Introducción
Erigidas tradicionalmente con base en criterios nacionalistas, durante un tiempo considerable las historias de la cultura y de la prensa en América Latina excluyeron de sus investigaciones un corpus de diarios, periódicos y revistas en lengua extranjera publicado y leído en el ámbito local. Los rasgos foráneos que definían a estas publicaciones, tales como su identificación con colectividades migrantes, su carácter alófono y el abordaje de temáticas no nacionales, las condenaron a un olvido que solo se ha comenzado a revertir recientemente y a partir del fortalecimiento de enfoques transnacionales en el estudio de la cultura impresa1.
La publicación que abordo en este trabajo se inscribe en ese conjunto “problemático” y revela su pertenencia a un espacio intersticial de identidades y lenguas ya desde su portada: sobre un fondo de color arena se imprime una voz francesa (reforzada por la presencia del gentilicio), “Les Cahiers Français”, junto a una localización latinoamericana, “Montevideo”2. Hasta el momento, esta revista francófona creada para la divulgación de la cultura francesa y las actividades de los institutos educativos de Francia en Uruguay no ha recibido atención crítica3. Editada entre 1936 y 1948, en sus orígenes fue dirigida por el profesor y escritor Jules Bertrand, quien, como la mayoría de los colaboradores de la publicación, era francés y había sido destacado por el gobierno de su país a Montevideo, en 1930, para actuar como presidente de la Alianza Francesa. Al momento de su retiro, en 1942, lo sucedió al frente de la revista Paul Larnaudie, ensayista y también profesor, quien se desempeñaba como director del Liceo Francés. Sus firmas, junto con las de otros profesores agregados, como Jacques y Marguerite Duprey, concentran el protagonismo.
Durante los primeros tres años de funcionamiento, cada número de Les Cahiers Français se abría con un texto vinculado a la historia de las relaciones franco-uruguayas; con el tiempo, esta sección liminar quedaría fijada en la reproducción de un texto lírico, sustituido eventualmente por la fotografía de algún representante diplomático o militar de Francia, o el texto de una proclama nacional o llamamiento en periodos de mayor tensión política. En el cuerpo de la revista se suceden e intercalan dos tipos de escritos: por un lado, conferencias, reseñas bibliográficas y ensayos sobre historia, lengua y literatura francesas, firmados por intelectuales metropolitanos o miembros del comité editorial; por otro, textos de carácter circunstancial, como discursos de las autoridades en el marco de actos y fiestas nacionales, notas sobre la recepción de visitantes notables, homenajes, comunicados, reseñas de las actividades y los calendarios escolares del Liceo o de las conferencias que tenían lugar en la Alianza Francesa4.
La circulación de la revista abarcaba a la colectividad y a un sector del público uruguayo al que la lengua y la biblioteca francesa no le resultaban ajenas. No está de más mencionar que la abundancia de lectores de periódicos y literatura en francés en las Américas desde el siglo XIX constituyó un fenómeno que fue más allá de la migración, sin duda considerable5, y que respondería a la consolidación de la cultura francesa como principal modelo cultural de las jóvenes naciones (Guimarães, Pinson y Cooper-Richet 7). Avanzadas las primeras décadas del siglo XX, el arraigo de lo francés en la sociedad uruguaya había fortalecido en ella la percepción de Francia como “patria espiritual”, la que, a su vez, dio sustento al sentimiento de pertenencia a una comunidad emocional6 transatlántica.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Les Cahiers Français constituía el único medio francófono editado en Uruguay7, un hecho que pesó en la representatividad y servicio a los intereses de Francia durante su eclipse. A partir de septiembre de 1939, las conferencias y ensayos sobre historia y literatura francesas, así como los textos ligados a la vida institucional, alternaron con escritos que tematizaban la guerra y la experiencia emocional de la misma siguiendo dos tendencias principales: una que apela a los afectos de la colaboración entre naciones en tiempos bélicos y que se asienta sobre la historia de “cooperación heroica” entre Francia y Uruguay, y otra, tejida en torno de la experiencia de las calamidades morales y materiales ocasionadas por la derrota y ocupación nazi, desarrollada a través del tópico del sufrimiento de Francia.
