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Chungará (Arica)
versión On-line ISSN 0717-7356
Chungará (Arica) v.36 supl.espect2 Arica sep. 2004
http://dx.doi.org/10.4067/S0717-73562004000400017
Volumen Especial, 2004. Páginas 739-751
LA CULTURA DIAGUITA EN EL VALLE DEL RÍO ILLAPEL
Jorge Rodríguez L.*, Cristian Becker A.**, Paola González C.***, Andrés Troncoso M.**** y Daniel Pavlovic B.***** * Museo Nacional Historia Natural, joroley@entelchile.net El presente artículo presenta los resultados finales del proyecto Fondecyt Nº 1980248 sobre la cultura Diaguita en el valle del río Illapel, IV región, Chile. Se entregan antecedentes de los patrones de asentamientos, cronología, diseños cerámicos, patrones de pasta cerámica y recursos alimenticios. Todos estos resultados permiten obtener una nueva perspectiva de la Cultura Diaguita, que aunque es analizada desde una subárea marginal, creemos que muchas de sus conclusiones son aplicables a las áreas nucleares de los valles de Elqui y Limarí. Palabras claves: Valle de Illapel, cultura Diaguita. This article presents the final results for the Fondecyt N° 1980248 Project on the cultura Diaguita in the valley of Río Illapel, IV region, Chile. Settlement patterns, chronology, pottery designs, paste pottery patterns, and food resources data are presented. With all these results, it is possible to obtain a new perspective on the "Cultura Diaguita" which is discussed in detail in the present work. Though the culture was analyzed from a marginal subarea most of the conclusions are applicable to the nuclear areas of the Elqui and Limarí valleys. Key words: Illapel Valley, Diaguita culture.
Gracias al esfuerzo de una serie de investigadores se logró establecer una secuencia para la cultura Diaguita. La primera aproximación fue realizada por Cornely, quien reconoció tres etapas de la cultura Diaguita: Arcaica, Transición y Clásica (1956). Montané (1962, 1971) estableció que los tipos Ánimas cubrían el período Medio; mientras que la cultura Molle, el Temprano, y la cultura Diaguita, el Tardío. Ampuero finalmente definió las fases Diaguita, estableciendo cambios en la secuencia original de Cornely: complejo Las Ánimas, Diaguita I Ánimas IV, Diaguita II y Diaguita III (1962-73:335). Si bien es cierto los avances mencionados fueron fundamentales, era notoria la carencia de nuevos resultados y reevaluaciones en algunos aspectos arqueológicos del norte chico en general y de la cultura Diaguita en particular, tanto fue así que la secuencia cronológica de esta cultura se mantuvo sin modificaciones por más de veinte años. Dicho déficit se debía a una falta de aplicación de nuevos enfoques teóricos y metodológicos en las investigaciones de la cultura Diaguita, puesto que, por ejemplo, se enfatizaron los estudios de sitios funerarios en desmedro de sitios habitacionales y campamentos. Desde esta perspectiva, gracias a los proyectos Fondecyt Nos 1950012 y 1980248, se ha logrado avanzar en variados aspectos de la cultura Diaguita, que aunque se trata de una zona marginal como es el río Illapel, creemos que sus conclusiones son aplicables a áreas más clásicas de esta cultura, como los valles de Elqui y Limarí. Patrones y Sistemas de Asentamiento Con el propósito de hacer más operativos los resultados de este ítem, se ha subdividido el valle del río Illapel en los cursos superior, medio e inferior, aunque en las conclusiones se analizarán como un todo. Curso Superior a) Sector Césped-Las Burras: El curso superior del río Illapel es uno de los sectores más angostos del valle, en ocasiones interrumpido por quebradas. Los sitios corresponden a habitacionales y campamentos. El patrón de asentamiento que define la ocupación humana es la presencia de sitios habitacionales emplazados en terrazas fluviales y en conos de deyección en la caja del valle y una serie de campamentos relacionados funcionalmente localizados en la quebrada Las Burras. Durante la fase I se presentan dos ocupaciones. Un importante asentamiento emplazado en un cono de deyección y un campamento localizado en la quebrada Las Burras. La ausencia de sitios en la terraza fluvial sugeriría una escasa utilización de estas tierras, suplantadas por la explotación primaria del cono de deyección. Aunque no debe descartarse la posibilidad de un aprovechamiento marginal del valle a partir de la realización de actividades específicas. Durante la fase II se observa una consolidación en la ocupación y explotación del entorno local. Las nuevas estrategias de apropiación de la naturaleza concuerdan con un cambio en el sistema de asentamiento, ocupando en forma intensiva y extensiva las terrazas fluviales del valle y los diferentes rincones de la quebrada Las Burras, manteniendo solamente un pequeño asentamiento en el cono de deyección previamente utilizado. Césped 1, localizado en el valle es el sitio habitacional más representativo, el que se relaciona con una serie de campamentos en Las Burras, organizados jerárquicamente y donde Las Burras 2 corresponde al sitio de mayor importancia. Finalmente, la única ocupación fase III corresponde a Césped 3. Nuevamente encontramos un cambio en el patrón de asentamiento. El asentamiento se emplaza en las terrazas fluviales, pero en un espacio que no fue ocupado anteriormente, construyendo de esta forma un nuevo lugar para el asentamiento en tiempos incas. Las quebradas interiores no fueron ocupadas. Por el contrario, este sitio estaría más bien relacionado con los asentamientos cordilleranos incaicos definidos por Stehberg (1995) para la zona del Choapa y el abastecimiento de estos. Cabe destacar que Césped 3 fue el único asentamiento de todo el valle de Illapel en donde se registraron dos importantes cultígenos: maíz (Zea mays) y quinoa (Chenopodium quinoa), aunque no queda claro si fue un proceso de domesticación que venía de fases anteriores o si sólo fue introducido por el Inca (Belmar y Quiroz 2001). Del mismo modo, en Césped 3 fue el único sitio en donde se registró la presencia de algunos individuos de llama (Lama glama), ya que en todos los demás sitios del valle sólo se encontró guanaco (Lama guanicoe), junto a otras especies de menor talla (Becker 2001). El sitio guardaría también relación con asentamientos en la costa aledaña. El registro de restos malacológicos y peces del Pacífico sugieren un traslado de recursos marinos hasta la zona, los que posiblemente luego fueron enviados hacia instalaciones cordilleranas y transcordilleranas. Pensamos que es posible relacionar este sitio con un importante yacimiento registrado en la costa de Los Vilos (L.V. 099B), el cual presentaba un contexto cerámico y malacológico muy similar (Becker 2000 y Seguel et al. 1994). b) Quebrada Lucumán: Existen campamentos pequeños que articulan con Lucumán 8, principal sitio del lugar. Coexistentes con estos asentamientos se encuentran pequeñas ocupaciones diaguitas localizadas en las terrazas fluviales de Santa Virginia, las que corresponden a pequeños locus de ocupación. Las ocupaciones de esta segunda microárea son más tardías que las registradas para la anterior, por cuanto se ubican hacia 1.300 d.C. Se plantea que estas conforman en su totalidad un patrón específico marcado por la mencionada dicotomía y una articulación funcional basada en un principio de complementación. Así, el valle mismo correspondería a un área de vivienda continua, donde la aptitud de los terrenos para prácticas agrícolas y la presencia constante de agua sentarían las bases para mantener un asentamiento sedentario. En contraposición, Las Burras correspondería a un área de ocupación especializada en la posible explotación de recursos botánicos. Por tanto, el curso superior se constituye en sí misma con notables características para el asentamiento humano, ya que, además, presenta en sus alrededores fuentes de arcilla (quebrada Lucumán), afloramientos de materias primas (cordillera de Fredes) y fácil acceso a los valles interandinos de San Juan. Curso Medio a) Huintil: Los asentamientos diaguitas se encuentran ocupando extensivamente el curso medio a partir de la disposición de áreas de importante asentamiento humano y pequeños lugares de vivienda que generan formas diferenciales de ocupar un mismo espacio, donde la constante es la asociación de tierras aptas para la agricultura y acceso expedito a recursos hídricos. Lo que sí está claro, es la ausencia de asentamientos en las quebradas interiores. Extraña el carácter tardío de los fechados obtenidos. Aunque este hecho podría responder a una cierta dinámica social es también factible un sesgo de la investigación. Las fechas de Huintil señalan tres momentos de ocupación: i) previos al año 1.000 d.C., representado en el sitio Huintil 5; ii) próximo al 1.100 d.C. en el mismo yacimiento y, iii) más próximo a tiempos incaicos reflejados en Huintil 4 y 6. Lo anterior sugiere que las poblaciones preincaicas ocupan los mismos espacios por más de 200 años, situación que cambia cuando aparecen las primeras influencias incaicas, momento en que la ocupación humana se concentra en el sitio de Huintil 6. b) Cárcamo: Presenta una ocupación espacial muy similar a la Huintil, caracterizada sólo por la presencia de sitios habitacionales en la terraza fluvial. Lamentablemente, la indisponibilidad de fechados enviados a procesar impide abordar en mayor profundidad la discusión espacial. Lo que es claro es que nos encontramos ante una repetición del cambio de un patrón de asentamiento con la llegada del Inca, en el cual las poblaciones aculturizadas se asientan en Cárcamo 6, que es una de las ocupaciones más extensas e intensas que se registran en el curso medio, lo que sugiere la existencia de un importante contingente poblacional en este locus de ocupación. Curso Inferior a) La Colonia: Los asentamientos identificados en la actual localidad de La Colonia se caracterizan por dos rasgos principales: i) son ocupaciones emplazadas en terrazas fluviales adyacentes al río Illapel y ii) se concentran espacialmente en dos sectores de esta localidad. La primera agrupación de asentamientos se dispone en La Colonia. Encontramos en los patrones de asentamiento dos momentos. El primero, registrado en los niveles inferiores del sitio Sucesión Ramírez y que correspondería a una ocupación de los momentos iniciales de la cultura Diaguita. Sin embargo, debemos reconocer la posibilidad que tal fechado esté errado, pues en principio el contexto cerámico del sitio apuntaba hacia una ocupación Diaguita III. Tal como ha ocurrido en los casos anteriores, la llegada del Inca produciría un cambio en los patrones de asentamiento. Encontramos una extensa ocupación de la fase III que se asienta en las terrazas fluviales. Tanto los fechados como los contextos cerámicos de los sitios Sucesión Ramírez y Familia Ñiguez sugieren que nos encontramos frente a un importante sitio de presencia incaica, el que ocupa una importante extensión espacial de la localidad, emplazándose en las terrazas fluviales aptas para el cultivo y en un sector donde el valle alcanza uno de sus anchos máximos. b) La Colonia B: En este sector se encuentra un extenso asentamiento Diaguita III que se emplaza en la terraza fluvial, ocupando una extensa porción de terreno donde se produce una división del espacio entre zonas de vivienda y mortuorias. Aquí no encontramos la presencia de asentamientos preincaicos, por lo que se reitera el patrón de ocupación del espacio propio de la fase incaica, donde el inca se emplaza en lugares no habitados por las poblaciones locales. Patrones de Pasta Luego de establecer los rasgos generales de pasta al inicio del estudio fue posible definir los patrones de pasta, los cuales fueron utilizados para clasificar los fragmentos analizados. En primer lugar se establecieron agrupaciones de patrones que fueron definidas a partir de la uniformidad en el tamaño que presentaban los granos de cuarzo. Estas fueron las siguientes: _ Cuarzo Opaco No Uniforme (CONU) (cuarzo pequeño, mediano y grande). Al interior de estas agrupaciones se establecieron los patrones de pasta específicos, en