Introducción
Roma, la ciudad eterna o la civilización más importante del Mediterráneo en la antigüedad clásica, suele ser abordada como una potencia que logró su hegemonía con el uso de la legión romana. Pero ¿cuántos estudiosos del pasado romano han reflexionado sobre el papel que jugó el poder marítimo y naval en el desarrollo de la urbe, como lo hizo en su momento Chester Star, Michel Reed, Lionel Casson o Domenico Caro, o antes de ellos William Ledyard, Howard Thiel o William Clark? Pocos eruditos seguramente los conocen. Sin embargo, estudiar el uso del mar para el pueblo romano no solo es hablar de barcos que transportaron mercancías de un punto a otro en el Mediterráneo o, en su caso, de victorias navales de los romanos en el Mare Nostrum. Analizar el control del mar para una civilización como lo fue la romana consiste en explicar a partir de cuándo, bajó cuáles condiciones y quiénes favorecieron el dominio romano en el Mediterráneo.
Derivado de lo anterior, a través de las siguientes páginas se analizará el origen, desarrollo y fragmentación del poder marítimo romano desde la construcción del puerto de Ostia en el siglo VI a.C., hasta la desarticulación del Mare Nostrum en el siglo IV d.C. Lo anterior con el propósito de entender cómo Roma se convirtió en una potencia marítima y naval, mediante el control de las rutas comerciales en el Mediterráneo. Esta explicación permitirá crear una reflexión profunda sobre el papel que desempeñaron las economías navieras (Naviculari) en la construcción del Estado romano y del Mare Nostrum. Así entenderemos cómo la competitividad entre la sociedad romana y los diversos grupos humanos en torno al Mediterráneo condujo a la creación de sistemas navales (Classe) en competencia por el control del Mediterráneo. En otras palabras, la guerra en el mar para Roma representó el mayor estímulo para el perfeccionamiento de los sistemas tecnológicos y, al mismo tiempo, para el desarrollo administrativo del Estado romano, en el periodo referido.
Este estudio contrasta la información del desarrollo marítimo y naval vertida en fuentes clásicas como Tito Livio, Plutarco, Polibio, Amiano Marcelino, etc., respecto a historiadores en temas navales como Chester Star, Michel Reed, Lionel Casson, Michael Pitassi, entre otros. La lectura de esta investigación permitirá conocer cómo los romanos obtuvieron los medios económicos y tecnológicos necesarios para iniciar su carrera política y militar en el norte de África, Europa Occidental y el Oriente Próximo y construir una unidad marítima a la que denominaron Mare Nostrum. Así, con ayuda de las fuentes seleccionadas, se entenderá la historia de Roma desde el instante en que el pueblo romano se interesó en el uso del mar y finalizará cuando la falta de poder central de los emperadores provocó la ruptura del Mare Nostrum, debido al debilitamiento del Estado Romano.
El poder marítimo romano en la república temprana.
Antes de ser una potencia naval, Roma fue una potencia marítima. Desde la fundación de la urbe, la política expansionista de los siete reyes romanos y las victorias sobre los pueblos adyacentes durante la Monarquía y el inicio de la República, permitió que Roma controlara las rutas comerciales circundantes a la ciudad.1
Se sabe que desde el siglo VI y hasta finales del IV a.C, Roma había fundado vías de comercio marítimo, donde obtenía una gran cantidad de productos comestibles de ultramar. Estos sectores no solo le permitieron a la ciudad intercambiar alimentos, mano de obra u artesanías con ayuda de barcos mercantiles2. Dichas ciudades se localizaban en las costas del mar Tirreno3 y fueron las primeras anexiones de las conquistas militares de los romanos.
Entre el siglo VI y V, los romanos y sus aliados (Socii) establecieron rutas marítimas, donde los productos de Roma no solo se conocía en las costas de la Península Itálica, también comenzaron a identificarse en el Sur y el Oriente del Mediterráneo. La lenta desarticulación de la civilización etrusca y el contacto con las colonias griegas en el sur de Italia, le permitió a los romanos apoderarse de puertos en el norte y sur del territorio. En dichas zonas, los romanos se enteraron del sistema comercial marítimo que imperaba a través de la lex Rhodia4 y la adoptaron como suya.
A partir del siglo V, el comercio marítimo del Mediterráneo se vio afectado con el inicio de las guerras médicas. Durante los primero años de este proceso bélico, la ciudad comercial más importante del Mediterráneo Oriental (Rodas) impidió el paso de productos procedentes de Egipto a Grecia y sus principales aliados. Entre estos destacaban los etruscos, los siracusanos, los cartagineses y los samnitas. Este evento también motivó a que dichas civilizaciones optaran por conseguir el dominio del comercio en el Mediterráneo Occidental, utilizando la guerra en el mar para obtener sus objetivos comerciales5.
