riesgo, de nuevo con porcentaje superior en los adolescentes (25,6%) que en las adolescentes (12,2%) (x2 = 5,222, p<0,022); un 60,6% intentaría conseguir un preservativo, con mayores porcentajes de nuevo en los adolescentes que no alcanzan significación estadística; sin embargo, un 26,7% se abstendría de mantener la relación, siendo esta vez las adolescentes (40%) las que obtienen un porcentaje significativamente superior a los adolescentes (13,3%) ((x2 = 16,364, p<0,000). 4. Ventajas e inconvenientes asociados al uso del preservativo, confianza en el preservativo como método de prevención, autoeficacia y norma percibida Un 42,2% de la muestra no encontraba ninguna dificultad para el uso del preservativo (ver Tabla 4). En cuanto al tipo de dificultad más importante aducido por los adolescentes cabe destacar la dificultad para obtenerlos (26,7%), la disminución de la sensibilidad (26,1%), la vergüenza al comprarlos (22,8%) y el miedo a una posible rotura o mal estado del preservativo (17,8%) entre otros factores. Las diferencias entre sexos tan sólo resultaron estadísticamente significativas en las barreras "interrupción de la relación" (x2 = 3,951, p<0,047) con un porcentaje mayor de los adolescentes (14,4%) que de las adolescentes (5,6%) y "da corte ponérselos" (x2 = 9,474, p<0,002) manifestado por el 10% de los adolescentes y ninguna adolescente mujer (0%). Por el contrario, entre las principales ventajas asociadas al uso del preservativo destacan que "son efectivos para la prevención del SIDA y otras ETS" (88,3%), "para la prevención de embarazos" (84,3%), "son higiénicos" (50,8%)", "sonfáciles de conseguir" (38,5%) y "no tienen efectos secundarios" (35,2%). Un 21,7% de la muestra consideraba que el preservativo era un método "muy fiable" de prevención del VIH, un 36,1% un método "bastante fiable", un 36,7% "algo fiable" y un 5,6% "nada fiable" (ver tabla 4). El grado de confianza en el preservativo fue significativamente mayor en los adolescentes que en las adolescentes (x2 = 29,360, p<0,000). Como un índice global de autoeficacia en el uso del preservativo, preguntamos a los y las estudiantes si creían saber cómo utilizarlo, obteniendo una media de 74,6 (DT=25,8) en una escala de 0 a 100. La media fue significativamente mayor en los adolescentes (Media=80,8, DT=18,9) que en las adolescentes (Media=68,4, DT=30,1) (t = 3,275, p<0,001). Finalmente, exploramos la valoración por parte de las personas significativas de su entorno acerca del uso del preservativo. A este respecto, un 97,8% afirmó que el uso del condón estaba bien visto entre la mayoría de gente importante para él/ella, siendo de nuevo el porcentaje significativamente mayor en los adolescentes (100%) que en las adolescentes (95,6%) (x2 = 4,091, p<0,043). 5. Solidaridad hacia los afectados por la enfermedad Sólo un 13,3% de los adolescentes conocían a una persona infectada por el VIH (ver Tabla 5). El grado de sufrimiento que los estudiantes creen que experimenta un enfermo con VIH es elevado (Media=87,8, DT=16,1, en una escala entre 0 y 100) y también el grado en el que consideran que la sociedad debería ser más comprensiva y solidaria con los enfermos con VIH (Media=87,9, DT=16,6 en una escala entre 0 y 100). Sin embargo, únicamente el 78,1% de los sujetos cuidaría de un amigo que tuviera el SIDA (ver tabla 5). Ante la pregunta de qué harían si se enteraran de que un amigo tiene el VIH, el 44,1% intentaría quedar con él para ayudarle y un 63,7% se comportaría exactamente igual que antes, pero el 7,3% evitaría verle frecuentemente y el 1,1% dejaría de verle por completo. Finalmente, cuando preguntamos qué harían si antes de conocer a alguien se enterasen de que es portador del VIH, el 50,8% afirmó que lo conocería exactamente igual siendo el porcentaje significativamente mayor en los que en las adolescentes (58,9% vs. 42,7%; x2 = 6,053, p<0,048); un 14% tendría incluso más interés en conocerle; un 26,3% informaría a sus amigos para que le apoyaran más, pero un 16,2% evitaría conocerlo e incluso un 17,3% alertaría a los amigos para que se preservaran. En este último caso, el porcentaje de los adolescentes (25,8%) fue significativamente mayor que el de las adolescentes (8,9%) (x2 = 8,982, p<0,003). Discusión Los resultados de nuestro estudio muestran una situación preocupante en los y las adolescentes colombianos en lo que respecta a la prevención del VIH/SIDA. A pesar de que muchos estudiantes han recibido en alguna ocasión información sobre el VIH/SIDA, se mantienen vacíos conceptuales o de información importante en lo que se