La marcada impronta emocional de la literatura y los discursos en tiempos de guerra forma parte, en realidad, de una longeva tradición en Occidente, que ha sido considerada como objeto de estudio a partir del desarrollo de la historia de las emociones, abriendo de esta suerte una reflexión sobre los usos y consecuencias de los afectos tanto para generar cohesión, como para forjar antagonismos (Downes, Lynch y O’Loughlin 2), incluso en comunidades distantes del conflicto militar8. Al respecto, interesa recuperar lo señalado por Mary Favret (2010), quien ha estudiado el vínculo entre guerra y emociones en el periodo del Romanticismo, como una de las principales notas de la guerra moderna: su capacidad para afectar, para invadir, la vida cotidiana en los frentes domésticos y zonas incluso más remotas a través del arte, la literatura y el periodismo. Una de las implicancias de esta mediación cultural de la guerra es que “mediation itself becomes an object of emotion: of comfort, complacency, relief, anxiety, impotence, complicity” (Favret 15)9. La extensión de esta mirada al campo de las revistas latinoamericanas durante la Segunda Guerra Mundial se encuentra en los trabajos de Antonia Viu (2018 y 2019), enfocados en los procedimientos -como la traducción, selección y edición de recortes de la prensa mundial- a través de los cuales publicaciones como Babel y Ultra acercaron y distanciaron intelectual, política y afectivamente el conflicto a los lectores locales. Las conclusiones de Viu revelan, entre otras cosas, que los intelectuales latinoamericanos procuraron con sus proyectos revisteriles “diseñar emotiva, discursiva y estratégicamente un lugar propio en el conflicto, un lugar a partir del cual leer y ver la guerra desde una renovada definición de la proximidad y articulando una comunidad afectiva particular” (2018: 420).
Partiendo de este marco e intentando avanzar sobre el estudio de una publicación singular en tanto revista francófona editada en Montevideo, el presente trabajo explora el papel de Les Cahiers Français y sus intelectuales a través del análisis de una selección de escritos publicados durante la Segunda Guerra Mundial desde la perspectiva de la teoría de las emociones. La lectura que propongo consiste en que la difusión de representaciones de emociones colectivas a través de la revista conformó una estrategia de intervención emocional, social y política para favorecer la cohesión, en torno a la causa de la liberación de Francia, de la colectividad francesa y la sociedad uruguaya. Para desarrollar esta indagación, primero, presento el proyecto editorial y algunas claves de lectura para una publicación de identidad dislocada como Les Cahiers Français, en particular su relación con la propaganda de Francia en el extranjero y una breve caracterización de los intelectuales que integraban el grupo editor. Segundo, analizo la difusión de una narrativa de la amistad franco-uruguaya como estructura capaz de modelar las emociones colectivas y fomentar la implicación de la comunidad local con las demandas de la guerra europea. En este punto, reviso algunos aspectos de la producción de estrategias discursivas localizadas, como el mito de la “cooperación heroica” entre Francia y Uruguay. Por último, estudio algunas de las representaciones suscitadas por el tópico del sufrimiento de Francia a lo largo de la guerra y su relación con estrategias de cultura y política emocional mediadas a través de la revista.
Enseñanza, diplomacia y retaguardia de Francia en el extranjero
El historiador Gilles Matthieu, en su estudio Une ambition sud-américaine: politique culturelle de la France, 1914-1940 (1991), ilustra de forma pormenorizada la importancia del factor cultural en las dinámicas de relacionamiento de Francia con América Latina y cómo uno de los apoyos más efectivos para mantener la influencia lograda en la región (más que las embajadas de señalados intelectuales y las exitosas giras de la Comédie Française) fue su longeva red de escuelas y centros educativos. Viendo debilitados sus vínculos financieros con los países australes, mantener la preeminencia del francés como segunda lengua se volvió el objetivo central de la política extranjera francesa10. Por este motivo, desde los años inmediatos al final de la Primera Guerra Mundial, dedicó ingentes esfuerzos a mejorar la competitividad de sus centros de enseñanza. Ese fue el marco de la creación del Liceo Francés de Montevideo, fundado en 1922 para ampliar la capacidad de su predecesor, el antiguo colegio Carnot.
La inversión daría sus frutos: en menos de quince años el número de alumnos se multiplicó por diez y la institución logró un nivel de excelencia que la convirtió en uno de los focos de irradiación cultural más reconocidos del país y del continente, llamando incluso la atención de intelectuales como Jacques Maritain, Lucien Febvre o Georges Duhamel en sus visitas a Montevideo (Matthieu 120)11. Con esta obra y el fortalecimiento de la Alianza Francesa, la educación de la clase alta uruguaya permanecía en manos de Francia y, al mismo tiempo, se afirmaba en los estratos medios (especialmente el público femenino) a través de matrículas accesibles, la oferta de cursos y conferencias gratuitas, la inauguración de filiales en el interior del país y el apoyo a la enseñanza del francés como lengua extranjera en el sistema educativo público.