Las contiendas navales en el Mediterráneo Occidental, durante la primera mitad del siglo IV a.C y, específicamente en el mar Tirreno fomentaron las alianzas entre los distintos sectores marítimos. Dentro de este panorama, Roma utilizó a los Socii italianos para fomentar la diplomacia a través del mar6.
Pese a las constantes guerras que rodeaban a la ciudad de Roma, en el año 338 a.C., el ejército romano se apoderó de la flota naval de Anzio, localizada al sur de la urbe. Este evento no solo terminó con la Liga Latina y la guerra; también definió el dominio absoluto de uno de los puertos más importantes de la Península Itálica7. Tras esta conquista, los romanos optaron por dominar la mayor cantidad de puertos y astilleros (Ponza y la costa de Campania). Tras conseguir esas posesiones, el Estado Romano mandó construir (en el año 335) su principal astillero, donde llegaban sus aliados con naves de guerra (Ostium Tiberis).
Mientras en Roma se gestaba el conflicto entre patricios y plebeyos, los romanos, a través de las leyes Licinias- Sextias8, estipularon que los aliados itálicos, además de recibir beneficios del Estado Romano debían proteger los intereses de este, en cada uno de sus territorios conquistados. Así a partir del 311 a. C. Roma creó la función de los duoviri navales classis ornandae et reficiendae (los dos encargados de pertrechar y reparar las naves). Su labor consistía en dirigir la flota que los pueblos costeros aliados de Roma ponían a su servicio. Un total de diez naves trirremes por cada ciudad costera. Su propósito era eliminar la amenaza pirata tirrena que se gestaba, en ese periodo.9
Las distintas alianzas generadas entre los piratas y los pueblos de Italia obligaron a los romanos a proteger sus redes marítimas comerciales en el sur. No obstante, el panorama que desembocó en las guerras pírricas definió la participación oficial de la marina de guerra romana10. Aunque durante el conflicto, la armada conformada por barcos de tres líneas de remeros no fue de gran ayuda para Roma y sus aliados, la derrota oficial de Pirro (279), obligó a los vencidos a proveer flotas en tiempo de guerra.
Antes del estallido de la Primera Guerra Púnica, Roma ya utilizaba las marinas de guerra de los socii navales de Campania, Tarento, Locres, Velia, Caere y Nápoles para proteger sus rutas costeras de comercio11. Las guerras pírricas le demostraron a Roma que los cónsules no se podían hacer cargo de la protección de cada uno de los sectores marítimos. En consecuencia, en el año 267 a.C, el Estado Romano oficializó la creación de cuatro puestos de jefatura de la armada, los llamados quaestores classici (cuestores de la armada). Ellos no se encargaban de comandar la flota, más bien, controlaban la movilización de las escuadras procedentes de las ciudades aliadas de Roma, los socii navales y los ingresos marítimos para el Estado Romano. Por ello, su distribución contaba con las bases de Ostia, Cales (Campania), Ariminium (Rímini) y Cerdeña. A partir de este momento, Roma comenzó a establecer sus intereses expansivos hacía el mar Tirreno y, ulteriormente hacía el Mediterráneo.
El control marítimo llevó a los romanos hasta Sicilia. En este lugar los cartagineses había extendido su comercio hasta las islas del Sur de Italia y habían mantenido relaciones económicas con las principales ciudades portuarias del mar Tirreno, inclusive con la misma Roma. Cuando los romanos llegaron hasta Mesina, la competencia económica y política desató el conflicto armado entre estos y los cartagineses.
Según Polibio, la Primera Guerra Púnica fue el momento decisivo cuando Roma optó por crear una flota, sin antes haber tenido una12. Lo cierto es que hasta ese momento, Roma tuvo bajo su autoridad naves de guerra que no habían sido construidas por sus propios ingenieros y contaba con marineros de origen estrusco o griego. Finalmente, no había tenido la necesidad de entablar batallas navales y costearlas directamente con los ingresos del Estado. Fue así como durante la primera guerra púnica, Roma centralizó el poder naval en su propia administración (un cónsul o un pretor), sin acudir a sus aliados13.
