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Historia (Santiago)

versión On-line ISSN 0717-7194

Historia (Santiago) v.38 n.2 Santiago dic. 2005

http://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942005000200004 

 

Instituto de Historia
Pontificia Universidad Católica de Chile
Historia No 38, Vol. II, julio-diciembre 2005: 327-366
ISSN 0073-2435

ESTUDIOS

 

LAS VIVIENDAS DE LA BENEFICENCIA CATÓLICA EN SANTIAGO. INSTITUCIONES CONSTRUCTORAS Y EFECTOS URBANOS (1890-1920)*

 

RODRIGO HIDALGO DATTWYLER1, TOMÁS ERRÁZURIZ INFANTE2 y RODRIGO BOOTH PINOCHET3

1 Instituto de Geografía, Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: hidalgo@geo.puc.cl
2 Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile.
3 Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile.


La intención del presente artículo es reflexionar en torno al trabajo realizado por la beneficencia católica en el desarrollo de las primeras viviendas para obreros en Chile. Se pretende identificar las motivaciones de quienes conformaron instituciones de beneficencia católica entre fines del siglo XIX y comienzos del XX. Además, se expone el funcionamiento de estas instituciones y se indaga en las tipologías edificatorias y en los efectos urbanos y sociales generados en Santiago. Asimismo, se afirma que el trabajo realizado por el catolicismo social chileno, post Rerum Novarum (1891), incidió en la acción estatal inaugurada con la ley de habitaciones obreras de 1906.

Palabras clave: barrios obreros, historia urbana, doctrina social, vivienda popular.

This article is intended to examine the work done by Catholic institutions in relations to the development of the first housing solutions offered to the working class. My aim is to identify the main motivations of those who formed these institutions between the late XIX and early XX centuries. Moreover, I offer and analysis of the functioning of these institutions along with the design options adopted and the related urban and social problems generated in Santiago. On this vein, I claim that the work done by Chilean Social Catholicism post-Rerum Novarum (1891), triggered state involvement, expressed through the Law of Housing for Workers of 1906.

Key words: working neighborhood, urban history, social doctrine, popular house.


INTRODUCCIÓN

Verdadero tópico de la historia occidental, la "cuestión social" ha sido estudiada ampliamente desde diversas perspectivas y en numerosos países. El penúltimo cambio de siglo es reconocido por la historiografía chilena como un período de profundos cambios, cuyos más importantes escenarios pueden encontrarse en las principales ciudades del país. La importancia que para las élites de la época adquirió el problema de las condiciones de vida de las familias obreras y su creciente injerencia en materia política, es fundamental para el estudio y comprensión de la cuestión social en Chile.

La Iglesia Católica, y específicamente aquellos fieles que adherían más fervientemente a la doctrina social de la Iglesia, sus motivaciones, obras y testimonios, son estudiados como un significativo eslabón para la comprensión del problema social, y sus consecuencias para la población en general. Durante las últimas cuatro décadas, distintos autores se dedicaron al estudio de estas problemáticas. La literatura que abarca esta correspondencia entre crisis social y reacción católica, concuerda por lo general, en la existencia de una preocupación y necesidad por generar un cambio de actitud en un sector de la Iglesia Católica frente a los problemas sociales. Entre las obras más significativas destacan la de Fernando Silva y el padre Walter Hanisch, quienes entre otros aspectos plantean que la Iglesia Católica, desde su doctrina social, habría actuado tempranamente asumiendo esta nueva actitud caritativa y elaborando diversas respuestas de acción social, que buscarían tanto una concientización social sobre el problema obrero, como el mejoramiento de las condiciones físicas y morales de los grupos más pobres4.

Algunas investigaciones que analizan la discusión bibliográfica en torno a la doctrina social de la Iglesia y la cuestión social entre fines del XIX y comienzos del siglo XX, señalan que existen ciertos vacíos y omisiones5. En este sentido, las condiciones que generaron la cuestión social en Chile y en particular, el catolicismo chileno; la forma y los medios a través de los cuales las ideas europeas fueron incorporadas por los católicos; las consecuencias de esta Doctrina Social de la Iglesia para el país; las repercusiones en el desarrollo histórico chileno; conforman en suma, esta área nebulosa que se cierne sobre el estudio del fenómeno a la espera de ser investigados.

El trabajo que se presenta a continuación, en la misma línea de los trabajos de Hanisch y Silva, en cuanto a la reafirmación de la actitud pionera que asume la Iglesia Católica frente a la cuestión social, intenta a la vez esclarecer y adentrarse en estos "tópicos que demandan conocimiento histórico"6. En este contexto, preguntas como ¿en qué consiste concretamente esta acción católica?, ¿quiénes son los principales precursores de las obras que se emprenden?, ¿cuál es el impacto real de la labor de instituciones católicas en el desarrollo y/o superación de las deficiencias referidas?, ¿cuáles son sus efectos sobre el espacio y la sociedad urbana? son algunas de las directrices que se pretenden seguir para explicar el accionar de la acción católica en un campo tan importante como el de la provisión de viviendas baratas y salubres para los sectores más carentes de la población.