relación a las inclusiones que acompañaban a los cuarzos, que finalmente fueron utilizados en el estudio: _ CONU 1 (cuarzo opaco no uniforme). También se evaluó la existencia de semejanzas y diferencias en los patrones de pasta a través de todo el valle con el fin de evaluar la organización social y de subsistencia de los grupos diaguitas. Para este artículo, el análisis estuvo orientado a comprobar la relación funcional entre los extensos sitios de valle y los reducidos sitios de quebrada del curso superior del río. Se consideró la siguiente premisa: una producción alfarera local entregaría patrones de pasta exclusivos a cada sitio y que, en cambio, en un sitio sin producción alfarera local se registrarían patrones pertenecientes a otros sitios contemporáneos y con los cuales existiría una relación funcional. Con los componentes decorados se estableció que en los sitios de valle una parte importante del material pertenecía a un patrón determinado de pasta. Además se estableció la existencia para cada uno de estos sitios de patrones de pasta exclusivos. Por otro lado, en los sitios de quebrada se daba una mayor diversidad y no se registraban patrones exclusivos. Estos resultados nos llevaron a respaldar la hipótesis planteada. En los sitios de quebrada no se habría producido cerámica decorada y la muestra recuperada se originó por diversas ocupaciones realizadas por distintos grupos y en distintas épocas. Con la cerámica no decorada los planteamientos no se verificaron, ya que no se pudieron definir patrones de pasta exclusivos. Esta situación podría ser explicada por las diferentes ocupaciones a las que pudo haber estado sometido el sitio. A pesar de lo anterior, hemos verificado la homogeneidad de la muestra de pasta, tanto con índices de popularidad cuantitativa por grupos que se repiten en ambos tipos de sitio como en las características cualitativas detectadas, por ejemplo, en los Rojos Engobados. En los cursos medio e inferior se dispuso sólo de materiales de sitios de valle. Se trató de establecer diferencias en el registro de los patrones de pasta en los diferentes sectores, incluyendo al superior. Los porcentajes presentados por las agrupaciones de patrones de pasta son más o menos homogéneos. No se registran patrones exclusivos de algunos sectores, aunque cabría mencionar los patrones CONU 8 y 9 y COUF 8 y 9, los cuales se presentan sólo en el curso medio y el inferior (Pavlovic 2001). El establecer en forma precisa a que fases diaguita pertenece cada sitio ha planteado ciertas dificultades, ya que la mayoría de los sitios presentaría ocupaciones de más de una fase y muchos de estos sitios se encuentran arados. No obstante, se han podido desarrollar ciertas aproximaciones relacionadas con cambios que se habrían producido en la manufactura alfarera de la ocupación diaguita del valle de Illapel. Diaguita I. Se ponía en práctica un proceso tecnológico regular y eficiente. Queda evidenciado en la apariencia compacta de la pasta, una oxidación bien lograda de las piezas y en una buena selección de los antiplásticos, tanto en su tamaño uniforme como tipo disposición homogénea en la fractura. Diaguita II. Se observa una menor prolijidad en el proceso de elaboración alfarera. La pasta se presenta preparada en forma más deficiente (antiplásticos de tamaño muy diverso y distribución irregular, menor compactación y homogeneidad en la fractura) y un irregular control de la cocción oxidante (presencia de núcleos oscuros que ocupan gran parte o toda la fractura). Diaguita III. Las pastas comparten muchos atributos con las definidas para la fase II, pero se registran algunos materiales de preparación muy prolija (grosor de paredes delgado, antiplásticos finos y pasta compacta), en algunos casos con motivos decorativos Incas. Además, aparece un tratamiento de superficie registrado en contextos diaguita previos a la época Inca: el alisado escobillado, correspondiente a gran cantidad de incisiones lineales poco profundas que cubren la superficie interior de vasijas restringidas monocromas y decoradas, incluyendo las pertenecientes al Cuarto Estilo. Por último, cabe mencionar la presencia en sitios de esta fase de fragmentos pertenecientes a vasijas de tipo "urniformes", que ya se han detectado en sitios Diaguita I y II (Estadio Illapel, Césped 1), pero que durante esta fase aumentan notoriamente en número y presentan decoraciones lineales y más complejas en rojo, negro y blanco sobre la superficie alisada. Estos fragmentos, de paredes gruesas, habrían sido parte de vasijas restringidas de gran tamaño, de cuerpo recto y labio evertido. Estas vasijas habrían estado destinadas al almacenamiento de alimentos y líquidos y se asemejan a los materiales que Niemeyer (1969-1970) definió como tipo Huana Alisado con pintura opaca y decoración geométrica y los que Cervellino et. al. (1998) establecieron como Punta Brava Tricolor para el valle de Copiapó. Estudios de Pasta Los estudios de pastas también entregan importantes antecedentes del material cerámico del río Illapel, particularmente si se analiza por grupo alfarero: Monocromos Los patrones de pastas son bastante homogéneos en todo el valle. Los grupos CONU predominan, siendo significativo el patrón CONU 3. Esto se da claramente en los sectores medio e inferior, en donde los grupos CONU representan el 64% y 84%, respectivamente. En el curso superior, donde los grupos CONU sólo representan el 40% del total, puede explicarse por la asignación de muchos fragmentos a sitios con ocupaciones Diaguita I, en donde la selección de antiplásticos era más fina. La predominancia de los grupos CONU indica la presencia de cuarzo de diverso tamaño. Una explicación de tipo funcional a esta situación podríamos encontrarlos en los estudios de Falabella y col. (1994 y 2000) en el tipo Pardo Alisado de la cultura Aconcagua, los cuales han indicado que la poco fina selección de antiplásticos sería para privilegiar la conductividad del calor entre el exterior y el interior de la vasija, importante propiedad, ya