La construcción naval del año 260 representó el primer evento en el que los cónsules se hicieron de una flota para conseguir frenar el avance de los cartagineses en la mar, durante la batalla de Milas. La iniciativa de los cónsules en la industria naval permitió que los romanos entrenaran a sus propios ciudadanos para el combate naval y, asimismo les permitió modificar sus naves con dos tipos de armas14. Estas innovaciones fueron el corvus que era una rampa con un gran clavo en el extremo. Este se incrustaba en el barco enemigo y permitía el desembarco romano libremente15. Por otro lado, se utilizaron los cuernos de Duilio. Estos eran unos ganchos que se lanzaban para jalar al barco enemigo y librar batalla16.
La centralización de la industria naval bajo la autoridad de los cónsules, al igual que las modificaciones técnicas de los barcos y las victorias romanas en el Mediterráneo Oriental y Occidental aseguraron las conquistas de más territorios bordeando el Mar Tirreno, llegando incluso a las costas de Hispania17. El sometimiento de dichas zonas le proporcionó a Roma una gran cantidad de recursos para sus campañas navales y militares.
El sometimiento de las ciudades italianas bajo el poder de la República Romana también le permitió al Estado Romano crear un sistema defensivo que la favorecía navalmente. Los diferentes puertos les proporcionaban a los romanos hombres, flotas y recursos para la guerra18. A cambio, Roma comenzó a reconocer la participación de dichas ciudades que serían llamadas aliadas, sin embargo, eran denominadas con no romanas, pues carecían de ciudadanía.
Así, en el año 243, el Cónsul Cayo Lutacio Catulo pudo proveerse de 200 barcos y una gran cantidad de vivieres y hombres entrenados para el combate naval. Con este avituallamiento, Catulo derrotó a los cartagineses (quienes se encontraban desprovistos de recursos hacia el año 241 d.C), en las islas Egadas19. Como consecuencia de la victoria, Roma expandió sus intereses marítimos a toda Italia, Sicilia y el Mediterráneo Occidental, protegiéndolos con el poder naval ligado al Estado Romano.
Por otra parte, aunque la conquista del Ródano, el Arno y las montañas al sur del Po, entre el 235 y el 219, fueron patrocinadas por el ejército romano, estas victorias incorporaron ciudades fundadas por tribus de navegantes provenientes de Iberia20. En estas regiones, el Estado Romano pudo reclutar marineros e ingenieros expertos en la construcción de trirremes21 y quinquerremes.22 Asimismo, la derrota de los ilirios (229 d.C)23 fue un ejemplo contundente de la existencia de una flota que tenía como objetivo apoderarse de las costas italianas orientales.
La Segunda Guerra Púnica fue un conflicto más terrestre que naval. El incremento de recursos, mano de obra y ager publicus que beneficiaba a los altos funcionarios del Estado Romano24, impulsó la invasión a África bajo las órdenes del cónsul Atilio Régulo25. El segundo conflicto con Cartago demostró que en Roma ya existía una capa de empresarios capaces de impulsar las campañas militares y navales26. Como consecuencia, la armada romana tuvo una gran participación al final del conflicto, gracias al aporte de estos inversionistas27.
Con la derrota de los cartagineses (201 a.C), Roma heredó un comercio marítimo más amplio. Esto obligó a los romanos a recuperar el sistema de quaestores classici28. Con esta medida el Estado Romano controló sus nuevas posesiones territoriales y le permitió a otras ciudades de Oriente conocer la artesanía romana, a través de mar. Así, a partir del 200 a.C, el poder naval romano recayó sobre los socii navales de sus posesiones en el Mediterráneo.29
A lo largo de las guerras macedónicas, el Estado Romano enfocó sus intereses hacia el Mediterráneo Oriental30. Roma y los socii navales estuvieron involucrados en los conflictos del Rey Filipo V en contra de Antíoco III. Los romanos pudieron avanzar en contra de Filipo y las colonias griegas del Peloponeso, debido a que la fuerza naval de este había sido abatida y destruida en la batalla de Quíos31.
La alianza de Roma y Rodas jugó un papel importante en la contienda. Rodas apoyó al rey Atalo de Pergamo y, tras la victoria de Atalo, Rodas le concedió a Roma el permiso de establecer atarazanas en el sur de Magna Grecia. Así nació la base naval romana en la isla de Córcira32. Ulteriormente, el legado Lucio Apustio reconoció y bordeó las islas griegas y la península de Casandra33que estaban cercanas a esta. La estrategia le dio a Roma la oportunidad de adueñarse de más ciudades portuarias;34 mientras Atalo destruía las flotas enemigas.
