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versão On-line ISSN 0718-2236
Ultima décad. vol.19 no.35 Santiago dez. 2011
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-22362011000200009
Última Década, 35, 2011:195-220
IDENTIDADES JUVENILES
Jóvenes secundarios de hoy: estudio sobre su visión de la sociedad desde los conceptos de Anomia y Alienación Psicosocial*
Jovens secundários de hoje: estudo sobre sua visão da sociedade a partir dos conceitos de Anomia e Alienação Psicossocial
Alienated youth of today: a study on the vision of the society from the concept of the Psychosocial and Alienation
Soledad Ruiz,** Alejandro Reinoso,*** Rodrigo Asún,**** Roberto Aceituno,**** Ana María Ugarte**** y Álvaro Jiménez****
** Departamento de Psicología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Correo electrónico: marruiz@uchile.cl.
*** Escuela de Psicología, Pontificia Universidad Católica de Chile.
**** Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile, Santiago, Chile.
Dirección para Correspondencia
RESUMEN
El presente estudio se preguntó por la integración social de los jóvenes, en este caso, a través de los conceptos de alienación y anomia psicosocial, abordando tanto la condición normativa que plantea el mundo social, en sus aspectos objetivos e institucionalizados y en sus aspectos subjetivos, como la relación del individuo respecto a «los otros» y al «otro» en su dimensión más abstracta. Se realizaron catorce entrevistas en profundidad a jóvenes escolarizados de distintos sexos y niveles socioeconómicos. Los resultados están constituidos por cinco discursos juveniles que permiten discutir las actuales condiciones de individualización y la relación imaginaria de los jóvenes con lo público y lo social.
Palabras clave: jóvenes secundarios, alienación, anomia psicosocial
RESUMO
O presente estudo indaga sobre a integração social dos jovens, neste caso, a partir dos conceitos de alienação e anomia psicossocial, abordando tanto a condição normativa que enfoca o mundo social, em seus aspectos objetivos e institucionalizados, e em seus aspectos subjetivos, como a relação do individuo quanto «aos outros» e ao «outro» em sua dimensão mais abstrata. Foram realizadas 14 entrevistas em profundidade com jovens escolarizados de distintos sexos e níveis socioeconômicos. Os resultados estão estruturados em 5 discursos juvenis que permitem discutir as atuais condições de individualização e a relação imaginária dos jovens como público e com o social.
Palavras chave: jovens secundários, alienação, anomia psicossocial
ABSTRACT
The present study is about the social integration of young people, in this case, through the concepts of alienation and psychosocial anomie, addressing the normative condition posed by the social world, in objective, institutionalized and subjective aspects such as the relationship of the individual with respect to «the others» and the «other» in a more abstract dimension. Fourteen interviews were conducted in-depth with school youth of different sexes and income levels. The results will consist of five discourses that enable youth to discuss the current conditions of individualization and the imaginary relationship of youth publicly and socially.
Key words: alienated youth, alienation, psychosocial anomie
1. Introducción
El presente estudio recoge la tradición de investigación sobre juventud existente en Chile, y su pregunta por la integración social de los jóvenes, en este caso, a través de los conceptos de alienación y anomia psicosocial. Dichas nociones han servido de referentes teóricos para caracterizar los procesos de integración y/o exclusión social, bajo el supuesto de que a través de tales fenómenos se expresan, por una parte, las condiciones que la sociedad ofrece a los sujetos para su desarrollo y, por otra, la percepción que éstos tienen respecto a la organización (o desorganización) social y normativa que dichas condiciones les plantean.
A partir de estos dos conceptos se abordó tanto la condición normativa que plantea el mundo social, en sus aspectos objetivos e institucionalizados (reglas claras de participación o de exclusión social, oportunidades de acceso a beneficios sociales, etcétera) y en sus aspectos subjetivos (percepción de estabilidad del mundo social, de normas que regulan interacciones, etcétera), como la relación del individuo respecto a «los otros» (proximidad, extrañamiento, confianza/desconfianza, etcétera).
Esta última dimensión, la relación con el «otro», específicamente en su manifestación abstracta, adquiere especial importancia en el reporte de resultados cualitativos que se presentan en este artículo. En otras palabras, la relación de los jóvenes con lo social; es decir, con aquello que es comúnmente compartido de forma impersonal y anónima (Castoriadis, 1986), se presenta como una problemática en tanto es una dimensión poco integrada en el discurso, de difícil enunciación.
En este sentido, los resultados de este estudio se hacen eco de la línea de investigación sobre juventud, en particular, y sobre la sociedad chilena, en general, que ha reflexionado y problematizado las condiciones de individualización actualmente existentes en nuestro país (Aguilera, 2009).
2. Antecedentes teórico-empíricos: la investigación sobre juventud en Chile y los conceptos de anomia y alienación psicosocial
Los estudios en juventud comienzan a ser sistemáticos en Chile en los años 80 (Aguilera, 2009), adquiriendo fuerza paralelamente al surgimiento de las protestas contra el régimen militar, en las cuales participaron especialmente jóvenes populares. Precisamente, sobre éste segmento de jóvenes versa la investigación en dicho período, tomando como foco el intento de explicar su involucramiento en las movilizaciones políticas. Uno de los enfoques más citados para explicar su comportamiento apeló a la anomia social a través de la propuesta de Valenzuela (1984). El autor planteó que estos jóvenes desarrollaban conductas violentas, producto de las aceleradas transformaciones modernizadoras impulsadas por la dictadura, cuyo resultado era una crisis generalizada de identidad cultural.
El presente trabajo retoma en algún sentido la hipótesis de Valenzuela, en tanto se basa en los conceptos de anomia y alienación psicosocial de inspiración Durkheimniana, y en las derivaciones de dicha teoría propuestas por el pnud.
Para explicar este vínculo, y el énfasis dado a los conceptos de anomia y alienación, se hace necesaria una breve revisión teórica.
El concepto anomia fue introducido por primera vez de manera sistemática en la tradición sociológica por Emile Durkheim, refiriéndose con él a una situación social en la que no hay un orden normativo compartido por la mayoría de los miembros de una sociedad, de modo que los intereses particulares no logran vincularse a un interés general.
Según Girola (2005), el concepto de anomia apareció en El suicidio (1897/1987) y se referiría a que en el marco de transformaciones súbitas, la sociedad dejaría de imponer límites a las pasiones y aspiraciones de los individuos. De este modo, la anomia pasaría a ser, no ya la falta de normas y reglas, —como en su obra La división del trabajo social (1893/1982)—, sino la falta de las normas vigentes en la vida cotidiana de la gente, otorgándole un sentido con énfasis subjetivo.
Esta acepción del concepto es la que rescata la noción psicosocial de la anomia (MacIver, 1950; Riesman, Glazer & Denney, 1964), que alude al estado mental en que el sentido de cohesión social de los individuos está debilitado. De esto se desprende lo que posteriormente Rosner (1974) señaló como uno de los rasgos de ese estado psicológico, a saber, la imposibilidad de los individuos de prever las reacciones y conductas de sus semejantes, dada la falta de códigos compartidos. Siguiendo a Srole (1956), esto sería acompañado de una percepción del entorno —y una autopercepción— como desintegrado y una falta de involucramiento de los individuos con el medio.
