Presentación1
En el nuevo milenio el vínculo de los jóvenes con la política ha constituido un tema de creciente relevancia y visibilidad en diversas agendas sociales -públicas, políticas y académicas-, en virtud de la ampliación de los sentidos y experiencias de la misma en un contexto global de intensas transformaciones, con rasgos singulares en Latinoamérica (Vommaro, 2015). Aparece entonces la necesidad de comprender estos procesos, estudiando situadamente las modalidades de formación de subjetividades, disposiciones y prácticas políticas juveniles, así como de producción socioestatal de la/s juventud/es (Vázquez, 2015). Particularmente en Argentina, a partir de la salida de la crisis del 2001 y dentro de un proceso más amplio de “rearticulación de la institucionalidad estatal” (Aguiló y Wahren, 2013: 2), la juventud fue adquiriendo un rol protagónico como sujeto político colectivo en la reconstrucción del país, reactivando sus movimientos y organizaciones. Hacia finales de la primera década, ello converge en la “consagración de la juventud como causa militante” por parte de los adultos (Vázquez, 2013) en todo el espectro partidario y en el marco de lo que históricamente caracterizamos como una última “invención de la juventud” (Kriger, 2014), promovida por el Estado mediante políticas públicas e interpelaciones diversas cuyo rasgo clave fue la reformulación jurídica y social de la figura del joven, y la institucionalización del vínculo entre juventud y política2.
Situados entonces en un contexto epocal de singular politización juvenil -en el que convergen las modalidades de construcción de los jóvenes desde abajo con la de la invención socioestatal desde arriba (Kriger, 2016)- en este artículo nos proponemos abordar aspectos subjetivos, referidos a la dimensión familiar, del vínculo que los jóvenes establecen con la política. Teniendo en cuenta que “la juventud” puede concebirse como un campo de luchas del que participan el Estado, la sociedad y los propios jóvenes de modo variable y desigual (Kriger, 2014); en nuestro abordaje hacemos énfasis en la pertenencia de clase social y en la escuela. Esta última ha sido históricamente un agente clave de formación de ciudadanos, que en el contexto de estudio aparece asimismo como espacio de encuentro con la política (Kriger y Said, 2016); que no solo transmite legados sociales que adoptan la forma de saberes, valores, identidades (Carretero, 2007), sino también herencias y linajes (Bourdieu, [1993 ] 2007), contribuyendo a la reproducción del orden social. En tal sentido, consideramos a las escuelas con sello de clases altas, privadas, costosas y elegidas cuidadosamente por los padres, como instituciones “aliadas” de esas familias, que contribuyen a una subjetivación política en esta clave.
En este trabajo buscamos mostrar y problematizar diversas modalidades en que la dimensión familiar -como construcción social, subjetiva como objetiva- (Bourdieu, 1994; Neufeld, 2000; Cerletti, 2010, 2014) puede intervenir decisivamente en el vínculo de los jóvenes con la política, específicamente en la formación de lo que - atentos a Bourdieu (1979)- llamamos “disposiciones políticas” (Dukuen, 2013, 2015; Kriger y Dukuen, 2012; 2014), ubicando nuestro estudio empírico en una escuela de clases altas de la Ciudad de Buenos Aires.
Nos preguntamos entonces: ¿De qué modo el/los relato/s familiar/es interviene/n en la relación de los hijos de las clases altas con la política, en su autopercepción como sujetos políticos, en sus disposiciones a participar, y en los sentidos que le atribuyen en virtud de su posición social? ¿Cómo se vincula esta dimensión familiar con la formación de subjetividades políticas específicas que los jóvenes reciben en la escuela de clases altas y en un contexto epocal de positivización de los significados de la política y de mayor politización juvenil (Kriger, 2016; Vázquez, 2015; Vommaro, 2015)? ¿De qué modo contribuye propiamente lo familiar a la legitimación y reconocimiento de la condición de clase y a la reasunción exitosa de su herencia por parte de los estudiantes/hijos, y cómo ello incide en su socialización política?
Antecedentes de la investigación
Desde la década de 1990, cuando se constituyó el campo de estudios de juventud a nivel global (Hahn, 1996; Coleman y Hendry, 2003) y regional (Chaves, 2009; Alvarado y Vommaro, 2010), gran parte del debate académico ha girado en torno a la relación con la política. En una primera etapa, con eje en la preocupación por la inclusión social de los jóvenes y su baja participación, postulando con amplio consenso su apatía y despolitización (Chaves, 2005; Sidicaro y Tenti-Fanfani, 1998). No obstante, se mostraron también prácticas alternativas que con diverso grado de politicidad emergían del campo de la cultura (Margulis, 1996; Reguillo, 2000), los movimientos sociales (Feixa, 2000) y los activismos territoriales (Vázquez y Vommaro, 2008). En una segunda etapa, que comenzó con el nuevo milenio, la tendencia se invirtió y el foco de los estudios se desplazó hacia la irrupción y politización de los jóvenes, marcada por el “encantamiento de lo público” (Aguilera, 2011), su mayor participación y su protagonismo en la protesta social (Vommaro, 2013). En relación con este viraje, los trabajos sobre participación juvenil se multiplicaron entre los 90 y la primera década del milenio (Vázquez, 2015), dando lugar a una vasta producción, en su mayor parte centrada en jóvenes participantes de movimientos sociales o militantes de partidos políticos y movimiento estudiantil, en especial en sectores populares y medios. A diferencia de ellos, en nuestra línea de investigación tomamos indistintamente a jóvenes que participan y que no participan directamente en política, poniendo el énfasis en analizar la relación con la política en diversas dimensiones y en un sentido ampliado. Así, indagamos la formación del pensamiento político (Kriger, 2010); las significaciones y valoraciones atribuidos a la política y lo político (Kriger, 2013; 2015; Kriger y Bruno, 2013; Kriger y Daiban, 2015); y también estudiamos la formación de disposiciones políticas (Kriger y Dukuen, 2012 y 2014, Dukuen, 2013; 2015; Dukuen y Kriger, 2016); en cuyo análisis nos centraremos en este artículo, con especial interés en su vínculo con la dimensión familiar.