La caída de Antíoco le permitió a Roma establecer una red comercial entre su ciudad y el continente asiático, a través de Magna Grecia, con el uso del mar. Tras la obtención de vías de comercio marítimo en el Mediterráneo Oriental, los productos de Roma llegaron incluso hasta la península de Anatolia. Igualmente, estas rutas le brindaron a los romanos un número mayor de mano de obra y ager publicus. Así, los romanos comenzaron a acumular riquezas en proporciones desmesuradas.35
El contacto con la cultura helenística tuvo como consecuencia dos procesos. El primero, que Roma utilizara la filosofía griega dentro de sus discursos políticos y, al mismo tiempo que validara su posición social de las familias más importantes, en contacto directo con las escuelas filosóficas que estaban vigentes en ese periodo.36
Por otro lado, la sumisión de Rodas bajo el poderío de Roma (167), le permitió a esta última dominar navalmente el Mediterráneo Oriental y controlar la ruta de comercio con Egipto. Esta le ofreció el abastecimiento de grano directamente a la ciudad de Roma. Así, el Estado pudo avituallar tanto a sus ciudadanos como al ejército romano.
Tras convertirse en dueña del sector marítimo más importante de esta sección del Mediterráneo, los romanos comenzaron a utilizar monedas de plata para el comercio en ultramar. Fue bajo este proceso que el Estado Romano acumuló mayor cantidad de riquezas con la implementación del sestercio y el denario. La primera fue utilizada para el comercio y para valorizar la acumulación de riquezas por individuo; la segunda se empleaba para pagarle al ejército romano, la marina y para reunir el fisco del Estado.
El poder naval romano del siglo I a.C. y el nacimiento del Mare Nostrum.
Durante poco más de medio siglo, Roma controló el mar Mediterráneo sin encontrar una oposición naval significativa. Sin embargo, las guerras civiles del año 89 a.C. marcaron un panorama desfavorable para el poder marítimo y naval romano en Oriente.
Al no recibir los mismos beneficios del Estado Romano, los socii de la península italiana encabezaron un movimiento en contra de Roma a principios del siglo I. Mientras los cónsules del Estado Romano se encargaban de aplacar la revuelta de los aliados, los romanos descuidaron sus territorios en Oriente. Asimismo, las rivalidades entre Sila y Cayo Mario ignoraron las necesidades de las ciudades ligadas a la República en el mar Egeo.
El sometimiento repentino de Rodas le permitió a los piratas37 y a las alianzas que se encontraban bajo la autoridad de Mitridates,38 rey del Ponto, apoderarse de las ciudades de Grecia que permanecía bajo el poder de Roma. Mitridates consolidó rápidamente su poderío naval en dicha zona y retó a Roma por su hegemonía.
Al carecer de recursos y estabilidad económica, Roma legó la labor de protección a los ciudadanos más poderosos económicamente y ellos patrocinaron las campañas militares y navales. Bajo este panorama, los romanos enviaron a Lúculo para atacar las flotas de Mitridates. Lúculo logró una gran victoria con la flota romana39. No obstante, la amenza creció cuando los piratas de Cilicia se aliaron con Mitridates y cesaron la campaña de Lúculo.
Sila, otro acaudalado del sector más importante de la ciudad, marchó desde Roma y se enfrentó al rey del Ponto en la batalla de Queronea (86 a.C). Después de derrotarlo, Sila reconquistó las bases navales que Mitridates le había quitado a Roma40. Ante una nueva amenza, Sila creó un plan defensivo en el año 85 a.C. Este establecía que en las costas del Asia Menor, las ciudades marítimas debían construir flotas, conservarlas y mantenerlas para una utilización a futuro de Roma41.
Por otro lado, la amenaza pirata fue encargada personalmente a Pompeyo Magno42, cuando esta atentó contra los cargueros romanos de las rutas comerciales. Pompeyo comenzó a reclutar tropas de todas las provincias. Bajo su autoridad nombró a 13 mandos43 para que patrullaran por tierra y por mar, a lo largo y ancho de Mediterráneo, en busca de la amenaza pirata.
Pompeyo, nombrado Imperator comandó una fuerza de 500 barcos y expulsó a los piratas de Sicilia44. Barrió a los piratas del Norte de África y consolidó una flota frente a las costas de Cerdeña, donde expulsó a los piratas ahí establecidos. Finalmente, comenzó a perseguir y exterminar piratas desde Hispania hasta el Egeo. De esta manera, este general utilizó a la marina de guerra para devolverle el poder marítimo, a través del naval a Roma y, asimismo, definir la permanencia de una armada para proteger los intereses marítimos del Estado Romano45.
Después de la amenaza pirata, el Estado Romano se estabilizó económicamente y fomentó dos campañas para recuperar lo perdido durante los conflictos previos. A Pompeyo se le asignó la tarea final de someter a los piratas en Asia Menor y, por el otro lado a Cayo Julio César la conquista de las Galias.