LA VIVIENDA POPULAR COMO PROBLEMA SOCIAL

La segunda mitad del siglo XIX fue un período de profundos cambios económicos y sociales al interior del país. El fuerte auge que experimentó el sector de la minería, especialmente luego de la Guerra del Pacífico, fue probablemente el detonante principal del proceso modernizador que enfrentaría Chile a fines del siglo XIX y principios del XX. El crecimiento de la industria salitrera implicó un necesario desarrollo ferroviario y portuario al centro y norte del país, mientras que en las principales ciudades, aparecían pequeñas industrias artesanales y manufactureras mayores y con estas se establecía un importante grupo proletario7.

Tributario del proceso descrito, en el mismo período se observó un notable incremento de la población urbana, situación que se mantendría latente durante gran parte del siglo XX. En este período, la inmigración desde las provincias a las ciudades más importantes, Santiago y Valparaíso, constituyó un fenómeno que, aunque podía aumentar o disminuir en intensidad, no se detendría durante todo ese siglo. En 1865 la población rural representaba un 75% del total del país. Solo diez años más tarde, esta cifra se había reducido a un 65% y hacia 1895 la población rural representaba el 57%8. Por otra parte, en el lapso de 21 años, desde 1870 hasta 1891, la población de la capital subió desde 115.000 a 260.000 habitantes9.

En Santiago, este aumento de la población, repercutió directamente sobre la morfología urbana, tanto desde su extensión en el plano, como en la intensidad de ocupación del territorio. Los nuevos habitantes de la capital se ubicaron preferentemente más allá de los lindes de la ciudad delimitada por el Camino de Cintura trazado por la Intendencia de Vicuña Mackenna, ocupando por tanto, las subdelegaciones rurales que bordeaban la ciudad10. El asentamiento en estos nuevos territorios significó para Santiago, por la desesperada situación de muchos de los inmigrantes, una proliferación de los barrios pobres, donde el distintivo común era la carencia de habitaciones higiénicas y las deficientes condiciones de vida a que se enfrentaban quienes los habitaban11. Este fenómeno no era exclusivo a Chile, sino que ya había ocurrido en otros países de Europa y América en donde el "crecimiento de la población no fue acompañado por un aumento en el número de viviendas higiénicas, situación que dio lugar a altos índices de hacinamiento"12. De esta manera, el problema radicaría en que los acelerados y profundos cambios sociales y económicos que distinguieron a este período, sobrepasaron la velocidad y capacidad que la ciudad posee para brindar una respuesta a las nuevas realidades. La infraestructura urbana se vio excedida por requerimientos y necesidades para las cuales jamás había sido pensada.

En Chile, desde la segunda mitad del siglo la vivienda popular fue tipificada en tres categorías, de las cuales ninguna respondía satisfactoriamente a las condiciones de higiene, seguridad, o mínima comodidad que la nueva vida urbana e industrial comenzaba a requerir. En primer lugar se encontraban los ranchos, los cuales, construidos de materiales precarios y techo de paja, tenían su origen en la práctica de la construcción rural. En 1875, Rafael B. Gumucio, por medio de un ejemplo, se refería a las condiciones de estas viviendas: "ved ese pajizo rancho, cuyo techo no resguarda ni del sol ni de la lluvia, cuyas paredes no defienden ni del viento ni del frío, cuyo pavimento es la húmeda tierra"13. Luego estaban los cuartos redondos que correspondían a una habitación sin ventanas, que tenía como única ventilación la puerta de entrada. Por último, el tipo de habitación característica del último tercio del siglo XIX fue el conventillo, "vivienda de carácter colectivo, alineada en torno a un espacio o patio común, carente de los servicios higiénicos como agua potable y alcantarillado"14.

En el contexto del debate político y social de la época, fue sin duda este último, el conventillo, el que provocó la mayor discusión, dejando al descubierto la gravedad del problema de la habitación obrera. En 1875, Abdón Cifuentes, luego de rescatar a dos "chicas" de un conventillo, afirmaba que allí "duermen revueltas con hombres, como los animales, sin recibir otra educación que el ejemplo de los vicios y los escándalos de esas viviendas"15. Julio Pérez Canto, en un análisis sobre los barrios o poblaciones obreras se refería al conventillo, elaborando una extensa e implacable crítica a esta forma de habitación:

(…)construidos manualmente para sacar de ellos el mayor interés posible, sobre el capital invertido, sin tomar para nada en cuenta ni las reglas de la higiene ni las necesidades i conveniencias de las familias obreras para sí mismos i en relación con el progreso moral de las mismas familias i de la sociedad i de la nación16.