El valor de la lengua para sostener el imperio informal desarrollado por Francia en el Cono Sur se evidenció también en que, a pesar de la crisis financiera de los años treinta, el Quai d´Orsay subvencionara la construcción de un moderno y monumental edificio para el Liceo (hoy ocupado por la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de la República), emplazado junto a la Biblioteca Nacional, en lo que comenzaba a considerarse por entonces como el barrio universitario de Montevideo (Matthieu 119). La aprobación de ese proyecto y la piedra fundamental coincidieron con el nacimiento de Les Cahiers Français, a primera vista, un órgano de publicidad de los centros de enseñanza franceses; en más detalle, una plataforma de la propaganda cultural de Francia en tiempos que anunciaban una inminente debacle. Era el convulso año de 1936, el que sería recordado por el comienzo de la guerra civil española y la consolidación del Eje Roma-Berlín. Mientras Uruguay se encontraba aún bajo la dictadura de Gabriel Terra, un gobierno que no ocultaba sus simpatías por los regímenes de Hitler y Mussolini, Francia veía el triunfo del Frente Popular, una coalición de izquierda encabezada por León Blum, que pretendía frenar el avance de las ligas de derecha y desmilitarizar el país. A la gran inestabilidad de este gobierno y la crisis financiera, se sumaba una política exterior débil. El quiebre de una imagen nacional marcada por el optimismo y la pujanza de la edad dorada que había representado la “Belle Époque” (Berstein 86), unido a la fuerte ofensiva de la propaganda extranjera, llevó a Francia a preocuparse por defender el prestigio que mantenía en ciertas zonas de influencia a través de la diplomacia cultural.
Como se ha adelantado, la concepción de Les Cahiers Français, a diferencia de otros emprendimientos revisteriles francófonos en América, se inscribe en un proyecto de carácter institucional, financiado en base a suscripciones y avisos de comercios locales, periodicidad mensual y una circulación predominantemente nacional. A este hecho y a la ausencia de “grandes nombres” en su comité, conformado por un grupo de intelectuales franceses de segunda fila o “intelectuales satélites” (Idhmand y Casacuberta 2017) que se desempeñaban como profesores agregados en los centros de la Sociedad Francesa de Enseñanza, tal vez se deba que la revista no haya suscitado hasta ahora análisis críticos. Estos escritores, cabe señalar, intervenían además en la vida cultural uruguaya como críticos, conferencistas y colaboradores en diversas instituciones y medios de prensa para los que fungían como representantes autorizados del pensamiento francés12. Eran agentes culturales periféricos, pero bien conectados con redes de apoyo que incluían a figuras de la diplomacia, escritores metropolitanos e instituciones de prestigio, como la Academia Francesa13.
La identidad y funciones de los intelectuales de Les Cahiers Français se comprende mejor en su inclusión en “les Français de l´Étranger”, una expresión muy reiterada en el discurso del nacionalismo cultural francés de la época y que designa a un conjunto bastante amplio de ciudadanos radicados en el exterior y dedicados a extender la cultura francesa más allá de sus fronteras territoriales, recreando las condiciones de su identidad, difundiendo la lengua y promoviendo la idea de Francia como nación civilizadora14. A ellos agradecía Duhamel, al regreso de una gira por América Latina que había incluido una visita al Liceo Francés de Montevideo, donde quedó admirado de que una juventud extranjera se expresara en su lengua, representara textos de Molière o cantara con naturalidad viejas canciones francesas. El entonces presidente de la Academia pretendía que los “franceses de Francia” repararan en los franceses desconocidos que trabajaban por su causa al otro lado del mundo y a través de la educación.
En la valoración de esta labor anónima se percibe la conciencia del debilitamiento de su país en el contexto internacional, pero también la mirada colonial con la que buena parte de la intelectualidad francesa reproducía el discurso del mesianismo cultural galo que, por otra parte, estructuró un relato de salvación laico de gran efectividad entre las élites sudamericanas. Paradójicamente, a través de esta construcción imagológica Francia pretendía diferenciarse de la acción imperialista, argumentando que su influencia en el extranjero no respondía a los objetivos tradicionales de aquella, sino a una misión de carácter humanitario. Así lo expresaba Henri Focillon: “La fonction universelle de la France est exactement à l´opposé de ce q´on appelle l´impérialisme. Elle n´impose rien. Elle suscite amitié” (8)15. La imagen de la Francia pacifista, espiritual y civilizadora, no imperialista como sinónimo de “no agresiva”, tuvo gran persistencia en el discurso de Les Cahiers Français previo a la guerra, oponiendo este entramado simbólico-afectivo a la violencia, la materia y la barbarie que componían las imágenes culturales tradicionales con las que Francia representaba a Alemania (Beller 161-162).