que estas vasijas se utilizaban para cocinar alimentos sobre el fuego. Rojos Engobados Los patrones en los diferentes sectores del valle son homogéneos, a excepción del curso inferior. En los cursos superior y medio, más del 60% de los fragmentos quedaron clasificados entre los grupos COUF (64% y 62,5% respectivamente) destacando las frecuencias del patrón COUF 2. Una situación inversa se da en el curso inferior. En este sector los patrones COUF alcanzan sólo el 36%, mientras los grupos CONU reúnen el 64% restante. Se puede indicar que las pastas del grupo Rojo Engobado son, en promedio, más finas que las del grupo Monocromo y que las del grupo Decorados. Con los trabajos de Falabella y col. encontramos una posible explicación a estas pastas finas. Las escudillas y jarros son vasijas que no son utilizadas en el procesamiento de alimentos y que por ende no están expuestas en forma frecuente al fuego. La conductividad térmica que entregan las pastas gruesas no sería necesaria en estas vasijas. Al contrario, al ser piezas de uso muy frecuente necesitan de una mayor resistencia mecánica, garantizada por una pasta de tipo regular. Decorados Entre los decorados se da una situación especial. Los grupos CONU alcanzan altos porcentajes en el curso superior (84,5%) y en el curso medio (63%), mientras que en el inferior comparten la muestra en partes iguales con los grupos COUF (50% para ambos agrupamientos). Al contemplar el valle en conjunto observamos el predominio de los grupos CONU y con ello patrones con inclusiones de cuarzo de diverso tamaño, incluyendo granos grandes. Esta no coincidiría con los planteamientos de Falabella y col., puesto que las vasijas decoradas diaguitas, constituidas en su mayoría por escudillas, se utilizarían sólo para el consumo de alimentos y no necesitarían pastas gruesas, útiles para privilegiar conductividad térmica en vasijas destinadas al procesamiento de alimentos. Aunque es difícil avanzar una explicación con el nivel de desarrollo alcanzado en este análisis, podríamos señalar que durante la fase Diaguita II (a la cual pertenecerían la mayoría de los materiales analizados) el cuidado del artesano se centra en la decoración de la pieza y no en la manufactura de esta, hecho observable en el deficiente tratamiento de la pasta. Esto contrasta con lo ocurrido en la fase I, en donde el esfuerzo del artesano se orienta a la manufactura tecnológica de la pieza cerámica y produciendo una decoración poco lograda. Por último, la existencia de una tradición alfarera común a todo el valle de Illapel no implicaría la existencia de especialización artesanal o centros de producción, sino que estaría relacionada más bien con una producción a nivel hogar o de comunidad local (Falabella et al. 1994; Falabella 2000). El postular esta producción casera encuentra apoyo en considerar la falta de patrones exclusivos de un sitio particular que sean numéricamente importantes o en el hecho de no existir pastas especialmente diseñadas para un grupo alfarero, sino ligeras variaciones de un tipo general. Patrones Decorativos del Material Cerámico En conjunto los sectores inferior, medio y superior del río Illapel comparten cinco patrones decorativos: tres variantes del Patrón Zigzag (A, B2 y C); dos variantes del Patrón Ondas (A1 y F1); una variante del Patrón Cadenas (C); el Patrón Doble Zigzag A sin determinación de subvariante, y el Patrón Cuarto Estilo. Aunque estos patrones están presentes en los tres sectores del valle las frecuencias de representación varían bastante. Por ejemplo, en el curso superior se cuenta con el doble de fragmentos del Patrón Cuarto Estilo. A la inversa, el Patrón Zigzag C, Ondas A1 y F1 cuenta con una marcada predominancia en el curso inferior del río Illapel. En conjunto, los patrones comunes alcanzan al 81,1% del total de la muestra (trescientos treinta y tres fragmentos). Esto señala la gran unidad que manifiesta el universo representacional diaguita a lo largo del valle. Las nociones de pertenencia a un grupo mayor (la cultura Diaguita) son determinantes al elaborar los diseños. Sin embargo, no dejan de manifestarse diferencias espaciales. Del total de ciento ochenta y siete fragmentos del curso superior, un 81,81% corresponde a patrones comunes a todo el río Illapel. Los patrones exclusivos se concentran en la localidad de Césped, particularmente en Césped 3, aunque Césped 1 también posee un número importante de patrones exclusivos. Es importante considerar la variable cronológica. En efecto, dos fechados del sitio Césped 3 lo han señalado como un sitio bastante tardío (1.360 ± 60 d.C. y 1.280 ± 70 d.C.) y se ha postulado su filiación con el período incaico. El hecho de que por sí solo reúna 8 patrones decorativos exclusivos de todo el sector superior también apoya su singularidad. Otro aspecto importante es que el 90% de los fragmentos Cuarto Estilo provienen de Césped 3. Debemos también reconsiderar la evidencia de Césped 1, ya que reúne 5 patrones exclusivos de la cuenca alta, segregándose también del resto de los asentamientos estudiados en el área. Un punto interesante es que en ambos sitios, existen distintas variantes del patrón zigzag nunca antes registradas en el área. Por ejemplo, la elaboración del Patrón Zigzag en negativo. Los sitios del curso medio se caracterizan por ser de ocupación poco densa. Del total de cuarenta y ocho fragmentos con patrón diaguita reconocible, un 87,5% corresponde a patrones comunes a toda la cuenca del río Illapel. No se registraron patrones exclusivos de la cuenca media, sino únicamente algunos patrones compartidos con la cuenca alta o baja. Los sitios del curso inferior se caracterizan por ser de ocupación diferencial, los sitios del sector de La Colonia y Cárcamo tienden a ser de ocupación más densa que los sitios habitacionales registrados en la ciudad de Illapel, donde existe un predominio de cementerios. Del total de ciento ochenta y tres fragmentos con patrón diaguita, un 78,68% corresponde a patrones comunes a toda la cuenca del río Illapel. Existe