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Atenea (Concepción)

versión On-line ISSN 0718-0462

Atenea (Concepc.)  n.500 Concepción  2009

http://dx.doi.org/10.4067/S0718-04622009000200018 

Atenea N° 500- II Sem. 2009: 207-230

 

500 NÚMEROS DE REVISTA ATENEA

 

AL FIN SE DESCUBRE MI MAESTRO POR VICENTE HUIDOBRO1 *

AT LAST MY MAESTRO HAS BEEN DISCOVERED BY VICENTE HUIDOBRO

 

VICENTE HUIDOBRO
Poeta chileno (Santiago, 1893 - Cartagena, Chile, 1948), creador y exponente del creacionismo, es considerado uno de los 4 grandes de la poesía chilena (con Neruda, De Rokha y Mistral).


RESUMEN

Según Guillermo de Torre, en Literaturas europeas de vanguardia, Herrera Reissig sería el maestro, inspiración y, muchas veces modelo directo de Huidobro. Frente a esa “acusación” las páginas que siguen, además de negar esta atribución, emprenden un intento de retratar al novelista, autodenominado bardo, crítico, profesor y periodista español. Un ser polifacético, una adorable criatura que más bien merece ser llamado explorador hermenéutico por su gran audacia y sagacidad. Ambas particularidades comparables, en De Torre, a las que exhibe una rata que intenta robar un pastel. Sin embargo, más allá de sus, hasta la hora, acciones menores, lo que más sorprende del joven será el hambre por llegar que revela su rostro. Hambre que no le impediría, incluso, matar (hoy sabemos que el español no llegó a tanto, le bastó casarse con la hermana de Borges).

Palabras clave: Creacionismo, polémica, injuria, sátira.


ABSTRACT

According to Guillermo de Torre, in Literaturas europeas de vanguardia, Herrera Reissig would be the maestro, inspiration and, many times, the direct model for Huidobro. Faced with this “accusation” the following pages, besides denying this attribution, attempt to draw a portrait of the novelist, the Spanish self-declared bard, critic, professor and journalist; a multifaceted being, an adorable creature that better deserves being called a hermeneutic explorer for his great audacity and sagacity. Both particularities are comparable in De Torre to those exhibited by a rat who attempts to steal a pastry. Nevertheless, beyond his, up until now minor actions, what is most surprising about this youth is the hunger to make it that is revealed in his face. A hunger that might’ve led him to kill (today we know that the Spaniard didn’t go that far, it was enough for him to marry Borges’ sister).

Keywords: Creationism, polemics, slander, satire.



GRACIAS a los esfuerzos del sagaz detective Guillermo de Torre se descubre finalmente los orígenes del Creacionismo. Loado sea Dios.

Cuanto siento mi querido Juan Gris que tus éxitos teatrales te retengan aún en Monte Carlo. Te preparo a tu vuelta un momento de sana alegría cuando sepas que el inefable De Torre me acusa en la revista Alfar de haber sido influenciado por el poeta Herrera Reisig el mismo Herrera Reisig que hace algunos años comentábamos una tarde y al cual poníamos como el prototipo del arte decadente y refinado lleno de símbolos sutiles y sin un átomo de lirismo puro, modelo acabado de todo aquello que hay que huir como la peste.

Pobre Herrera Reisig ayer acusado a su vez de plagiar a Jules Laforgue y Albert Samain y hoy culpa de mis pecados.

El artículo del angelical Guillermo de Torre es la prueba flagrante de su gran conocimiento en poesía y de la profundidad de sus estudios técnicos.

Parece ser que este verso de Herrera Reisig:

Los astros tienen las mejillas tiernas.

(Qué hermoso verso? verdad inenarrable Guillermo? y qué moderno) ha influenciado este otro mío:

Apretando un botón todos los astros se iluminan.

El lector puede ver el parecido no sólo de idea sino de procedimiento… Este otro verso de Herrera: “Ríen los labios de leche de los luceros precoces”.

Fíjese usted mi querido Larrea, en ese verso, analícelo usted; leche, labios, precoces, luceros… no le digo más porque usted está en el secreto, pero sepa que ese verso, que entusiasma el alma pura de Guillermo de Torre, ha inspirado este otro mío:

Miro la estrella que humea entre mis dedos.

Pero esto no es nada. El inefable De Torre me ha pescado infragante en un soneto de Herrera en que pintando un cura el poeta dice:

El ordeña la pródiga ubre de su montaña
Para encender con oros el pobre altar de pino.

Esto es completamente creacionista, ¿no me ve usted Larrea escribiendo esos versos? Ahí no hay ningún símbolo, en cambio yo digo:

Campesinos fragantes ordeñaban el Sol.

y esto no es un simple hecho que yo presente, que yo haya inventado, esto tiene otra significación escondida y no es sino puro simbolismo y nada más.

Ahora prepárense los técnicos. Mucho ojo. En alguna ocasión yo seguramente he querido decir a una chica guapa que se había sonrojado y escribí “el día muere en tus mejillas”. Pero yo no contaba con la huéspeda y es que este inefable Torre, cazador experto de todas mis migajas conocía este verso exactamente igual al mío del magno Herrera Reisig: “Y se durmió la tarde en tus ojeras”. En el cual el significado (ruego leer el poema entero para mayor claridad), el equilibrio de los valores y la relación de peso de las palabras es exacta al mío.

He aquí pues, lector sutil, el origen de mis famosas imágenes creadas y de todo el creacionismo. Al fin se descubrió gracias a este egregio rival de Colón que se llama Guillaume de Torrés.