En 1937 Duhamel destacaba la ganancia que le reportaban al país los franceses en el extranjero en la promoción de una mejora en la imagen de Francia y en el servicio que podrían brindarle a esta en el caso de que fuese necesario procurarle aliados:
Dans les années qui vont venir, toutes les nations du globe connaîtront de grandes traverses. La France peut se préparer à subir sa part d´épreuves. Elle aura besoin d´amis. Nous autres, de la métropole, pensons avec affection et même avec reconaissance à ces compatriotes dont nous ne conaissons ni le nom, ni le travaux, mais qui enseignent aux autres peuples à connaître notre langue, notre pensée, nos ouvrages, les secrets de notre génie, enfin toutes ces belles richeses qui nous permettent, même aux heures d´amertume, de garder confiance en nous mêmes, et de ne pas désespérer. (Duhamel, “Victoires françaises”, 2)16
No le faltaba razón. Ocupada Francia por los alemanes y realizado el llamamiento a constituir en el extranjero la retaguardia de la nación vulnerada, las colectividades francesas y, en particular, los “intelectuales satélites” integrados a ellas ayudaron a hacer de América Latina un aliado de gran relevancia para la cooperación con la Resistencia y la defensa de Francia en el trazado del nuevo orden mundial. En ellos recayó la tarea invisible de producir una imaginería que asegurara la capacidad de Francia de permanecer y volver a triunfar como faro de la civilización occidental17. A diferencia de los intelectuales consagrados llegados con el exilio, cuyo conocimiento previo de los países sudamericanos se basaba en una visita fugaz a las capitales y el contacto reducido a la élite (forjando muchas veces una imagen distorsionada de la realidad), los intelectuales que servían a Francia en calidad de agregados tenían el conocimiento de la historia y cultura del país de destino y de las redes que servirían a la propaganda cultural durante la guerra.
Amistad y “cooperación heroica” en el peligro
La imposibilidad de neutralizar una nueva guerra mundial colocó a los intelectuales europeos ante la difícil situación de expresar un pronunciamiento ante el desastre. Para una revista como Les Cahiers Français, ligada a la formación de la juventud y para cuyos colaboradores la memoria de la Gran Guerra era aún un asunto doloroso, la reacción se proyectó como una honda sensación de fracaso, al tiempo que como una interpelación moral por el nuevo sacrificio de vidas jóvenes que exigiría la contienda (Bertrand “La Guerre”; Larnaudie, “Hommage”). Digerido esto y entendiendo que el momento exigía una alianza de las armas y las letras, dedicaron sus esfuerzos a la justificación de la entrada de Francia en la guerra como un imperativo derivado de su papel “espiritual” para las democracias del mundo (Larnaudie, “Pourquoi la France se bat”, 2). Este énfasis en el carácter transnacional del peligro y del sacrificio fue empleado para ganar el apoyo de las comunidades más distantes, a las que los llamamientos incluían como los “amigos de Francia”. Precisamente esta figura de la amistad y su retórica, herramientas básicas de las relaciones internacionales y la diplomacia para agradar a otros países, fue el recurso más empleado por Les Cahiers Français para procurar incidir en las respuestas emocionales de los lectores locales durante la contienda.
Según Eznack y Koschut (2014), la idea de la amistad entre Estados como una relación de intercambio de afectos habría dado forma no solo a un uso figurado del lenguaje, sino que habría probado tener efectos performativos en las relaciones de poder entre países, especialmente para el fortalecimiento de relatos de cooperación y sacrificio. Por otra parte, siguiendo a los autores, el proceso de construcción de la amistad entre estados exigiría la existencia de un “momento fundacional”, un pasado compartido que dotara a la relación de una carga afectiva. Así, contar con una historia del lazo de lealtad entre dos países facilitaría la influencia en las emociones colectivas, entendiendo a estas últimas como una respuesta en reacción a estímulos externos, principalmente en tiempos de guerra (Eznack y Koschut 73).
En el caso de Les Cahiers Français, el sustento a la idea de una fraternidad franco-uruguaya provenía principalmente de las investigaciones orientadas a la historia de las relaciones políticas y culturales entre las dos naciones desarrolladas por Bertrand y Duprey18. Según estas, la comunión de los países se encontraba en la afinidad de ideas y valores, pero en especial en la reciprocidad con la que se habrían brindado auxilio mutuo ante las amenazas a lo largo de casi un siglo, desde las luchas civiles de principios del XIX hasta la Primera Guerra Mundial. La clave afectiva de esta unidad radicaba en los sacrificios voluntarios entregados en una contienda ajena, de tal suerte que la sangre vertida habría sido la argamasa capaz de unir a los pueblos en una amistad perdurable (Bertrand, “Discours”, 3). Para la historia de “fraternidad de las armas” franco-uruguaya, el evento fundante habría sido la participación de la Legión francesa en la Guerra Grande (1838-1851), un conflicto civil que enfrentó inicialmente a las fuerzas del presidente constitucional, Fructuoso Rivera, y las de su adversario, Manuel Oribe. La lucha cobró una dimensión regional al sumarse el apoyo de Rosas a la causa de Oribe y de los unitarios a Rivera e internacional por la intervención de flotas europeas en el bloqueo y defensa del puerto de Montevideo. Viendo amenazada la ciudad, los franceses que allí residían decidieron formar la Legión francesa, un cuerpo de alrededor de 2500 emigrados al servicio de los intereses de Montevideo. La historiografía recoge el caso como parte de un fenómeno de defensa y solidaridad transnacional a través de legiones extranjeras, una estrategia política del liberalismo, que alumbró desde el siglo XIX una tradición político-militar de asociación y enrolamiento fuera de los límites del Estado-nación (Etchechury Barrera 2017).