Para ello, retomamos la noción de disposiciones políticas inspirándonos en las investigaciones de Bourdieu (1979), comprendiéndola como modos in-corporados de pensamiento y acción políticos que actúan como resortes “subjetivos” de las prácticas políticas, los cuales han sido formados en experiencias específicas de clase social, en las cuales intervienen espacios de socialización como la familia y la escuela. Destacamos que si bien la perspectiva de Bourdieu (1979) ha sido recuperada de forma crítica y creativa en las últimas dos décadas, tanto en investigaciones internacionales sobre prácticas culturales, clases sociales y distinción (Lamont, 1992; Bennett, Savage, Silva, Warde, Gayo-Cal y Wright, 2009) como en latinoamericanas sobre la relación entre juventud, capital cultural-escolar y participación (Dávila, Ghiardo y Medrano, 2006; Martínez, Villa y Seoane, 2009; Gayo, 2013), cuando nos dirigimos al vínculo entre jóvenes y política (en especial en el caso argentino) su presencia se vuelve marginal.
En nuestros estudios sobre jóvenes y política, como hallazgo de una investigación previa encontramos que los estudiantes de clases altas mostraban positivas valoraciones de la política y mayor disposición a la participación política futura que otras clases sociales (Kriger y Dukuen, 2012 y 2014), lo cual abría para ellos un horizonte de acción fundamentado en: a) un discurso de pertenencia e integración moral de clase (Bourdieu, 1977), donde se identifican (Brubaker y Cooper, 2001) como ciudadanos diferentes, es decir responsables, honestos, conscientes de su deber público (integrado al paradigma de “el bien común”) y de su lugar en la sociedad, anclado a su vez en una trayectoria educativa con apuesta a largo plazo en universidades privadas con las que la escuela a la que asisten tiene convenio; b) la propuesta de una reforma moral de los “otros”, “los pobres” (“hay que educarlos”), que aparecen como “necesitados” (Tiramonti y Ziegler, 2008), tanto material como simbólicamente, en los proyectos solidarios y filantrópicos de estas escuelas (Kriger y Dukuen, 2012 y 2014; Dukuen, 2015; Dukuen y Kriger, 2016). Además, en las vivencias biográficas de los jóvenes de clases altas entrevistados, el haber compartido junto a sus padres los cortes de ruta contra el gobierno kirchnerista en el marco del “conflicto del campo en el 2008”3 -el cual que tuvo un impacto en la construcción de antagonismos políticos en la sociedad (Zunino,2011)- conformó un hito generacional de clase y una experiencia clave de incorporación de disposiciones políticas (Kriger y Dukuen, 2012; 2014) que contribuyó a la conformación de una nueva derecha en Argentina (Vommaro y Morresi 2015), en contraposición al hito del “argentinazo” (Kriger, 2010) o el de la “la década ganada” (Saintout, 2013) para los de clases medias y populares.
En las entrevistas que jalonan la investigación actual que presentamos en este trabajo -con jóvenes que asisten a una institución educativa de clases altas, pero teniendo en cuenta la heterogeneidad que incorpora la existencia de becarias provenientes de otras clases sociales- la dimensión familiar de la socialización política (Fillieule, 2012), que ya se esbozaba en la investigación anterior, se conformó ahora como un genuino hallazgo. Ella irrumpió con fuerza y espontáneamente en los relatos de los entrevistados, mostrándose como un factor crucial para la incorporación vívida de disposiciones políticas. En ese sentido, en tanto “objeto” recurrente de las ciencias sociales, existen diversos trabajos clásicos (Radcliffe-Brown, 1974; Lévi-Strauss, 1969) e investigaciones recientes (Fonseca, 2007; Segalem, 2013 para una perspectiva internacional; Cerletti, 2014; Neufeld, Santillán y Cerletti, 2015 para una mirada local) que abordan la categoría “familia” desde distintas perspectivas disciplinares. Entre ellos, consideramos de mayor interés y pertinencia para el problema planteado los que poseen una impronta antropológica, particularmente el trabajo de Cerletti (2010) que recupera los aportes de Bourdieu (1994). Contra los supuestos biologizantes y universalizantes que suelen caracterizar a los discursos sobre “la familia”, Cerletti enfatiza que en los últimos años viene siendo considerada por las ciencias sociales como una construcción socio-histórica; por lo cual advierte contra el uso de la noción de sentido común (de familia) como categoría analítica, para evitar así el sesgo positivista. La pregunta antropológica giraría entonces en torno a los diferentes modos de construcción histórica, social y política de “las familias” y “lo familiar” en diferentes formaciones sociales. Del mismo modo, en nuestra investigación son las categorizaciones producidas desde el punto de vista nativo (por los propios jóvenes entrevistados) las que introdujeron ciertos “vínculos familiares” como rasgos claves de sus relaciones con “la política”. En pos de profundizar en esta vía, en este artículo ahondaremos en la génesis de las disposiciones políticas de los jóvenes, buscando comprender su vínculo con la dimensión familiar.
Condiciones metodológicas de la investigación.
En este artículo publicamos hallazgos parciales de una investigación más amplia sobre significaciones, disposiciones y experiencias de los jóvenes en torno a la política en Argentina, realizada entre los años 2014-16 entre estudiantes de ambos sexos, en cinco escuelas de diverso nivel socioeconómico de la Ciudad de Buenos Aires, La Plata y Conurbano bonaerense (N=321).
La misma constó de dos instancias, cuantitativa y cualitativa, siendo la primera un estudio descriptivo con diseño transversal, donde se aplicó a la totalidad de la muestra un cuestionario escrito individual autoadministrable de 30 ítems. La instancia cualitativa profundizó hallazgos de la etapa cuantitativa mediante un abordaje etnográfico (Guber, 2005), análisis de documentos institucionales, entrevistas individuales (26 distribuidas entre las diversas escuelas) y grupales (5, una por escuela), considerando la perspectiva de clase.