Esta empresa que se extendió desde el 58 al 51 a.C, le dio a César el poder suficiente y la popularidad para enfrentar a Pompeyo en el ámbito político-militar. En el aspecto naval, César y su ejército establecieron una primera armada en el canal de la mancha46. Asimismo, en el panorama de la guerra de las Galias, César ya refería la unión del futuro Imperium y la marina47. Finalmente, cuando este general regresó a Roma, utilizó los recursos de la República para costearse una armada (30 trirremes en cada puerto) y hacer uso de ella al iniciar su guerra civil48.
La muerte de Pompeyo y César generó un ambiente conflictivo entre los republicanos Casio, Bruto y Sexto Pompeyo contra la alianza de Marco Antonio y Octavio49. Igualmente, estableció una nueva división del poder naval romano. Cada coalición controló una marina de guerra específica. Los republicanos se apoderaron de las bases navales de Asia y Grecia; antiguas posesiones de Pompeyo Magno50. Por su parte, Octavio y Marco Antonio se quedaron con las bases navales de Italia, Hispania y Egipto.
Tras la muerte de Bruto, el poder naval republicano (la antigua marina de César en Mesina y algunos astilleros en Grecia) quedó a las órdenes de Sexto Pompeyo. Por su parte, cuando Antonio rompió relaciones diplomáticas con Octavio, dividió las flotas y las acomodó en dos polos: Ravena (Octavio) y Alejandría (Antonio).51 Estas fueron las dos bases navales más importantes al final de la república.
El mutuo interés por derrotar a Sexto Pompeyo y la recuperación del grano procedente de Egipto a Roma alió a Octavio y Antonio. Ante tal situación, Octavio preparó su armada y ordenó construir trirremes en Roma y Ravena para atacar a Pompeyo52, bajo la figura del almirante Agripa.53 Cuando aquellos estuvieron listos, los purificó54como un símbolo de poderío entre la flota y el mando Imperium.
Las hostilidades entre Antonio y Octavio se incrementaron cuando el primero derrotó a Pompeyo con su infantería en Asia y lo mandó asesinar en Mileto. A finales del año 32, Antonio había reunido un ejército y una flota en Grecia, un total de 10.0000 infantes y 500 barcos de guerra (200 de los cuales provenían del astillero de Alejandría), para atacar a Octavio que contaba con 80.000 hombres y 400 navíos55.
Si bien la batalla de Actium (31 a.C) ha sido considerada en la historiografía como el mayor conflicto naval de la república romana, actualmente algunos estudiosos del tema han afirmado que este combate debe ser analizado, no por su narrativa operacional, sino más bien a partir de lo que significó la creación de un sistema portuario basado en la defensa de los enclaves comerciales marítimos, con ayuda de una fuerza naval, desde inicios del principado56. Esto fue lo que los romanos llamaron la unidad del Mare Nostrum.
Imperium y Poder Marítimo Romano.
Tras la derrota de Marco Antonio en Actium, Octavio Augusto reforzó y estabilizó al Imperio Romano. Creó provincias y tras convertir a Egipto en prefectura, Augusto “perpetuó en la memoria de los siglos la gloria del triunfo de Actium, fundó cerca de Nicópolis los juegos quinquenales. Adornó con un trofeo naval el sitio donde estuvo su campamento y lo consagró solemnemente a Neptuno y a Marte”57. Este ejemplo aseguró firmemente que el Imperium no solamente debía reconocerse en los logros del ejército romano; también la marina tenía que ser valorada en cada campaña militar que los emperadores emprendieron.
Para consolidar su poder económico, militar y político Augusto dividió las provincias en dos grupos, las inermes, que carecían de ejército, y las armadas58. Las primeras ocupaban las orillas del Mediterráneo, estaban vinculadas a Roma comercialmente y tenían una gran cantidad de hombres y recursos. Augusto dejó el gobierno de estas provincias en manos del Senado, cuyos miembros las habían gobernado hasta la instauración de su Imperium. El emperador se reservó para si la administración y el control directo de las provincias recién conquistadas. En ellas instaló al ejército, de ahí el nombre de provincias armadas. No obstante, esta tropa desarticulada en las fronteras imperiales necesitaba de un elemento de conexión, y esta fue, sin duda, la marina.
Augusto creó tanto un ejército permanente, como una flota. Tras centralizar sus poderes, la marina romana debía responder a los intereses del Imperator. Los quaestores classis de la República fueron sustituidos por una nueva magistratura. Esta colocaba a los ciudadanos romanos en la carrera política y militar. Igualmente les proporcionaba un apoyo económico (durante los 25 años de servicio) y les permitía el control de los puertos y los barcos de guerra en cada una de las bases navales. Así, Augusto distribuyó al mando de cada astillero y flota al Praefectus Classis59.
