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Revista signos
versão On-line ISSN 0718-0934
Rev. signos v.30 n.41-42 Valparaíso 1997
http://dx.doi.org/10.4067/S0718-09341997000100004
Revista Signos 1997, 30(4142), 6376 LITERATURA La Poesía Española entre «Adonais» y la Antología Consultada En el año 1939, al finalizar la guerra civil, el panorama político en España es el siguiente: ante todo numerosas, dolorosas desapariciones; han muerto Unamuno, Antonio Machado, Federico García Lorca y morirá no tardando Miguel Hernández (1942); se han exiliado Juan Ramón Jiménez, Guillén, Salinas, Alberti y Cernuda, entre otros; quedan en España, Manuel Machado, Aleixandre, Gerardo Diego y Dámaso Alonso, más varios nombres de la generación del 36, como Leopoldo Panero, Luis Rosales, Luis Felipe Vivanco o Dioniso Ridruejo. Y es ahora cuando van a ir surgiendo los nuevos nombres que integran el panorama del que voy a ocuparme. Nuestra historia comienza en 1943. Diríase que en este año se pone en marcha después de los acontecimientos pasados la poesía española. 1943 es el año de la fundación y salida de la colección «Adonais»(el volumen primero acabó de imprimirse el día 20 de abril) y de la aparición (mes de mayo) del N° 1 de la revista poética Garcilaso. 1952, que señala el jalón terminal, es el año de la Antología Consultada de la Joven Poesía Española, libro en el que confluyen diversas tendencias poéticas con autores distintos, figuras más relevantes, aunque no las únicas, de la década. A partir aproximadamente de esta antología las cosas van a cambiar un tanto con, por ejemplo, la incorporación de nombres nuevos los integrantes de la llamada generación de los 50 o del medio siglo, buena parte de ellos dados a conocer como ganadores o accésits del premio "Adonais». «ADONAIS»: UNA COLECCIÓN Y UN PREMIO La colección "Adonais» se fundó por Juan Guerrero Ruiz dentro de su Editorial Hispánica como un medio para ofrecer «junto a las obras más interesantes de la joven poesía española, originales de poetas más consagrados, y traducciones de poetas extranjeros, rigurosamente seleccionadas e inéditas»1 Publicaba un volumen cada mes, tuvo como eficacísimo director al poeta y crítico José Luis Cano y comenzó su existencia con el libro Poemas del toro, primero de un joven poeta de veinticuatro años, Rafael Morales, con prólogo de José María de Cossío, en el que algunos críticos como Pablo Corbalánseñalaron un influjo bastante claro de los sonetos de El rayo que no cesa, de Miguel Hernández. Destaca una novedad en el tratamiento del tema taurino: no son los toreros, ni el público espectador, ni lo colorista o pintoresco de la fiesta, o su tragedia más externa lo más importante, sino el propio protagonista no humano presentado directamente porel poeta que trata de penetrar en su interior, animándolo, pensando y sintiendo por él. «Adonais» cumplió bien sus propósitos y con contadísimas excepciones pasaron por ella todos los poetas importantes surgidos en España en ese tiempo. La labor de la colección «Adonais» se vio complementada con la creación del premio de igual nombre, cuya primera convocatoria se haría pública en otoño de ese mismo año y a la que concurrirían ciento siete originales; el galardón sería compartido por Vicente Gaos Arcángel de mi noche, Alfonso Moreno El vuelo de la carne y José Suárez Carreño Edad de hombre. Hubo que esperar hasta 1947 para que se produjera la segunda convocatoria, que supuso la revelación de un poeta, José Hierro, con su libro Alegría, y la concesión de un accésit a Julio Maruri por Los años, reconocimiento primero de la existencia de un grupo poético, el surgido en torno a la revista santanderina Proel. José Hierro había nacido en Madrid en el año 1922, aunque había pasado gran parte de su vida en Santander. Su primer libro, Tierra sin nosotros (1947), libro muy personal porque de lo que el poeta trata es de su propia experiencia vital: ha sufrido pruebas dolorosas en la vida, las ha sufrido recientemente, y ha conseguido superadas, pero no sin que le haya producido una enorme decepción la pérdida de acariciadas ilusiones; y de esto es de lo que se nos habla, pero sin pesimismos