Pérez Canto consideraba el conventillo como un negocio de los arrendadores, en donde los intereses de los obreros y de la nación, salían gravemente perjudicados. Criticaba además la pésima calidad de las construcciones, la gran mayoría en base a desperdicios o materiales en muy mal estado, convirtiendo a estas habitaciones en una verdadera "cueva, mal cerrada y peor cubierta" en la cual "penetra agua por arriba, viento por los lados i del suelo se desprenden i brotan pútridas emanaciones"17. Luego, hacía referencia al hacinamiento en que vivían sus moradores, llegando albergar hasta 8 a 10 personas en piezas que no tienen más de 12 metros cuadrados y que a la vez son el lugar en donde se realiza todo el quehacer doméstico: lavado, cocina, comidas, etc. Julio Pérez Canto no solo denunció todas las deficiencias y problemas que tenían los conventillos, sino que dio un paso más en este análisis, alertando sobre las consecuencias nefastas que esta forma de habitación estaba causando en la sociedad, siendo la más grave "el debilitamiento manifiesto de nuestra raza"18 y el alcoholismo.

Cerca de 15 años después, en una memoria del Consejo Superior de Habitaciones Obreras, el problema de los conventillos no se diferenciaba en nada al que describían Pérez Canto o Abdón Cifuentes. Una vez más la crítica al conventillo ponía de manifiesto las mismas deficiencias que desde hacía más de treinta años se venían recalcando: la promiscuidad, la mala calidad de las habitaciones, las deficiencias higiénicas, la utilización de una misma pieza para todas las funciones domésticas, entre otros aspectos de singular importancia19. La mantención en el tiempo de la misma crítica hacia los conventillos, era un claro testimonio de la gravedad que revestía el problema y la imposibilidad de erradicar esta forma de habitación. Las deficiencias en materia de vivienda popular, tanto en Santiago como en el resto de las ciudades chilenas, eran más evidentes al observar que esta crítica a las condiciones de habitación se mantuvo casi inalterada por más de treinta años, pese a la acción no menor que llevaron a cabo la beneficencia católica y el Estado en la construcción de habitaciones higiénicas y en la demolición de conventillos.

En forma paralela, diversos diarios católicos desarrollaron una labor de denuncia respecto a las graves condiciones en que se encontraba la habitación popular, acusando las responsabilidades involucradas para con estas deficiencias20. Tras estas habitaciones, casi siempre arrendadas, existían dueños culpados de lucrar, o con una total falta de conciencia y moralidad. Títulos como "Una de las plagas de la ciudad. Un conventillo singular: de caballeriza a conventillo", "Habitaciones donde agoniza el pueblo", "Ricos que explotan al pueblo" u "otro indecente conventillo" encabezaban numerosas columnas en el primer cambio de década del siglo XX.

Las cifras sobre la cantidad de conventillos demolidos y aquellos que fueron declarados insalubres, son especialmente clarificadoras en relación a la gravedad del problema. Hacia 1912, el Consejo Superior de Habitaciones Obreras había declarado insalubres 648 conventillos, que contaban con 5.102 piezas en total y alojaban a 12.659 personas. De estos, a la fecha de publicación del documento habían sido demolidos 311 conventillos, con 2.899 piezas y 7.201 moradores21.

Las respuestas y soluciones iniciales al problema de la vivienda en ciudades como Santiago, Valparaíso y Concepción por parte del poder público se relacionaron con la prohibición de construir dichas viviendas dentro de determinados límites y la obligatoriedad de considerar elementos higiénicos en la edificación de nuevas residencias. Por su parte la iniciativa privada y más precisamente las instituciones de beneficencia católica fueron las primeras que edificaron casas baratas y salubres, iniciativas que dieron lugar a los primeros barrios de viviendas especialmente construidas para los obreros.

BENEFICENCIA, FILANTROPÍA Y CARIDAD EN LAS BASES DE LA ACCIÓN SOCIAL DECIMONÓNICA

Caridad, beneficencia y filantropía parecen conceptos relativamente cercanos entre sí. Su utilización en el marco de un trabajo que indaga en la actividad social de los católicos del penúltimo cambio de siglo, obliga a realizar una distinción que permita comprender de mejor modo las motivaciones del quehacer benefactor y la organización de los establecimientos de beneficencia. Intentando desentrañar la labor efectuada por los católicos de fines del siglo XIX, la siguiente aproximación a los conceptos de caridad y beneficencia tiene como finalidad interpretar y explicar la inserción de las primeras poblaciones para obreros del país en el contexto de la acción eclesiástica global y su relación con los otros actores, privados y públicos, que se involucraron en dichas actividades.

Una clara definición de los conceptos en cuestión ha sido establecida por Concepción Arenal en su clásico trabajo La beneficencia, la filantropía y la caridad. Según esta autora "Beneficencia es la compasión oficial, que ampara al desvalido por un sentimiento de orden y de justicia; Filantropía es la compasión filosófica, que auxilia al desdichado por amor a la humanidad y la conciencia de su dignidad y de su derecho; Caridad es la compasión cristiana, que acude al menesteroso por amor de Dios y del prójimo"22. Aun cuando las motivaciones sean divergentes, un punto que ligaba el trabajo efectuado por la beneficencia, la filantropía y la caridad tenía relación con la compasión por el que sufre y la ayuda al necesitado. Para la labor de los católicos chilenos en la construcción de viviendas obreras del período que nos ocupa, se hace imperioso prestar especial atención en los criterios que definieron la caridad y la beneficencia.