La marina romana, a partir del principado de Augusto tenía dos bases principales, una en el mar Tirreno, con base en Misenum, en la bahía de Nápoles; la otra en el Adriático, con base en un lugar llamado in Classe, cerca de la ciudad de Rávena60. Tanto una como otra tenían varios destacamentos. La del Misenum poseía destacamentos en Ostia, en Roma, en Córcega; por su parte, la de Rávena tenía destacamentos en Roma y en Porto61.
Además de estas flotas, Augusto fundó nuevas unidades navales por todo el Imperio. La Classis Syriaca era la armada de Siria, con base en Seleucia Pieira, en la desembocadura del Orontes, en el Pireo. Era el astillero principal de la península de Antioquía. La Classis Pontica era la armada del mar Negro. Sus bases estaban en Bizancio y en Trebisonda. Contaba con cuarenta navíos y tres mil hombres. Finalmente La Classis Alejandrina, la armada de Egipto. Su base estaba en Alejandría62. Disponía de una flotilla en el Nilo, que cumplía funciones de policía y control administrativo de cuanto se exportaba río abajo, sobre todo del grano para Roma. Esta flota estaba bajo el control del Praefectus Aegypti, el representante supremo del poder de Roma en Egipto63. Con estas bases navales, el Mediterráneo pasó a ser una posesión oficial de los romanos.
Durante la dinastía Julio-Claudia y la Flavia, el desarrollo comercial marítimo estuvo vinculado más allá de las fronteras establecidas en el Principado de Octavio. Al no tener enemigos en el Mediterráneo, los romanos se adentraron a la mar en tres sectores marítimos que no habían sido explorados.
El primero de ellos fue el mar del Norte. En el año 43 d.C el emperador Claudio fundó la Classis Britannica, con base en Gerosiacum, en Dubrae (Douvre). Y el Portus Lemaciae (Lymne) al norte de la isla, en Amboglanna y Netherby64. El interés de los romanos en esta región era encontrar rutas navegables que pudieran favorecer el transporte de mercancías romanas hacía Britania y las islas del Norte65, con la intención de obtener ámbar y pinturas para los frescos de las ciudades y tintes para las mujeres de las clases altas.
El segundo de ellos fue el Medio Oriente. Tras la conquista de Egipto, el Imperio Romano abrió sus puertas al comercio con las Indias Orientales. Entre el gobierno de Nerón y Domiciano, los barcos de esta ruta salían del puerto de Alejandría en pleno verano y seguía el Nilo arriba hasta Coptos. De allí se dirigían al Noroeste (Míos Hormos) y al Sudoeste (Berenice), ambos puertos situados en las orillas del Mar Rojo. En estos enclaves, los romanos tenían contacto comercial con India, Arabia, Etiopía y China66. El objetivo de estos lugares fue comerciar el tráfico de especies, perfumes, piedras preciosas y perlas. Asimismo, el algodón, la porcelana y la seda. Todos estos productos eran comercializados en las grandes ciudades del Imperio y, gracias a este comercio, el orbe romano pudo prosperar67.
El tercer sector fue el Mar Negro. En el año 75 d.C, Vespasiano organizó la flota Classis Flavia Moesica68. El objetivo de este puerto era tener un lugar situado cerca del Bajo Danubio y, así poder transportar los productos romanos por el Mar Negro, haciendo uso de embarcaciones pequeñas llamadas corbita. Los productos que Roma deseaba obtener de esta sección del orbe eran principalmente metales como la plata, el cobre, el oro, además de madera (roble y cedro) y ámbar.
El control marítimo del siglo I permitió la integración de la armada con el Estado Romano y su extensión por el Mediterráneo constituyó un punto de apoyo para la estabilidad del Imperio. Un ejemplo de ello fue que durante la dinastía Flavia, las armadas de Miseno y Rávena fueron condecoradas con el título de pretorias69. También el jefe de la armada, el Praefectus Classis se posicionó como un individuo de rango ecuestre. Asimismo, en este periodo aparecieron los juegos de la naumaquia o batallas navales celebradas como espectáculos en el recién inaugurado Coliseo70.