Luego este querido amigo cita otros versos del poeta uruguayo que no compara, helas, a versos míos y entre ellos advierto este:

En el dintel del cielo llamó por fin la esquila

que el sagaz cazador se olvida de decirnos que es un verso robado por Herrera al mismo De Torre que en su libro Hélices en la página 47 dice:

Las estrellas tocan a rebato

La prueba que yo conocía al poeta uruguayo, la da el inefable De Torre al sorprender en mi libro La gruta del silencio de 1913, este epígrafe de Herrera y Reisig:

Mucho antes que el agrio gallinero, acostumbra
a cantar el oficio de la negra herrería,
husmea el boticario, abre la barbería.
En la plaza hay tan sólo un farol que no alumbra.

Esta estrofa tan maravillosamente antidescriptiva es igual a los versos míos que dicen:

Por una gran pendiente se resbaló la noche
y asoma la pestaña roja azul de la aurora.

¿por qué diablo puse yo ese epígrafe de Herrera tan semejante a mi manera poética? Hay un misterio que un día nuestro buen Guillermo descubrirá a las multitudes asombradas. Como conoce mi crítico el sentido de la ironía.

Todos sabemos que la noche baja resbalando por una pendiente y yo sólo he caído en un lugar común y en la descripción más directa del mundo externo. En mi verso no hay nada creado, es pura fotografía, yo soy más simbolista y descriptivo que mi amigo Guillermo de Torre y sobre todo amo más que él lo pintoresco y lo fantástico como puede verse al leer nuestros poemas.

Pero me preguntará el lector ¿quién es Guillermo de Torre?

Idolatrado lector, no quiero ofenderte y supongo que ya lo tienes juzgado y que podrás en adelante apreciar este maravilloso cerebro crítico y profundo estético.

Si no te es suficiente lo que has leído debes saber que este modernísimo vate adora el siguiente trío: Walt Whitman, Góngora y Herrera Reisig. ¿Qué tal? ¿Qué me dicen los otros poetas modernos, los pobrecitos que no comprenden nada?

(Perdona, Góngora, pero te juro que no es culpa mía).

Esto es como si un pintor de hoy me dijera que sus más grandes artistas eran Branwyng, el Greco y Samuelito Rojas.

Después de eso se está juzgado hasta la muerte.

Sin embargo mi conciencia me exige otro retrato de este inefable chico y paso la pluma a Gómez de la Serna. En su libro Pombo nos cuenta que Guillermo de Torre le fue enviado por Cansinos Assens con una carta que decía: “Dichoso usted a quien todavía tan joven le puedo hacer el envío de un discípulo”. Gómez de la Serna pide al gran Torre que le lea algo y después de oírle dice estas frases:

Yo me quedé silencioso viendo sólo la cantidad de fervor que había en él y él me dijo que le enviaron a Cansinos porque dijeron que era su discípulo, que después le dijeron que de quien él era discípulo, era de Noel, pero Noel tampoco le creyó su discípulo y entonces había vuelto a Cansinos y este me lo había enviado a mí.

No había más remedio que aceptar el discípulo para que no se pasase la vida buscando a su maestro, yendo de la Ceca a la Meca por los desiertos calcinados y calcinantes. Desde entonces Guillermo de Torre va a veces por Pombo, ilusionado, ingenuo, pero tan dispuesto a despertarse sobre lo extraordinario, tan ciego en su camino, tan dispuesto a llegar que da miedo de que me haga pagar caro algún día el que le hayan hecho mi discípulo.

Después de leer este profundo y profético retrato comprendí el alborozo de Cansinos cuando una noche paseaba con él cerca de la Puerta del Sol y al divisar a Guillermo de Torre le llamó a grandes gritos: “Aquí tiene usted a Huidobro. Al fin encuentra usted a su maestro, ya parecía usted una pelota lanzada de mano en mano, ahora podrá usted reposarse”…

El inefable Guillermo empezó a venir por las tardes a mi casa de la Plaza de Oriente y ahí de su conversación profunda aprendí todos los secretos de la poesía moderna. Esto pasaba en 1918, en los tres meses que yo viví en Madrid.

¿Recuerda usted mi querido Bacarisse y usted mi querido Villacián, las lecciones de estética moderna que me daba Guillermo de Torre y cómo se me alargaron las orejas de oírlo y no querer perder una sílaba de sus labios?

Yo no tenía ni la más remota idea de esas cosas y estaba tan dispuesto a despertarme sobre lo extraordinario que caí de rodillas ante el divino maestro que me abría nuevos horizontes.

Conservo aún los poemas manuscritos que me dio Guillermo de Torre en aquella época. Poemas modernísimos que un día que amanezca de humor publicaré, como un homenaje a aquel grato recuerdo y como un desmentido a la canalla que pretende que entonces el genial precursor de precursores imitaba a los más viejos simbolistas.

Hace poco tiempo un amigo me escribía desde España: “Hay aquí dos infelices que le tienen a usted un odio y una inquina inconmensurable, Guillermo de Torre y Laso de la Vega. Están como poseídos de una fiebre de desesperación de que usted no los toma en cuenta, ni hace caso de ellos para nada. No es usted diplomático en sus desprecios”.

Esto es injusto, pues yo hice caso en un tiempo del buen Guillermo de Torre, mientras creí posible lo imposible. No fui para con él lo mismo que para con el otro, al cual rechacé cada vez que quiso acercarse a mí, porque me daba la sensación física del asco, me atraía el vómito como un imán y si nunca respondí sus artículos llenos de mentiras y de cretinismo es porque ese pobre ni siquiera sabe qué es poesía, no sospecha que existe un movimiento nuevo, pues, yo no acostumbro a explicar estética a un urinario, y cuando quiso hablarme le cerré la boca con una frase brutal como merecía el que más tarde quiso saltar en una semana de las páginas de la revista Nuevo Mundo al dadaísmo.

Guillermo de Torre siquiera es limpio, se lava los dientes y hasta creo que los pies. Para mí hay dos clases de higiene: la física y la intelectual. Hay que usar cepillo y pasta para los dientes y cepillo y pasta para los sesos.