irremediables, sin quejas amargas; y con buena música que avalora la auténtica letra El libro se abre con una cita del poeta santanderino decimonónico Amós de Escalante, el verso que dice: «Musa del Septentrión, melancolía», clara alusión en esta última palabra al tono dominante en el volumen. Alegría, premiado y publicado también en 1947, es un libro más maduro que el anterior, continúa con la misma temática general, variando a veces algunos motivos y quizás es más unitario, con menos salidas fuera del ánimo del poeta, que recuerda y piensa que todavía no proyecta y parece no creer el hecho de su salida a la vida, la posibilidad de vivida plenamente en libertad. No se trata de un libro alegre, pero tampoco es pesimista; su sentido queda suficientemente claro en el lema bajo el que se cobijan los poemas: «A la alegría por el dolor», lema que se corrobora muy explícitamente en el que inicia el volumen, titulado «Llegué por el dolor a la alegría». Con las piedras, con el viento (que es un verso de Lope de Vega) salió en 1950 y se abre con una nota, carta o prólogo del poeta Gerardo Diego en el que se contienen afirmaciones que ponen de manifiesto la relación amistosa y literaria existente entre ambos poetas2, Ha sido mucho el dolor y aún el poeta no ha conseguido recuperarse del todo, sobreponerse por entero: de aquí que todavía le puncen los malos recuerdos y que en ocasiones le ganen el desaliento y la desesperanza. Las ideas de José Hierro sobre la poesía están en cierto modo dentro de la línea de poesía social propugnada por Gabriel Celaya de la cual hablaremos más adelante, pero se trata de una adscripción menos rotunda y excluyente que la de éste y más matizada y comprensiva, acaso como integradora o superadora de oposiciones; así, de acuerdo con esta actitud teórica ha sido en todo momento la poesía de Hierro, donde la preocupación temporalista nunca excesiva, nunca socializada o politizada no excluye la música, la belleza. Dice Hierro: «Es preciso hablar claro. La oscuridad es defecto de expresión»3; pero hablar claro no significa en la poesía de Hierro hacerla como en la conversación y únicamente así, rebajarse el poeta voluntariamente a la expresión prosaica, sin gracia y sin música. «Detesto la torre de marfil. El poeta es obra y artífice de su tiempo. El signo del nuestro es colectivo, social. Nunca como hoy necesitó el poeta ser tan narrativo»4; sin embargo, nunca se radicaliza la postura, nunca se va de la actitud universal del tiempo presente a la actitud frente a lo concreto del actual tiempo español haciendo así política y panfleto. Además, quizá pudiera hablarse de una infidelidad del poeta Hierro a tales principios puesto que nunca ha dejado de hablar de sí mismo, aunque lo haga también de «otros» y aunque lo que dice de sí mismo tenga validez para muchos más. Igualmente, cuando ha hecho poesía narrativa la ha hecho sin olvidar su condición de poeta lírico, transido lo que escribe de calor humano personal, íntimo, y ofreciéndolo con muy ajustada musicalidad. Aboga nuestro poeta por la mesura, por la ecuánime ponderación, a veces tan olvidada: «Procuro no engañarrne confundiendo engolamiento, grito y desmelenamiento, con angustia y sinceridad. Porque el hombre puede llorar, pero debe saber guardar las apariencias»5. El «Adonais» de 1949 fue a manos de Ricardo Molina, cordobés del grupo «Cántico» al que más tarde nos referiremos por su libro Carimbo. El fallo fue disputado y finalmente se quedó sin premio BIas de Otero, cuyo libro Angel fieramente humano publicó a los pocos meses «Insula». El premiado era un excelente poeta andaluz que hablaba de su melancolía y de un paisaje ensoñado, hermoso y brillante, apartada su expresión del formalismo y del prosaísmo: ya tenía algún otro libro en su haber, además de la fundación y dirección de la revista cordobesa Cántico. En 1950, el jurado decidió galardonar al libro Dama de Soledad, de Juana García Noreña, nombre bajo el que se escondía la personalidad de José García Nieto. LA REVISTA GARCILASO (MADRID, 19431946) En mayo de 1943 vio la luz el primer número de la revista Garcilaso que sacaría treinta y seis hasta su desaparición en abril de 