La resurrección, durante la Segunda Guerra Mundial, de lo que Bertrand llamó “coopération héroïque” (“La presse française”, 3) constituyó una de las principales estrategias político-emocionales de los franceses y los sectores francófilos en Uruguay. De hecho, el mito de la cooperación mutua estuvo presente ya en el primer llamamiento publicado en Les Cahiers Français en el marco de la promoción de las campañas de movilización voluntaria de soldados para la Legión extranjera y la constitución de comités de ayuda material: “ici même, des Français ont lutté et souffert avec le plus complet désintéressement pour affranchir l´Uruguay de toute domination étrangère” (“Français, fils de Français, amis de la France”, 1)19. El recuerdo del momento fundacional de la amistad franco-uruguaya inscribía en la conciencia y el honor nacional una deuda, construida con base en afectos procedentes de una matriz militarista y caballeresca (altruismo, lealtad, honor, reputación, etc.). La indiferencia ante el desarrollo de la guerra se volvía de este modo difícil. Desde la perspectiva de esta política emocional, si en ella luchaba Francia, también debían hacerlo los uruguayos. Así lo sugería la arenga que Bertrand tituló “Parce que c’est la France!” y que proponía la defensa mutua como uno de los deberes demandados por la amistad20.
Jacques Duprey también aportó a este imaginario de mitificación de la cooperación francesa durante la Guerra Grande con su investigación sobre Alexandre Dumas y las novelas sobre las guerras civiles del Río de la Plata21. En ella demostraba que el sitio de Montevideo había suscitado gran interés en la prensa parisina y alimentado incluso polémicas entre congresistas acerca del apoyo de las tropas francesas al gobierno sitiado. En esos tiempos, según Duprey, no era raro que los escritores franceses se interesasen por las guerras sudamericanas, lo que llevó al autor de Les trois mousquetaires a servirse de la hazaña del largo sitio para escribir la novela Montevideo ou Une Nouvelle Troie, publicada en París y en Montevideo en 185022. Para el investigador, con la representación de las tensiones entre la “barbarie” del rosismo y el oribismo y la “civilización”, encarnada por el gobierno montevideano y la colonia francesa, Dumas buscó obtener el apoyo europeo para la lejana capital sudamericana sitiada; otra prueba de la solidaridad francesa en tiempos de guerra. Su intervención en una guerra rioplatense del s. XIX constituía un ejemplo de liberalismo humanitario y desinteresado, opuesto a un nacionalismo tenaz y encerrado en sí mismo (Duprey, “Alexandre Dumas”, 10-22). Interesa agregar un dato extratextual: la novela fue reeditada en Montevideo en 1941 y en 1943 se cumplían cien años del inicio del sitio, de tal suerte que la reedición y la efeméride resultaron muy oportunas para la difusión del relato de cooperación y sacrificio trasnacional que exigía la guerra del momento23.
La exaltación de la amistad a partir del heroísmo liberal decimonónico propuesta por Les Cahiers Français constituyó la nota singular de la propaganda francófila en Uruguay e impregnó asimismo las páginas de otros medios locales comprometidos con la causa aliada. Las implicancias de estas estrategias emocionales en la sociedad habría que buscarlas entre los numerosos comités, campañas de ayuda y manifestaciones de empatía hacia la nación vulnerada que se desarrollaron en Uruguay. Entre estas últimas resulta particularmente reveladora la euforia con la que los uruguayos vivieron la liberación de París (ver Les Cahiers Français n.° 102, 1944), efusión que podría leerse no solo como la expresión de la identificación con el alivio y la alegría de los prójimos franceses, sino también de la convicción de haber sido, en parte, “artisans de la victoire” (Dubourdieu, “Le retour des volontaires”, 365).