Este último autor desarrolló la noción psicosocial de anomia, que será el enfoque del presente trabajo, que incluye cinco dimensiones «perceptuales»: i) indiferencia de las autoridades respecto a las necesidades de los individuos (exclusión); ii) orden social impredecible (incertidumbre), iii) disminución de la posibilidad de logro de metas culturales (degradación); iv) imposibilidad de obtener apoyo de otras personas y desarrollo de la existencia en condiciones de aislamiento (extrañamiento); y v) ausencia de sentido de la obediencia de normas culturalmente establecidas (falta de normas).
Por su parte, el constructo de alienación psicosocial también tiene un origen estructural, entendiéndose dentro de la tradición marxista, como una condición de aquellas formaciones sociales que separan al trabajador del producto de su trabajo. Luego de un tiempo, diversos autores comenzaron a utilizar este concepto para hablar de una condición subjetiva: la percepción de un sujeto de estar aislado valorativa, normativa y afectivamente del resto de la sociedad, e incluso de sí mismo.
En este caso fue Melvin Seeman (1959), quien se encargó de la codificación psicosocial más duradera de dicha idea, señalando que el concepto podía entenderse como compuesto por cinco dimensiones: i) percepción de que ninguna conducta que el sujeto pueda realizar cambia realmente las cosas (impotencia); ii) creencia de que las metas sociales o creencias fundantes de una sociedad no tienen mucho sentido (aislamiento subjetivo); iii) falta de capacidad para comprender el mundo social en que se está inmerso (sin sentido); iv) creencia de que respetar las normas socialmente aprobadas es poco productivo para el logro de las metas personales (anomia); y v) tendencia de un individuo a decidir su conducta por demandas externas y no por motivaciones internas (auto-extrañamiento).
Ahora bien, la ruptura de marcos normativos y valorativos, con la consecuente sensación de aislamiento y el carácter impredecible del orden social ha sido tematizada de diversas maneras, sin abordarlo necesariamente desde el concepto de anomia o alienación. En esta línea encontramos a Lasch (1991), quien con el nombre «cultura del narcisismo» denomina una era en la que instituciones tradicionales tales como el Estado y la familia están en decadencia y en que impera el individualismo y la incertidumbre respecto del futuro. Por su parte, Lipovetsky (1986), retrata una sociedad europea centrada en la realización personal y el disfrute, marcada por un individualismo extremo, alimentado por la cultura neoliberal.
Finalmente, Beck (1998), aunque desde una perspectiva distinta, aporta a esta reflexión sobre la crisis de cohesión social en las sociedades contemporáneas, particularmente la alemana. En su opinión, gracias a un aumento generalizado de la calidad de vida en dicho país, se produjo la desaparición de ambientes y culturas típicamente obreras y la fragmentación de la familia. Con ello las personas se ven obligadas a depender de sí mismas y de su propia suerte en el mercado laboral y, en general, en la definición de su proyecto vital. Esta individualización va acompañada de un aumento de posibilidades y libertades, pero también de riesgos, angustias y sentimientos de abandono y soledad. Según Beck, esta incertidumbre generada por este riesgo permanente sería resuelta a través de una institucionalización y estandarización de las formas de vida, por medio de la cultura del consumo: los individuos desamarrados (liberados) se hacen dependientes del mercado y el consumo masivo. De este modo, se podría decir que se produce una ritualización de la vida cotidiana: importa la forma, no el para qué.
Esta línea de pensamiento fue desarrollada en Chile en el año 2000 por Norbert Lechner, quien proponía un desajuste entre el desarrollo macroeconómico y la sensación de seguridad de los ciudadanos, producto de un proceso de modernización acelerado, en que el cambio de los sistemas funcionales no fue acompañado de una reflexión acerca de nuestra sociedad y de un «nosotros» (Lechner, 2000). En términos durkhemianos, estaríamos ante un proceso abrupto de cambio que deteriora los códigos compartidos, perdiéndose el enraizamiento al tejido social que permite generar vínculos y lazos de sociabilidad. En este contexto, el proceso de individualización adquiere las características de un individualismo negativo o asocial (pnud, 2002). El desamarre de instituciones tradicionales y la flexibilización de las formas de vida se ve acompañada de una organización de los sistemas sociales que no provee los recursos para la autodeterminación. Esto hace que la vida social se experimente como agobio y amenaza, como naturalización del mundo social, centrando su sociabilidad en microespacios, como la familia o los amigos más cercanos.
En síntesis, las herramientas conceptuales utilizadas en la presente investigación, permiten aproximarse a la experiencia de integración/desintegración de los jóvenes respecto al mundo social en el que existen y se desenvuelven como sujetos y hacer una reflexión sobre su relación «al otro», ya sea en su dimensión más concreta de sociabilidad, como en su dimensión más abstracta, referida a la noción de normas y conceptualización de lo social.
3. Metodología
El tipo de muestreo cualitativo realizado fue con definición a priori de la muestra (Flick, 2002). Es decir, la muestra para el estudio cualitativo fue seleccionada de entre los casos muestrales de la encuesta sobre anomia y alienación psicosocial, aplicada el año 2007, a una selección aleatoria de alumnos de 4° medio de colegios de la Región Metropolitana, de niveles socioeconómicos bajo, medio y alto (ver Aceituno y otros, 2009).[1]
Se realizaron catorce entrevistas en profundidad, buscando cubrir los criterios de nivel socioeconómico y sexo, como se observa en la siguiente tabla:
Tabla 1: constitución final de la muestra
Casos | |||||
Nivel Socioeconómico alto | Nivel Socioeconómico medio | Nivel Socioeconómico bajo | |||
Hombres | Mujeres | Hombres | Mujeres | Hombres | Mujeres |
3 | 1 | 3 | 3 | 2 | 2 |
Las entrevistas se llevaron a cabo durante el año 2008 y principios del 2009. En términos generales, los temas abordados fueron: sociabilidad, confianza, normas, planes a futuro, capacidad y posibilidades de lograr planes, percepción de la sociedad, actores y responsabilidades.
El método de análisis aplicado fue el análisis estructural del discurso, que permitió trabajar tanto lo explícito del discurso, como los aspectos implícitos o las omisiones (Piret, Nizet et Bourgeois, 1996). Además, hizo posible evidenciar las valoraciones que se realizaron respecto de los distintos temas abordados.
Con este procedimiento se obtuvo un análisis cualitativo intracaso de cada una de las entrevistas. A continuación se procedió a leer todos los casos, explorando ejes rectores de los discursos, de modo de poder agruparlos. Finalmente, cada uno de estos «nuevos grupos» de casos fue leído a la luz de las nociones teóricas que daban cuerpo a la investigación.