una interesante oposición entre los patrones exclusivos de la cuenca inferior. Estos sectores son la ciudad de Illapel y el sector de La Colonia-Cárcamo. Si consideramos los fechados de La Colonia-Cárcamo observamos que son bastante más tardíos: Sucesión Ramírez (1.325 ± 70 d.C.), G. Toro (1.300 ± 70 d.C.) y Familia Carvajal (1.385 ± 70 d.C.). Además contamos con sólidos argumentos aportados por los patrones decorativos que señalan su pertenencia a la fase III: Patrón Ajedrezado presente en el sitio Sucesión Ramírez y al Patrón Rombos en Hilera A, B y C presente en el Sitio Cárcamo 6. Es importante destacar que estos sitios presentan un buen número de patrones decorativos exclusivos del curso inferior del río Illapel y que no están presentes en la ciudad de Illapel, además comparten entre sí una gran cantidad de patrones decorativos. Las vinculaciones más claras se producen con Césped 3; por ejemplo, entre Cárcamo 6 y Césped 3 existen siete patrones comunes. Cárcamo 6 es asignable a la fase III por tres patrones propios del Inca: Rombos en Hilera A, B y C. Además se registraron fragmentos de un plato playo u ornitomorfo Rojo Engobado con un lobulo horizontal en el borde, característico de las piezas diaguita-inca del área diaguita nuclear. También posee un gran número de patrones diferentes (veinte en total), reflejando el gran conocimiento del bagaje representacional diaguita que poseían sus ejecutores. Este aumento en el número, variedad y complejidad de los patrones decorativos es otra característica del Diaguita III. Otro aspecto interesante en los patrones decorativos del área La Colonia-Cárcamo es la gran cantidad de variantes creadas del Patrón Cadenas. Esto refleja una especificidad espacial, caracterizada por la elección consciente de determinados patrones de diseño. Esto tiene alcances identitarios y refleja cómo los artesanos diaguitas manejaron su universo representacional asignándole importancia a la variable espacial, aún de un territorio diaguita mayor (río Illapel). Vemos que existe un grupo de patrones decorativos que se trasladan en conjunto y que ligan estrechamente La Colonia-Cárcamo y Césped 3. Estos antecedentes señalan que estamos frente a un nuevo momento en la prehistoria del río Illapel, caracterizado por la llegada de nuevas ideas en torno al arte visual, desarrollándose con fuerza un nuevo tipo de diseños, siempre bajo las restricciones estilísticas propias de la cultura Diaguita, pero que no habían sido exploradas antes de la llegada de los incas al valle. Cronología para la Cultura Diaguita en el Valle de Illapel Las excavaciones sistemáticas realizadas en variados sitios arqueológicos a lo largo del valle de Illapel han permitido obtener una importante muestra de materiales cerámicos correspondientes a la cultura Diaguita. De este universo se han seleccionado treinta y siete fragmentos cerámicos (por ahora disponibles treinta y dos) de las diversas fases de la cultura Diaguita con el objetivo de ser datados a partir del método de termoluminiscencia en los laboratorios de Física de la Universidad Católica de Chile. De las treinta y dos muestras cerámicas datadas, veintisiete provienen de asentamientos habitacionales localizados a lo largo de todo el valle de Illapel, mientras que los restantes cinco fechados fueron obtenidos de la excavación de contextos funerarios (Estadio Illapel y calle Independencia), ambos sitios ubicados en la ciudad de Illapel. Para el caso de los asentamientos habitacionales, uno presentaba un enterratorio aislado (Césped 1) y cuatro tenían antecedentes aportados por lugareños sobre la aparición de entierros (G. Toro, Huintil 4, P. A. Mánquez y Césped 3), situación no verificada en nuestras excavaciones. Además, el sitio Calle Uruguay correspondía a un cementerio de la fase I, pero se fechó un fragmento Cuarto Estilo del relleno asociado. Por otra parte, desde el punto de vista cuantitativo, de los treinta y dos fechados obtenidos, nueve corresponden a la fase I, dieciséis a la fase II y siete a la fase III. Finalmente, de los treinta y dos fechados, diez corresponden al curso inferior, seis al curso medio y dieciséis al curso superior del río Illapel. En general, se puede señalar que alrededor de treinta y un fechados pueden considerarse dentro del rango esperado, sólo escapándose uno que dio una fecha algo inesperada, específicamente muy tardía: es el caso del sitio Lucumán 8 (1.370 ± 60 d.C.). En la Tabla 1 se entrega un resumen de los fechados obtenidos, incluyendo información sobre la naturaleza de las muestras cerámicas, sus fases y su lugar de procedencia. En las Figuras 1 y 2 se ha ordenado la información por fases y sectores. El análisis del set de fechados obtenidos nos señalan importantes resultados. En primer lugar, en relación al período Alfarero Medio, la prospección del área de estudio, junto a la revisión de colecciones, no evidenciaron la presencia de materiales culturales del Complejo Las Ánimas (800-1.200 d.C.), lo cual ya lo habían adelantado anteriormente Valdivieso (1985) y Castillo (1991). No obstante lo anterior, cabe señalar que la presencia de dos urnas funerarias en el sitio Estadio de Illapel, cuya forma, manufactura y dimensión son idénticas a las del Complejo Llolleo, puede sugerir cierta supervivencia de grupos tempranos durante el período Medio, o al menos sobrevivir ciertas ideas o conceptos, e incluso podrían proyectarse hasta el período Tardío. De hecho se tiene una fecha de un fragmento inciso del sitio Alfarero Temprano de Parcela Jacinto Aguilera, que arrojó una data de 1.045 ± 80 d.C., aunque el grueso de las fechas del período Temprano van entre el 270 y 670 d.C. En todo caso, la proyección cultural hasta los alrededores del año 1.000 d.C. de ciertos grupos tempranos de Chile central y del norte chico, del cual Illapel no es la excepción, con la consiguiente coexistencia con grupos tardíos (Diaguita y Aconcagua), es una realidad cada vez más recurrente cuando se obtienen nuevas dataciones absolutas. Tabla 1. Fechas TL del río Illapel.