A lo largo del siglo II, emperadores como Trajano, Adriano y Marco Aurelio continuaron favoreciendo a la unidad del Mare Nostrum con la construcción de nuevas rutas comerciales hacia oriente, especialmente al Mar Negro71. No obstante, en el siglo III, dicha unidad se vio afectada por la crisis económica, política y la anarquía militar72. La producción de naves comerciales en los principales puertos del mundo romano tuvo un estancamiento masivo, al carecer de recursos necesarios proporcionados por la administración central73. Asimismo, el escaso periodo del Imperium de cada emperador evitó que las marinas crearan una conexión política, militar u económica con el dirigente en turno. No obstante, la marina aún continuaba operando con el objetivo de transportar ejércitos de un puerto a otro o de patrullar en los límites imperiales.74
La fragmentación del Mare Nostrum y la inversión naviera en Constantinopla
La situación no cambió hasta el Imperium de Diocleciano y Constantino. El sistema imperial que fundó Diocleciano dividió el mundo romano bajo la figura de los tetrarcas. La competencia entre ellos llevó a Diocleciano a instaurar un poder centralizado, donde la marina y el ejército se subordinaron a su autoridad. Para defender sus intereses marítimos, Diocleciano le ordenó a Constancio Cloro fortificar la Bretaña y defenderla navalmente contra las incursiones de los invasores incluidos sajones, frisones y ángulos. Asimismo, le mandó organizar escuadrones navales para patrullar el Ródano, Sena y otros ríos importantes en la Galia. Paralelamente, Diocleciano le asignó la labor a Maximiano de construir una flota en Aquileia, en el norte de Italia, para vigilar el Adriático y el Mediterráneo Occidental. A Galerio le solicitó organizar flotas en el Danubio y en la entrada al Mar Negro para resguardar a los habitantes de las colonias greco-romanas de la costa oriental.75
Pese a que el Imperio Romano fue protegido navalmente, la unidad del Mare Nostrum volvió a estabilizarse gracias a dos cargos importantes en el sector marítimo. Estos fueron los Navicularii y Naucleri76. Por un lado, el Nauclerus se encargó de comandar las galeras77; mientras que la construcción y administración de barcos (tanto comerciales como de guerra) fue encargado a los Navicularii. Estos últimos se establecieron en las regiones costeras y estuvieron subordinados a la autoridad de la administración burocrática del Imperio78. En el sector marítimo, los funcionarios del sistema de finanzas de los augustos y los césares se repartieron las rutas comerciales bajo la autoridad del regente de turno. Esto generó que el tráfico marítimo tuviera dos vías principales (la primera de ellas de Egipto a Roma y la segunda de Cartago a Constantinopla).
No obstante, a partir del siglo IV, Constantinopla y las provincias circundantes al mar de todo el Imperio Romano comenzaron a experimentar una transformación favorable para el comercio portuario. Por un lado, la administración imperial invirtió recursos en el sector de los Navicularii79, para la construcción de barcos comerciales llamados Corbita80. Estos navíos estuvieron destinados a navegar en el Mediterráneo, el Mar del Norte y el Mar Rojo, con el objetivo de hacer el comercio marítimo.
Por el otro lado, el gobierno imperial de Oriente y su administración comenzó la edificación de nuevos puertos en el Mediterráneo Oriental (específicamente en las islas griegas, en la península de los Balcanes y en la península arábiga)81. Estas, durante el siglo IV y V beneficiaron el transporte de mercancías en la mar y en los ejes fluviales de Europa, África y Asia, con artículos de primera necesidad como trigo, pescado, aceite, vino, cáñamo, lino, lana, madera de construcción, metales y productos manufacturados82.
Al ser la fuente principal del Imperio el comercio y, especialmente el marítimo exterior e interprovincial, las ciudades más ricas del orbe romano eran las que más tráfico portuario poseían. Se encontraban situadas cerca del mar, junto a las grandes vías de compraventa o constituían el centro de un animado tráfico fluvial. 83
Una de las consecuencias de la fundación de Constantinopla fue que los cereales de Egipto se habían desviado de la antigua Roma a la nueva capital, un cambio que en el año 330 d.C. parecía bastante inofensivo. No obstante, a finales del siglo el IV la población occidental estaba sufriendo una disminución social a consecuencia de las epidemias y las incursiones de los pueblos ajenos a las fronteras septentrionales. Pese a que Cartago y Alejandría habían fortalecido sus redes comerciales con Constantinopla, la persistente fortaleza de los comerciantes del norte de África garantizó que la capital occidental pudiera seguir siendo alimentada cuando los senadores, los équites romanos y cartagineses ampliaron sus propiedades africanas y los gremios hereditarios de armadores, los Navicularii fueron puestos bajo protección imperial. Así, el desarrollo de Constantinopla en el siglo IV estuvo ligado a la creación de un eje comercial oriental Cartago/Constantinopla.