4. Resultados
Se presentan cinco discursos. Cada uno de los cuatro primeros agrupa cierto número de casos, principalmente en función de estilo de vida, proyecto a futuro, valores y visión de la sociedad. El quinto discurso está representado sólo por un caso. La síntesis y comparación se presenta en el último apartado.
a) En el nombre del Padre: tradición, conciencia de clase y confianza en el futuro
Este discurso agrupa a los tres hombres de clase alta entrevistados. Entre ellos, aparece muy fuertemente la imagen de «lo masculino»: seguir el ejemplo del «hombre de la casa», ser el modelo a emular por sus hermanos menores y ser respetado como autoridad. Esta marca de la masculinidad se observa también en otros aspectos, como la noción de que la imagen del padre debe ser respetada o de que las mujeres deben ser protegidas, « la mujer siempre tiene que ser como [...] más cuidada que el hombre, o sea el hombre tiene que como cuidar a la mujer, o respetarla». A esto se suma la práctica, por parte de dos de los tres jóvenes, de un deporte eminentemente viril: el rugby.
Como casi la totalidad de los jóvenes entrevistados, dentro de las actividades que gustan de realizar está divertirse con sus amigos. Y como casi todos, declaran tener un círculo íntimo, con quienes se tiene más confianza y se puede hablar de temas personales, y un círculo externo de conocidos. Respecto a las relaciones que establecen con el círculo más lejano y con los desconocidos, es un acercamiento principalmente de desconfianza: «Yo creo que hay que conocer mucho a las personas y luego ver si uno puede confiar en ellas. Yo siempre he dicho que no, en la gente en general no hay que confiar mucho». A esto, uno de los jóvenes agrega una reflexión sobre su propia clase social: la confianza es frágil y escasea en su entorno —el sector alto—, ya que cada uno debe sobrevivir y aprovechar las oportunidades, por lo que prima el individualismo y el oportunismo.
El proyecto que estos jóvenes tienen a futuro es, básicamente, ser exitosos según un modelo tradicional, aunque esto varía en algunos aspectos. En los tres casos consiste en estudiar ingeniería en una universidad tradicional, para poder tener una buena posición económica. Sin embargo, en dos de los entrevistados, esto va acompañado, aparentemente de modo natural, de la consiguiente formación de una familia con hijos. Para el tercero, el proyecto está abierto, «se verá en el camino», e incluye en ello su desarrollo afectivo y personal.
La proyección a futuro de los tres jóvenes está acompañada de una visión positiva de las oportunidades que brinda la sociedad, y de la sensación de que la sociedad de hoy está mejor que la de antes: hay más oportunidades laborales y académicas. Lo que determinará, para los tres, su éxito futuro es, principalmente, su esfuerzo y dedicación, «hacer las cosas bien» e «ir paso a paso».
Sin embargo, ninguno de los jóvenes permanece ajeno a su pertenencia a una clase privilegiada. Uno de ellos señala, brevemente, que para tener éxito hay que tener posibilidades educacionales y económicas, pero también suerte, pues no a todos les va bien, lo que para el constituye algo natural. Por su parte, otro de los entrevistados reconoce la existencia de personas de clase media y alta —grupo al cual manifiesta pertenecer—, y personas de clase baja. Las primeras serían personas educadas en ambientes seguros y con valores familiares; por lo tanto, tienen claro qué es lo que deben hacer para lograr sus objetivos. Asimismo, dadas sus condiciones socioeconómicas, tienen mayores facilidades para entrar a la universidad, estudiar y posicionarse en el ambiente laboral. Para ellos, solo condiciones personales pueden dificultar el éxito. Por el contrario, las personas de clase baja se educan en ambiente inseguros, donde están expuestos a situaciones de violencia y vulneración. Por ende, no siempre saben qué es lo que deben hacer; además, como tienen muchos problemas económicos, tienen más dificultades para entrar a la universidad, estudiar y trabajar en un buen puesto. Según él, para este grupo, son principalmente las condiciones externas las que dificultan el éxito: «Entonces si uno vive con esos problemas y, siempre, porque el problema económico también lleva a problemas intrafamiliares. Y si, los jóvenes, o sea, en general, no digo que sea siempre, los jóvenes de la clase media, alta, no ven tanto esos problemas, entonces se educan mejor y saben lo que les hace bien». Finalmente, en opinión del tercer entrevistado, existirían dos grandes clases sociales: el sector alto y otro sector que agrupa casi indiferenciadamente al sector medio y el bajo. Él describe a su sector como una pequeña minoría en la que abundan los beneficios y señala que «acá vivimos en el paraíso comparado con lo que de verdad es». El resto de los chilenos, la gran mayoría de las personas, no cuentan con tales comodidades. Llama la atención que aún cuando él tiene clara su pertenencia a un grupo privilegiado, y la existencia de diferencias entre clases, no surge espontáneamente la inquietud por la equidad social. Probablemente el origen de ello es que asocia la posición social a la visión de logro. Según él, las personas de clase media y baja estarían acostumbradas a exigirse poco: «el chileno clase media o más pobre, yo creo que están acostumbrados a vivir con las mínimas expectativas, entonces al lograr eso sienten que tal vez ya hicieron lo que más podían hacer porque nunca se exigieron más, por lo tanto siempre viven con lo mínimo». Por el contrario, la clase alta aceptaría el desafío de soñar, exigiéndose más.
Asociado a esta visión, identifica dos sociedades: la sociedad de la calle (el pueblo) y la otra sociedad, a saber, la suya. El pueblo se caracteriza por tomar el control en las calles, a través de la violencia, e influir perjudicialmente en los demás. Mientras, la otra sociedad, la suya, sigue los deberes ya trazados y no influye negativamente en los demás.
Hasta aquí, en el discurso de los tres jóvenes se observan rasgos similares: una visión de que la clase alta es superior, ya sea porque sabe lo que debe hacer o porque es capaz de adoptar desafíos; y una naturalización de lo social.
Finalmente, respecto del discurso sobre las normas, dos de los jóvenes señalan que son disposiciones emanadas de las autoridades, con la finalidad de poner límites y evitar el desorden, expresando una noción verticalista de la autoridad. Para el primero de ellos, hoy en día la moral es cada vez menos importante en la sociedad, atribuyendo la responsabilidad de esto, en primer lugar, a las familias, y en segundo, a las instituciones educativas. Sin embargo, su visión no es política o social. Más bien se trata de una visión «privatizada» de las normas o la moral, siendo muy difícil para él pensar a nivel macrosocial: «yo creo que el tema de lo moral es porque ahora como que una parte, la mayoría de las mamás o papás no les importa tanto [...] depende de cómo los críen, o sea uno puede darle consejos a los papás y todo tipo de cosas pero si no los siguen, no sirve de nada tampoco. P: Y ahora, como pasando al nivel mas grande como de país o de sociedad. ¿Qué normas crees son como las que rigen, las que son ? R: ¿Cómo, en qué sentido? P: Como reglas así, que, que rijan para todas las personas. R: No sé, ¿qué ejemplo me podrías dar como para tener una referencia?». Por su parte, para el otro joven, las normas son funcionales a toda la estructura social, evitando conflictos y señalando aquello que es importante.