La caridad ocupa un lugar de particular importancia en la cultura cristiana occidental. Está motivada en el amor a Dios y al prójimo establecido en el evangelio y fue presentada como la principal encomienda revelada por la divinidad. Si bien termina involucrando manifestaciones prácticas, la caridad se ha expuesto comúnmente como un sentimiento sublime e imprescindible para obtener la salvación23. La caridad es una "virtud sobrenatural" esencialmente espiritual y cuyo principal valor es beneficiar la conciencia de quien la practica24. Validado en una certidumbre evangélica, la caridad propiciaría el auxilio de enfermos, locos o mendigos, cuya condición menesterosa sería aliviada gracias a las cualidades redentoras de este sentimiento.

La caridad se presentó como el principal motor de las actividades llevadas a cabo por los militantes laicos y eclesiásticos del catolicismo social durante los siglos XIX y XX. Sus prácticas resultaron ser la más efectiva proyección del trabajo de órdenes mendicantes como la de San Juan de Dios, en quienes había recaído el cuidado de pobres y enfermos durante el período colonial. La labor de monjes y religiosas efectuada en hospitales, lazaretos o casas de expósitos fue acompañada por hombres y mujeres que exponían su amor a Dios y al prójimo mediante la caridad.

Desde el siglo XIX, el avance de las nuevas teorías médicas esgrimidas por los científicos higienistas y la progresiva sección entre el poder estatal y religioso motivó algunas polémicas discusiones que buscaban definir quiénes eran las personas o instituciones que debían orientar sus esfuerzos hacia la ayuda a los más necesitados miembros de la sociedad. Puesto que la caridad debía regirse por principios sobrenaturales, esta se opondría a la beneficencia "puramente científica" que comenzaba a ganar adeptos en la sociedad moderna25. Las acusaciones de sectarismo que cayeron sobre las instituciones católicas de caridad debieron ser lo suficientemente poderosas como para posibilitar la organización de nuevas instituciones de beneficencia regidas por el Estado26. Pese a las dificultades de convivencia, la caridad y la beneficencia públicas se mantuvieron simultáneamente activas desde fines del siglo XIX.

La beneficencia podría definirse como la acción de hacer el bien27. Aun cuando esta primera acepción es esencial, "beneficencia" contiene un significado más amplio que involucra la organización de las instituciones de "caridad pública". Justamente la relevancia de la beneficencia radica en su capacidad para nuclear las acciones de las diversas entidades dedicadas al alivio material de los más pobres. En 1832 se creó en Chile la Junta Central de Beneficencia y Salud Pública, punto de partida para una serie de juntas directoras de beneficencia que surgieron luego durante ese siglo. Sin embargo, la regularización de su funcionamiento se produjo con el decreto supremo del 27 de enero de 1886, que reglamentaba el servicio de beneficencia y creaba Juntas de Beneficencia en Santiago y Valparaíso28.

El principal objetivo de la beneficencia es atender a los inválidos, a los niños o ancianos incapaces de sostenerse, a los enfermos y a los pobres. Las actividades de la beneficencia se asemejaban a las realizadas por quienes utilizaban la caridad como motivación de sus realizaciones. En sintonía con lo anterior, algunos autores argumentaban que "el deber de la Beneficencia para ser cumplido de una manera digna ha de inspirarse en el sentimiento de la caridad"29. Pese a que pueda estar organizada por el poder civil, la beneficencia se mantuvo estrechamente ligada a las directrices de acción emanadas por la moral católica.

Desde fines del siglo XIX, la beneficencia se expuso como una obligación legal del Estado moderno. Potenciando los argumentos evangélicos esgrimidos por quienes practicaban la caridad cristiana, el arribo de la nueva "beneficencia científica" basó sus realizaciones en los avances experimentados por las disciplinas del conocimiento liberal. Médicos, ingenieros, arquitectos y abogados fueron algunos de los profesionales que dedicaron sus estudios y actividades a la resolución de las paupérrimas condiciones de vida de los más pobres. Su activa participación, la gestión profesional de su accionar y sus alentadores resultados hicieron que la beneficencia se presentara como un deber ético de la sociedad civil, de sus representantes políticos y del Estado chileno desde el penúltimo cambio de siglo30.

En su rol de organizadores de la caridad, el trabajo de los católicos sociales chilenos de fines del siglo XIX bien podría definirse como "beneficencia católica". Aun cuando sus actividades se sostenían en razones espirituales referidas a la salvación de las almas de los más pobres, la compleja organización de sus instituciones y los resultados materiales alcanzados permiten comprender la labor social de los católicos como un tipo peculiar de beneficencia pública. Su éxito y la extendida experiencia en el trabajo social de sus más influyentes gestores, posiblemente azuzaron al Estado nacional para comprometerse en la resolución de las necesidades materiales más significativas de los pobres de la época.