Para poder establecer la condición de clase de los estudiantes que componen la muestra, el análisis fue realizado a partir de criterios metodológicos inspirados en la perspectiva de Bourdieu para definir “clases sociales en el papel”4 (Bourdieu, 1979 y 1984). Dado que “las diferencias son más claras y en todo caso más visibles en materia de instrucción que en materia de ingresos” (Bourdieu, 1979: 128), y señalando además la imposibilidad de obtener datos de ingresos en el contexto de una encuesta realizada en colegios que excluyeron este tipo de preguntas, el criterio determinante refiere al capital cultural, captado a partir del relevamiento sobre el máximo nivel educativo del padre de los estudiantes en el marco del cuestionario señalado. Este criterio nos permitió ubicar a los alumnos de los colegios a partir de diferencias primarias relativas al volumen del capital cultural, y definir a grosso modo condiciones de clase. En estudios futuros esperamos establecer diferencias secundarias entre fracciones de clase, relativas a la estructura del capital, según el peso relativo-relacional del capital económico y cultural (Bourdieu, 1979), las cuales pueden condicionar modos diferenciales de configuración e incorporación de esquemas y disposiciones. Además, como criterios adicionales tuvimos en cuenta el barrio/comuna donde se ubica la institución y su condición público/privado. Cabe destacar que, en el caso de los colegios privados, tuvimos en cuenta el capital económico (la cuota) que exige cada colegio a las familias, criterio pertinente para establecer diferencias de clase frente a la imposibilidad de medir nivel de ingreso (Rodríguez Moyano, 2012). Finalmente, categorizamos a las escuelas como representantes-tipo de tres condiciones de clase, que se diferencian por el peso relativo del capital cultural, como se observa en el siguiente cuadro 5:
Cuadro Nº 1. Clase social por colegio según máximo nivel educativo del padre (N=321)

Fuente: Cuadro de elaboración propia a partir del cuestionario aplicado
En este artículo nos detendremos en hallazgos de la etapa cualitativa, presentando y analizando fragmentos selectos de entrevistas realizadas a estudiantes de quinto año de una de las escuelas de clases altas de la muestra: el Colegio T. El mismo se encuentra ubicado en la Comuna 13 de la Ciudad de Buenos Aires -caracterizada por una población de clase media alta y alta (Vommaro y Morresi, 2015)- y es la sede principal de una institución de tradición inglesa de enseñanza bilingüe y laica, con más de 50 años de trayectoria e incorporada al programa de bachillerato internacional, que abarca los tres niveles educativos. Asimismo, se trata de una institución donde, como en gran parte de otros colegios privados, no hay instancias de militancia política partidaria ni centro de estudiantes.
Las entrevistas se llevaron a cabo en 2015 a tres mujeres y un varón, de 17 años de edad, cuatro entrevistados en total, de los cuales tres pertenecen a las clases altas y una es becaria del colegio, con procedencia de clase media baja. La cantidad obedeció a un criterio específico que permite establecer un primer índice de la relación subjetiva de estos jóvenes con la política: ante nuestro llamado a realizar las entrevistas y a sabiendas de la temática de las mismas, fueron estos estudiantes quienes accedieron, exhibiendo el mayor interés en sentar posición sobre “la política”. Por lo tanto no se tomó un criterio de género, ni otro, sino el relativo al interés de los estudiantes, cuestión central dado que nos preguntamos por sus disposiciones políticas. Las entrevistas fueron semi-estructuradas, orales y en profundidad, realizadas siguiendo los lineamientos del método clínico-crítico piagetiano (Delval, 2006).
Cabe señalar que además de lo recabado en las entrevistas, la información socio-profesional familiar que los estudiantes brindan encuentra respaldo empírico no solo en el cuestionario realizado en la etapa cuantitativa, sino también en el trabajo de campo llevado a cabo en este Colegio durante 6 meses6. En esta instancia, se realizó “observación participante” en diferentes actividades curriculares: dictado de clases, reuniones del Consejo de convivencia, recreos, actos, etc., y más de 20 entrevistas semiestructuradas con docentes, preceptores, directivos y estudiantes. Se analizaron documentos institucionales (Currícula, Programas de materias, Proyecto Educativo Institucional-PEI) y la página web del colegio. Para salvaguardar la identidad de los entrevistados hemos cambiado sus nombres.
Hallazgos de la investigación: sobre las relaciones entre la dimensión familiar y la formación de disposiciones políticas
En este apartado analizaremos las entrevistas caso por caso, dado que nos interesa mostrar las diferentes formas en que se configura la relación especifica entre la dimensión familiar y la formación de disposiciones políticas en los jóvenes.
Camila
Comenzamos la entrevista con Camila preguntándole acerca del interés personal por la política. Ella expresa un real entusiasmo, que no proviene de una experiencia de pertenencia a partidos ni agrupaciones políticas y/o sociales, sino específicamente de sus vivencias cotidianas en el ámbito familiar. Al respecto, afirma:
Camila: A mí lo que me pasa es que desde muy chiquita escucho temas de política entonces es como que vos vivís escuchando algo y te interesa (...) Todo el tiempo se habla y es un tema (…). En toda mi familia desde siempre se habló mucho de política, de la justicia, y a mí me despertaron un sentido de política (…) La política es algo que la familia despierta, anima, es el motor; a mi me gusta la justicia, me gusta y la justicia es política. Yo quiero estudiar derecho pero, más allá de que mi papa sea abogado, me gusta porque yo en base a lo que voy escuchando, voy diciendo: “¡que ganas de hacer algo!”. Me surgen esas ganas de participar. “¡Qué ganas de defender, qué ganas de acabar un poco con esto!” ¿Entendés?... ¡Me gusta!
Para Camila la relación entre familia y política se plantea como natural: la familia la “despierta”, la “anima”, etc. Su argumento va estableciendo una serie de relaciones que van de la familia a la política, luego de la política a la justicia, y en seguida de la justicia como ideal, al derecho y a la profesión del padre (abogado), que ella “elige”. Este encadenamiento puede pensarse de acuerdo con la figura de la contigüidad metonímica (Jakobson, 1975), vale decir: como planteando una relación existencial entre ellas que hace que esa relación aparezca como necesaria, evidente o natural. A su vez, hay un crescendo en su enunciado, marcando un pasaje escalonado por instituciones tradicionales (familia, derecho, justicia), que van clivando crecientemente el interés de la joven por la política pero sin hacerla salir de los límites familiares.
En esta misma clave, es notoria la asimilación de la “política” a la profesión -el derecho- a través del legado familiar, de modo que el acceso a ella queda cimentado desde el padre. Todo esto nos indica que esas “ganas de hacer algo” que declama Camila están fundadas en la familia como motor del deseo, y expresan elocuentemente la illusio -término que designa la creencia y el interés específicos que cada campo o “juego social” propone (Bourdieu [1997 ]2003)- en este caso familiar. Ahora bien: lo singular del caso es que esas “ganas” pueden prescindir de su inmersión en “los juegos sociales” mundanos (op. cit), que para Bourdieu son las apuestas que se juegan en el mundo social excediendo el mundo familiar (como la política).