Finalmente, para el tercer entrevistado de este grupo, una autoridad debe ser reconocida espontáneamente y respaldada por los demás, por lo que se aleja de una visión más verticalista. Acorde con esta figura de autoridad, menciona que las normas son implícitas y espontáneas dentro de un grupo, por lo que no existe necesidad de escribirlas. En este sentido, su visión de las normas es más consensual. En la misma línea, es el único de los tres que es capaz de posicionarse «en tanto joven», y de sugerir la existencia de un actor social que pueda influir en el medio público: «Ahora el joven tiene más poder, puede llamar la atención, puede alzar la voz».
b) El valor de la decencia: recato, esfuerzo y seguridad
En torno a este discurso se agrupan cuatro mujeres de clase media baja y baja. Lo primero que llama la atención en el discurso de estas cuatro jóvenes, son sus declaraciones respecto a la decencia y el buen comportamiento. Destacan que, si bien les gusta divertirse con sus amigas, las actividades deben ser tranquilas y moderadas. El «carrete pesado»; es decir, salir hasta muy tarde, fumar y beber alcohol en exceso, es mal visto y es inseguro. Lo importante es ser vistas como jóvenes tranquilas y «señoritas», siendo primordial para una de ellas «no dar que hablar» y no ser vista como «flaite», buscando diferenciarse del ambiente que la rodea. Sin embargo, la elección de «carretear sano» se asocia también a la seguridad personal: «no voy para ver gente 'curá', que se puede 'poner a pelear', que puede 'quedar la escoba' y no sé en una de esas justo me llega un piedrazo a mí y yo no estaba metida en la pelea».
Las cuatro jóvenes valoran mucho a sus amigos y, en general, a diferencia de los jóvenes de clase alta, se refieren más bien a un círculo íntimo. En la amistad para ellas es importante la confianza, el cuidado del otro, el respeto, la lealtad y la demostración de cariño. Además, dos de las cuatro jóvenes participan en pastoral y destacan ese grupo como algo muy importante en sus vidas, en términos de vínculo, apoyo, y aprendizaje de valores. Sus familias también son descritas como fuente de protección y apoyo, donde se deben acatar las normas ya sea «porque uno es mantenido» o «por no llevarse mal y porque se debe ser respetuoso con los padres, pues si no hay respeto, se pierde todo».
Respecto a las relaciones que establecen con desconocidos, son de desconfianza, alcanzando su máxima expresión en una de las jóvenes que muestra permanente temor a que le pueda pasar algo: «a mí igual me da miedo andar sola, pero tengo que andar sola [...] el más miedo que tengo es de que nunca más ver a mis papás, de que me rapten y me lleven». En otros casos, la desconfianza también está presente, temiendo ser extorsionadas o discriminadas: «Discriminación física, discriminación por lo que es, discriminación por la música que escucha, te discriminan por todo».
En relación con sus proyectos a futuro, las cuatro jóvenes planean estudiar, aunque una de las jóvenes de nivel bajo ha decidido trabajar primero, pues estudiar sin trabajar es algo que solo pueden hacer aquellos «que tienen todo en bandeja». No obstante, se debe aclarar que este último comentario lo hace sin ningún resentimiento, probablemente pues siente que la sociedad le brinda oportunidades, y su madre y hermanos la apoyan en lo que ella decida hacer. En los otros tres casos, el proyecto es estudiar en la universidad, y cumplir el sueño de su familia. En todos los casos la educación es un medio de ascenso social, que permite «ser alguien en la vida» y salir del medio en el que se está.
Las condiciones que se identifican para poder cumplir este proyecto son el apoyo familiar, tener los medios económicos y el esfuerzo personal: «tú con esfuerzo puedes salir adelante». Las jóvenes sienten que tienen oportunidades, pues hay muchos lugares donde estudiar, el dinero se puede conseguir y también se puede optar a becas. Aquí, la noción que prima es que si realmente se quiere estudiar, se puede: «si la persona está interesada en estudiar va a hacer lo imposible para poder estudiar [...] la economía, igual es difícil que la gente tenga [ ] si quiere hacerlo [ ] va a trabajar para poder hacerlo».
En las entrevistadas también está presente el proyecto familiar, pero a largo plazo. Para las dos jóvenes que pertenecen a la clase baja, el proyecto está incluso más mediatizado, pues la posibilidad del embarazo adolescente es una realidad cercana que puede truncar las expectativas de vida.
Al interpelar a las jóvenes en relación a su visión de la sociedad, es de destacar que, en un principio, dos de ellas son incapaces de referirse al tema. La sociedad o lo social son nociones que aparecen como extremadamente ajenas: «Es que esta sociedad, yo no sé nada de esta sociedad. Es que no sé, es que esta sociedad, 'pucha', es que en el ambiente por lo menos que yo vivo aquí es que como esta sociedad así como esto, son como poco, pocas las cosas, porque por cierto, yo igual a las señoras de aquí, a las personas como mayores las saludo no más». «Es que nunca he pensado en la sociedad, siempre mi núcleo es yo y mi familia, nada más. Entonces nunca he pensado en lo demás, no me imagino nada [ ] de una no se me imagina la sociedad».
No obstante el shock inicial a pensar en el tema, tres de las jóvenes consideran que la sociedad de hoy está claramente peor que la de antes, y una de las entrevistadas, muestra una posición ambivalente. Para todas las entrevistadas, en la sociedad de hoy hay más delincuencia y menos valores. Los jóvenes de hoy delinquen más, no tienen límites ni respeto por los mayores. Dos de las cuatro entrevistadas expresan que hoy «Está todo muy avanzado», pues se piensa permanentemente en sexo. Por ello, creen que debe haber mano dura, que ordene el país y brinde mayor seguridad, controlando a los jóvenes, que aprovechan la libertad para cometer delitos. Para ambas, el origen y solución del problema está en la familia. Los padres de hoy dejan abandonados a sus hijos y no les transmiten valores y conductas positivas. También el colegio aparece como un lugar en que es posible enseñar normas, y ser «firmes»con los jóvenes. A esto, una de ellas agrega explícitamente que no se siente responsable de lo que sucede, ni puede hacer algo para modificarlo.
Otra de las entrevistadas aplica este mismo tipo de análisis a los problemas de injusticia laboral. En su opinión, los empresarios se aprovechan de los trabajadores, abusando de su trabajo. La solución de este problema para ella sería que los empresarios tomen conciencia de su error y rectifiquen su comportamiento.
Una tercera entrevistada que comparte el diagnóstico, agrega que tampoco existe igualdad. Tanto la justicia como las condiciones económicas son desiguales. Y aunque hay gente pobre que es floja y que «no hace nada», también hay gente en esas condiciones que realmente necesita ayuda. Al ser consultada por la solución a este problema, su respuesta responsabiliza al presidente: «¿de quién será la responsabilidad?... yo pienso del que manda 'poh', del presidente, que debería cambiarlo todo eso». Si bien con eso «despsicologiza» el problema, de todos modos lo personaliza.