HIGIENE Y MORAL SOCIAL EN LA INTERPRETACIÓN DE LOS PROBLEMAS DE LA VIVIENDA POPULAR

Para el sociólogo Richard Sennett, las investigaciones que William Harvey realizó durante el siglo XVII inauguraron una nueva aproximación al conocimiento del cuerpo humano. Según Sennett, la circulación de la sangre y la respiración determinaron el arribo de nuevas ideas en torno a la salud pública, las que serían aplicadas por los urbanistas ilustrados del siglo XVIII en el planeamiento de las ciudades. Del mismo modo como la sangre circula por el cuerpo, el tránsito del cuerpo humano por las ciudades se plasmaría en el discurso de los urbanistas ilustrados, quienes vincularían las venas y arterias con las calles o avenidas, y los pulmones con las áreas verdes de las ciudades modernas31.

Deudora de los trabajos de la medicina fisiológica y de los humores instaurada por Harvey, la medicina higienista chilena del siglo XIX consideraba que la contemplación de una serie de preceptos que ayudaban en el correcto funcionamiento del flujo sanguíneo, permitiría detener las más importantes pestes que azotaban el panorama cotidiano de la época. Antes que la curación, el proyecto higienista buscaba la prevención de las enfermedades. El cuidado de la higiene del cuerpo a través del baño frecuente, además de la ventilación de los hogares y el combate contra la extrema humedad en los espacios cerrados, serían algunas de las más importantes prescripciones que permitirían mejorar los estándares de vida de la enfermiza población chilena de la época.

Aunque las metáforas urbanas propuestas por Sennett explicaban la transformación de las ciudades europeas de los siglos XVII y XVIII, en Chile la medicina higienista generó otros resultados más evidentes y específicos. La principal demanda de limpieza se verificó en los centros urbanos. Allí, la lucha por la consecución de la vivienda higiénica y las intenciones de las autoridades por establecer la limpieza corporal, mental y moral de los pobres urbanos, orientó la conformación de barrios planificados y de casas higiénicas en donde se instalaría uno de los espacios más reconocidos del habitar doméstico contemporáneo: el cuarto de baño32.

Frente al desolador panorama de la calidad de vida de los grupos populares, el ampliamente difundido proyecto higienista generó un elocuente discurso destinado a remecer a las autoridades para solucionar los graves problemas de la habitación barata. Esencialmente multidisciplinario, el proyecto higienista se presentó como un amplio corpus de ideas trabajado por numerosos profesionales provenientes de la medicina, el derecho, la ingeniería, la arquitectura y otras disciplinas. Aun cuando las soluciones definitivas tardarían en llegar, las publicaciones científicas del último tercio del siglo XIX contribuyeron en la conformación de una opinión pública que al comenzar el siglo XX motivaría la promulgación de la primera ley social chilena: la Ley de Habitaciones Obreras de 190633.

En el marco del pensamiento higienista, el control social sobre el cuerpo enfermo resultaba fundamental para solucionar algunos graves problemas de salud que afectaban a la población. El hacinamiento y la mezcla de sexos y edades que convivían en las estrechas habitaciones de los ranchos, cuartos redondos y conventillos, serían vistos como uno de los principales causantes de la proliferación de enfermedades de transmisión sexual que, como la sífilis, afectaban el cuerpo y la psiquis de sus portadores. Decidida a salvaguardar la salud y la moral de los niños que convivían en confuso desorden con los adultos, el higienismo formó parte de un proyecto general de civilización y moralización de los sectores populares. Quizás por ello, el discurso higienista tendría prontas consecuencias en la conformación de algunas asociaciones católicas que veían en la solución al problema de la habitación un efectivo método para controlar la miseria de las poblaciones urbanas.

LAS SOCIEDADES CONSTRUCTORAS EN SANTIAGO

Durante la segunda mitad del siglo XIX, ante la nueva valoración que los aspectos sociales comenzaban a tener dentro de algunos círculos católicos, se puede apreciar cómo, en su mayoría laicos católicos, promovieron y dirigieron la formación de diversas instituciones de beneficencia, que tuvieron como objetivo tanto una mejoría en las condiciones físicas y morales del pueblo como la "santificación" de sus miembros34. Durante la década de 1880 este proceso se aceleró, acentuándose el compromiso que la Iglesia Católica tenía frente a los graves problemas sociales que comenzaban a mostrar las principales ciudades del país, especialmente la capital. Además de la constitución de nuevas sociedades benéficas, en forma paralela y de manera de concentrar a los grupos beneficiarios, la Iglesia promovió y coordinó la formación de asociaciones o círculos de obreros católicos, los que se transformarían en una de las claves para el funcionamiento y desarrollo de la acción católica. La creación de La Unión Católica en 1884 sería considerada por algunos dirigentes de las iniciativas sociales, como el punto de partida de gran parte del accionar de la Iglesia frente a la nueva realidad social35.