Figura 1. Cronología Diaguita, Fases I, II y III en el valle del río Illapel. Figura 2. Dataciones según sector del río: Inferior, Medio y Superior. Considerando todos estos fechados se obtienen algunas conclusiones importantes: Primero Una primera impresión de los resultados cronológicos del valle de Illapel señala que estos son bastante más tempranos que el marco temporal, aún vigente para la cultura Diaguita, propuesto por Suárez, Cornejo y Román (1989) para las tres fases de la cultura Diaguita. Estas abarcaban los siguientes rangos: fase I, entre el 975 al 1.320 d.C.; fase II, entre el 1.390 al 1.430 d.C., y fase III, contaba con los fechados de 1.510 y 1.520 d.C. Sin embargo, los fechados obtenidos para esta secuencia inicial son producto de ceramios de colecciones obtenidas por aficionados y, por lo tanto, sin contextos claros, y además, estuvieron guardados en bodegas durante varios años. Todo lo anterior hace por ahora dudar un poco de la precisión de estos fechados, aunque se reconoce su enorme utilidad inicial como marco cronológico de referencia basado en fechados absolutos. El argumento más sólido para cuestionar la secuencia inicial propuesta por Suárez et al. (1989) es que todos los fechados posteriores obtenidos con el mismo método de T.L., realizados sobre muestras frescas de sitios diaguitas o con fuertes vínculos diaguitas y dentro del marco de excavaciones científicas son notoriamente más tempranas en sus tres fases. Se pueden citar los siguientes ejemplos: a) Hijuela La Victoria, valle de Aconcagua: 940 y 1.190 d.C. (Diaguita II). Es posible que debido al hecho que en los valles de Elqui y Limarí el momento inmediatamente posterior al Molle fue ocupado cronológicamente por el Complejo Las Ánimas, se tendrían ahí fechas más tardías para la fase I. Dada esta situación se tendría que aceptar un alto nivel de independencia cultural entre lo Ánimas y lo Diaguita I, e incluso coexistir en algún momento, de tal forma de poder postular que al valle de Illapel sólo llegaron poblaciones Diaguita I en tiempos en que coexistieron lo Ánima y lo Diaguita I en las zonas nucleares y en fechas de alrededor del 900 d.C. Sin embargo, creemos más factible que esta aparente contradicción sólo se debe a una falta de investigación y especialmente a una carencia de fechados absolutos en los valles de Elqui y Limarí Por otra parte, es destacable el observar cómo una variedad de patrones decorativos, que deberían tener una dispersión cronológica muy diferenciada, se encuentren coexistiendo en diferentes sitios y que decoraciones de la fase I se dispongan más tardías que aquellas de la fase II. Es posible que lo que estamos definiendo como Diaguita I pertenezca a la fase II. Los parámetros que clásicamente se han admitidos como indicadores de la fase I son un estilo decorativo fundado en trazos toscos y una decoración poco elaborada. Por el contrario, la fase II es conocida como fase Clásica, pues el virtuosismo decorativo alcanza su máximo esplendor. Un segundo rasgo que permite tal discriminación es la modificación en la forma de los pucos entre una fase y otra. Sin embargo, Cornejo (1989), en un estudio de los platos Diaguita, ha demostrado que durante la fase II sobrevive la vieja forma de los pucos, aunque menos frecuente. Por nuestro lado, hemos observado que en sitios diaguitas II (Césped 1) se encuentran también presentes algunos fragmentos cuya decoración y morfología corresponde a aquellos de la fase I. Por las dos razones anteriores, sería factible pensar que aquellos sitios que asignamos a la fase I sean posiblemente Diaguita II. Sin embargo, los análisis cerámicos de la fragmentería monocroma y decorada sugieren la existencia de diferencias más significativas entre la alfarería de una y otra fase, especialmente en las pastas. Por lo cual es posible pensar en una coexistencia entre grupos (unidades familiares) que manejan repertorios cerámicos asignables a las fases I y II. Segundo El set de fechados obtenidos conlleva no sólo a replantear a momentos más tempranos todo el marco temporal de la cultura Diaguita, sino que, posiblemente, también a aceptar momentos de interfases entre ambos componentes diaguita preincaicos. Estos momentos de coexistencias se dan con claridad al menos en el valle de Illapel, puesto que entre las fases I y II se tienen alrededor de 300 años de interfase: entre el 950 y 1.250 d.C. En cambio entre las fases II y III no se tiene esta coexistencia, ya que se puede señalar el año 1.300 d.C. como el momento en que arribaron los grupos incaicos y modificaron en gran parte la estructura cultural del valle de Illapel. Por lo tanto, parece ser certero señalar a la luz de los fechados obtenidos para el componente Diaguita I y II la coexistencia en tiempo y espacio de los grupos diaguitas, al menos para la zona del río Illapel y probablemente también para el Choapa. Esta situación sólo podrá ser verificada con mayor investigación y nuevos set de fechados absolutos en otros valles del río Choapa y especialmente en los valles de Elqui y Limarí. De no verificarse lo planteado para el río