Finalmente la cuarta entrevistada, tiene una evaluación más matizada de la sociedad actual. Si bien cree que, en algunos aspectos la sociedad de hoy está mejor que antes —hay más oportunidades, la situación económica es mejor, y las familias son menos cerradas y estrictas—, comparte el diagnóstico del resto de las entrevistadas. Para ella la delincuencia se encuentra relacionada con jóvenes que roban, porque no quieren estudiar o simplemente porque les gusta robar. Sin embargo, reconoce que el problema es complejo: «hablar de más seguridad en la calle, no sirve de nada. No sé. Porque igual decirle, tener que darle educación a esos niños que están robando, también si es por uno, uno, si ellos no quieren estudiar y no han querido estudiar, por algo están haciendo eso, porque no quieren estudiar». No obstante, prefiere ser cautelosa al opinar y no se aventura a señalar responsables ni soluciones.
c) La sociedad al desnudo: violencia, vulnerabilidad y dinero
Este discurso agrupa a dos hombres de nivel socio económico bajo. Ambos declaran tener buenos amigos, a quienes ven recurrentemente y con quienes es muy importante la confianza: poder hablar libremente y confidencialmente, devolver el dinero que se ha prestado y defenderse cuando hay peleas «el viernes tuvimos un 'atao', a un primo le hicieron un tajo ahí, [ ] yo estaba allá dentro y vi a todos trompeando afuera, y llegue con todos para fuera».
Respecto de las normas familiares, ambos destacan que últimamente se ha operado un cambio, pues ellos, ya son mayores y se les tiene más confianza. Sin embargo, si se quiebran las normas familiares respecto de consumo excesivo de alcohol o salidas sin permiso, puede haber castigo.
Respecto a las relaciones que establecen con desconocidos, ambos dicen ser desconfiados, pues la gente extraña es traicionera. Uno de los entrevistados lo relaciona específicamente con las noticias sobre asesinatos y delincuencia que se difunden a través de la televisión.
En cuanto a los planes a futuro este joven es quien, de los dos, tiene un poco más claro su proyecto. Declara intenciones de estudiar alguna carrera técnica para poder ganar dinero y así ser exitoso: «En diez años más me veo ganando pura plata [ ] Por lo menos en diez años más, tener una casa, y tener, ya sacar la carrera». Para él no parece importante el contenido de la carrera, sino el hecho de ser el primero de la familia en tener estudios superiores y poder, con ello, conseguir holgura económica. La familia aparece como un proyecto más a largo plazo. Por su parte, el otro joven dice no tener planes aún: «no he pensado en eso». Sin embargo, de la conversación se desprende que se proyecta trabajando, pues eso le permitirá tener dinero y ahorrar para adquirir una casa.
En relación a las posibilidades de concretar sus planes, ambos lo creen posible, siendo el factor más importante el dinero. No obstante, la evaluación de uno de ellos es un poco más ambigua y negativa respecto de las oportunidades que brinda la sociedad: «No sé de repente [la sociedad] te da oportunidades y de repente te las cierra [...] ¿a mí? la sociedad a mí [no me ha dado] nada todavía».
Mientras que este último joven no se interesa por referirse al estado anterior de la sociedad, el anterior evalúa que la sociedad actual es mejor que la pretérita: hoy es más fácil terminar el colegio, no es necesario trabajar desde tan joven y hay más oportunidades para las mujeres, que antes debían casarse y tener hijos a muy temprana edad. A pesar de eso, estima que actualmente la justicia no actúa eficazmente, pues hay exceso de violencia y delincuencia, y los delincuentes quedan en libertad rápidamente. Por cierto, estima que las condiciones de vida varían según el sector de residencia, pues actualmente las poblaciones —como aquella en la que él habita— son lugares muy peligrosos: «Igual allá es pura pasta base [ ] es como denso si... tú caminas de una esquina a otra ahí, venden pasta base». En cuanto a los jóvenes, considera que hay algunos que llevan una vida de esfuerzo, estudiando y trabajando, pero cada vez son menos: «Yo que más jóvenes salen mal. Salen cada vez más jóvenes malos, por decir algo. Eh, pastabaseros, marihuaneros, borrachos, ladrones. Creo que, cada vez más». Vale la pena destacar que, aunque hace una evaluación global, se refiere principalmente a las condiciones de vida que él conoce más cercanamente, y no a una idea más abstracta de país o sociedad.
El otro entrevistado, también hace el mismo tipo de consideraciones, mostrando, no obstante, más dificultades para situarse en el nivel abstracto de reflexión. Para él, existen reglas que supuestamente no debiesen ser quebrantadas; como por ejemplo, no traficar droga, pero la gente no las cumple, aumentando la percepción de que las poblaciones, como aquella en la que él habita, son peligrosas. Llama la atención que, en ambos casos, aunque los jóvenes son interpelados a hablar sobre el país, responden refiriéndose a su medio más inmediato. Ahora, este último joven cree que aunque algunas reglas son claras, y deben ser respetadas, la aplicación de la regla se juega en la reacción a las situaciones específicas: « que no sé 'poh', eso se ve en el momento... yo puedo decirle, jamás puedo pegarle un balazo a alguien pero en el momento de rabia, si viene un amigo y me pasa una pistola, o le hicieron algo a mi primo, le pegaron una puñalada, yo creo que igual lo tiro 'nomá' ».
d) Por el bien común y la calidad de vida: responsabilidad, crítica a la sociedad y esperanza
Este discurso agrupa cuatro casos: tres de ellos de nivel socioeconómico medio, y una mujer de nivel socioeconómico alto.
A diferencia de los tres grupos anteriores, éste es menos homogéneo en términos de «estilo de vida». No obstante, para todos los entrevistados fue relevante realizar una «definición personal» más extensa, destacando entre ellas: «hacerse sola», sin depender de los demás y sin mayores referentes externos; el hecho de ser responsable, voluntariosa y tolerante; vivir la vida con pasión, poniendo sus sentimientos en cada cosa que se hace y ser responsable, maduro y con capacidad de autocontrol.
En relación con la sociabilidad, los cuatro jóvenes refieren tener buenos amigos, en que los lazos están basados en la lealtad, el apoyo, la confianza y el cariño, rescatándose el valor de conversar en torno a la vida cotidiana de la manera más abierta posible.
Respecto a las relaciones que establecen con desconocidos, solo una entrevistada manifiesta ser abierta y confiada, pues cree que lo importante es saber disfrutar de gente nueva y tratar de entablar amistad, allí donde sea posible. El resto de los entrevistados de este grupo manifiestan ser desconfiados con los desconocidos, pues evalúan que la gente es altamente individualista y pueden hacer daño.
En sus relaciones familiares, llama la atención en comparación a los dos primeros grupos, que manifiestan una actitud más adulta. Los cuatro entrevistados destacan que comparten con su familia, que cuentan con su apoyo y que para ellos es importante estar legitimados ante ella, que se confíe en ellos y se les considere responsables, cosa que evalúan es así.
En relación a sus planes a futuro, los cuatro visualizan estudiar en la universidad, aunque sólo una entrevistada lo menciona en términos generales e incluye tener familia en sus planes. Los tres restantes se ven vinculados a carreras humanistas, existiendo entre ellos la aspiración de trabajar en el ámbito público (gobierno, diplomacia o en una embajada) o estudiar y posteriormente irse a trabajar al extranjero. Ninguno de los cuatro cree que sus aspiraciones sean fáciles de cumplir, pero todos apuestan a su capacidad de trabajo, esfuerzo y sacrificio.