19466. Un grupo fundador de cuatro miembros Pedro de Lorenzo, Jesús Revuelta, Jesús Juan Garcés y José García Nieto aparece en los números uno y dos. A partir del tercero queda como director en solitario García Nieto, a quien desde entonces se le considera responsable único de la revista para bien y para mal. Conocemos los propósitos de la publicación tanto por lo que puede indicar al lector atento el contenido de los números publicados, como por declaraciones de algunos de sus fundadores y sostenedores e incluso por ciertas aseveraciones extraídas de ataques a la revista, más que por editoriales insertos en ella, pues quienes hacían Garcilaso fueron doctrinalmente bastante más parcos que sus colegas de Espadaña. En el recuadro Dos Años de «Garcilaso» (penúltima página del número 24) queda bien claro uno de los propósitos animadores de la empresa: conseguir una tribuna para los jóvenes poetas de aquel entonces, existentes, sí, dispersos, también, y sin mayores posibilidades de salir a la luz. De acuerdo con esta intención estuvo la apertura de la revista. En unos textos de los números 2 y 3 de los pocos que contienen algo así como manifiestos o proclamasleemos lo siguiente: «[...] nuestras puertas están francas. Somos contrarios a toda barrera, a todo grupo cerrado, a toda torre de marfil [...] Os podemos llamar abiertamente porque tenéis el paso libre y esperamos gozosos vuestra obra [...]» (N° 2) «[...] tenemos franca la puerta. Nuestro signo es la cruz, el más: lo que suma, acarrea, agrega, une, incorpora y multiplica [...]»(Nº 3). Dentro de este escaso número de textos editoriales conviene que nos fijemos en el que, bajo el título de «Siempre ha llevado y lleva Garcilaso», abre el número 1 de la revista, pues algunas aseveraciones y alusiones en él contenidas resultan para aquel momento de importante significación. Se reivindica la figura y el nombre de Garcilaso de la Vega, caballero, soldado y poeta, como ejemplo, norma, modelo, estímulo, etc, partiendo de un cuatricentenario (el de su muerte heroica: 15361936), que fue ocasión apenas celebrada a causa de las circunstancias históricas españolas: «Bautizada con su nombre, aparece hoy esta revista, bajo la influencia estelar de su vida, su verbo y su ejemplo». En relación con esta hegemonía de Garcilaso, viene la constatación de un «segundo renacimiento hispánico», el cual, literariamente hablando, se traduce en «esta segunda primavera del endecasílabo». y el endecasílabo nos conduce a la actitud formalista, típica de esta revista y muy denostada. Se señala asimismo una oposición al compromiso político de la revista Caballo verde para la poesía, dirigida por Neruda, que pretendía «una poesía sin pureza», actitud que los de Garcilaso rechazan acaso porque la impureza que se pretende les parece cosa peligrosa, tal vez encubrimiento de alguna mercancía estéticamente averiada. Garcilaso lleva a Toledo y Toledo lleva al Greca. Así como el Greca fue bienquisto a los del 98, ahora Garcilaso es el fiel contraste de los jóvenes poetas españoles, empeñados en una labor de creación frente a la hipercrítica de los noventayochistas, actitud que se reputa como estéril. «Verso y Prosa» rezaba en la portada, pero Garcilaso se llenó mayoritariamente de versos; la prosa que hubo, en cantidad muy inferior, no fue nunca prosa crítica a diferencia de Espadaña, sino de creación, bien anticipo de libros narrativos7, o de prosa escrita para la revista como los relatos breves, tan deliciosos, tan distintos a lo que se llevaba en aquella época de tremendismo, del gijonés Julián Ayesta recogidos en su libro de 1952, Helena o el mar del verano. Hubo igualmente alguna pieza teatral8, así como una sección titulada «Humor y poesía cada día», sin mayor importancia salvo una galería de intencionados retratos de escritores que, en forma de sonetos, componía, aunque no firmaba, José García Nieto. La poesía quedaba repartida en las siguientes secciones: «La vencedora gente recogida» dedicada a la exhumación de textos poéticos de autores españoles de otro tiempo, o la que ofrecía, traducidos, poemas de autores extranjeros: portugueses (como Pessoa y Serpa), franceses (como Pierre Emmanuel