refiere al sexo oral, al período ventana (periodo de tiempo en que una persona se infecta de VIH/SIDA y la evaluación serológica que confirma o no la presencia del virus del VIH/SIDA en su organismo) y a la diferencia entre seropositividad y SIDA. Por lo tanto sería conveniente tener en cuenta estas falencias en los programas de educación sexual, ya que algunas de ellas se refieren a prácticas que comportan un cierto riesgo como el sexo oral, y las segundas pueden llevar a errores en la toma de decisiones para la realización de las pruebas. Por otra parte, la percepción del grado de información tampoco es alta, dado que un 36% de los y las adolescentes reconocen su grado de información como regular o malo, lo que de nuevo redunda en una necesidad percibida por parte de los y las adolescentes de una mayor educación sexual. En un estudio de Ballester & Gil (en revisión) con jóvenes universitarios españoles entre los 18 y 23 años, este porcentaje era del 38%. Por otro lado, la percepción de riesgo de los estudiantes es muy baja y, aunque los adolescentes conocen la gravedad del SIDA, sólo el 76% sabe que no tiene curación y el temor que inspira esta enfermedad se encuentra muy cercano al que inspira un embarazo no deseado. La relevancia de la percepción de riesgo en la prevención del SIDA es tal que algunos estudios recientes como el de Thompson et al. (2001) y Thompson et al. (2002) han encontrado que los únicos dos predictores de las conductas de riesgo son el miedo ante la transmisión del VIH y la escasa comunicación entre los miembros de la pareja sexual. Pensar que el Sida tiene curación podría llevar erróneamente a una cierta relajación en las medidas preventivas. Otro dato destacable en nuestro estudio es que sólo el 25,6% de los adolescentes que han tenido relaciones sexuales se ha realizado las pruebas de detección de anticuerpos, a pesar de que cerca de la mitad reconocen haber realizado prácticas de riesgo. En el estudio de Ballester y Gil (en revisión) con jóvenes españoles, este porcentaje era del 40%. De hecho más de la mitad de estudiantes desconoce dónde se las puede realizar y muy pocos preguntan a sus parejas sexuales si se las han realizado. Todo ello conduce a estos adolescentes a un alto índice de riesgo de agravar su enfermedad, desconociendo que la tienen, y de infectar a otras personas con las que mantengan relaciones sexuales. Respecto al uso del preservativo, es de destacar la baja prevalencia de uso en el sexo oral (9%), aunque en las relaciones que implican coito vaginal el porcentaje también es muy bajo (32%), teniendo en cuenta que en este caso también podría darse la motivación de evitar un embarazo no deseado. Yporel contrario, en la penetración anal, donde no hay riesgo de embarazo, pero sí un riesgo máximo de infección por VIH, tan sólo el 3 8% utiliza sistemáticamente el preservativo. El grado de confianza en el preservativo como método fiable para la prevención del SIDA no es tampoco demasiado alto, teniendo en cuenta que sólo un 21% encuentra este método muy fiable, lo que también puede contribuir de manera importante a un menor uso del mismo. Incluso encontramos un bajo índice de autoeficacia dado que ante la pregunta de "hasta qué punto crees que sabes utilizarlo en una escala de 0 a 100" el promedio ha sido de 75. Sin embargo, en contra de lo que se ha hallado en otros estudios (Flórez, 2005) los adolescentes consideran que este uso está bien valorado en su entorno social. Con todo, una gran mayoría de ellos encuentran barreras o dificultades para su utilización, destacando en este sentido la disminución de la sensibilidad, el miedo a su rotura, la dificultad para obtenerlos y la vergüenza a la hora de comprarlos. En el estudio de Ballester y Gil (en revisión), también se destacaba la disminución de la sensibilidad y el miedo a la rotura, junto con la interrupción de la relación, si bien no eran especialmente consideradas las barreras "dificultad para obtenerlos" y "vergüenza a la hora de comprarlos", probablemente debido a las diferencias de edad de las muestras, que eran mayores en este último estudio. En cualquier caso estas barreras deberían ser atendidas en los programas educativos de prevención del SIDA entre adolescentes colombianos. Quizás estas barreras percibidas lleven a que los estudiantes tiendan a sustituir el preservativo por otro método anticonceptivo cuando la relación se vuelve estable, tendencia que puede ser arriesgada teniendo en cuenta que un 20% de los estudiantes reconocen haber sido infieles en alguna ocasión a su pareja estable (especialmente los adolescentes) y de los que lo hicieron un 72% manifestaron no haber utilizado el preservativo en esa relación esporádica. Numerosos estudios como el de Edem & Harvey (1994) y Winfield & Whaley (2002) han destacado la importancia que tienen para la prevención del SIDA las creencias relacionadas con los beneficios y las barreras percibidas para el uso del condón, así como los riesgos de disminuir las medidas preventivas ante las parejas estables (Ballester & Gil, en revisión). Por lo que respecta a la consideración social hacia los afectados por el VIH, la pequeña cantidad de adolescentes que conocen a afectados nos habla ya del estigma social a que están sometidos estos enfermos. Afortunadamente son una gran mayoría los adolescentes que consideran que estos enfermos presentan un alto grado de sufrimiento y que la sociedad debería ser más solidaria con ellos. Aun así, seguramente nos queda mucho trabajo por hacer en la sensibilización de la sociedad hacia los enfermos, teniendo en cuenta que sólo un 78% de adolescentes dicen que cuidarían de un amigo si tuviera el SIDA y un 8% incluso dejaría de verle frecuentemente o por completo. Resultados similares se pueden evidenciar en un estudio desarrollado por Navarro & Vargas (2004) con adolescentes escolarizados de la ciudad de Barranquilla, Colombia, donde se encontró en una muestra de 412 adolescentes que el 9% no conoce adecuadamente las formas de prevención y transmisión de VIH/SIDA ni su manejo, a diferencia de un 15% que conoce excelentemente estos parámetros; el 98% asume una actitud positiva frente a la enfermedad; el 33%ya ha tenido relaciones sexuales, y de éstos un gran porcentaje presenta prácticas de riesgo, como consumir alcohol (15%), sexo con desconocidos (22%) y no usar siempre el condón (82,5%); el 47% considera que su riesgo de contagio es nulo o muy bajo; el 92% afirmó que recibe información sobre sexualidad de manera frecuente, y el medio favorito es la escuela (28,6%), seguido por la familia (23,4%). En un estudio realizado por Romero (1999a) en la ciudad de Barranquilla, Colombia, con estudiantes universitarios de tres instituciones, con una media de 20 años de edad, se encontró resultados no muy lejanos a los descritos en nuestro estudio. Evidenciándose que en esta muestra poblacional universitaria predominan una serie de factores individuales que facilitan y predisponen conductas sexuales riesgosas para VIH/SIDA, tales como: desinformación, actitudes negativas facilitadoras de conductas sexuales riesgosas, déficit de habilidades para una sexualidad responsable (asertividad, negación, toma de decisiones, etc.), poca conciencia de valores como la vida, el amor, la responsabilidad, la soledad, etc. y la prevalencia de una percepción inadecuada de los riesgos para VIH/SIDA de la conducta sexual (invulnerabilidad para VIH/SIDA). Igualmente se encontró que la variable género era moduladora respecto al grado de información percibido y real hacia el VIH/SIDA. Resultados similares han encontrado (López, Vera & Orozco,2001 y Vera, et al., 2004) diferencias significativas a nivel de género respecto al grado de información percibido y real hacia el VIH/SIDA en estudios desarrollados en la ciudad de Bucaramanga, Colombia, donde se observó que los varones tienen mayor información respecto a las conductas sexuales de riesgo que las mujeres, igualmente que éstos inician su actividad sexual a más temprana edad que las adolescentes y tienen creencias o mitos asociados al uso del preservativo en cuanto interfiere al placer o sensibilidad sexual. Finalmente queremos señalar la importancia de un enfoque de género en las intervenciones dirigidas a la promoción de la salud sexual y la prevención del VIH entre los y las adolescentes colombianos dado que hemos encontrado numerosas diferencias estadísticamente significativas en todos los tipos de variables. Los adolescentes colombianos frente a las adolescentes parecen tener un mayor grado de información percibido y real, un menor riesgo percibido de infectarse con el VIH, un menor temor ante un embarazo no deseado, una menor predisposición a la abstinencia en caso de carecer de preservativos, mayores barreras percibidas ante el uso del preservativo; a pesar de una mayor confianza en el mismo como método de prevención del VIH, una mayor autoeficacia en su uso y una actitud menos sensible y solidaria ante los afectados por la enfermedad.
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(Rec 29 agosto 2006 Acep: 12 Abril 2007)
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