En suma: para Camila no es preciso trasponer el umbral ni salir afuera para encontrar la política, sino que es parte de la identidad y el prestigio endogámico. Podríamos pensar que el vínculo entre familia, profesión y política opera a favor del proyecto familiar -implícito pero imperativo- de perpetuar la posición social y asegurar un porvenir de clase. Esto se explicita en el reconocimiento de la profesión del padre como identidad y en la reasunción del legado, que -como señala Bourdieu ( [1993 ]2007)- al ser aceptado se vuelve herencia. Porque aunque Camila aclara que su elección va “más allá” del padre, el efecto que produce su énfasis en la familia como motor, es el contrario: afirma el “más acá” del padre. La posibilidad de que la familia “persevere en su ser”, su conatus7, depende precisamente en este caso de esta aceptación de la herencia, que alude finalmente el relevamiento e incorporación de las disposiciones (Bourdieu [1993 ]2007) especificas relativas al derecho y la política; es decir: encarnar vividamente el legado es asumir la herencia representada por el padre. Vale destacar el carácter masculino de la misma, ya que la entrevistada no menciona a la madre, ni siquiera al preguntarle por la participación política de sus padres (ambos), y si la del padre y el tío:
Camila: “Mi papá está bastante relacionado con la política porque es abogado, fue juez. Pero cuando él me enseña a mí, me presenta toda la realidad y yo a partir de eso puedo opinar de una forma libre. Yo noto que inconscientemente la gente cuando te habla te intenta manipular hacia su punto de vista; pero en mi familia no (…) Mi papá y mi tío son abogados; mi papá era juez antes (...) Pero eso solo, y no participó de ningún partido político. En la época de Menem iba a participar para ser diputado pero al final no se postuló. Fue abogado de un diputado…”
Vemos que Camila considera a la familia no solo el motor de su interés, sino un ámbito seguro donde se siente a salvo de ser “manipulada”, donde le otorga un rol preponderante al padre como aquel que “presenta toda la realidad”, y que la habilita a ella para que elija: de modo que él es el dador de la libertad y del mundo, que abre horizontes. Para ella la libertad de pensamiento es un valor estructurante -también central en el ideario liberal de la tradición de la escuela que ha elegido para ella su familia- que es amenazada por el mundo que está más allá del ámbito primario. Ahora bien: esta afirmación de la libertad de pensamiento como condición de autonomía -aún a costa de la clausura del mundo exterior- es dada a través de la legitimación (del padre) y la autolegitimación subjetiva (de ella, como heredera). Esto habilita a Camila para vivir como decisión propia el hecho de asumir, sin desgarros ni contradicciones, las disposiciones que fundamentan su interés en la política. De este modo, aquello que se hereda es vivido como lo que se elige libremente y no como una imposición; es decir: estamos ante un juego especular donde el agente elige la institución -la herencia familiar, el legado profesional y político- que a su vez lo elige y lo legítima (Bourdieu [1997 ]2003).
Paula
Al igual que Camila, nuestra segunda entrevistada, Paula, no participa en instancias políticas o sociales, y su interés por la política se asocia también a la profesión de abogado, basada en la errónea creencia de que este tipo de relación con el Derecho como una especie de competencia profesional estatutaria, es condición formal para asumir cargos políticos. Nuevamente entonces, vemos cómo el Derecho -no como corpus teórico sino como posición de saber que se instituye en una profesión ligada al poder y al prestigio social- legitima el interés por la política. La relación de necesidad e implicación entre trabajar en esto y hacer política se presenta así como autoevidente:
Paula -Pero sí, a mí desde chica me interesa la política, siempre me interesó. Yo quiero ser abogada, así que… es algo que me interesa un montón. Entrevistador-¿Crees que hay una relación muy fuerte entre el Derecho y la política? Paula- Me parece que es lo más cercano. Como que todos los que asumen tiene algún estudio previo como de Derecho, ser juez, ser abogado.
Sin embargo, en este caso el legado político familiar que nos trae Paula es más profundo que en el caso de Camila, ya que va hacia atrás en lo que se inviste con todos los rasgos del linaje (prestigio, liderazgo, protagonismo histórico) para ubicarse primero en el bisabuelo y luego en el abuelo:
Paula - Yo vengo de una familia donde mi bisabuelo era almirante y participó en la política. Y mi abuelo también, trabajaba para el PRO. Me interesa bastante la política hoy en día. Me parece interesante. Yo desde muy chica, porque yo viví con las historia desde mi abuela, que me contaba que mi bisabuelo era almirante y yo quedaba fascinada porque era como: ¡Guau! Tenía un abuelo que por lo menos, que se yo, era almirante naval! ¡Era como re guau! (…) No concuerdo con alguna de las cosas que hizo, porque participó en el golpe para derrocar a Perón… Pero si… es un claro ejemplo .O sea después el se arrepintió pero yo no estoy de acuerdo con lo que pensaba en ese momento. El golpe de Estado no sirve, nunca va a servir. Es lo que pienso yo, pero hay gente que no…
En las palabras de Paula la familia aparece como agente de socialización política, casi exclusivo, al que se agrega la admiración por una figura, el bisabuelo, que participó como protagonista de la Historia (con mayúscula) -lo cual genera su reconocimiento, admiración, que ella expresa con exclamaciones como “guau, re guau”-, y orgullo en la medida en que la inviste subjetivamente como miembro de un linaje, dotándola de un capital familiar histórico destacado. El relato sobre el bisabuelo almirante -al que valora como “claro ejemplo”- es interesante porque instituye una épica política en la forma, aunque no en el contenido. Ella no está de acuerdo con lo que hizo (derrocar a Perón, participar de un golpe de Estado), pero intenta rescatar a su bisabuelo señalando su arrepentimiento, y va deslizándose del desacuerdo a la indiferencia por vía de un supuesto pluralismo. Cuando dice que el golpe “nunca va a servir” es categórica, pero en la forma del impersonal, sin calificar ni impugnar al actor (el bisabuelo); y finalmente “el golpe” aparece como integrado, como si fuera una diferencia más a respetar dentro del mismo juego democrático (“es lo que pienso yo, pero hay gente que no”) y no como una acción que rompe el tablero (“el golpe”). En la misma línea nos hace saber acerca del desacuerdo político entre su abuelo y su abuela, enfatizando la vocación familiar de tolerancia y convivencia, y explicitando que aún así “los ideales” co-existen y están presentes:
Paula -Mi abuelo trabajaba con el PRO. Crecí con ideales... mi abuela es kirchnerista. Se pelean a veces, pero sí. Sí, sí, se habla de política. Más que nada en la mesa familiar, se habla. Que mi papá se alía con mi abuelo y se pelea con mi abuela. Es así. Mi mamá la defiende a mi abuela. La mesa familiar, sobre todo…! Yo trato de no meterme…pero hay veces que defiendo más a mi abuelo que a mi abuela. Yo creo que los ideales me gusta más el PRO que el kirchnerismo. O sea tiene cosas buenas el kirchnerismo, pero el PRO me parece que es… (…) Ya tener a mis abuelos, así… yo crecí en mi casa con muchos ideales mezclados por eso tengo una opinión bastante… me la formé yo sola, no me la formaron a mí. Con todas las ideas que me tiraron.