La Francia sufriente: un tópico y sus variaciones
La Segunda Guerra Mundial significó una herida duradera en la imagen que los franceses habían construido de sí mismos como colectivo. No se trató solamente de la derrota militar, la política de colaboración con Alemania y el estado de penuria moral y material en el que el país salió de la Ocupación, sino también la pérdida de influencia cultural y de rango en la política internacional que hubo de enfrentar tras la Liberación. Desde la derrota de 1940 hasta la posguerra, Les Cahiers Français insistió en difundir imágenes vinculadas al dolor colectivo, acuñado como el sufrimiento de Francia. Se podría reconocer en este patrón simbólico tres variaciones principales, relacionadas con ciertos tramos de su proceso socio-político durante la guerra: la invasión y ocupación alemana del territorio; las políticas de debilitamiento de la lengua francesa en el contexto mundial y la precariedad material de la posguerra.
Ahora bien, ¿cómo interpretar la opción de la revista de exhibir esa imagen de desvalimiento nacional, en lugar de, como podría pensarse, esconderla? Una primera respuesta a esta cuestión podría basarse en dos puntos sugeridos por Caroline Acton en su estudio sobre narrativas del duelo en tiempos de guerra: por un lado, la acción de documentar y expresar el dolor formaría parte de la propia vivencia del mismo y de la voluntad de comprender su sentido; por otro, las emociones vinculadas al sufrimiento y a la pérdida se inscriben en una cultura de la guerra que da forma y controla la expresión de las mismas para que sirvan a -y no malogren- los objetivos de la nación en la contienda (Acton 1-4). A esto podría sumarse, considerando que la revista opera como mediadora de la guerra distante, que la representación del dolor serviría a “la manifestación de la necesidad de crear una comunidad afectiva que siente la guerra como algo próximo, inmediato”, como ha señalado Antonia Viu, para el caso del pathos de lectura presente en la revista chilena Babel durante la guerra (2018: 430).
Tras estas claves liminares, inicio esta sucinta revisión del registro del sufrimiento de Francia en Les Cahiers Français proponiendo que sus primeros trazos se concentran en el daño infligido al honor de la nación y, en consecuencia, las representaciones apuntan al sentimiento de la vergüenza colectiva. Francia aparece, entonces, como un cuerpo humillado y martirizado. Cabe advertir, no obstante, que mediante esa representación de connotación cristiana, se logró dar continuidad a la imagen nacional previa a la guerra -la Francia mesiánica- y permitir un relato de sufrimiento (martirio y santificación) con final victorioso (a lo que se aplicaría la visión de Acton de que la narrativa del dolor podría colaborar con un discurso oficial sobre la guerra).
Participando de ese imaginario doliente, pero contando con la singularidad de haber sido compuestos en el exilio uruguayo, los Poèmes de la France malheureuse, 1939-1941 de Jules Supervielle constituyeron la literatura del sufrimiento de Francia de mayor calado emocional tanto para la revista, identificada con los franceses en el extranjero, como para sus lectores uruguayos24. Los Poèmes fueron recibidos como el testimonio de la agonía de Francia, pero escritos por “un homme, à côté de nous” (Hoppenot 1). A esto se sumó el hecho de que fuese una lectura casi de “primera mano”, pues la cercanía de los Supervielle con la Sociedad Francesa de Enseñanza (de la cual Louis Supervielle era el presidente) facilitó que varios de los textos del poemario aparecieran en Les Cahiers Français antes de su publicación en Buenos Aires, por la editorial Lettres Françaises. Tal el caso de “1940”, incluido en el número de junio de 1941. En él se congregan los elementos dominantes en la serie: la representación de una Francia postrada, la presencia de la muerte y la angustia de los que viven la debacle en el exilio:
Comme du haut du ciel je regarde la France,
Ses villes et ses champs dans le fond de l´offense,
Prissonniers d´un grand vide et de fonds calcinés,
Je nous regarde tous à survivre obstinés.
Ô France, je voudrais te parler sans témoins,
Toi que voilà dans l’ombre à d’obscures distances,
Ton malheur est si dur qu’il meurtrit les lointains
Et qu’un frisson mortel sonde en tous sens l’espace.
Elle était donc ainsi la France en sa ruine,
Longue à se reconnaître et connaître l’abîme,
Sur ses faibles genoux elle veut se tenir,
Si pâle de cacher son horreur de mourir. (Supervielle, “1940”, 2)25
El pesimismo que domina el poemario se suspende en contadas ocasiones, una de ellas se encuentra en la aparición de la “Doncella de Orleáns”, uno de los escasos símbolos de esperanza que incluye el libro26. Figura del martirio y la reconquista del país invadido, a Juana de Arco pide el poeta: “Apprends-nous à ne pas nous brûler chaque jour / Et à ne pas mourir du chagrin d´être au monde” (Supervielle “1940”, 2)27. Precisamente ese tono oscuro, apesadumbrado, se condensa en las palabras de Larnaudie con motivo de una breve presentación crítica a los poemas en el número de noviembre de 1941. En ella se apunta que los versos de Supervielle son un espejo del estado de ánimo de una comunidad transterrada que los lee en un Montevideo primaveral, cuando sus almas ya no pueden más (Larnaudie, “Poèmes de la France”, 1). El poema publicado en esa oportunidad era “Le relais”, en el cual se representa el dolor por las dos Francias:
Sous les décombres du sommeil
Je suis sur les bancs de l´école
Parmi des enfants, mes pareils,
Et voilà que l´on m´interroge
-Qui donc était si malheureux?