o Valéry), etc. Las restantes páginas eran para los versos de tantos y tan variopintos poetas y versificadores, reservándose las dos centrales para quienes estaban más vinculados a la revista. En el número final (3536) aparece una extensa lista de colaboradores por orden alfabético. Tenemos en ella, siguiendo un criterio digamos generacional, primeramente a Manuel Machado, que fue para algunos jóvenes creadores un indudable estimulo y un ejemplo humano. Hay una colaboración desde el exilio de Juan Ramón Jiménez. Seguidamente van poetas pertenecientes a la generación del 27: Dámaso Alonso, Gerardo Diego y Vicente Aleixandre, entonces tan aclamados; también gentes de la generación del 36 como Alfaro, Marqueríe, DíazPlaja, Leopoldo Panero, Vivanco, Muñoz Rojas, etc; y, por último, los cronológicamente posteriores «garcilasistas», «espadañistas», independientes, surrealistas, postistas. No encontramos ni a Celaya es muy natural; dada su postura de total rechazo y de no colaboración entonces, hasta que en 1947 decide romper su voluntario silencio, ni a Blas de Otero. Tampoco encontramos los intentos surrealistas de Miguel Labordeta o de Juan Eduardo Cirlot, pero sí poemas surrealistas de Cela y de Joaquín de Entrambasaguas. Carlos Edmundo de Ory y Eduardo Chicharro (hijo), fundadores y voceros del postismo, a quienes casi nadie tomó en serio entonces, también colaboraron. Semejante variedad hace difícil una valoración de la poesía de Garcilaso, si pensamos en un tipo de poesía que represente cumplidamente y casi sin excepción lo que esta revista fue en la intención de sus fundadores y mantenedores y en su realidad de número a número. Externamente hay una ostensible abundancia de sonetos, décimas, romances, y de versos endecasílabos y octosílabos, lo que supone fidelidad a la norma o vuelta a la estrofa, pero si es cierto que hubo colaboradores incapaces de salirse del mero virtuosismo formal, también lo es que otros la superaron sobradamente. Más o menos sucede otro tanto en lo que se refiere a los contenidos. Varios artículos aparecidos en el semanario Juventud en 194243 resumen las ideas de García Nieto sobre el hacer poético, a las que se mantiene fiel en la práctica. Forma y contenido son igualmente importantes y ha de buscarse que exista entre ellos un armonioso equilibrio, pues: «Para escribir versos hay que tener qué decir. [...] No importan las formas cuando no nos encadenen. Tampoco el chorro libre nos interesa cuando traiga agua turbia.»9 Después de su primer libro, Víspera hacia ti (1940), compuesto por sonetos y décimas referidos mayoritariamente al amor ya la libertad, se publican en 1944 Poesía y Tú y yo sobre la tierra. Dos son los temas principales del primer volumen: poesía y amor, junto con varios secundarios: la naturaleza, el tiempo, la religión, la muerte, la infancia feliz e irremediablemente perdida. Al principio el autor nos habla de su condición de poeta y de la poesía considerada como una amada y entendida como algo que sube del corazón hasta la garganta, pudiendo verse en este entendimiento una defensa de la poesía nacida en lo más hondo del hombre y comunicadora de algo muy personal. La poesía no es un arma revolucionaria, ni un bello juego, sino que debe ser algo relacionado entrañablemente con la interioridad del poeta. A la mayor variedad temática va unida una mayor variedad métrica y por ello, frente a las décimas y sonetos de Víspera... hay en Poesía diversos metros y estrofas. Poco nuevo ofrece el conjunto de veinte sonetos alejandrinos que conforman Tú y yo sobre la tierra. El «tú» y el «yo» del título son el poeta y su amada, por tanto, tema amoroso con sus conocidos rasgos. Tras Toledo (1945) y Del campo y soledad (1946), aparece en 1951 el libro Tregua, que algunos críticos consideraron como el mejor hasta entonces y el que representaba una mayor evolución en la poesía de García Nieto, desde un mero formalismo hasta un contenido sincero y humano, evolución comenzada ya en Del campo y soledad. El autor decía: «Empecé a podar el árbol de mi poesía por los sitios que le hacía más falta y vi con alegría cómo iba apareciendo lentamente una poesía más estrecha, más desnuda