De Torre por lo menos se lava los dientes y el otro ni los dientes ni los sesos. Un hombre que se lava los sesos y olvida los dientes puede perdonársele en honor a su inteligencia, pero el que hiede a sesos y a pies antihigiénicos no hay por que respetarlo y yo lo rechazo de plano.

Así pues, al otro hasta el nombrarlo me humilla y le dejaremos aquí colgado al último fleco de la vida batiendo desesperadamente las piernas sobre el vacío.

Pero tú, oh Guillermo, ¿por qué crees que yo no te amo?

La culpa es mía por tener esta alma tan negra. El pobre chico me envía su libro con una bella dedicatoria, y yo impertérrito.

Trata en tres ocasiones de reanudar amistad, y yo sordo. Claro está que su justo furor redobla. Y para colmo de mi desgracia escribo un artículo sobre España en L’ Espirit Noveau y se me olvida citarlo. Su justo furor triplica.

Después me dicen que me cree, injustamente, lo juro, causa del fracaso de un libro. Hijo querido. ¿Qué culpa tengo yo de que usted sea un tan inconmensurable poeta que sólo puede gustar a Dios y a sus santos? Usted no nació para este mundo sino para el otro. Suicídese y verá que no miento.

No es culpa mía si ese pérfido de Picasso al preguntarle el otro día si había leído su libro me contestó: “Quise leerlo pero me dio mareo. Que aglomeración de estupideces”. Y Juan Gris, a quien yo con mi acostumbrada malicia, mostré hace tiempo su poema “Tour Eiffel” exclamó: “Pero este pobre chico no tiene vergüenza de plagiarte y de hacerlo tan mal”.

Su libro no es para nosotros, adorable Guillermo, sino para don Julio Casares culto crítico moderno y ello créamelo no es culpa mía. Estudie, querido niño, tiene en España poetas jóvenes de quienes puede aprender mucho, estudie a Larrea, a Gerardo Diego, a Rogelio Buendía, a Siria y Escalante, a Eugenio Montes y otros que seguramente existen y que yo no conozco.

Le doy esos consejos para probarle que siempre le he tenido un cariño especial y tanto le quiero que guardo todas sus cartas. Como prueba voy a mostrarle, lector, algunos párrafos.

En una carta fechada en Madrid el 28 de diciembre de 1918, mi buen Guillermo me dice:

Mi queridísimo y admirado amigo: Al girar de los días tras su partida melancólicamente nostálgicos, se ha ido cristalizando vívidamente en nosotros sus afines, la evocación estatuaria de su figura lírica exhornada de halos sugerentes. Y a la sostenida contemplación en acorde espejamiento de sus poemas argonáuticos, sentí el tremante deseo de remontarme hasta las antenas que coronan la nave siempre en ruta de mis inquietudes auscultativas y lanzar hacia sus confines algunas palabras de omnirítmicas remembranzas y prismáticas inquietudes. Lejano ya usted percibíamos desoladamente cómo en el estanque literario madrileño emergía nuevamente la inerte linfa verdinegra y como las trepidantes ondas concéntricas que usted había logrado distender se costreñían tímidas en un mortuorio estatismo: ¿Sin embargo para su íntima consolación en los repliegues psíquicos intersticiales de nuestros corazones flotantes quedaba pulsátil una cordial estela de perceptiva irradiación lírica dinámicamente creadora. Así al glisar de las horas las fragantes semillas que usted arrajó magnánimo, los módulos inéditos que usted descubrió ante nuestros trémulos espíritus atónitos han ido arraigando purificados en su devenir de evolutiva gestación triunfal… Y hoy que portamos anclados en nuestro yo los frutecidos motivos germinales de sus directrices Poemas árticos, de su cósmico Ecuatorial y de su emotiva “Tour Eiffel” junto con las irradiaciones de afines espíritus galos con quienes usted nos hizo intimar y a los que vamos desglosando pausadamente, estamos ya aguerridos para lanzar en un gesto de magna propulsión algunos poemas creacionistas y deveniristas, dionisiacamente posesos. Por sobre todos ellos fulgura la evocación de su advenimiento maravilloso y en el broquel defensivo llevan plasmados versos liminares de usted. Le transmito conmovido estos episodios para que no deplore el haberse aventurado por estas latitudes. Le remito hoy los adjuntos dos artículos de los seis que hasta ahora lleva publicados Cansinos Assens sobre usted y sobre las nuevas orientaciones líricas que él ha comenzado a contemplar merced a sus explícitas referencias.

En ellos exegeta algunos matices del creacionismo; su fervor clásico, su reintegración poética, su pragmatismo, etc. González Blanco, Diez Canedo. Cándamo y otros hablarán en breve de sus libros. Pero tampoco creo que lleguen a decir nada medularmente definitivo. Será preciso esperar a que hable nuestro afín Villacián… o yo mismo en alguna exploración hermenéutica.

Llegue hasta usted un abrazo cordialísimo de su aff. amigo: Guillermo de Torre.

Advierto al lector que el estilo hermosísimo de esa carta es exactamente aunténtico y no una venganza mía como algún malicioso podría creer.

Nuestro querido explorador hermenéutico me ha explorado como veremos más adelante mejor que Shackleton el Polo Sur, ha descubierto todos mis filones y convertido en oro la piedra ruin que dormía en mis tierras.