-La France coupée au milieu.28
Cabe recordar que la escisión política del país en los gobiernos de Vichy y la Francia Libre fue un motivo más de desánimo para la Francia derrotada. La división, unida a la instalación de prácticas de colaboracionismo con los alemanes, desató un verdadero drama moral que afectó a los franceses en el extranjero y generó intensos cruces y polémicas entre los intelectuales.
Con todo, la prolongada presencia de la tematización del sufrimiento de Francia en Les Cahiers Français no debería interpretarse solo como una expresión del estado anímico de los franceses de ultramar (y de la francofilia uruguaya) ante la ruina de la patria y una búsqueda de captación de la ayuda latinoamericana por la vía de la compasión. También tendría relación con la necesidad de los franceses transterrados de inscribir su participación en el dolor de Francia. La colectividad y los exiliados franceses enfrentaban una compleja situación afectiva al sentirse protegidos de las dificultades diarias que padecían los que habitaban suelo francés. El verse convertidos en espectadores de la guerra a la distancia los llevó a convivir con el peso moral de no estar en el frente, esto es, en la Francia ocupada. Teniendo en cuenta estos aspectos, representar el sufrimiento fue también una forma de lealtad -uno de los afectos políticos más potentes del tiempo de guerra-, un comparecer ante la desgracia nacional.
Otra variante del tópico del sufrimiento de Francia se registra en 1942, a raíz de un cambio en las políticas lingüísticas que desalentó la enseñanza del francés en el Río de la Plata para promover, en su lugar, la del idioma inglés. La adhesión al pacto de “solidaridad continental”, una de las consecuencias del ingreso de Estados Unidos en la guerra en 1941, y el prolongado aislamiento de Francia determinaron el surgimiento de reformas educativas que indicaban la suspensión de la enseñanza del francés como segunda lengua obligatoria en los niveles de secundaria y formación superior en Argentina y Uruguay. La medida, instalada de forma rápida y sorpresiva, fue fuertemente repudiada por las instituciones culturales francesas y la intelectualidad francófila. En abril de 1942 un número completo Les Cahiers Français presentaba la defensa de la lengua francesa. La imagen dominante en esta instancia será la del expolio del vencido, pues los autores coinciden en señalar que el ataque a la lengua constituía un golpe oportunista y desleal hacia una nación derrotada militarmente. Convergen también en ese planteo las imágenes del “eclipse” y la “esclavitud” momentánea de Francia, y cómo la lengua -identidad y espíritu de la comunidad- representaría la herramienta más importante de la resistencia al opresor. Al respecto, Larnaudie recordaba un significativo pasaje de Alphonse Daudet: “Quand un peuple tombe esclave tanta qu’ il tient bien sa langue, c’est comme s’il tenait la clef de sa prison” (Larnaudie “La langue française”, 1)29
Las reformas educativas en el ámbito rioplatense eran un indicio del debilitamiento político de Francia y del final del ciclo de influencia del pensamiento francés en Latinoamérica. La puja imperial por la lingua franca volvió con más virulencia en el marco de la organización de las conferencias internacionales entre los Aliados. La determinación del inglés como lengua oficial exclusiva de los encuentros levantó gran resistencia por parte de los representantes de la Francia Libre, conscientes de que la exclusión del francés como lengua de la diplomacia representaría un golpe seguro a los intereses del país. Si bien para algunos casos logró la equidad de estatus con el inglés (como en la constitución de la Unesco), no fue así para la Conferencia de San Francisco, en la que se definiría el reparto de poder de la posguerra. Su exclusión como lengua de trabajo oficial en esta instancia significó un duro embate al prestigio e identidad nacional, y desató una airada polémica que también tuvo repercusiones en las páginas de Les Cahiers Français.