Aunque el Mediterráneo fue el lago privado de los romanos entre el siglo I y IV d.C; esto no significó que las galeras de guerra dejaran de ser fabricadas. En la primera mitad del siglo IV, los conflictos civiles entre emperadores y usurpadores volvieron a hacer uso de las fuerzas navales en el Mediterráneo. Todavía hasta el imperium de Constantino, los grandes escuadrones del Miseno y la región de Propóntide estaban conformados por Trirremes84. Prueba de ello fue que, en la batalla de los Dardanelos, en el año 324, las unidades navales de Constantino (trirremes, birremes y liburnas) superaron a las de Licinio que contaba con una escuadra conformada por 350 trirremes y quinquerremes, procedentes de los astilleros occidentales y del norte de África85.
Si bien Constantino pacificó la unidad del Mare Nostrum; sus sucesores la fragmentaron cuando cada uno de ellos intentó centralizar el poder imperial bajo su figura, haciendo uso de la guerra naval. Constancio II, en 352 poseía una gran flota en el Este para protegerse en contra del usurpador Magencio86. Teodosio I envió a Valentiniano II en 388 al mando de una escuadra a Italia para atacar a Máximo, quien lo enfrentó con una flota en el Adriático87. En 398, el magister militum del Oeste, Estilicon, le proporcionó a Mascezel una flota para atacar al conde de África, Gildo. También Estilicón envió fuerzas navales contra los visigodos en los Balcanes88. Finalmente, cuando los godos del magister militum Ganias trataron de cruzar los Dardanelos en 399 con una considerable fuerza naval, sus unidades fueron masacradas por las liburnas comandadas por Fravitta89.
Pese a que la construcción de Trirremes empleados para los conflictos civiles entre usurpadores y emperadores continuó durante la primera mitad del siglo IV, el avance de los pueblos federados en los territorios imperiales -especialmente los que se localizaban en las fronteras danubianas y del río Rhin- obligó al Estado imperial de Oriente y Occidente a centralizar sus recursos en la protección del limes. No obstante, la constante presión de los pueblos federados generó que lentamente los territorios imperiales fueran cayendo en manos de sociedades como los vándalos o los ostrogodos.
En consecuencia, a principios del siglo V, las organizaciones marítimas de los Naucleri y Navicularii comenzaron a aliarse con los pueblos federados y, al igual que en las regiones terrestres, las ciudades portuarias se desligaron de la autoridad imperial. Así, para el siglo V, las incursiones de los pueblos federados controlaron las rutas comerciales más importantes del Imperio Romano Occidental y generaron la desarticulación del sistema marítimo más importante de los romanos: el Mare Nostrum.
Asimismo, a partir de dicho siglo, el mundo romano atravesó por un periodo de estancamiento en la construcción naval. Este fue ocasionado por la inestabilidad política- militar en las fronteras imperiales y la falta de recursos proporcionados por la administración imperial, específicamente en Occidente. Sin embargo, el fortalecimiento económico de Constantinopla, al finalizar el siglo V y durante la primera mitad del siglo VI pudo evitar la crisis de construcción naval. Esto fue posible cuando el Estado Oriental impulsó el desarrollo de un modelo tecnológico naval favorable para estabilizar el comercio portuario oriental y del limes imperial. En consecuencia, las economías navieras invirtieron sus recursos en el armado de un artefacto naval denominado Dromón, el barco que permitió el desarrollo marítimo y militar del Estado Romano Oriental en un periodo denominado Tardo-antigüedad.
Conclusiones
El origen del poder marítimo romano estuvo vinculado con la necesidad de buscar rutas comerciales en el Mediterráneo. A partir de la República romana, el sometimiento de pueblos circundantes a Roma favoreció al Estado con la obtención de aliados y sus diferentes recursos económicos y tecnológicos invertidos en el mar. Estos impulsaron la necesidad de crear un Poder Naval que se enfocó en la construcción de astilleros y barcos para tiempos de paz y guerra. Con el inicio de las guerras contra Cartago, los romanos hicieron uso de ese poder para armar sus propios barcos de guerra e iniciaron una inversión en la industria naviera. Esta no desapareció hasta la fragmentación del Mare Nostrum a principios del siglo V d.C.
En síntesis, el estudio del poder marítimo y naval romano generó un panorama más amplio acerca su sistema marítimo y naval, comprendido entre el siglo VI a.C y V d.C. Además, permitió explicar el uso de la tecnología y su relación con el desarrollo de Roma y, posteriormente Constantinopla como potencia naval y marítima en el Mediterráneo. Estos contenidos contribuyen a los estudios historiográficos navales y marítimos alusivos al mundo Romano en la antigüedad clásica.