Para que veas lector, como conservo cariñosamente todas las cartas de mi adorable amigo voy a leerte unos párrafos de otra fechada en Fonz (Huesca) el 22 de junio de 1919. Por este párrafo de mi amigo De Torre conocerás los orígenes de todo el movimiento poético actual y ellos te darán una gran luz sobre tantas cosas que yo he tratado de oscurecer. Escucha pues:

Cancino Assens ha aprovechado el pasmo por usted suscitado para promover tras un manifiesto sintético, firmado por algunos de nosotros, una nueva escuela postnovecentista a la que denominamos Ultraísmo. Tras ese manifiesto en el que había una lamentable promiscuidad de firmas, la eclosión novísima y el surgir continuo de nuevos literatos adeptos y conversos del “Ultra” es innumerable. Hemos tenido que realizar verdaderos esfuerzos, nosotros los amigos de usted, para mantener las distancias y evitar las mistificaciones. Como una de las más escandalosas le señalaré la cometida por el cínico N.N.2 que ha publicado unos poemas de “Neo-lirismo” en los que plagiaba burdamente las características exteriores de sus Poemas árticos. Y otros varios que le omito para no enojarle. Mas en cambio no dudo habría de sonreír complacido ante las fieles asimilaciones “creacionistas” realizadas por los recientes poetas Eugenio Montes y Pedro Garfias… En cuanto a mí, aparte de los estudios críticos sobre la nueva estética que he publicado, vengo de iniciar, tras mis veleidades conceptistas un devenirismo esquemático basado en sus hallazgos creacionistas… Guillermo de Torre”.

Ahora empezamos a ver algo más claro.

Pero para que se vea toda la audacia de esta adorable criatura tendré que deciros que cuando se publicó un artículo mío sobre estética en la revista francesa L´Espirit Nouveau en abril de 1921 este delicioso Guillermo lo comentó en Cosmópolis a los pocos meses diciendo que aquel cuadro esquemático representativo de las tres fases sucesivas que ha ido experimentando el arte al través de su historia, que yo he inventado y que yo di en mi artículo él también lo había dado siete meses antes que yo en la revista Cosmópolis.

Solamente esta criatura angelical olvidó decir que yo se lo había dicho y leído tres años antes, en 1918, y que se lo había explicado mil veces en presencia de Villacián, de Bacarisse, de Ramón Prieto y de Carlos Fernández Cid que no me dejarán mentir y a quienes pongo como testigos de lo que afirmo.

Por otra parte en un artículo sobre mí publicado por el intenso poeta chileno Ángel Cruchaga en el diario La Unión de Santiago de Chile en junio de 1919 viene el comentario de estas teorías mías, teorías exactamente expuestas en el Ateneo de Buenos Aires en 1916 y que oyeron de mis labios más de doscientas personas.

Pobre chico pescado como una rata cuando entraba a comerse el buen pastel.

Además basta leer la obra de ambos para ver, si no se es ciego de nacimiento, a quien pertenece la teoría. El inefable Guillermo inventando principios estéticos; figúrenselo ustedes, señores, es para enfermarse de la risa.

Y lo que es peor es que como dice un refrán el que miente tiene que ser dos veces inteligente, por eso es que le pescamos infraganti en su misma mentira pues al comentarme se ve que no ha entendido ni una palabra de los esquemas por mí inventados que él comenta así: “Arte reproductivo o inferior al medio; arte de adaptación o en equilibrio con el medio; arte de creación o superior al medio, según, dice de Torre, que predomine la inteligencia sobre la sensibilidad, haya un equilibrio entre ambas o predomine la sensibilidad sobre la inteligencia”.

Citando aquí mi segundo esquema, sin comprender, este talentoso chico, ni una palabra de lo que yo digo y confundiéndolo todo en su cerebro sorprendente.

No, mi querido Guillermo, ni siquiera ha sabido usted robar; es el castigo del cielo. Le voy a aclarar esos esquemas para que le sirvan en un próximo artículo sobre estética escrito siete meses antes que el mío. Usted ha creído que el primer término del segundo esquema corresponde al primero del esquema anterior, el segundo al segundo y el tercero al tercero. No criatura ingenua; los tres términos del segundo esquema muestran el fenómeno de evolución correspondiente a cada uno de los términos del primero.

Y tan avergonzado estaba usted de su comentario sucio y de su fea acción que cuando yo en Madrid en diciembre de 1921 me enteré de ese artículo y se lo pedí a usted mismo, al verse obligado a dármelo rayó usted con lápiz rojo las frases mentirosas de su comentario. Aún conservo el ejemplar con sus tachaduras vergonzantes que parecían pedir perdón. Esas frases tachadas decían este colmo de audacia grotesca: “A la apreciación del lector perspicaz queda comprobar la similitud de ambos parágrafos y la influencia que haya podido ejercer sobre el otro el cronológicamente anterior”. Yo también la dejo a la perspicacia del lector ahora mejor enterado pues no acostumbro sorprender la buena fe de nadie.

Dígame niño. ¿Cuando usted está solo frente a sí mismo no se avergüenza de vestirse de atavíos ajenos? porque a usted mismo no puede engañarse; usted sabe que ha mentido.

Y puesto que se trata de hacer toda la luz y que hemos citado cartas obligados a ello por las circunstancias y que todas estas cartas quizá aparecerán un día en volumen citemos un párrafo de una de Mauricio Bacarisse, a quien estimo muy de veras como él lo merece y que era secretario de la sección literaria del Ateneo en Madrid.

Esta carta está fechada en 29 de febrero de 1919 y copio el párrafo en cuestión:

Se percibe en las últimas tendencias una saludable influencia de sus bellos libros y novísimas ideas y metáforas; sin embargo alcanzo a ver yo que sigo conservador y menos contaminado que otros, la obra que se intenta es más de imitación que de adaptación. La imitación revela hostilidad y quien remeda no comprende ni se funde con la obralaro.

Perdóneme querido Mauricio de exponerlo a los furores de la gente menuda. Muchos años he callado. Hoy me piden buenos amigos que rompa el silencio y así lo hago convencido además que usted no puede temer venganza de literatos de trastienda.

Sigamos simpático lector. Mi viaje a España fue encantador. Un día me encontré este viejo refrán castellano escrito en la pared de mi cuarto: Cría cuervos y te sacarán los ojos.