Los tres entrevistados de clase media identifican variables macrosociales que podrían interferir en el desarrollo de sus proyectos a futuro: excesiva competencia y adultos se quedan durante mucho tiempo en los trabajos, sin dejar espacio a los jóvenes; sociedad demasiado individualista y competitiva, por lo cual cada uno debe buscar sus propias oportunidades: «Yo creo que la sociedad no da ningún 'chance' para nada, porque la sociedad somos todos y todos quieren ser los mejores y todos quieren ser el número uno ». Es destacable que, al menos al hablar de oportunidades, se hable de la «sociedad» como un conjunto de individuos en permanente lucha.
En relación al valor de las normas en la vida cotidiana, se observa un discurso más complejo que en los grupos anteriores, aunque existe una gradación en la complejidad de las visiones al interior del grupo, donde la opinión, podríamos decir, más ingenua y esquematizada es de la mujer de clase media. Ella considera que no se le enseña a las personas a ser responsables y a autoimponerse límites, en consecuencia, la regulación a través de normas «paternas» es indispensable, pues de otro modo la gente no tiene límites: «quedaría la embarrada [...] estarían todas ya embarazadas, estarían todas ya alcohólicas, todas no sé, casi drogándose». En el contexto actual, descrito por ella como decadente, el colegio es una institución fundamental pues otorga las bases morales. Sin embargo, el comportamiento «al final depende de uno». Los tres entrevistados restantes se centran en destacar que las normas deben ser flexibles, no orientadas a coartar sino a mejorar la calidad de vida de las personas y tendientes a reglamentar en pos del bien común y del respeto mutuo. Uno de los entrevistados agrega que la existencia de pocas normas a veces es buena, pues permite que las personas se hagan responsables de sí mismas, se autocontrolen y maduren. Pero para que esto suceda, y el espacio de libertad se convierta en maduración, debe existir como condición la educación.
Cuando estos jóvenes tematizan la sociedad actual, nuevamente el discurso es altamente más complejo que en los grupos anteriores. Las dos mujeres de este grupo destacan la degradación social, evaluando que la sociedad de sus padres era un mejor lugar para vivir, entre otras cosas, porque actualmente existe mucha drogadicción, violencia y delincuencia. No obstante, esos no son los únicos factores que influyen: la sociedad chilena actual vulneraría ser buen ciudadano, a saber: tener claros los derechos, ser respetuoso, hacer el bien, y aceptar a todos tal como son, sin hacer discriminaciones. Por otro lado se agregaría a este panorama, el individualismo y la corrupción, entendida en un sentido amplio. La sociedad corrompería moralmente a los individuos; es decir, los lleva a preocuparse sólo por ellos mismos, abusando de los más débiles, existiendo para cada uno de nosotros el riesgo de corrompernos: «Yo creo que ya todos estamos tan individualistas que todos quieren como lo mejor para ellos, entonces no piensan en los demás [...] Yo hasta el minuto siempre he sido derecha, voy de frente, pueden confiar en mí, pero tarde o temprano quizá, no sé 'poh', me voy a corromper». No obstante, habría cargos e instituciones que están más sujetos a corrupción, y que de hecho hoy son corruptos: ser político, y ser parte del sistema judicial. La corrupción del sistema judicial se vería en que si tienes dinero es altamente improbable que te atrapen y condenen, y si no lo tienes, la mayoría de las veces resultas culpable. Sin embargo, ambas mujeres muestran esperanzas de que la sociedad pueda mejorar, ya sea confiando en los jóvenes que están dispuestos a aprender y entregar algo, y que cambiarán la mentalidad de la gente, o manteniendo una relación de «encanto con el gobierno» (probablemente refiriéndose al sistema), que da la posibilidad de cumplir con aquello que se promete y de hacer cosas buenas, y no quedar sometidos a reproducir los mismos errores.
Por su parte, los dos hombres evalúan que la sociedad actual, aún con todos sus males, es mejor que aquella en la que vivieron sus padres, pues hay más servicios, diversidad cultural, libertad de expresión y es posible tomar las riendas de la propia vida. No se está obligado, como antes, a seguir un camino preestructurado. Sin embargo, la sociedad se ha transformado en un espacio de individualismo, búsqueda del propio beneficio y exitismo, donde el dinero y la apariencia rigen la vida de las personas. Contrario a esto, la sociedad debiese buscar una mejor calidad de vida, desarrollo personal y condiciones mínimas para poder pensar en actividades que conviertan la vida en algo agradable y no sólo en sobre explotación: «[En sociedades más desarrolladas] tienes tiempo libre para poder realizar tu vida [...] las personas pueden vivir felices y no en un martirio, como aquí».
Actualmente la política no estaría cumpliendo su función, pues solo sirve para emitir un voto, y existirían grandes inequidades en el acceso a oportunidades de desarrollo, especialmente en el ámbito educacional, donde la buena educación se paga, y si no tienes dinero, no tienes alternativas.
Según el entrevistado que enfatiza esta situación, uno de los responsables de esto sería el Estado, que levanta políticas públicas inefectivas. Pero además del Estado, que no se preocupa por la sociedad, la sociedad entera es responsable, pues tiene el rol de regular y no lo está haciendo: «La gente no tienen conciencia de que son ellos los que tienen que mejorar la sociedad. Yo creo que se han demostrado avances, si hace dos años atrás la mitad de los estudiantes secundarios andaban 'cachay' protestando por una educación más digna es porque nosotros nos dimos cuenta en esa época 'cachay' que estaba en nuestras manos arreglar el asunto [...] si fuéramos un país en donde nosotros mismos nos diéramos cuenta que somos los llamados a elegir bien nuestros líderes [...] sería un país mucho más consciente de lo que está viviendo, un país con opinión y un país un poquito yo creo mejor».
e) Cinismo social: crítica y protesta mientras nada haya que perder
Este discurso está representado sólo por un entrevistado, de nivel socioeconómico medio, quien se define a sí mismo como parte del grupo skinhead;es decir, como alguien que ha pasado de tener interés solo en la música, a alguien que ha desarrollado una forma de pensar. Para él, parte de esta forma de vivir consiste en ser incondicional con sus amigos y ser consciente de su clase social.
Otra característica de esta forma de vida es convivir con la violencia, es decir utilizarla, y a la vez estar en permanente riesgo: «De repente los nazis te pillan de a varios y tú 'tai solo, cachai, y te caga... te cagan'». Por esta razón, un skin se debe a sus amigos, nunca debe andar solo.
En cuanto a sus amistades, como se ha dicho, este joven valora a sus amigos y está dispuesto a defenderlos. A aquellos que son sus amigos los define como personas confiables, que tratan de comprenderlo, que brindan apoyo y refugio y que ante cualquier eventualidad no se comportarán de manera egoísta. A diferencia de ellos, a las personas desconocidas las califica como potencialmente peligrosas, a la defensiva, egoístas, que no trataran de comprender y que, ante cualquier eventualidad, no se acercarán a ayudar.