Es interesante como Paula alude a la “mezcla de ideales” de sus abuelos y a la toma de partido de los padres en relación con cada uno, todo eso formando parte de “la mesa familiar”. Hay una suerte de trasposición de la matriz del crisol de razas al “crisol político”, como celebrando nuevamente la forma (la fusión) sobre el contenido (la diferencia), y el interés aparece remarcado en tanto illusio que expresa la incorporación especifica de disposiciones políticas en Paula.
Nuevamente en este caso se destaca como virtud familiar la autonomía del pensamiento (el “formarse sola”), como en el caso anterior, donde se ofrecía allí el menú completo, la “total realidad” para elegir libremente. En la mesa familiar de Paula parece que se presentan todas las opciones y ella cree que puede conquistar la autonomía, formar su opinión, sin necesidad de salir de casa. Ello no es vivido como clausura sino como totalidad, como si el proceso de autoafirmación pudiera prescindir e incluso evitar el mundo externo. La política se vuelve legado y se acepta como herencia a través la identificación con las profesiones y posición políticas masculinas (el bisabuelo y el abuelo), siguiendo el linaje paterno como el espacio legítimo de la política (nuevamente las mujeres quedan como figuras con la cuales no identificarse).
Ante la pregunta sobre si sus padres participaron en política responde: “Mis papás no, mis papas son médicos”. Otra vez aparece la identificación de la política con la profesión por la negativa (los médicos no participarían en política, sí los abogados), como si no existiera una participación en el mundo social que pueda ir más allá de lo laboral. De modo que el vínculo con la política no viene del padre, sino de más lejos, como un linaje que ella podría atesorar o redescubrir, en la figura del bisabuelo y en menor medida en el abuelo.
Sí, en cambio, se le confiere al padre un interés en la política que él le transmite y ella incorpora desde “muy chica”, pero más que una herencia se trata aquí de la asunción de disposiciones en un habitus primario, en este caso familiar (Bourdieu [1997 ]2003), donde la política no implica una relación directa con el mundo social sino mediatizada a través de la televisión y de un canal de tv que integra la disputa política con un fuerte mensaje opositor al gobierno kirchnerista:
Paula - Mi papá es interesado en la política y yo crecí viendo TN8, yo prendía TN sola cuando era chica y miraba las noticias (…). Y mi papá tiene una opinión bastante fuerte, sobre todo con este gobierno.
Es interesante cómo la política, aún desde una posición que incorpora pasiones (“opinión bastante fuerte”), no interpela a salir al mundo social. Notablemente Paula recuerda su participación activa (“toqué la cacerola”) en acontecimientos callejeros como manifestaciones y protestas desde el living y sin haber salido de su casa:
Entrevistador - ¿Fuiste alguna vez a una marcha o manifestación? Paula -Sí, toqué la cacerola, una vez. En el cacerolazo, cuando era muy chica… no me acuerdo qué era. En ese momento no tenía idea por qué estábamos protestando, y después mi papá me contó por qué y la verdad que no me parece que ayude en algo. Entrevistador -¿Tus papás tocaban la cacerola? Paula -No, mis papás estaban viendo la televisión. O sea: mi papá me acuerdo que se quería ir a una marcha y mi mamá no lo dejó. Y me dio la cacerola, y después me explicó por qué. Me acuerdo que me sentaron los dos (…) No les gusta que haga cosas sin que me expliquen; yo la verdad que todo lo que hago, lo hago por mi cuenta. No tengo influencia, o sea tengo influencia de mis papás, pero no forman mis ideales.
En este fragmento observamos varias cuestiones importantes que se agregan a lo señalado anteriormente: el deseo del padre de ir a la marcha, el cual es frenado por la madre -luego dice que por temor a la violencia- incorpora a esta concepción de la política clausurada en la privacidad familiar, una justificación que refiere justamente al carácter amenazante del afuera. La madre aparece ejerciendo el cuidado y luego habilitándole a ella una experiencia singular, que parece una parodia de la participación política y se asemeja más al juego infantil que a la protesta social: ella toca la cacerola en su casa y recibe la explicación de sus padres sobre lo que está haciendo, confiriéndole un sentido serio, adulto. Le explican para que “haga cosas” con conciencia y “sin influencias” (peligrosas, de afuera, de otros). Y aunque admite que tiene las influencias de sus padres, estas no son percibidas por ella como peligrosas para la formación de su autonomía, ni como coartando su libertad (“no forman mis ideales”).
Como vemos luego, Paula misma ya siendo joven adopta este modelo, tanto ante algún deseo de salir que no se transforma en decisión, como en el padre, como con el miedo de la madre que se magnifica a medida que lo que está afuera, el mundo exterior, se va abriendo y volviendo ajeno al mundo familiar:
Paula -Quería ir a la marcha de Nisman9 pero estaba lloviendo y me dio fiaca, y no fui (…) Como que las marchas, no necesariamente las marchas masivas (8N), como que hay marchas de gente que cortan la calle que se pueden volver violentas y a mí me asusta que en esa situación se empiece como a violentar y venga la policía a reprimir. Eso me aterra a mí.
Con “marchas masivas” Paula se refiere al 8N, movilización realizada el 8 de noviembre de 2012 contra al gobierno de Cristina Kirchner, convocada ampliamente desde los medios masivos y la oposición como marcha de la ciudadanía sin banderas, y en el cual se adoptó el cacerolazo como forma de protesta. Es interesante notar que en el pasaje de “las marchas masivas”, que todavía aluden a una escena legible y cercana para ella, a la imagen de la “gente que cortan (sic) la calle”, se representa a la ininteligibilidad de la multitud (plural) y la amenaza de la violencia del mundo social, que “la asusta” y termina por “aterrarla” casi en la misma frase.
Pedro.