Como iba a deplorar el haberme aventurado por esas latitudes cuando en ellas conocí al adorable Torres que será desde entonces mi buen compañero en este valle de lágrimas y todo el regocijo de mi espíritu.

Yo adoro al angelical Guillermo y declaro que mienten los que dicen que se pasó haciendo intrigas para indisponerme con Cansinos, con Gómez de la Serna y otros. Mienten; mi grande amigo es incapaz de eso.

Para que se vea cuanto quiero a este inefable niño hay que saber que cuando Jean Cocteau hace algún tiempo le envió una cruda reprimenda epistolar yo tomé su defensa y mucho lamenté la carta humillada que esta criatura escribió para reanudar amistades.

Cuando las malas lenguas andan diciendo que escribe sesenta cartas al día a todo el mundo y que esto produce sonrisas yo sostengo que no lo creo, son puros ejercicios de estilo epistolar. Es para hacerse dedos y afrontar más preparado el género poético.

Es tiempo ya que entremos en el libro de mi adorable amigo. El libro se llama Hélices, Madrid, 1923: y yo lo recibí hace ya algunos meses. Tomemos un cuchillo y rompamos las hojas. Lo primero que advertimos es una hermosa dedicatoria: “Al poeta dilecto Vicente Huidobro, cuyo nombre ilumina una página de este libro (senza rencore). Cordialmente: Guillermo de Torre”.

¿Y no voy a querer a este amigo después de esa dedicatoria tendida hacia a mí como una mano emocionada por encima de los Pirineos?

Y sin rencor, alma generosa. Lo pasado, pasado y a otra. Todas las calumnias, todos los enredos, las tergiversaciones, las frases enteras robadas, el querer atribuir a otros lo que es vuestro, la transfusión de vuestra sangre, etc.; etc. Vieja historia, olvidemos; olvidemos.

Este pobre chico ha sido víctima de tantas canalladas, y tan joven y tan sin experiencia…

Yo no puedo contener la cólera al leer en la página 14 de su libro citado: “Las auras tienen un sabor mental” y luego en la página 69. “El sabor mental del viento”, pensando que el pérfido de Jules Romains escribió hace veinte años este verso. “Tiene el aire un sabor como mental”. Así fue traducido al castellano en la antología de poetas franceses publicada por Diez Canedo hace más de once años.

Dígame usted, malvado Canedo. ¿Por qué tradujo ese verso con toda mala intención? ¿No sabía usted que un día Guillermo iba a necesitar decirnos. “El sabor mental del viento” y luego “Las auras tienen un sabor mental”?

Pero ha salido usted defraudado, pérfido Canedo, pues Jules Romains habló del aire y no del viento ni de las auras.

Dejemos esto y recorramos las páginas de su libro pletórico de piedras preciosas. Veamos a nuestro adorable poeta jadeante, con la boca abierta en el gesto fresco de un simpático provinciano delirando con La Rotonde, con Montparnasse, con la estación Vavin y oigámosle decir adiós a su bella Floriane, su querida durante quince años en París, haciendo cornudo a su amante pasajero Luis Aragón, veámosle cantar obsesionado por la Ciudad Luz y entonces comprenderéis que mienten los intrigantes que dicen que nuestro Guillermo sólo pasó tres días en París entre las sonrisas retozonas de esta gente maliciosa.

Nadie puede creer tal cosa ni mucho menos ninguno de sus amigos y somos felizmente numerosos, vean como prueba la cantidad de dedicatorias que hay en el libro y qué amigos de calidad, amigos sinceros, íntimos, a los cuales el poeta sólo ha querido rendir un homenaje de confianza, pues él no es como aquellos que dedican sus poemas a medio mundo mendigando sonrisas o para cosechar apoyos para el futuro. (Los tiempos son duros y el porvenir tan incierto).

Los versos del libro de mi amigo De Torre empiezan en la página II en un poema que canta el mundo en el momento de la guerra, tal como yo tuve el cinismo de hacerlo en mi poema Ecuatorial publicado hace seis años. Aquí encontramos este verso:

Estrellas incendiadas
prendidas en el boscaje multifónico.
..........................(G. Torre)

En mi libro Poemas árticos en el poema “Ruta” yo hablo de “estrellas que cuelgan de las ramas” y en Ecuatorial hay un verso que dice:

Las estrellas que caían
eran luciérnagas del musgo.
........................(Huidobro)

Y en otra parte de Ecuatorial hay un verso que dice: “Bajo el boscaje afónico”. Claro está que no multifónico.

¿Con qué derecho escribí yo esos versos hace tantos años? Mi perfidia sólo iguala a la de Jules Romains. Yo sabía que el inefable Guillermo llevaba ya esos versos entre las células de su cerebro y se los plagié irrespetuosamente.

En la misma página encuentro este otro verso:

Colinas desangradas y soles convalecientes
.......................(G. Torre)

Y por qué no? ¿No tuve yo la audacia de escribir en mi poema “Horas” de Poemas árticos: “desangra las estrellas” y luego en el poema “Nadador” del mismo libro este otro verso:

La luna enferma murió en el hospital
.......................(Huidobro)

Él no ha tomado la luna sino el sol, lo que es muy diferente, y además mi pobre luna estaba enferma e iba entrando al hospital en el mismo momento en que salía su sol convaleciente.

En mi poema “Ecuatorial” creo que se habla algo del mundo en el período de la guerra y empieza con estos versos:

Era el tiempo en que se abrieron mis párpados sin alas
Y empecé a cantar sobre las lejanías desatadas.
.......................(Huidobro)

Adivinación que yo hice de este verso que debía escribir más tarde el inefable Torres diciendo justamente del momento de la guerra:

Es entonces cuando mi espíritu ha vislumbrado
auguralmente la insólita fecundación.
.......................(Hélices, página II)

En la misma página, en otro verso sobre el momento bélico dice:

La tierra estatifica su rotación.
.......................(Torre)

para darme en la cabeza, pues en mi poema de guerra “Hallali” yo digo:

La tierra desnuda gira aún
.......................(Huidobro)

Yo hablo de “la trinchera ecuatorial trizada a trechos” en ese “campo banal en donde el mundo muere de las cabezas prematuras brotan alas ardientes”.