y sobre todo, más mía.»10 Es cierto que en Tregua nos encontramos con un García Nieto diferente, deseoso de una poesía distinta, libre de tanto juego formal. Quizá «humano» sea la palabra que definiría el libro; sin que ahora se abandonen la rima, el ritmo, la imagen o el juego paralelístico y de oposición, el autor presenta a lo largo de estas páginas a un hombre que habla más profundamente del paso del tiempo, del temor a la muerte, del amor y de su fe en Dios, visto sin el tremendismo religioso tan en boga en la época, ya que Dios es alegría y esperanza, nunca ira y combate. LA REVISTA ESPADAÑA (LEÓN 19441950) Espadaña apareció en León entre mayo de 1944 (Nº 1) y 1950, sacando un total de cuarenta y ocho números11. Al lado de Victoriano Crémer figuraban en esta empresa Eugenio García de Nora, Manuel Rabanal, José Castro Ovejero, Luis López Anglada, Luis López Santos y Antonio González de Lama. No fue un grupo coherente, ni de integrantes igualmente cualificados e igualmente trabajadores; por eso quedó reducido sin tardanza a Crémer, Nora y Lama, y éstos no estaban siempre bien avenidos entre sí. Defiende Espadaña una actitud rehumanizadora de la poesía frente a una poesía que consideraban fría, ensimismada, con temas de escasa importancia (¿como la de Garcilaso?). Abogaban por otros temas menos efímeros, más eternos o permanentes, relacionados con la existencia del ser humano; unos pueden venir de la realidad inmediata española o extranjera (guerra civil, Segunda Guerra Mundial), llena de sucesos que originan dolor, sufrimiento, desorden, violencia y la sensación de que el mundo está mal hecho; otros temas superan la realidad inmediata, como, por ejemplo, la impotencia del ser humano ante realidades poderosísimas, lo cual provoca una reacción angustiada. Formalmente hay una expresión que, frente al formalismo, rompe con casi todos los cauces métricos tradicionales. Parecen pensar los «espadañistas» que cierto tipo de contenido no se sujeta a unos moldes o esquemas fijos, que el apasionamiento y la rebeldía no se avienen con un determinado número de sílabas; prefieren, por tanto, el versículo, el verso libre o cualquier tipo de combinación que el poeta estime apropiada. También el léxico es distinto, pues para expresar un contenido trascendente o doloroso las palabras normales o melifluas no sirven. Se utilizan exclamaciones y admiraciones, palabras retumbantes que ya desde su fonética llaman la atención. En algún número de la revista se hizo recuento de poemas de la época en los que se utilizaban palabras como «dulce» o sus derivados «dulzura», «dulcemente» y se habló así del «azúcar» de la poesía española del momento, en contra de la cual estaban. En 1944 (N° 9 de Espadaña) González de Lama publica un artículo titulado «Poesía actual», donde habla de dos tendencias: una poesía formalista y una poesía que él llama material y dice: «La poesía formalista es ante todo poesía de forma. Estilo, lenguaje, música, son cuidados con esmero y hasta con meticulosidad. No importa el tema, que sólo es el cañamazo para las lindas bordaduras. Esta poesía tiende a lo descriptivo o al tópico sentimental mil veces trillado: la fina canción, el soneto conceptuoso, el madrigal exquisito, la oda elocuente.[...] La otra poesía, menos ágil, es por el contrario, poco amiga de la forma torneada[...]. Busca un encanto más hondo y se abisma en subsuelos ardientes, de sacudida humanidad. La materia poética lo es todo». Se inclina el crítico por este segundo tipo de poesía aduciendo que la realidad es demasiado trágica para permitirse el juego con las palabras; no obstante admite Lama los peligros de esta poesía que puede caer fácilmente en el histrionismo, la arenga o el panfleto. Por otra parte, la forma tampoco puede ser despreciada y el articulista concluye deseando una síntesis de ambas corrientes «en una poesía hervoroso, y, no obstante, grata, fluida, bella». De acuerdo con el subtítulo que aparece en muchos de sus números, ofrece Espadaña poesía y crítica, aunque también algún relato Crémer o Landínez o alguna breve pieza dramática del propio Crémer. Salieron también los «Suplementos» de Espadaña en los que se insertaron