Illapel, tendría que señalarse sólo como una situación particular de Illapel, para lo cual habrá que trabajar en nuevas líneas de investigación y buscar una explicación a esta coexistencia. Tercero Al observar la figura de los fechados ordenados por sectores del río se pueden sacar algunas conclusiones iniciales, sin dejar de olvidar cierto sesgo en la cantidad de sitios trabajados en cada sector y, por ende, en la cantidad y variedad de fechados disponibles. Así se tiene que para el curso inferior la secuencia se presenta como un continuo de ocupación desde el año 900 d.C. hasta el año1.380 d.C., en donde la coexistencia de las fases I y II se observa claramente. La fase III se advierte claramente diferenciada temporalmente de la fase II. En cambio, para el curso medio las tres fases se presentan temporalmente diferenciadas, sin coexistencia entre ellas. Esta situación puede estar dada por la escasez de fechados, especialmente de las fases I y II, ya que entre ellas se nota un vacío de aproximadamente 350 años, lo que es difícil de aceptar. Queda clara con los fechados del curso medio nuevamente la diferenciación cronológica entre las fases II y III, demostrando el brusco cambio en todos los ámbitos culturales con la llegada del inca al valle de Illapel. En el curso superior se observa una situación idéntica a lo sucedido en el curso inferior, pues nuevamente se presenta la coexistencia de las fases I y II, y se observa la diferenciación temporal con la llegada del Inca. Lo más notable de este sector es la larga secuencia de ocupación de la fase I, puesto que abarca un rango de entre el 880 y el 1.380 o al menos hasta el 1.250 d.C. Quizás la quebrada de Lucumán, de donde provienen los dos fechados más tardíos, funcionó como un sector aislado en donde se mantuvieron al menos las tradiciones alfareras de los grupos Diaguita I. Discusión y Conclusiones Por lo tanto, las investigaciones en el río Illapel han permitido obtener una serie de resultados relevantes para la cultura Diaguita en general, aunque se esté haciendo el análisis desde una perspectiva marginal como es el caso de la cuenca del Choapa. Por ejemplo, hemos señalado que la forma de ocupación del espacio adquiere una modalidad particular: la disposición de conglomerados de ocupaciones a lo largo del valle. Son estas agrupaciones de sitios las que definen una forma pautada y organizada de ocupación del espacio en tiempos preincaicos, generando lo que podríamos denominar microunidades sociales. Vemos de esta forma que la ocupación diaguita se basa en la generación de un conjunto de sistemas de asentamiento, los que presentan su dinámica particular expresada tanto en la existencia de variados patrones de asentamiento en una perspectiva sincrónica, que implica la realización de formas diferenciales acerca del espacio circundante, como en la modificación de estos patrones de asentamiento en una perspectiva diacrónica, caracterizada por un conjunto de ocupaciones aisladas en un primer momento, una serie de ocupaciones jerarquizadas y ampliamente expandidas hacia el 1.200 d.C. y finalmente un conjunto de asentamientos de tiempos incaicos distribuidos a lo largo del valle, ocupando los espacios anteriormente utilizados por los grupos diaguita, basándose en el emplazamiento de sitios aislados, pero interrelacionados funcional y socialmente dentro de una estrategia política de ocupación del espacio local. Por otra parte, los planteamientos anteriores sobre los patrones de pasta permiten establecer la existencia, con ligeras diferencias espaciales, cronológicas y funcionales, de una tradición alfarera que compartieron las diferentes comunidades diaguitas asentadas en el valle del río Illapel, desde por los menos el siglo XI hasta la llegada de los españoles. La existencia de una tradición alfarera común a todo el valle de Illapel no implicaría la existencia de especialización artesanal o centros de producción, sino que estaría relacionada más bien con una producción a nivel de hogar o de comunidad local (Falabella et al. 1994; Falabella 2000). El postular esta producción casera encuentra apoyo en considerar la falta de patrones exclusivos de un sitio particular que sean numéricamente importantes o en el hecho de no existir pastas especialmente diseñadas para un grupo alfarero, sino ligeras variaciones de un tipo general. Durante la fase III, la tradicional alfarería diaguita del valle de Illapel no estuvo ajena a los cambios generales observados, como podemos observar en la popularización de las vasijas "urniformes" y su decoración, además de la proliferación del Cuarto Estilo y la aparición de nuevos motivos previamente desconocidos. Las innovaciones también se detectan en la tecnología alfarera con el registro de un nuevo tratamiento de superficie (escobillado), la presencia de pastas mejor seleccionadas y una reducción en el grosor de paredes de piezas decoradas. Estos cambios no afectan mayormente al modo tradicional de hacer la cerámica, sino que introduce ligeros cambios, lo que podría indicar que se trata de los mismos grupos que hacen suyas ciertas innovaciones