Guillermo, que tanto me estima, me acompaña en este sentimiento y dice:

Mientras espigas de paz frutecen en los lagos de sangre.

Y luego agrega:

Los estambres del terráqueo ovario se abren
.......................(Torre)

y después cuando yo pienso en la paz y digo:

Sobre el arco-iris un pájaro cantaba
.......................(Ecuatorial)

Guillermo me apoya plenamente y grita:

Magno arco iris resurrecto
.......................(Hélices)

Claro está que su verso es muy superior y mucho más creado que el mío… Siguiendo las vías de este entrañable cariño él nos hablará del “horizonte rasgado” pág. II). ¿Y quién le impide? ¿No hablo yo en mi poema “Marino” de Poemas árticos de “los horizontes cortados”? Para qué tomarle a Huidobro los “horizontes desatados” de Ecuatorial cuando él ofrece otros tantos horizontes?

¡Cómo pueden creer que yo no ame a este chico cuando tenía un saldo de horizontes inútiles y él me les ha procurado una salida… ¡Cuánto se lo agradezco!

Lo mismo digo por mi stock de planetas y estrellas de todos colores y dimensiones que me tenían mareado. Gracias, amigo, muchas gracias.

Lean como prueba la página 14 de sus Hélices, hay por ahí unos “astros vivos” como en mi poema “Nadador” de Poemas árticos hay un verso con unos “planetas vivos”.

Ya ven ustedes dos saldos vendidos en el mismo paquete.

Más abajo en la misma página del libro del gran Torre, encontramos unos “aviones domesticados”, y esto porque mi estrofa sobre los aviones que dice:

Son los pájaros amados que en nuestras jaulas han cantado
...............................................................(Ecuatorial)

no tenía pedant y se aburría sola.

Movido por este mismo sentimiento de compañerismo Guillermo escribe aún en la misma página este otro verso:

Los collares eléctricos de las hembras
....................................(G. Torre)

(Qué hermoso)
pues yo dije en mi poema “Osram”:

Dame tus collares encendidos
.......................(Huidobro)

y en Ecuatorial:

El último rey llevaba al cuello
Una cadena de lámparas extintas.
...............................(Huidobro)

Pasemos a la página 15 de este delicado libro de mi amigo.

Aquí encontramos esta frase:

El frutecer de los solsticios
.......................(G. Torre)

Mi espíritu irrespetuoso se recuerda haber escrito en un poema llamado “Depart” que viene en Poemas árticos dos versos que dicen:

Las flores del solsticio
florecen al vacío
.......................(Huidobro)

¿Por qué razón, si yo pude hacer florecer el solsticio, mi mejor amigo no podrá hacerlo frutecer?

¿Y quién impedirá al buen Guillermo hablar en la página 19 de su libro de “los ferrocarriles interplanetarios”? Nadie, y yo mucho menos, puesto que en Poemas árticos me permití tender líneas férreas prohibidas por la implacable naturaleza:

Camino de otras constelaciones
El tren que se desprende de los astros…
.......................(Huidobro, Poemas árticos)

En la página siguiente de su libro, este inefable De Torre dirá:

Soy el jinete de los meridianos

y yo le aplaudo calurosamente, pues en mis Poemas árticos yo digo:

Cantando se alejaban sobre el meridiano

y en mi poema “Touring Club” hay este verso:

En equilibrio sobre el equinoccio.

¿No he personificado yo varias veces los meridianos, los paralelos y hasta la línea ecuatorial? La puerta está abierta, adelante.

Salve: oh tú egregio Guillermo Torre! que ante toda puerta que se abre eres el primero en entrar!

Que descanso, lector, hemos soldado también todos los meridianos, paralelos, y solsticios que se nos estaban apolillando.

Ahora me veré forzado a aplaudir los dos versos que apercibo más abajo, en la página veinte, y reconocer la increíble novedad del autor, pues esos versos dicen:

Entre mis piernas
permutan su cauce los ríos
.......................(G. de Torre)

y habría que ser idiota para encontrar a esos versos el menor parecido con estos otros de mi libro Ecuatorial:

Y todos los ríos no explorados
Bajo mis brazos han pasado.
.......................(Huidobro)

Hay una buena diferencia entre los brazos y los pies y el que no lo crea que tenga cuidado mañana de no ponerse los zapatos en las manos.

Sigamos, en la misma página 20:

Una noche en la Costa Azul
abordé el navío de los dollars
que encalló en las ruletas de Sagitario.
.......................(G. de Torre)

Por qué diablos se me vienen a los sesos estas dos estrofas?

Un paquebot perdido costeaba
Las islas de oro de la Vía Lactea.
.......................(V. Huidobro, Ecuatorial)

La luna nueva con las jarcias rotas
Ancló en Marsella esta mañana
.......................(Huidobro, Ecuatorial)

Hasta se la puse al lado de la Costa Azul, en Marsella, para que no le quedara muy lejos. Que si se la pongo en Noruega… Menudo viaje le he evitado y después dirán que le quiero mal.

Pasemos a la página 22 y leamos:

En todas las rutas fragantes
hay células de mis alas.
.......................(G. Torre)

En Poemas árticos en un poemita que se llama “Cruz” advierto estos versos:

En todas las rutas
Había sangre de mis plumas”.
.......................(Huidobro)

Pero esos versos míos ya estaban olvidados y un alma generosa debía sacarlos de la oscuridad. Al que me digera que mi amigo Torre me ha plagiado advierto que no tolero el que un gesto piadoso sea calificado como un simple robo.