La confirmación de la orientación social que venía desarrollando la Iglesia se produjo en 1891 con la promulgación de la encíclica Rerum Novarum. Esta insistía en que la base para desarrollar con éxito cualquier respuesta de la Iglesia Católica, se debía fundar primeramente sobre la caridad cristiana. Publicada y difundida en Chile por el Arzobispo Mariano Casanova, esta encíclica llamaba a los católicos a promover la formación tanto de asociaciones obreras como de entidades de beneficencia con un doble objetivo: mejorar las condiciones de vida de los obreros e impedir el avance de las ideas socialistas entre el pueblo.

Hacia las últimas décadas del siglo XIX, el accionar de las nuevas instituciones de beneficencia se interesa decididamente por abordar las nefastas condiciones de la habitación popular. Pese a que no era un asunto reciente, los críticos niveles que había alcanzado este problema requerían una inminente atención. Las deficiencias en la calidad de las habitaciones obreras comenzaron a ser percibidas por algunos dirigentes católicos como el origen y raíz de todos los males sociales que afectaban al pueblo, inquietud que se mantendría y profundizaría en los años siguientes.

En otras palabras, a medida que los católicos comenzaban a involucrarse en los problemas sociales, ya sea a través de obras de beneficencia, por medio de asociaciones obreras, o bien a modo de estudio de la realidad social, surgieron inquietudes que motivaron la definición de nuevos objetivos o la profundización de los anteriores. La proliferación de conventillos, ranchos y cuartos redondos había sido un fenómeno común al siglo XIX, siendo el conventillo, como apuntamos, la vivienda más representativa de los pobres a fines de siglo36. Las deficientes condiciones higiénicas de estas viviendas, el hacinamiento, la mala calidad de las construcciones y terrenos, se habían vuelto materia de preocupación y debate entre la clase dirigente del país.

Esta situación se mantiene prácticamente inalterable en las primeras décadas del siglo XX y continúa siendo preocupación de algunos grupos católicos. El diagnóstico efectuado continúa exaltando lo nocivo que son las malas condiciones higiénicas de las habitaciones populares en la salud física y moral de los pobres en la ciudad. Así lo hace notar en 1910, Juan Enrique Concha S., activo en la causa social e hijo de Melchor Concha y Toro fundador de la Institución León XIII, quien se refería al problema de la habitación popular como la gran causante de los males del pueblo:

Si se quiere conocer la causa única -me atrevo a decirlo por la experiencia de cerca de 20 años- de la enorme y pasmosa mortalidad de niños, del desarrollo de la tuberculosis, de la embriaguez que todo lo mata en Chile, trabajo, ahorro, familia, que engendra todos los vicios y desarrolla la criminalidad en chicos y grandes, no es necesario pensar mucho, ni leer demasiado, basta con dar unos cuantos pasos y saltar por entre charcos inmundos y llegar a la morada del pobre37.

Desde una perspectiva moral, la habitación era considerada por algunos como "(…) el medio más poderoso para educar i mejorar la clase obrera, para elevar el nivel de la familia i hacer de sus miembros elementos sanos y útiles a la sociedad"38, debido a que en ella se desarrollaban las bases de la formación del pueblo. Otros ahondaron aun más en los beneficios que tenía la construcción y entrega de casas a obreros y familias pobres, argumentando razones definitivamente ideológicas. Para estos últimos, la obtención de la propiedad de la casa podía significar un fuerte instrumento de control y detención del avance de las ideas socialistas entre el pueblo, debido a que con ella se estaría fomentando la propiedad privada como un elemento positivo. Entre los católicos, esta motivación, si bien no siempre fue explícita, tuvo una fuerte presencia, lo que guardaba directa relación y conformidad con la defensa a la propiedad privada que se manifestaba en Rerum Novarum, que señalaba:

Es menester, pues, trasladar al hombre, como cabeza de familia, aquel derecho de propiedad (…) deba el padre de familia defender, alimentar, y, con todo género de cuidados, atender a los hijos que engendró (…) esto no lo puede hacer sino poseyendo bienes útiles, que pueda en herencia transmitir a sus hijos39.

De esta forma, ante el preocupante escenario que distinguía la habitación de los grupos populares, y la amenaza constante que significaban las ideas socialistas, un sector de la Iglesia Católica conformado por laicos y eclesiásticos, consideró de carácter urgente la incorporación del problema de la vivienda obrera en los objetivos que guiaban la acción de la beneficencia católica. La iniciativa fue puesta en marcha desde la década de los noventa y durante los primeros años del siglo XX por una serie de instituciones católicas que volcaron sus esfuerzos en la construcción de casas para las familias obreras. La continuidad y concordancia de ideas que se presentaron entre estas instituciones tuvo entre sus orígenes, el establecimiento y accionar de dos entidades modelos durante la década de 1890, que marcarían la pauta del trabajo de las futuras asociaciones católicas preocupadas por las habitaciones obreras. Finalmente la construcción de poblaciones obreras higiénicas que llevaría a cabo la beneficencia católica en su totalidad durante los siguientes años, sería un antecedente inmediato de la posterior acción que el Estado desarrollaría en la resolución del problema habitacional de la clase proletaria40.