El último punto en esta revisión del imaginario del sufrimiento en la revista se enfoca en los textos que siguen a la Liberación de Francia y al final de la guerra. Se inaugura entonces la representación de una Francia convaleciente, la que tras haber superado el máximo infortunio orienta sus esfuerzos a levantarse a partir de las ruinas. La circulación de esta imagen de la debilidad tras los años de postración, si bien comienza a difundirse en los meses previos a la Liberación, coincide mayormente con la Misión Pasteur Valléry-Radot enviada en 1945 a Sudamérica con la finalidad de obtener el apoyo necesario para la reconstrucción del país. La precariedad es la nota dominante por entonces: a Francia le falta el pan, el vestido y los libros (Dubourdieu, “Discours” 299). Atendiendo a esto, Les Cahiers Français reformula sus llamados a la cooperación contemplando a aquellos sectores de la sociedad francesa que juzga especialmente afectados por la experiencia bélica. De este modo, se suceden campañas para reunir vestimenta y alimentos para los niños, y para socorrer a los prisioneros de guerra franceses. En este último caso, los anuncios de las campañas coinciden con la publicación de textos de literatura testimonial que recogen la experiencia de prisioneros de campos de concentración en Alemania y de obras escritas en la clandestinidad (testimonios de cautiverio y la serie “Poèmes de la France souffrante”)30.
Finalmente, unido a los niños y ex prisioneros de guerra, la revista incorpora a un sector peculiar en el desvalimiento y la precariedad de posguerra: la cultura y los intelectuales franceses. Una de las voces más comprometidas con esta causa fue la de Georges Duhamel, quien manifestó su preocupación por proteger a la élite intelectual de Francia, en tanto que de esta dependería la construcción del futuro de la inteligencia francesa. En los ensayos del autor publicados en Les Cahiers Français se llamaba la atención acerca de las dificultades materiales que impactaban en la continuidad de universidades, laboratorios, academias, editoriales (como la escasez de papel), eslabones imprescindibles del trabajo intelectual, del cual Francia, en su opinión, era la principal usina del mundo (Duhamel, “L´intelligence francaise”). Pero su principal preocupación era el “hambre de lo impreso” que afectaría la formación de las jóvenes generaciones de intelectuales, si el país no retomaba rápidamente la producción e impresión de libros (Duhamel “Le livre de notre destin”, 279).
La preocupación de Duhamel no distaba demasiado de la que llevó a André Gide, León Fargue, Henri Michaux y Adrienne Monnier a remitir a sus congéneres latinoamericanos un pedido de auxilio material para los escritores franceses. En respuesta a esto, en abril de 1946, Jules Supervielle y la escritora Giselda Zani encabezaron la creación del “Comité de Solidaridad con los Escritores Franceses”. Su objetivo era combatir el último peligro que enfrentaba Francia: el hambre de sus intelectuales, esto es, la “subalimentación” del pensamiento francés. La cruzada por los escritores franceses fue presentada como un acto de gratitud por parte de sus lectores uruguayos con la nación literaria, como tradicionalmente, fue percibida Francia. La solidaridad uruguaya ante el sufrimiento de “la Francia creadora” reunió ropa, alimentos y cigarrillos que fueron distribuidos a través de la librería de Monnier, La Maison des Amis des Livres.
En definitiva, el protagonismo de las representaciones del pathos de la nación francesa en el discurso de Les Cahiers Français se inscribe en los procesos propios de la mediación de la guerra y tiene relación con la necesidad de cohesión -a partir de una experiencia traumática- de una colectividad apartada del cuerpo de la nación. Debe entenderse, asimismo, como parte de la estrategia emocional de la amistad franco-uruguaya, motivada por la búsqueda de apoyo internacional a la causa de la liberación de Francia y la recuperación de su estatus en el orden mundial.
Conclusiones
A las puertas de la liberación de Francia, el General de Gaulle reconocía la labor de académicos, escritores, profesores, medios -como la radio y las revistas- y centros de enseñanza franceses en el extranjero como parte del ejército cultural que había ayudado a la nación librando las “batallas espirituales y morales” de la Resistencia (Gaulle 4). Entre ellos iba, sin duda, la acción desarrollada por Les Cahiers Français, una publicación discreta en un confín austral de América Latina.
Con este trabajo he buscado proponer un avance que ayude a la recuperación de esta rara avis, que ha permanecido dormida en el archivo hemerográfico uruguayo, y explorar su papel como medio y enclave francés transatlántico en un momento crucial del debilitamiento de la proyección internacional de Francia entre la primera y la segunda posguerra. La relevancia de los órganos de prensa y de los intelectuales ligados a instituciones culturales francesas para la producción de discursos “localizados” de propaganda durante la Segunda Guerra Mundial se comprueba en las dos estrategias emocionales empleadas por Les Cahiers Français (la narrativa de la cooperación heroica en tiempos de guerra y las representaciones del sufrimiento de Francia). A través de estas, la revista colaboró con el reforzamiento de la comunidad emocional franco-uruguaya y la defensa de los intereses de Francia amenazados por el conflicto mundial.
Tenuemente alumbrados por esta exploración de Les Cahiers Français, restan, a la espera de un análisis profundo y abarcador, asuntos como la complejidad del proceso político y afectivo de los franceses en el extranjero, sus redes intelectuales y funciones en la producción imagológica (la construcción cultural de los caracteres nacionales) durante la guerra.