Nuestro tercer entrevistado, Pedro, se muestra diferente desde el comienzo, ya que a él no le interesa la política, pero sí sentar su posición sobre ella. En efecto, cuando le preguntamos por la relación entre su familia y la política, responde:
Pedro -Por suerte tengo una familia bastante apartada de la política. Por el lado de mi papá sí, siempre de política (…) Simplemente a mi no me interesa, no le doy bola y si se pone a hablar me voy porque no me interesa (…) Nunca debato nada de lo que sería la política con ellos, y mi mamá esta totalmente desconectada, así que…
Hay una ambivalencia en la respuesta de Pedro que merece ser destacada: aunque (“por suerte”) la familia está apartada de la política (del lado de la madre), el padre no (“siempre de política"), generando su rechazo. En cuanto a la participación de los padres en política responde identificando a esta última con la profesión de abogado, como en el primer caso analizado: “Mi papá estudio derecho dos años y se cambió a psicólogo social”. También se insinúa en el primer fragmento una diferenciación entre estar vinculado a la política y “ponerse a hablar sobre ella”, lo cual genera en él un rechazo que se confunde con el rechazo al padre:
Pedro - Porque no me interesa. Me parece frustrante la idea de entrar a mi casa a las 10 de la noche y ver que el señor está sentado viendo el noticiero… Sí, me molesta un poco. Me parece triste.
Pedro se diferencia de su padre y critica con desdén su actitud frente a la realidad: “estar sentado viendo el noticiero” es para él frustrante y triste, más allá de la hostilidad que expresa en el vínculo, porque remite a la impotencia de mirar las cosas sin participar en ellas, de ver sin actuar (solo “se pone a hablar”). Sin embargo, a lo largo de la entrevista pudimos notar que su impugnación y sus desinterés inicial estaban dirigidos a la política formal, a la institucionalidad y el status quo (el padre en primer lugar, acaso representante), pero precisamente por eso su mirada y su discurso poseen una alta carga de politicidad. Tomando en cuenta la diferencia entre “la política” y “lo político” (Lefort, 1992) y considerando que son dos fuerzas que al entrar en juego producen la dinámica de la historia (Kriger, 2016) -pero que precisamente se distancian en las concepciones antipolíticas de tipo contrademocrático (Rosanvallon, 2006) propias de la sociedades contemporáneas- Pedro expresa en una clave adolescente el espíritu de las ciudadanías regidas por un ideal de “democracia de rechazo” y no “de proyecto” (op.cit.). Por otro lado, desde una perspectiva bourdeana, este caso ilustra el supuesto de que las disposiciones políticas no implican necesariamente una conciencia explicita de ellas por parte del agente, y que podemos encontrarlas en quienes dicen no sentirse políticos. Así, al preguntarle por su opinión sobre la política, su respuesta no es propiamente la de un desinteresado sino la de alguien activamente crítico a quien sí le interesa “lo político”, y como podemos inferir de lo que sigue, que se implica también con sus emociones:
Pedro -Simplemente no me interesa porque me parece que es una completa mentira, llena de corrupción y creada totalmente por gente que siente que es un sistema como para gobernar algo, así, un mandatario; pero no, me parece que es falso (…) Yo no estoy de acuerdo con que haya gente que nazca acá adentro siendo esclava del capitalismo, y criada por unos padres que simplemente tienen esa idea porque nacieron en lo mismo y tengan la idea de mandarte al mismo colegio, terminar el colegio, hacerte estudiar, trabajar, tener una familia, y que siempre sea lo mismo, no? Y seguir en la red de mentiras…
Como vemos, la crítica se desplaza desde lo social a lo familiar, inversamente a los casos anteriores, donde el legado era aceptado y convertido en herencia. Aquí hay un rechazo del mundo primario y su anhelo es justamente salir de “acá dentro”, ser libre y no “esclavo del capitalismo”, que es también -o mejor dicho ante todo y sobre todo- lo que representa el padre, la familia, el linaje: una “red de mentiras”. De modo que Pedro rechaza la política en tanto reproducción del linaje por las inmersiones e inversiones familiares en el juego social (“unos padres que simplemente tienen esa idea porque nacieron en lo mismo y tengan la idea de mandarte al mismo colegio, terminar el colegio, hacerte estudiar, trabajar, tener una familia”); porque para él las prácticas familiares son engranajes en la reproducción de esa “red de mentiras”. Así es que Pedro se abre a “lo político” justamente desde este cuestionamiento radical de “la política”, o sea: de lo instituido en el sistema capitalista (como dice él).
Julieta.
Esta última entrevista corresponde a una joven proveniente de una familia de clases medias bajas. A diferencia de los otros tres entrevistados, que son hijos de profesionales y asisten a este colegio desde la escuela primaria, Julieta es becaria del colegio. Sus padres son inmigrantes paraguayos de primera generación y no terminaron el secundario; el padre es comerciante y la madre es mucama de un hotel. Julieta cursó la escuela primaria en una institución pública, en séptimo grado se presentó al examen de ingreso para un prestigioso colegio secundario público bilingüe de la ciudad, pero no entró por dos puntos. En ese momento otro colegio secundario similar pero privado estaba ofreciendo becas, a una de las cuales accedió. Realizó sus estudios secundarios allí hasta tercer año, dado que el colegio cerró, pero el director le consiguió una beca en la escuela donde hicimos esta investigación, a la cual asiste desde cuarto año.
El caso de Julieta opera como un analizador de las diferencias y desigualdades de clase social, y nos brinda la posibilidad de contrastar con los otros casos aspectos significativos de los procesos de formación de disposiciones políticas; especialmente porque ella comparte con los demás entrevistados el mismo espacio de socialización escolar aunque viviéndolo desde una condición y trayectoria de clase social familiar totalmente diferente. Así comienza la entrevista:
Entrevistador -¿Qué opinas de la política? Julieta- Bueno, yo soy de izquierda.
Casi provocativamente, y a diferencia de los demás entrevistados, Julieta no responde qué opina de la política sino quién es ella, cuál es su identidad política (el “bueno” viene a amortiguar el efecto en una escuela donde “ser de izquierda” es la excepción). Le pedimos entonces que nos cuente qué significa “ser de izquierda”:
Julieta- Ser de izquierda significa… bueno, por lo que me vengo imaginando por los chicos que hablo por el curso, ideas un poco más igualitarias para todos (…) Yo apunto más para el sector popular, no tanto a lo cerrado. Y si… eso pienso, que hay que ser igualitario para todos, que quiero algo más justo. Eso.