Como vemos hasta aquí, el mapa social de este joven está bien definido y categorizado, los personajes ocupan lugares claros en el entramado social, lo que probablemente otorga un piso de certidumbre. Sin embargo, su mundo social está poblado de amenazas, sólo neutralizadas por círculos pequeños y cercanos: «alguien te ve a ti, no se 'poh', llorando, nadie va decir 'chucha, m'ijita, qué le pasó' ni una huea, cachai [...] te van a decir 'puta la cabra weona que anda llorando' [...] porque cada uno ve por lo suyo no más».
En relación a la familia, este joven solo encuentra espacios valorados con familiares que no pertenecen a su núcleo directo. Con ellos puede realizar actividades de distensión, conversar y mantener relaciones no instrumentales. Sus padres no son valorados en este aspecto, pues no existe confianza ni interés para intimar.
En relación a la sociedad, este joven refiere que antiguamente existían más oportunidades y nadie «se cagaba» al del lado para acumular más. La sociedad actual aparece como una degradación de su anterior estado. Hoy en día lo único que importa es el dinero y la gente no se escucha, ni le importa perjudicar al resto si eso conlleva una ganancia. A este estado caótico se suma que han aumentado los problemas de delincuencia y de consumo y tráfico de drogas.
Según el entrevistado, el hecho de que en la sociedad actual no exista escucha, es la razón de la necesidad de manifestarse violentamente para hacer visibles las demandas ante el gobierno. El gobierno, que debe escuchar, no da oportunidades para ello y, en vez de eso se dedica a ganar dinero. Por el contrario, el pueblo, que pide escucha, permanece en una situación desventajosa monetariamente.
Con este objetivo como horizonte, el entrevistado se declara parte de un movimiento revolucionario: los skinhead. Sin embargo, al explicar en qué consiste este movimiento, el discurso da un vuelco en el registro, cambiando desde el de la ruptura al del orden. Por un lado, no se trata de romper con el sistema, sino de aportar un «granito de arena» al cambio de la injusticia social. Por otro lado, el objetivo es ser garantes de la decencia, el orden, y la normalidad, evitando robos y drogadicción, que muchas veces son producidos por peruanos: «Son unos hueones bien flaites [...]. La semana pasá pillamos robando a dos peruanos un auto [...] y un amigo les fue a echar la foca, poh [...] les sacamos la cresta a los hueones». Como vemos, aquí la aplicación de la ley no es una alternativa, aunque según él, tanto Carabineros como los guardias de seguridad, cumplen la misma función que ellos.
Otra de las preocupaciones que aparecen en el discurso del entrevistado es la desigualdad y la injusticia social. Para él la justicia social consiste en que todos, «los de arriba y los de abajo», tengan las mismas oportunidades. Sin embargo, en la sociedad actual. «Los de arriba» nacen con oportunidades y no son estigmatizados, mientras que «los de abajo» viven la situación inversa, es decir, según las palabras del entrevistado «están cagados». Por ello, él se define como anticapitalista.
En términos enunciativos llaman la atención los constantes titubeos e imprecisiones al hablar de su posición ideológica: «Yo, por ejemplo, soy antinazi y soy como, trato de ser anticapitalista. Como ir en contra del sistema un poco. 'Cachai', yo soy de esos que andan metidos en protestas, todo el atao». « y nosotros fuimos a eso, a como, que no quede tanto la 'cagá' con la sociedad, 'cachai'. Vamos a eso, es como un son de esos movimientos revolucionarios que les llaman anarquistas y todo eso. De ese lado somos nosotros». «Yo creo por ejemplo en la anarquía, aquí en Chile no se ha dado eso, hace tiempo sí, en los gobiernos antiguos, no me acuerdo bien. Pero, por ejemplo, creo en la anarquía y casos de que en otros lados del mundo que sí se ha dado. La Revolución Española, en 1936, 'cachai'. Los obreros se tomaron las fábricas, todo ese 'atao'». Esto podría estar hablando de que el discurso ideológico aparece como algo externo a él, algo de lo que no se ha apropiado, ajeno, pero que debe reproducir para que otros elementos del ser skinhead aparezcan en un marco de sentido.
Aún así, el discurso de la desigualdad y de la conciencia social aparece nuevamente cuando se aborda el tema de la educación. La desigualdad entre los jóvenes es visible, pues algunos pueden estudiar y otros no. Para los que son «de abajo», la única alternativa es ser sobresaliente y acceder a una beca. De otro modo es imposible proseguir estudios.
La educación, al igual que en otros casos, es la vía valorada de ascenso social. Es lo que permitirá tener un mejor trabajo, con horarios y paga razonable, en otras palabras «ser más, tener mejor». Sin embargo, la alternativa es estudiar una carrera técnica, que puede facilitar encontrar trabajo, ganar dinero y lograr lo que se ha planificado: emprender proyectos y surgir. Aquí se comienza a ver que, al hablar del futuro, el discurso nuevamente da un giro, pasando de un discurso crítico y contestatario al discurso del emprendedor inserto en el sistema. Las alternativas que él ve ante sí son entrar o no entrar al «sistema», donde lo primero significará ser una pieza más, y pasar a ser parte de la máquina, siendo todo ello negativo. Sin embargo está dispuesto a tomar este camino, pues en eso consiste ser consciente y realista. Ser una pieza más es necesario pues permitirá tener seguridad a futuro y poder darle buena calidad de vida a una futura familia: «si el día de mañana soy papá, yo no puedo decir no si yo aquí tengo mi huertito, [...] voy a tener que salir a trabajar pa darle una mejor vida a mi señora y a mi hijo 'cacha'i, [...] ya no voy a ser un hueon joven que va andar 'leseando' y 'carreteando'».
La alternativa a ello para consiste en un imposible: «irse por los ideales» y ser un ermitaño, velando por el resto y no por uno mismo y los suyos. Para él, el camino que ha elegido es lo mismo que hacen todos. Por ello no cree en la política, pues todos velan por sus propios intereses. Probablemente ésta es la razón de elegir el sistema, pues sabe que todo seguirá igual.
5. Síntesis y discusión
En función de los resultados expuestos es posible señalar que los discursos están fuertemente marcados por el nivel socioeconómico. Esto es, la mayor parte de las veces, los entrevistados de un mismo nivel socioeconómico se agrupan en torno a los mismos ejes temáticos. Sin embargo, es de destacar que sólo en la clase alta se ve un poco más claramente un discurso de clase; es decir, una referencia a «un nosotros» en tanto pertenecientes a un grupo socioeconómico, y una referencia a «otros» en tanto pertenecientes a otros grupos socioeconómicos. En los grupos restantes sólo hay referencias ocasionales a este tipo de distinciones, salvo en el último discurso, que está representado sólo por un entrevistado.