Adelante, sigamos insaciable lector. Abre la página 23 de estas Hélices que giran dándonos un poco de aire fresco. Leamos este verso:

Los horizontes levan ancla
.......................(G. Torre)

se diría que yo tuve un profético papel de calco cuando en Ecuatorial hice levar anclas a los días y cuando escribí en Poemas árticos:

Levando el ancla
Las cuatro estaciones van a la Isla de Pascua.
.......................(Huidobro)

y no cansado aún, en otra estrofa del mismo libro hago levar el ancla a los recuerdos. Me estoy oliendo que voy a saldar otro stok.

Claro está; mi inefable amigo nos habla de “la noche anclada”, no hice yo anclar la aurora? ¿Por qué razón yo sólo voy a manejar el cosmo como un malabarista con brévet de exclusividad?

Y puesto que yo cometí la imprudencia de desplazar las ciudades de su sitio y acostumbrarlas al vagabundaje como puede verse en Ecuatorial:

Bajo el bosque afónico
Pasan lentamente las ciudades cautivas
Cosidas una a una por hilos telefónicos.
.......................(Huidobro)

¿Por qué mi inefable De Torre no podía encontrarlas en su camino y contarnos el encuentro en la página 25 de su libro:

En la apoteosis
desfilan las ciudades redivivas
bajo una lluvia de aviogramas.
.......................(G. Torre)

Puede observar el lector que mis ciudades iban cautivas mientras que las de mi amigo iban redivivas, lo cual es muy diferente; las mías no iban bajo aviogramas, pues en aquel tiempo todavía no eran comunes como los hilos telefónicos. Además el lector verá que mi amigo no empieza como yo todos los versos con mayúsculas, y esto constituye una originalidad excesivamente audaz.

Pasemos a la tercera parte de su libro, parte que se titula “Bellezas de Hoy”, casual encuentro con el imprudente de Dermee que tituló hace años uno de sus libros Bellezas de 1918, lo cual es muy diferente porque ahora estamos en 1923.

El primer poema se llama “Tour Eiffel” y en él nuestro amigo nos pinta el recuerdo y las impresiones de los largos años pasados a la sombra de la bien conocida torre.

Yo, aunque no la conozco ni de vista, me permití en un día de spleen la distracción ingenua de tejer unas cuantas imágenes sobre la susodicha torre en mi libro Tour Eiffel publicado en Madrid en 1918 y fragmentariamente en París en 1917.

Yo dije de esta pobre torre tantas cosas y entre otras: “Araña de patas de alambre”, “Guitarra del cielo”, “Gigante colgado del vacío”, “Telescopio”, “Clarín”.

Hablé de sus antenas, de los polos, ¿qué hacían aquí los polos?, etc., etc. y dije:

Es el viento de la Europa
El viento eléctrico.
....................(Huidobro)

El inefable Guillermo la llama “araña del cielo”, “Hombre mecánico”, “Reflector, brújula, Pararrayos” (adivinando que la torre debe poseer dos o tres), habla de sus antenas y de los polos y luego agrega lógicamente:

Mi espíritu se lanza
en el aire eléctrico.
....................(G. Torre)

No creáis que el viento eléctrico, no señores, no seáis mal intencionados, es el aire eléctrico. A la perspicacia del lector queda el juicio y el adivinar el cronológicamente anterior.

Yo dije que a la Tour Eiffel se sube sobre una canción, qué disparate! Sabemos los instruidos que hay ascensores y escaleras.

Do re mi fa sol la si do
Nous sommes en Aut.
....................(Huidobro)

Esto significa nosotros, o sea mi hijo y yo, ya estamos arriba, después de subir por esa escala musical.

Mi adorado amigo como no tiene hijo ha depasado esta vez los límites de toda originalidad, pues él dice:

Ya estoy arriba
.............(G. Torre)

Y viva el plagio señores, porque yo soy un gran plagiario.

Pero este angelical Guillermo no ha plagiado jamás, te lo juro lector, el sólo escribe basado en mis hallazgos creacionistas. Prueba de ello la diferencia que hay entre mi estamos arriba y su estoy arriba.

En este instante, créeme lector que es exacto, se me cae el libro de mi amigo tan querido y al recogerlo lo encuentro abierto ocho páginas más atrás de donde íbamos, ofreciéndome en grandes letras estos versos:

Del novilunio arborescente
se desgajan doce campanadas
.......................(G. Torre)

Perdonadme, pues, el haceros retroceder, soy un mal detective, carezco tal vez de un tanto de paciencia y de unos gramos de atención, pero el pícaro destino viene a suplir mis defectos presentándome su valiosa ayuda. Aprovechémosla.

En Poemas árticos hay uno que se titula “Luna”: y que termina con este verso:

Y la luna olvidó dar la hora.
.......................(Huidobro)

Muy justo, pues, que si mi luna olvidó dar la hora, la luna de mi caritativo amigo se lo recuerde… En la misma página abierta por la mano de Lucifer leemos:

Los jardines
pendientes del horizonte
.......................(G. Torre)

y el mismo Lucifer me recuerda:

Los mares árticos
colgados del ocaso
.......................(Huidobro)

Luego en la página cuarenta de esta originalísima obra de mi amigo Torre hay una “Constelación de soles nocturnos de occidente que aterrizan sobre las atalayas”. Lo cual me recuerda vagamente algo de mi libro Ecuatorial que dice:

Siglo sumérgete en el sol
Cuando en la tarde
Aterrice en un campo de aviación
.......................(Huidobro)

Pero eso de la “constelación de soles nocturnos” es maravilloso, ¿verdad? Que daría yo por haberlo escrito.