Podemos ver que Julieta construye su identidad en gran medida por oposición a sus compañeros (“los chicos que hablo en el curso”). A diferencia de ellos, ella quiere algo “más” igualitario e inclusivo (“para todos”): no apunta a los que están adentro del curso, los de esta clase social (“lo cerrado”) sino a los que están afuera (al “sector popular”). Quiere igualdad y no solo “justicia” sino “algo más justo”, que implícitamente refiere a la necesidad de mejorar y transformar. De modo que si la “justicia” puede aludir a lo legal, “lo justo” - y más aún “lo más justo”- apunta ya a lo ético, e incluso al ethos político; lo cual está muy lejos de la referencia al Derecho o a una profesión como en los casos anteriores. Cuando le preguntamos por su participación política ella responde:
Julieta- Sí, participo. Estoy, bah no sé si estoy, pero me interesa ir a reuniones, por ejemplo una amiga está en Seamos libres, la de Pablo Ferreyra, y siempre me invita y yo siempre voy, porque es re divertido a mi me re divierte estar con todos, hay música y todo eso, voy. Sí, sí, me siento re a gusto.
La entrevista con Julieta es la única donde la participación política refiere a lo social, fuera de la casa, y a lo juvenil. La amistad, la diversión, el sentirse a gusto, parecen parte importante de la experiencia de salida al mundo y de su interés por crecer y conocer/ser recibida en nuevos espacios. Parafraseando a Derrida (2006), esto nos refiere a una concepción de la política orientada por la hospitalidad (en el encuentro con sus pares), en comparación con la regida por la hostilidad que encontramos en otros casos (en el miedo o terror a salir, a la violencia, al enfrentamiento). En suma: ella no concibe la política solo como algo racional ni intelectual sino también como experiencia corporal, que se comparte y no es “individual” sino colectiva, que no es triste o peligrosa sino acogedora y divertida. Ello nos lleva a preguntarle cómo se siente, en cambio, entre sus otros compañeros, los de la escuela:
Julieta- Respetada, pero a veces cuando se ponen a… bah, para mí, para ellos será importante, pero discuten temas a veces que no me interesan, y, y, yo sé que si les discuto… Somos tan diferentes que…. Por ejemplo para debatir hay que tomar un punto de encuentro, tenemos que llegar a algo. Y así no se puede llegar a nada. Entrevistador- ¿Cuando vos decís que hablan de temas que no te interesan, por ejemplo cuáles son? Julieta- El dólar, que se yo. Cuando hay inflación. A ver… yo no… no estoy con dólares, no me voy a de vacaciones a…. Estados Unidos. Entonces no me interesa. Cuando empiezan a hablar de eso, ya…
En este fragmento se aprecia muy bien el modo en que ella vive y se posiciona frente a la diferencia de clase. Hay una clara conciencia de ello, que define para Julieta no solo una posición de origen sino los propios intereses, los lugares a los que se puede llegar desde un “punto de encuentro”, que se reducen notablemente por su diferentes experiencias familiares y de vida. Sin embargo al decir “cuando empiezan a hablar de eso” da la pauta que hay otra cosas en las que sí puede encontrar puntos en común, y que teniendo en cuenta estas limitaciones, logra igual una buena experiencia escolar y se siente agradecida a la escuela por su beca. Julieta deja en claro que está cómoda y que lo pasa bien. Veamos entonces qué pasa en su familia cuando le preguntamos si hablan de política:
Julieta -Con mis papás no tanto, porque ellos no son de acá. Vinieron de Paraguay cuando eran más chicos. Y entonces es como que no saben bien… saben por ejemplo temas más generales, por ejemplo lo del 2001 si lo saben porque lo vivieron. Después, cambios de presidente, si, saben cuáles son, pero no, no se interesan tanto. Con mi hermana si hablamos un poco, pero mi hermana es más chica, entonces. Entrevistador -¿Tus padres participaron en política? Julieta -Mis papás no participaron, en realidad casi no saben de política no están interesados. No, nada, nada.
Queda claro que los padres no pertenecen al mundo de la política; el hecho de ser extranjeros los coloca en un lugar ajeno, pero ella destaca e insiste en que “no saben”, no pueden enseñarle. Y si algunas experiencias tuvieron, aún así no les interesa. No tienen para transmitirle ni saber ni interés; la política está afuera, pero cuando sale, relata que sus padres la cuidan, que su mamá -igual que la de Paula, pero desde otro lugar- “se asusta de lo que haga un policía, no le tiene mucha confianza a la policía”.
Finalmente, queremos saber cómo vive Julieta esta salida de lo familiar en relación con el origen y la posición de sus padres, ya que circula por mundos que no fueron legados por ellos y a los que ellos mismos no pudieron ni pueden acceder (como el del colegio), sobre los cuales no saben ni se interesan (como la política). Respecto del primero relata:
Julieta- Siempre tengo en cuenta por ejemplo, que mi mamá decía: “termina por favor, estudia otra cosa”, y… además me gusta estudiar, no es que lo hago por compromiso.
Es decir: la madre la empuja a salir afuera, y ella acepta “con gusto” (por segunda vez usa el término en la entrevista, indicando que se siente contenta de lo que le sucede) el desafío, no tiene herencia que asumir más que esta: un horizonte abierto.
Julieta- Me gusta pensar la idea de que en mi familia no sé si vamos a estar mejor, porque por ahí yo no consigo trabajo, pero por ahí darles algo de tranquilidad, qué sé yo. De decir: bueno, yo terminé y estoy trabajando con un trabajo - no digno, porque los dos son dignos, todos los trabajos son dignos- pero sino uno con una formación. Eso.
Vemos que para ella el deseo de progreso no es individual, y no lo piensa como ascenso social sino como una búsqueda de bienestar para toda la familia; además, no para cambiar de identidad mediante el ascenso social, sino para seguir siendo ella y con su familia. En este sentido hay una insistencia en el reconocimiento de lo que sus padres son -y por eso subraya que todos los trabajos son dignos (“los dos son dignos”). En cuanto al “estar mejor” -asumiendo la expectativa familiar de que ella tenga un trabajo “con una formación”- Julieta no ve su mejor futuro laboral asegurado sino como posible, ni tampoco como algo que la colocará por encima de sus padres, y ni siquiera como superación individual, sino como una realización familiar que ella encarna. Asimismo, sabe que el trabajo no viene dado con su beca, y puede no conseguir trabajo, de modo que sigue asumiendo su posición y sus implicancias; y en ese equilibrado balance sus disposiciones políticas se constituyen en virtud de una posibilidad de mejorar pero no de cambiar (en el sentido de ser otra), de modo tal que no hay traición a su origen. Si logra un trabajo mejor, estará tomando a modo de herencia el esfuerzo de su familia (una herencia intangible):
Julieta -Es que mi mamá siempre me dice, mi papá también, me dice, “vos tenés que conseguir algo más, aspirá a algo más en la vida”.
