Hace casi 1600 años, en su célebre De Trinitate, San Agustín echaba las bases del estudio del signo y el lenguaje, señalando que: “[el hombre] ama [la ciencia o el arte del decir] porque conoce e intuye en las razones del ser la belleza de la ciencia, en la que se contienen las nociones de todos los signos, y la utilidad de un arte que hace posible a los hombres comunicar entre sí sus pensamientos para que la sociedad humana no sea algo peor que la soledad estéril, como sucedería de no ser posible comunicarse los hombres sus ideas por medio del lenguaje” (De Trinitate 1, X). Es esta relevancia de la urdimbre simbólica del lenguaje, actualizada permanentemente en el modo en que los distintos trabajos analíticos resignifican para el tiempo presente la obra pretérita, la que en esta ocasión se constituye en eje articulador de los trabajos que Revista ALPHA ofrece en su cuadragésimo quinto número.
Abre la edición el trabajo en el que José Barrientos presenta el desfallecimiento de los símbolos en la modernidad por acción de la racionalidad pragmatista y el positivismo tecnológico. Sergio Martínez, por su parte, se centra en qué significaría pensar lo sensible desde la lectura que Deleuze hace de la pregunta por las artes de Kant. En una perspectiva metahermenéutica que explora las disquisiciones benjaminianas acerca de la poesía del romanticismo alemán, la poesía barroca y la poesía de Beaudelaire, Luciana Espinosa ofrece una excelente exposición de cómo una comprensión acabada de la crítica implica para el filósofo alemán recuperar la actualización como clave de lectura de la historia.
María Jimena Schere recoge en su trabajo el sentido de conocimiento compartido por una comunidad que posee la noción de Topos en la retórica clásica y, a partir de su análisis, traza las relaciones posibles entre Literatura y Retórica. En un penetrante trabajo respecto del modo en que la crítica medieval pretendió resignificar los símbolos heredados de la antigüedad grecolatina, José Miguel De Toro desmonta gramaticalmente el aparato enunciativo de las crónicas medievales del siglo XII que se esforzaron por desacreditar o “depurar” la veracidad de la mitología clásica.
Desde una perspectiva estética, Fernando Contreras revisa hitos relevantes de la cultura contemporánea, donde ve un renacimiento del humanismo o un encuentro del hombre consigo mismo. Juan Carlos Skewes explora una resimbolización de la relación entre seres humanos y árboles en las voces surgidas de los bosques del sur de Chile y observa una convergencia de estas voces con orientaciones filosóficas que reconocen al ser humano como parte y no como centro de un entramado vital de mayores y más complejas dimensiones. Apoyándose en la crítica que Blanchot hace de algunos tópicos de Camus, Noelia Billi despliega una interesante (y esperanzada) exploración de las consecuencias del cogito camusiano (implícitamente opuestas a las del cogito cartesiano), concluyendo que la despersonalización no implica la renuncia a la insumisión, la que ahora se realiza en la resistencia de lo neutro; sigue a esta reflexión el trabajo de Clemens Franken referente a la resimbolización del género policial que, en formato de parodización, realiza el novelista francés Alain Robbe-Grillet. Situada en el terreno de la narrativa de la memoria de la guerra civil española, Teresa Iribarren ofrece la lectura que de este período (y desde una perspectiva feminista) realiza la escritora María Barbal por medio del reconocimiento de la violencia patriarcal de la que es objeto la protagonista de la novela Pedra de tartera. Mary Mac-Millan examinará la obra Fantomas contra vampiros multinacionales de Julio Cortázar, donde resimboliza la tensión entre compromiso estético y compromiso ético acudiendo a la noción derridiana de “suplemento”, a la luz de ello lo ético no sería un elemento marginal, tampoco habría una jerarquización entre ambos. En una perspectiva similar, Claire Mercier y Bernardo Rocco examinan el binomio conformado por la literatura nazi en América y 2666 de Roberto Bolaño, para concluir que ambas novelas manifiestan una visión de mundo que constata, mediante la genealogía, los indicios que explicarían los procesos históricos del fenómeno global de la violencia; una perspectiva que parece asumir, en tanto que esfuerzo de exégesis histórica, el trabajo de María Luisa Martínez, quien ve en la novela Fiesta de difuntos en Casablanca la bella de Fernando Vallejo la constitución de un espacio utópico que dialoga conflictivamente con el espacio sociohistórico colombiano. Juan de Dios Torralbo expone la resignificación de los textos que hace Aphra Behn en sus traducciones de los clásicos. Todavía en el marco de la resignificación de binomios conceptuales relevantes, Héctor Torres contrapone la interculturalidad (americana) a la monoculturalidad eurocéntrica en el marco de la formación de profesores en el contexto poscolonial chileno.
Buscando explicar complementariedad y antagonismo que ocurren entre lenguas que comparten un espacio geosociocultural determinado, Aldo Olate revisa los énfasis de las descripciones sociolingüísticas del contacto entre mapudungun y castellano proponiendo una revisión in situ de la interacción lingüística entre ambas lenguas. Como contrapunto, Gastón Salamanca discute y actualiza los estudios existentes acerca de la fonología segmental del mapundungun hablado en el Alto Biobío; y, finalmente, es Francisco Donoso analiza los elementos críticos a la base de aquella suerte de prescripción que Edward Said formulara a los intelectuales bajo la célebre consigna de “decir las verdades al poder”.
Cuatro notas cierran las reflexiones y análisis de este cuadragésimo quinto número de Revista ALPHA: un trabajo de Carlos Trujillo pertinente a la obra nerudiana, la revisión del surrealismo argentino en la revista QUÉ de Felipe Gamboa; Federica Scherbosky nos ofrece una revisión del “movimiento antropofágico” en el arte brasileño; y la reflexión de Felipe Sáez y Arturo Vallejos-Romero respecto de la metodología para el estudio del mundo de la vida diaria desde la propuesta de Alfred Schütz.