LA INSTITUCIÓN LEÓN XIII

La primera y más importante de estas dos instituciones católicas que se transformaría posteriormente en un reconocido modelo a seguir para las demás entidades que construirían viviendas, fue fundada por un grupo de dirigentes católicos liderados por Melchor Concha y Toro. La Institución León XIII, pionera en la construcción de casas para obreros, fue concebida en el mismo año de la publicación de la Rerum Novarum. El nombre de la fundación era un homenaje al Pontífice León XIII, por su enorme trabajo y dedicación en la solución de las cuestiones sociales. En la solicitud que el fundador de la institución realizó al Presidente de la República, para requerir personería jurídica, se explicaba la finalidad que perseguía esta obra:

El objeto de la fundación es construir casas para obreros y para ello destina la suma de cien mil pesos. Las casas que se construyan se arrendarán a los obreros por un precio que siempre será inferior, en igualdad de condiciones, al que pagan de ordinario. El obrero o artesano que haya pagado la pensión de arrendamiento durante cierto número de años, diez o quince, según sea el caso, se hará dueño absoluto de la propiedad que ha ocupado41.

Más adelante se especificaría que no bastaba con pagar los cánones para adjudicarse la propiedad, sino que el obrero debería presentar ciertos hábitos de orden y moralidad, pudiendo excluir de los beneficios de la Fundación a aquellos que por "vicios o mala conducta se hiciesen indignos de ellas"42. Si bien Melchor Concha y Toro falleció a los pocos meses sin dejar testamento, la familia ratificó la donación de $100.000 y la intención de llevar a cabo esta obra, la cual en septiembre de 1892 adquirió la personería jurídica y la aprobación de sus estatutos.

La Institución estaría administrada y presidida por un consejo de tres miembros. Uno elegido por el Ordinario Eclesiástico de la arquidiócesis correspondiente, otro, miembro de la familia y el tercero, un funcionario municipal elegido por los dos anteriores. Quien finalmente asumiría como representante de la familia y cara de la fundación sería el hijo de Melchor Concha y Toro, Juan Enrique Concha Subercaseaux, quien durante toda su vida se dedicó a servir a través de diversas instituciones de beneficencia que buscaban mejorar la situación física y moral del obrero y su familia.

La Institución León XIII concentró todas sus obras en un solo gran terreno ubicado en la calle Bellavista, a los pies del cerro San Cristóbal. En los estatutos de dicha institución se comprometía el trabajo dedicado hacia la formación de una población para obreros católicos ubicada en el margen norte del río Mapocho. Situada a los pies del cerro san Cristóbal, en uno de los sectores más altos de la ciudad, la población León XIII facilitaría a sus habitantes la obtención de "aire puro i aguas limpias, elementos de vida i de salud que no siempre se encuentran en la capital"43. En 1894 se entregarían las primeras 27 casas y en 1896 se terminarían otras doce más. Sin embargo, la fórmula de construir nuevas construcciones mediante el arriendo de las ya existentes resultó ser demasiado lenta. En cambio fueron las donaciones, en especial los 250.000 pesos que legó Manuel Irarrázaval a su muerte, y por otra parte la posterior deuda hipotecaría contraída por la suma de $200.000, lo que permitiría finalmente a la institución construir más de 150 casas para obreros, una Iglesia, una escuela, un salón de reuniones y un mausoleo44.

Buscando abaratar costos y agilizar la entrega de las viviendas, las primeras casas construidas por esta institución, fueron hechas en adobe y contaban de tres y cuatro habitaciones. En 1903, el consejo de la Institución, llamó a un concurso entre los arquitectos con el objeto de encontrar una nueva tipología de casa, más higiénica45 y barata. Finalmente el tipo de casa escogido por el Consejo para las nuevas construcciones fue el de "dos piezas en bajo, con pasillo al centro, cocina y patio"46. Estas nuevas casas para obreros serían construidas con materiales sólidos como ladrillo o concreto armado, buscando con estas mejoras evitar la acción perjudicial que el último terremoto había tenido sobre las construcciones de adobe. Tanto la elección de estos materiales de construcción, como el llamado a concurso en el cual participaron connotados arquitectos de la época, fueron un testimonio de la impronta moderna que se le quería dar a estas nuevas viviendas que se construirían47.

La labor de la Institución León XIII no puede ser reducida a la construcción de casas para obreros. Su acción debe comprenderse desde una óptica más amplia en la cual el problema de la habitación es solo uno más dentro una cadena que debía ser desarticulada para mejorar la deficiente situación en que se encontraban las familias obreras. Lo que la Institución entregaba finalmente a las familias obreras no era solo una casa, sino también, una tipología constructiva, un programa, un diseño de calles, un barrio determinado, con ciertos vecinos, áreas verdes, lugares de entretención, de reunión, de oración, otras; en definitiva lo que la institución intentaba proporcionar era más bien una forma de vida48. Así, la concentración de todas las casas en un mismo terreno, conformando finalmente la Población León XIII, la anexión de una escuela, la edificación de una iglesia, un teatro, oratorios, e incluso la construcción del mausoleo adquirió relevancia y sentido, otorgando a la población una identidad comunitaria. La Sociedad León XIII buscaba conformar una población modelo de obreros católicos mediante el desarrollo de una beneficencia integral que tenía como finalidad mejorar la calidad de vida del obrero, tanto desde un punto de vista físico como moral.