Conclusiones. La formación de disposiciones políticas: entre heredar, contrarrestar o contrariar el legado familiar.
Al comenzar este artículo nos preguntamos por la intervención de la dimensión familiar en la formación de disposiciones políticas. Tomando como base un estudio más amplio, hemos presentado cuatro entrevistas que nos permitieron realizar un análisis comprensivo, con un horizonte heurístico y sin pretensión de generalización. Ello nos permitió observar cómo las historias familiares pueden vincularse de diferentes modos con la formación de disposiciones políticas entre los jóvenes, con los sentidos que les atribuyen a la política, y con los modos de reconocerse y/o legitimarse en relación con su legado familiar. Al interpretar los hallazgos del análisis, nos hemos inspirado en una clasificación bourdeana ( [1993 ]2007) para proponer tres formas específicas de configuración de estas relaciones: los que heredan, los que contrarrestan y los que contrarían el legado familiar.
En las primeras dos entrevistas, las de Camila y Paula, la reasunción de las historias familiares aparecen en su forma feliz (sin “desgarros”) y significativamente ligadas a los hombres de la familia y a profesiones prestigiosas y cercanas al poder (abogado/juez y almirante); una incorporando al padre y al tío, y otra al bisabuelo. Así, el interés en la política se muestra como un legado a un mismo tiempo cultural, social y económico que se vuelve parte de la herencia masculina a continuar (dixit Bourdieu, “nobleza obliga”). Junto con la profesión que legitima ese interés -o sea: el Derecho como determinante para hacer política- coagulan vívidamente en el conatus de una identidad familiar y una posición de clase intergeneracional. Camila y Paula son así herederas que se reconocen como aquellas que “están socialmente designadas como competentes, como quienes tienen el derecho a la política, que es al mismo tiempo un deber” (Bourdieu [1980 ] 1990:256-257), si bien no se muestra como tal sino como libremente elegido.
La entrevista de Pedro nos lleva por otro camino: él expresa un rechazo visceral a “la política” y un “desinterés” que, sin embargo, se revela luego como una crítica contra el “sistema”, propia de quien tiene pensamiento político. Por esta razón ligamos su posición a “lo político”, contra “la política”, pero no fuera de ella. Lo interesante de sus expresiones es que atacan las prácticas familiares de socialización contrarrestando el legado familiar, lo cual se ve con claridad en cómo le irrita la posición del padre (al que irónicamente llama “el señor”). Este caso nos muestra cómo a veces lo familiar puede actuar por la negativa, es decir: como algo a contrarrestar, pero que justamente por eso contribuye a la formación de disposiciones políticas, aunque no se reconozcan como tales.
Finalmente, en la entrevista de Julieta nos encontramos con otra configuración de la relación entre la dimensión familiar y la formación de disposiciones políticas, que es propia de una pertenencia de clase distinta y que entonces -por contraste- destaca algunos de los rasgos más propios de las clases altas. Pero si el descubrimiento de la política, el interés marcado y la identidad “de izquierda” no son fenómenos que vienen desde adentro de la familia sino “externos”, y que no refieren a lo individual sino a lo colectivo; es porque a Julieta -como resultado de su trayectoria de clase y su historia familiar- le sucede con la política lo opuesto que a las “herederas”. Es decir: lo que en otros casos es dado por la familia, en el suyo es una conquista para la familia.
En la relación de Julieta con la política, tanto la escuela como el partido político funcionan como espacios donde se aprenden disposiciones que contrarían la vida familiar: no hay profesión, ni ideales, ni historias o posiciones familiares que legitimen su interés en la política. En ese punto no hay legado familiar que reasumir, no hay potencial herencia, salvo el esfuerzo de los padres. Y sin embargo, esto no ocurre tristemente -como sugiere la idea de una trayectoria “desgarrada”- sino que es deseado tanto por ella como por sus padres, que no quieren que la hija continúe con el legado, sino que lo supere (e incluso lo quiebre): que “aspire a algo más en la vida”.
A partir de este caso, como hipótesis a profundizar, sugerimos que transitar simultáneamente socializaciones heterogéneas no lineales (familia, escuela, partido), donde circulan agentes y experiencias de otras clases sociales diferentes a las del propio origen, produce disposiciones contradictorias entre sí. Y que los habitus escindidos -que no siempre ni necesariamente son efectivamente desgarrados (Bourdieu [1993 ] 2007; [1997 ]2003 cf. Dukuen, en prensa)- bien pueden proveer lucidez para comprender la desigualdad, como sucede con Julieta.
Otro punto interesante surgido en este trabajo, espontáneamente, a partir de las narrativas de los propios jóvenes, refiere al carácter hegemónicamente masculino que asume la herencia cultural y política -y no solo la económica- entre nuestros tres entrevistados de clase alta, e -inversamente- la presencia nodal de la figura materna en el caso de la joven becaria de clase media baja. Creemos necesario seguir indagando esta cuestión, que coincide con otras percepciones y estudios (Segato, 2013; Elizalde, 2015) referidos al carácter masculino que adoptan los poderes dominantes en nuestras sociedades (Bourdieu, 1998).
En suma, creemos que el principal hallazgo de nuestro estudio consiste en llamar la atención sobre las diferentes relaciones posibles entre la política y la dimensión familiar, mostrando en los casos analizados que las disposiciones políticas están signadas por la clase social aunque no de un modo homogéneo, sino con variaciones singulares acordes a las trayectorias e historias familiares. Finalmente, hacemos un aporte al estudio específico de la formación de disposiciones políticas, al analizar tales trayectorias en relación con la herencia (cultural y económica), tomando las categorías inspiradas en Bourdieu ( [1993 ] 2007) relativas a aceptar heredar, contrarrestar o contrariar el legado. Esperamos que ello abra un camino para seguir construyendo nuevas categorías de asunción del linaje, con foco en el reconocimiento de lo familiar en la construcción de la propia identidad social y política de los jóvenes.