A partir de allí, la eventual interpretación en términos de la individualización creciente de los proyectos de vida requiere realizar ciertas distinciones. En la mayoría de los entrevistados de nivel socioeconómico alto y bajo se observa un fuerte lazo con constantes de su clase social: ocupar el lugar del respeto y el poder en la clase alta, lugar que les ha sido heredado, y en la clase baja, aspirar a la superación, y a una vida «decente» y segura (Martínez y Palacios, 1996), distinguiéndose de su medio social (Ruiz, 2010). Y en ambos casos se observa, en su mayoría, apego a la familia y cumplimiento de sus mandatos. Es decir, no se ve que los discursos den cuenta de una individualización extrema, en la vía de «desamarre» de referencias clásicas de hace veinte o treinta años. No obstante, no existe necesariamente conciencia de ello. Por lo tanto, y como señala Beck (1998), habría que distinguir entre las condiciones objetivas y subjetivas de la individualización. Objetivamente, en ambas clases sociales —alta y baja— habría mayor individualización que respecto de nuestro pasado reciente, sobre todo en la clase baja, donde hoy la movilidad social es posible. Sin embargo, no lo suficiente como para hablar de un fenómeno de individualización distinto a lo que ha sido propio de la modernidad (Elias, 1991). No obstante, existe una «conciencia individualizada»; es decir, el decurso vital, la responsabilidad y los problemas se asumen en tanto individuos «privatizados», y no en tanto sujetos pertenecientes a una estructura social. En los jóvenes de clase baja se ve, transversalmente, que esto incluso abarca su identificación juvenil, buscando diferenciarse de su imagen de una juventud cada vez más decadente.
En los jóvenes de clase media, el fenómeno parece ser distinto. Se observa más diversidad en sus construcciones vitales, menos obediencia a mandatos familiares e incluso una referencia más explícita a que sus familias tienen confianza en que lo que ellos hacen y eligen está bien. Y si bien, el proyecto vital se asume como un proyecto individual, hay una referencia más clara, directa y reflexiva a la sociedad. Mas, no lo suficiente como para afirmar que existe un discurso social y/o colectivo.
En este sentido, y mirando los discursos de los entrevistados en su conjunto, las afirmaciones que Norbert Lechner hiciera alrededor del año 2000 toman sentido. Esto es, un proceso de modernización acelerada que no va acompañada por una reflexión social acerca de un «nosotros» y que deja a los individuos sin enraizamiento al tejido social y vuelve obsoletas sus experiencias prácticas y disposiciones mentales.
En efecto, la sociabilidad declarada por los jóvenes tiende a confirmar los resultados de otras investigaciones. Se trata de una sociabilidad restringida a la familia, grupos de amigos cercanos y agrupaciones pequeñas como pastorales, grupos deportivos, etcétera. (pnud 2002; Krause et al., 2005). Sólo hay una mención a una sociabilidad más extendida, por parte de uno de los entrevistados de clase media, que refiere haber participado en el movimiento de secundarios hace algunos años. Coincidentemente, es el joven con una visión más compleja de la sociedad.
Por otro lado, la relación de desconfianza que se tiene para con los desconocidos y las constantes menciones a la violencia y delincuencia que caracterizan a nuestra sociedad (excepto en los hombres de clase alta), hablan de la experiencia de extrañamiento y temor respecto de aquello que no es su ambiente más cercano. La sociedad aparece como un medio agresivo, competitivo y altamente individualizado, que en varios casos es evaluada como una sociedad degradada en relación a generaciones anteriores. En este contexto, si bien muchos de los entrevistados evalúan que hoy es más fácil estudiar que antes, pues hay más posibilidades, la realización de sus proyectos vitales depende de su esfuerzo personal, del apoyo familiar y del dinero con el que se cuente.
En esta línea, resulta altamente llamativa la falta de diversidad y complejidad de los conceptos con que los jóvenes se refieren a la sociedad. Entre los que son distinguibles hay menciones a «ser de arriba» o de «abajo», nacer en un mejor o peor medio social, algunas menciones generales del gobierno, referencias a la desigualdad, a la justicia/injusticia, y en un caso, una mención del Estado y sus políticas públicas. Pero lo que todos, sin excepción, dejan claro es la importancia que tiene el dinero en la concreción del proyecto vital. Además, como se vio, los conceptos no solo son poco diversos, sino que son vagos y confusos, y se ven dificultades de parte de algunos jóvenes, para situarse en un nivel abstracto de reflexión. Aunque muchos de ellos consideran que las normas son necesarias e imponen orden, también hay más facilidad para verlas como un componente del medio social más inmediato: los grupos de amigos, la familia y los colegios.
Por último, es destacable la lejanía que dejan entrever los jóvenes respecto de las autoridades e instituciones. En su mapa social prácticamente no existe el Estado, e incluso a veces es personalizado en la imagen del «presidente»; tampoco existe un sistema de protección social, ni asociaciones civiles a las que eventualmente se pueda recurrir. Y cuando se hace mención la evaluación es negativa: el gobierno y el sistema judicial son corruptos.
¿Qué es para ellos la sociedad entonces? O, formulando la pregunta de otra manera ¿existe para ellos una concepción de lo social que no sea equivalente al mercado?
Al parecer la respuesta es no, o al menos, no de una manera radical. Somos vistos como un conjunto de individuos —o, para ser justos con el discurso de los jóvenes, de familias— en permanente disputa por un lugar. Si bien muchos de los entrevistados consideran que hoy existen más oportunidades, no visualizan claramente a los agentes que han producido esa ampliación de oportunidades. Es un devenir, que depende del dinero, del esfuerzo y del apoyo familiar.
Esto adquiere aún mayor importancia si se piensa que todos los entrevistados son jóvenes que han finalizado su escolarización, tanto en liceos públicos, como en colegios privados. Vale la pena en este marco formularse otras preguntas: ¿Qué educación estamos dando a nuestros jóvenes? ¿Qué imagen de sociedad transmitimos a través de ella? ¿Dónde tiene lugar, en este transcurso, un debate sobre lo público, sobre los deberes y derechos ciudadanos?
Ahora bien, tampoco es nuestro interés responsabilizar a las instituciones educativas por esta situación. La educación es lo que hemos hecho de ella. Y el debate público acerca de lo que somos y lo que queremos ser es responsabilidad de todos aquellos que nos consideramos ciudadanos, en su sentido más amplio.
Finalmente quisiéramos señalar la necesidad de realizar estudios similares en otros segmentos generacionales, pues dados los resultados de estudios ya citados, los discursos mostrados en este artículo no son atribuibles exclusivamente a la condición juvenil. Es altamente probable que, respecto a los tópicos tratados en este estudio, se estén reproduciendo aquí visiones ampliamente compartidas respecto a lo que hemos producido como sociedad.
Santiago (Chile), agosto 2011
NOTAS
* El artículo reporta los resultados de un proyecto de investigación en Ciencias Sociales, Humanidades y Educación 2006: Integración normativa en jóvenes. Un estudio comparativo 1989-2006, soc 06/25-2, Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo, Universidad de Chile.
[1] La relación de los resultados con los puntajes de la escala no se informan en el presente artículo.
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Soledad Ruiz. E-Mail: marruiz@uchile.cl
Recibido: agosto 2011
Aceptado: octubre 2011