poemas extensos como el homenaje de Leopoldo Panero a García Lorca, España hasta los huesos (en el N° 18, 1945), traducciones de Rilke o de Casais Monteiro, o una antología de Quevedo en su centenario de 1945. A partir del número 22 (1946) se publicó la Antología parcial de la poesía contemporánea, en fascículos que podían encuadernarse aparte, debida a Lama, en la que figuraban poetas jóvenes y menos jóvenes, más o menos conocidos, con o sin libro publicado, de los que se ofrecían algunas muestras, precedidas de unas líneas de situaciónvaloración acerca del poeta. Las contracubiertas del número eran aprovechadas bajo el rótulo de «Crítica y notas" para una información noticiosa acerca de revistas, de libros recién aparecidos, de algún premio o de algún otro hecho relacionado con la actividad poética española de aquel momento. A veces tales noticias poseían un tono menos informativo y más apasionado; era cuando se traspasaban a la sección «Tabla rasa», debida a Crémer, cuyo título resulta de por sí significativo. «Poesía y vida», «Poesía y verdad» y «Poesía y crítica» eran tres habituales secciones en prosa, las dos primeras perfectamente intercambiables, cuyos trabajos de ordinario sin firma, a manera de editoriales de la revista solía escribir Crémer, que mostraba en ellas su apasionamiento y en ocasiones una cierta confusión. Distinta era y por ello logró Espadaña buena parte de su prestigiola sección «Poesía y crítica», en manos de Lama y, ocasionalmente, a cargo de Crémer, a quien a veces le puede la amistad y también las similitudes de actitud y práctica poética que cree adivinar entre concretos libros de algunos autores y su propia forma de poetizar. González de Lama es muy diferente ya que ha leído más y ha leído mejor; no tiene intereses propios que defender y es por su talante persona de carácter moderado, lo que no impide que tuviese y mostrase sus filias y sus fobias. Si fuéramos a señalar algún hecho relevante en la historia de Espadaña, destacaríamos: la publicación en 1944 de Hijos de la ira, de Dámaso Alonso y Sombra del paraíso, de Vicente Aleixandre, por cuanto el contenido de ambos libros suponía un reforzamiento de la línea de Espadaña, pues en ellos se abandonaba cualquier complacencia formalista para encararse con una realidad humana intemporal y válida en todo momento y latitud actitud de Aleixandre en tanto que la «protesta cósmica"de Dámaso se refiere a un momento y a un espacio inmediatos presididos por el dolor y la crueldad. También la aparición en 1945 del primer libro de tres poetas jóvenes que no mostraban contacto con el formalismo y que se encaraban abierta y felizmente con realidades humanas valiosas es el caso de Nora en Cantos al destino, Valverde en Hombre de Dios y Carlos Bousoño en Subida al amor podía ser estimado como otro refuerzo. De bien distinto signo fue el fallo del premio «Adonais» en su segunda convocatoria (año 1947), concedido a Hierro por su libro Alegría, con tres accésit: Los años, de Julio Maruri, Dominio del llanto, de Concha Zardoya y Contemplación del tiempo, de Eugenio de Nora. Parece ser que el enfado en Espadaña fue grande y en la «Tabla rasa» del N° 29 encontramos estos versos:
A partir del número siguiente, Lama comienza a escribir acerca de tales libros. Va primero el de Hierro, que al crítico le gusta muy escasamente, pues opina que el poeta premiado «no ha tenido aún tiempo a convertir, a fuerza de pensar con toda el alma, los pensamientos en sentimientos y, por eso, a menudo se pierde en abstracciones.» Maruri y Zardoya tampoco salen bien parados de la crítica de Lama: Los años es «un libro pesado y monótono» (dice) sin darse cuenta de que se trata de un poema extenso y no de un conjunto de poemas, cuyas partes o fragmentos conspiran al mismo fin; conjunto de muy insistido unidad temática donde se reitera una visión melancólica de la vida y del mundo. El libro de Concha Zardoya «ha decepcionado al crítico», al menos buena parte de él, contrariamente a lo que ocurre respecto de Contemplación..., segundo libro de Nora, que, sin haber sufrido desviaciones, «ahonda su pisada y la hace más densa y, sin embargo, más ágil, más limpia.» |