Lo que resalta de esta historia es, sin duda, lo que el autor denomina como “espesor asociativo”: aquel universo exterior al campo de acción del Estado o las instancias oficiales en las que las personan interactúan sobre la base de intereses comunes. Es un concepto interesante. Con esta metáfora de lo espeso, que hace referencia al estado de la materia en el que elementos se encuentran muy próximos los unos a los otros, el autor quiere hacer referencia indirecta a actores sociales interactuando con propósitos compartidos, ideas comunes y solidaridades colectivas. El foco está en aquello que las ciencias sociales y la filosofía denominan como mundo de la vida: el horizonte de sentido que en cada caso hace posible la interacción social y en el que conviven tanto patrones transmitidos por la cultura como normas sociales que rigen la interacción. Este concepto es abordado en el libro desde una mirada historiográfica y con énfasis en un espacio específico: es una investigación que trata sobre un mundo local de la vida. Con el relato de las diferentes instancias en las que este espesor asociativo de la comunidad se hace presente, Venegas intenta darle sentido a este conjunto de actores cuyos testimonios permanecían repartidos entre archivos oficiales y bibliotecas privadas. En este ejercicio el autor resignifica este espacio local y le otorga la categoría de realidad que amerita ser estudiada en forma historiográfica. La hipótesis de la obra es clara: mientras que la presencia del Estado en el espacio analizado es fluctuante, el espesor asociativo se mantiene constante y en alza.
El estudio trata sobre un espacio caracterizado por la presencia de dos cuencas -Limache y Quilpué- y por estar situado en un espacio de transición entre un clima semiárido y uno mediterráneo. A comienzos del siglo XIX contaba con cerca de dos mil personas. En 1930, los habitantes no superaban los veinte mil. El desafío que el autor se plantea es observar las relaciones entre los actores que con frecuencia protagonizan las narrativas nacionales desde esta realidad situada y enmarcada en un contexto regional. Venegas enfatiza en la figura de los hacendados, por ejemplo, representados por la familia Eastman. En este grupo era posible apreciar la presencia -a escala local- de una oligarquía cuya riqueza provenía no solo de la producción agrícola, sino, también, de las inversiones en entidades financieras e industriales, y que poseía fuertes vínculos con el poder político. Otros actores en los que se presta atención son las comunidades campesinas, que no se reducían a las clásicas figuras de la historiografía -los peones e inquilinos- sino que eran la expresión de sociabilidades rurales más complejas, con importantes grados de soberanía productiva; lo que queda en evidencia en los múltiples intentos por organizar el uso del agua de manera comunitaria, por ejemplo. También se destaca la presencia de una clase asalariada-industrial. El autor hace mención a casos como la Fábrica Nacional de Papeles, la Fundición Nacional de Limache, la Compañía de Cervezas Unidas (CCU) y Carozzi. Estas empresas reflejarían la presencia de un importante polo manufacturero en la zona, pero que por factores externos habría constituido un episodio de “industrialización fallida”. En la primera parte, Venegas expone el “escenario” de la historia y “sus principales actores”. En las partes siguientes, el foco se encuentra en los procesos históricos mirados desde las interconexiones y conflictos entre sociedad y Estado.