No se puede exigir a la gente inventar todos los días y como yo he tenido la mala costumbre de preguntarme a veces en mis versos:

Quien ha crucificado los crepúsculos
…………………………………..............……..
………………………………..............………..
Quien ha desenrrollado el arco iris
.......................(Huidobro)

¿Por qué el buen Guillermo en un anhelo de superación no puede también preguntarse:

Quién ha fundido ese cable de estrellas.
.......................(Torre, Hélices, p. 40)

En la página 43 vemos que “la noche silba y dispara estrellas” pero yo soy un mal hombre muy suspicaz y habiendo adivinado hace algunos años que mi buen amigo iba a escribir ese verso combiné anticipadamente en Ecuatorial este otro: “cada estrella es un obus que estalla”… y le gané la delantera.

En la página 45 de su libro vemos a este simpático Guillermo paseándose con alguien “Cogidos de la mano paralelamente”. En mi libro Horizon carré, París 1917 en el poema “Paysage” el primer verso dice:

Le soir on se promenera sur des routes paralleles.

Más adelante en la página 68 nos pintará:

Los álamos sacuden su melena
donde nidifican estrellas olvidadas.
.......................(G. Torre)

en mis Poemas árticos en el poema “Ruta” se encuentra el lector con esta estrofa:

Todas las estrellas han caído
Y las que cuelgan en las ramas
Caerán mañana.
.......................(Huidobro)

Véase en todos estos ejemplos cómo un pequeño detalle puede hacer estúpido y sacrificar lo que era hermoso: Los verdaderos poetas, los del oficio, comprenderán lo que digo.

En la página 70, nuestro adorable De Torre ha crucificado el silencio, para no ser menos que el malvado Huidobro que hace tantos años crucificó los crepúsculos. En la página 76, hay unos versos:

Canciones marineras
Letifican las olas convexas.
.......................(G. Torre)

En mi poema “Départ” de Poemas árticos hay dos versos que dicen:

La barca se alejaba sobre las olas cóncavas.
.......................(Huidobro)

Espero que mis lectores conocen perfectamente la diferencia que hay entre cóncavo y convexo…

Advierto que estoy tomando versos al azar porque no tendría paciencia para citar todo lo que encuentro y además el calvario que estoy pasando al sentirme asesinado en cada esquina de este largo trayecto me obliga a apresurarme.

En la página 79 del libro de Torre leemos:

Un collar de ciudades ciñe tus senos
.......................(G. Torre)

En mi pobre libro Poemas árticos, que ya parece caja de caudales, en un poema titulado “Express” se encuentran estos dos versos:

Una corona yo me haría
De todas las ciudades recorridas
………………………..............…………
De todos los ríos navegados
Yo me haría un collar.
.......................(Huidobro)

A cada página que paso de este libro, querido lector, encuentro mi cadáver porque has de saber que el poeta Torre sostiene como Campoamor que en literatura el robo es permitido siempre que sea seguido de asesinato.

Así en la página 112 encuentro unos “rascacielos termométricos”, asesinadora alusión a mi poema “Cow-Boy” que dice:

New-York a algunos kilómetros
En los rascacielos los ascensores suben como termómetros
.................................................................(Huidobro)

En la página 118 encontramos:

El mar de sonrisas sinusoidales se defleca en cabelleras de espuma
............................................................................(G. Torre)

Apuñaleando mi verso de Ecuatorial que decía:

Yo querría ese mar para mi sed de antaño
Lleno de flotantes cabelleras.
......................................(Huidobro)

Cinco líneas más abajo me encuentro otro puñal: “Un astro decapitado”… y abriendo mi libro Ecuatorial cae sangrando entre mis manos este
verso mío recién asesinado:

Un astro maltratado se desliza.
.......................(Huidobro)

No le bastaba al pobrecito estar maltratado, había que decapitarlo.
Luego en la página 122 de su libro, el querido verdugo de Torre escribe:

Mi corazón irá a nado sobre un cable de miradas.
...................................................(G. Torre)

¿Y por qué no? No tuve yo el tupé de hacer de una mirada una especie de hilo telefónico en mi poema “Paquebot” de Poemas árticos:

En su mirada vuelta hacia las playas
Un pájaro silbaba.
................................(Huidobro)

Y en mi poema “Femme”:

Yo me alejo sobre el hilo de tu voz.
...............................(Huidobro)

En la misma página encuentro:

Un árbol oblicuo sacude
mareado sus melenas-hojas
amarillas del otoño.
.......................(Torre)

Encuentro inesperado con un verso de mi poema “Ruta”:

En el boscaje oblicuo se quedó mi canción.
.............................(Huidobro, P. árticos)

Seguramente mi estrofa es inferior, yo no tengo el vuelo lírico suficiente para cantar las melenas del árbol, hojas amarillas del otoño que juguetes del viento son… etc.

Lector, todo lo que has leído prueba que yo soy muy pobre de sesos, que toda mi vida he pasado influenciado por medio mundo, pero había en el mundo alguien más pobre que yo y que se nutría de mis desechos. Esto me recuerda unos versos que hablan de un sabio que se creía el hombre más mísero de la tierra y se preguntaba si habría alguien más pobre que él y

cuando el rostro volvió
halló su respuesta viendo
que otro sabio iba cogiendo
las migas que él arrojó.

París, enero 1924.

NOTAS

1 Publicamos en el número 5 de Atenea parte del capítulo que Guillermo de Torre dedica en su libro Literaturas europeas de vanguardia, a la labor poética de Vicente Huidobro. Nos complacemos en reproducir hoy la respuesta que da Huidobro a tales apreciaciones, réplica publicada en el suplemento castellano de la revista Création, y que el poeta nos envía.

2 Suprimo el nombre de ese poeta pues no tengo por qué hacerme solidario de los calificativos del autor de la citada carta.

 


* En Atenea, año II, Nº 7, septiembre 30 de 1925.

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