tecnológicas. No obstante la continuidad de la tradición alfarera diaguita, es posible plantear que durante este momento surge o (si consideramos que existía con anterioridad) se consolida la especialización. A pesar de que este planteamiento está en proceso de revisión, encuentra puntos de sustentación en la disminución de los grosores de paredes con respecto a la fase anterior que se observa en los contextos Diaguita III del curso inferior del río Illapel, y en elementos relacionados con la decoración como motivos decorativos realizados con trazos muy finos y engobes blancos muy compactos y gruesos. Finalmente, para el valle de Illapel se puede postular una secuencia cronológica de la cultura Diaguita, la cual puede ser extendida a todo el valle del Choapa y al menos puede servir de referente para los valles de Elqui y Limarí, los que, sin lugar a dudas, debieron tener dinámicas culturales propias que se deben reflejar en su particular secuencia cronológica. Lamentablemente, parece que debemos esperar un largo tiempo antes de que podamos contrastar e integrar niveles de información equivalente entre los obtenidos en el valle de Illapel y cuenca del Choapa con valles de Elqui y Limarí. En la Tabla 2 se observa la propuesta de secuencia cronológica obtenida para el río Illapel. Tabla 2. Secuencia cronológica propuesta por fases
Agradecimientos: Se agradece a las siguientes instituciones y personas que facilitaron el desarrollo de esta investigación: Museo Nacional de Historia Natural, Museo Arqueológico de La Serena, Municipalidad de Illapel, Eliana Durán, Arturo Rodríguez, Nieves Acevedo, Miguel Ángel Azócar, Álvaro Román y Adela Carvajal. También a los estudiantes de arqueología Lissette Valenzuela, Darío Aguilera, Slabik Yacuba y Claudia Solervicens. Especial agradecimiento a don Alejandro Mánquez y a don Mario Tapia en quienes hacemos extensiva nuestra gratitud a todos los habitantes del valle de Illapel que nos han acogido afectuosamente por ya largos seis años. Referencias Citadas Ampuero, G. 1972-73 Nuevos resultados de la arqueología del Norte Chico. Actas del VI Congreso de Arqueología Chilena, pp. 311-338, La Serena. Becker, C. 2000 Diaguitas entre la costa y la cordillera y la fauna que allí encontraron. Informe Parcial, proyecto Fondecyt Nº 1980248. Manuscrito en posesión del autor. 2001 Animales que cuentan historias. Actas del XV Congreso Nacional de Arqueología Chilena. Chungara, vol. especial:359-364, Arica, Chile. Belmar, C. y L. Quiroz 2001 Informe Arqueobotánico: sitios Césped 3 y Parcela Alejandro Mánquez. Informe Final proyecto Fondecyt Nº 1980248. Manuscrito en posesión de los autores. Castillo, G. 1991 Desarrollo prehispánico en la hoya hidrográfica del río Choapa. Manuscrito en posesión del autor. Cervellino, M., H. Niemeyer y G. Castillo 1998 Culturas Prehistóricas de Copiapó. Impresos Universitaria, Santiago. Cornely, F. 1956 Cultura Diaguita Chilena y Cultura El Molle. Editorial del Pacífico, Santiago. 1962 El arte decorativo preincaico de los indios de Coquimbo y Atacama (Diaguitas Chilenos). Editorial del Pacífico. Cornejo, L. 1989 El plato zoomorfo diaguita. Su variabilidad y especificidad. Boletín Museo Chileno de Arte Precolombino 5. Falabella, F. 2000 El estudio de la cerámica Aconcagua en Chile Central: Una evaluación metodológica. Actas del XIV Congreso Nacional de Arqueología Chilena Contribución Arqueológica 5, Museo Regional de Atacama. Tomo I:427-458. Ediciones Chañarcillo, Copiapó. Falabella, F., A. Román, A. Deza y E. Almendras 1994 La Cerámica Aconcagua: más allá del estilo. Arqueología de Chile Central. Segundo Taller de Arqueología de Chile Central. En prensa. Montané, J. 1962 Figurillas de arcilla chilenas, su ubicación y correlaciones culturales. Anales de Arqueología y Etnología 16:103-133. 1971 En torno a la cronología del Norte Chico. Actas del VI Congreso Nacional de Arqueología 167-183. Santiago de Chile. Niemeyer, H. 1969-1970 El yacimiento arqueológico de Huana (Depto. de Ovalle, Provincia de Coquimbo, Chile). Boletín de Prehistoria de Chile 2-3:3-64. Pavlovic, D. 2001 Informe de análisis de pastas diaguitas del valle de Illapel. Informe Final proyecto Fondecyt Nº 1980248. Manuscrito en posesión del autor. Seguel, R., D. Jackson, A. Rodríguez, P. Báez, X. Novoa y M. Henríquez 1994 Rescate de un asentamiento diaguita costero: proposición de una estrategia de investigación y conservación. Fondo de apoyo a la investigación - Informes 34-42. Stehberg, R. 1995 Instalaciones Incaicas en el norte y centro semiárido de Chile. Colección de Antropología, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana - DIBAM. Suárez, L., L. Cornejo, A. Deza y A. Román 1989 Primeros fechados absolutos para la cultura Diaguita. Actas del XI Congreso Nacional de Arqueología Chilena. Tomo III:49-56. Santiago de Chile. Valdivieso, G. 1985 Prospección arqueológica del curso medio y superior del valle del río Illapel. Práctica Profesional. Departamento de Antropología, Universidad de Chile. Santiago. Manuscrito en posesión del autor.
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