La segunda parte del primer tomo se centra en la presencia del Estado en este contexto local. Es interesante la manera en que da cuenta de un relato histórico que en variadas ocasiones parece no ajustarse a las grandes narrativas nacionales. Ni el Estado omnipresente de Mario Góngora, ni el Estado portaliano de Gabriel Salazar -en constante reorganización y fortalecimiento- parecen reflejarse en el escenario de Limache. A mediados del siglo XIX Venegas se refiere a un Estado ausente, que logra luego marcar cierta presencia por medio del ferrocarril (que llega a la zona en 1863) y en ciertos periodos como el gobierno de José Manuel Balmaceda, pero que luego vuelve a perder protagonismo hasta la década de 1920. Algunas obras públicas, dejadas de lado durante la guerra civil de 1891, son retomadas solo durante el primer gobierno de Arturo Alessandri. Desde 1920 a 1940 la prioridad de la acción estatal estuvo en las tareas de urbanización, pero sin un impacto significativo en las condiciones de vida de la población en general; la respuesta tardía ante el problema del agua potable, la pavimentación y el alcantarillado son un reflejo de esta situación. Cuando la presencia del Estado comenzaba a fortalecerse en las narrativas nacionales, a fines de la década de 1920, el departamento de Limache es suprimido, lo que “se percibió como un retroceso en relación al status que había tenido el territorio en el pasado y una limitante a su progreso” (tomo 1, p. 392). La misma dicotomía entre la mirada macro y el contexto local se da bajo el denominado modelo Corfo. Si bien la presencia de este Estado industrializador y programador se manifiesta en su sentido regional con la instauración de la Refinería de Petróleo de Concón, perteneciente a ENAP, a largo plazo las acciones del Estado se mantienen inconclusas: “Por el nivel de frustración que se había venido acumulando, estas no se consideraron más que promesas” (tomo 1, p. 406). El autor se refiere a este fenómeno con el término de “Estado intrascendente” (tomo 1, p. 349); una “intrascendencia” mirada desde el punto de vista de las condiciones generales de vida de población. Destaca el énfasis dado al problema ambiental, que se refleja de buena manera en el tema del agua o en la refinería de Concón. Con relación a esta última, se asevera que los “pobladores no sabían que en realidad estaba en una zona de sacrificio” (tomo 1, p. 406).
El segundo tomo y la última parte del primero están dedicados a diversas expresiones de la sociedad local. Venegas expone en varias páginas el resultado de una enorme revisión documental. En muchos casos se está frente a organizaciones privadas cuyos vestigios no se encuentran en los archivos estatales, sino en bibliotecas familiares o de entidades privadas; lo que da cuenta de la exhaustividad del autor en la búsqueda por registros que hagan referencia a la importancia histórica de los actores locales. Los ejemplos son varios. El estudio expone las organizaciones sindicales de comienzos del siglo XX, como el sindicato de trabajadores de la CCU y su lucha por la disminución de la jornada laboral. Hace mención también a la Federación de Profesores y su constante lucha en contra del atraso en el pago de sueldos por parte del Estado. Se analizan las diversas instancias en las que las entidades representativas del mundo obrero fortalecían sus lazos de sociabilidad; un ejemplo son los clubes de fútbol. En 1938-1958, como en el resto del país, se vive un periodo de expansión del sindicalismo y un incipiente proceso industrializador; actores destacados en este escenario local fueron el Sindicato Industrial de la Fábrica Nacional de Oxígeno, el Sindicato de Textiles de Limache y el Sindicato de la Fábrica de Artículos de Goma, entre otros.
Uno de los capítulos más interesantes es el dedicado al mutualismo. Se estudian organizaciones como la Sociedad de Artesanos de Limache y su importante rol social y cultural, que queda de manifiesto con la construcción de una posta de emergencia o con la promoción para la construcción de viviendas obreras en territorios fiscales. Contrariamente a la narrativa nacional, en la que el mutualismo pierde desde 1930 la fuerza y vigor propia de “etapa dorada” del movimiento social chileno, en Limache parece haber un proceso de fortalecimiento del movimiento mutualista pos-1930. En la revisión de las finanzas de la mutual, Venegas constata la existencia de una situación económica saludable; incluso, se pudieron redireccionar recursos de la mutual a acciones de beneficencia. Se hace mención también a la relación con otras mutuales, como la Sociedad de Artesanos La Unión de Santiago o la Sociedad de Artesanos de Valparaíso, así como su pertenencia, desde 1944, a la Confederación Nacional Mutualista (creada en 1939).
En el segundo tomo se incluyen capítulos dedicados a las comunidades campesinas y a los gremios. Con respecto a las primeras, es interesante el enfoque del autor en procesos que normalmente son desatendidos por la literatura nacional, como lo son los asuntos ambientales. Se analizan los conflictos con respecto al uso de leña y carbón, las luchas por el uso colectivo o individual del agua y el control de plagas. “La necesidad de apoyarse mutuamente en cosechas, trillas, rodeos, entre otras tantas acciones, fue conformando verdaderas comunidades campesinas, donde las relaciones de solidaridad se mezclaban con situaciones conflictivas, especialmente en lo referente al reparto de aguas” (tomo 2, p. 92). Con relación a los gremios, en tanto, el autor da cuenta de la existencia de un proceso de resurgimiento, similar al experimentado por el mutualismo, pero un tanto más tardío; la década clave fue la de 1940. Se analizan gremios que luchan contra medidas estatales, como la Asociación de Comerciantes Minoristas y su lucha contra el Impuesto al Valor Agregado (IVA), y otros que llevaban a cabo acciones en armonía con las medidas de las autoridades, como los gremios que apoyaban a las agencias del Estado en su lucha contra la venta ilegal de alcohol. También se exponen casos de gremios que actuaban sin mayores conexiones con el Estado, como los tomateros y sus intentos por regular el precio del tomate y evitar la sobreventa.
En los últimos capítulos del libro se estudian actores poco frecuentados por la historiografía, pero que son reflejo de espacios de sociabilidad realmente relevantes en la vida inmediata de las personas. Un ejemplo son las asociaciones deportivas, las que según Venegas son las que experimentan un mayor crecimiento durante la primera mitad del siglo XX. Su campo de acción excedía el mero universo de lo deportivo. En muchos casos estas asociaciones eran una plataforma para el surgimiento de importantes lideres políticos; como Bernardo Jiménez, que inició como minutero en partidos de basquetbol y llegó a ser presidente del Partido Conservador de la zona. También se analiza el papel de las juntas de vecinos, actores significativos en procesos como la creación de la Municipalidad en 1918 o la lucha contra los problemas de salubridad en el llamado Barrio de los chinos. Existen antecedentes también de organizaciones como la Asociación de Dueñas de Casa cumpliendo un importante papel -en armonía con las acciones de las autoridades- en la vigilancia del cumplimiento de los precios establecidos por el Comisariato. Para finalizar, en los últimos capítulos se estudian las asociaciones religiosas -con una importancia menor en comparación con las mutuales- y la masonería.
En síntesis, el estudio narra la historia en un espacio local, pero las conclusiones exceden el espacio analizado. Es una historia que en ciertas ocasiones es un reflejo de los grandes procesos históricos nacionales, como la industrialización o el ascenso del estado social; pero que en otras permanece en una narrativa diferente, con un Estado ausente -cuando en el ámbito nacional las políticas públicas se expandían- o con episodios frustrados de modernización -cuando el país pasaba por grandes transformaciones socioeconómicas. Es un llamado a la historiografía a volver a poner atención en los escenarios locales, cuyas historias muestran una especial interconexión entre lo global y lo particular; y que en muchas ocasiones requiere un trabajo documental que va más allá de los vestigios almacenados y organizados en los archivos del Estado. Llama la atención, sin embargo, ciertos aspectos frente a los cuales es necesario plantear una crítica. La cuestión social, por ejemplo, parece estar ausente en esta historia. El proceso es mencionado pocas veces en ambos tomos y parece no ser tan relevante en el periodo y lugar estudiado. Lo mismo sucede con otros fenómenos, como la Gran Depresión en la década de 1930 o la crisis de comienzos de la década de 1950. En ciertas instancias del texto se enfatiza más en los actores -gremios, juntas de vecinos, sindicatos, comunidades agrícolas, etc.- que en los procesos. Aún así, el libro constituye un aporte importante a la investigación histórica espacialmente situada y merece la atención de las historiadoras e historiadores cuyos estudios buscan focalizar la mirada en realidades particulares sin perder las conexiones con los procesos globales.