Esto último puede ser visto a través de ciertas cláusulas, impuestas en los estatutos de dicha sociedad, que determinaban los requisitos con que debían cumplir los propietarios. En ellos se estipulaba, entre otras cosas, que las casas de la "Institución León XIII" estaban destinadas a albergar a obreros casados, morales y religiosos, quienes podrían hacerse propietarios al cabo de 10 ó 15 años de pagos mensuales. Aunque la segregación religiosa impuesta a los postulantes de las viviendas impedía un acceso libre a la población, pocas personas fueron expulsadas de la Institución por no cumplir con sus obligaciones morales. En 1898, cuatro años después de la inauguración de las primeras casas, de las 27 familias que originalmente se habían asentado allí, "solo una fue despedida porque su jefe vivía de un modo inconveniente i no quiso sujetarse a lo exigido por el Consejo"49.

Resulta muy interesante de destacar la condición de morador-propietario, pues ello tenía una serie de ventajas en la lógica de lograr un cambio en la forma de vida de las familias obreras. En primer lugar, el proceso de obtención de la propiedad de la casa podía demorar algunos años, lo que obligaba al morador a mantenerse trabajando, ahorrar y conservar aquellas condiciones que le permitieron postular a la casa: el matrimonio, la religiosidad y la moralidad. En segundo lugar, con la obtención de la casa propia, se produciría en estas familias una valoración por la propiedad privada, que impediría la incidencia en ella de doctrinas socialistas. Al respecto, Julio Pérez Canto señalaba que:

(…) si los socialistas pretenden conquistarse a los obreros diciéndoles ¿queréis ser propietarios? pues vamos a la revolución social a quitar la propiedad a los que la tienen, para repartírnosla entre nosotros, de seguro que no encontrarían adeptos en esta institución donde, junto con haber jente respetuosa del derecho ajeno, habrá muchas familias que ya son propietarias i que saben que tienen que perder el esfuerzo de muchos años, la tranquilidad de toda una vida si caen en la red de esos hombres corrompidos50.

El tercer motivo por el cual es relevante esta condición de morador-propietario es porque con ello se combatía la usura que se había producido comúnmente con el pago de alquileres en los conventillos, que significaba un estupendo negocio para los propietarios y una completa dependencia para el inquilino.

El temprano y notable desempeño de esta institución en el ámbito de la construcción de casas para obreros, higiénicas y baratas, y en la conformación de la primera población obrera católica, hicieron de ella una suerte de patrón a seguir tanto para posteriores instituciones que se preocuparían del problema de la habitación, como para el propio Estado:

La Institución León XIII ha sido la avanzada en la campaña de proporcionar al obrero una habitación sana, que reemplace las inmundicias del conventillo, foco de miserias y enfermedades físicas y morales. Ella dio el ejemplo, felizmente seguido por los católicos y por el mismo Gobierno, que ha dictado la ley de habitaciones obreras51.

Entre los sectores dirigentes de la época existía un acuerdo tácito al momento de referirse a la población León XIII, o la misma Institución León XIII. La mayoría recalcaba su calidad de entidad pionera en la construcción de habitaciones obreras, y su condición de modelo a seguir para las nuevas instituciones dedicadas a esta área de la caridad cristiana. Incluso en 1913 el éxito y fruto de sus acciones llegarían a oídos del Papa Pío X, quien bendijo y alabó la obra de la Institución y a su fundador52. Esta Institución marcó la pauta de lo que serían las primeras poblaciones obreras, transformándose en una meta o un punto de llegada. El diseño de las casas y de la población, la importancia de la higiene, la estructura y estatutos de la institución, el papel formativo que esta asumió, la religiosidad y "moralidad" exigida a sus miembros, entre otros, son todos elementos propios de la Institución León XIII, y que después, en menor o mayor grado, vemos repetirse en las posteriores instituciones de beneficencia que se dedican a la construcción de habitaciones obreras.

LA INSTITUCIÓN SOFÍA CONCHA

La otra institución que construyó habitaciones para obreros en la década de 1890 y también fue constantemente nombrada como una fundación modelo entre aquellas que surgieron en la década siguiente, es la Institución Sofía Concha53. Esta fundación benéfica tuvo como finalidad "proporcionar al pueblo habitaciones sanas y de bajo precio, destinando el producto del arrendamiento a la construcción de nuevos barrios análogos"54. Llegó a construir dos conjuntos de habitaciones para obreros: la población Mercedes Valdés y la Pedro Lagos. Los diferentes programas de cada población, exponía la diversa procedencia socioeconómica de las personas que atendía esta institución. Mientras que en la población Pedro Lagos, se arrendaban departamentos de una pieza y un patio por $255, en la Población Mercedes Valdés se trataba de casas que según la ubicación y tamaño podían alquilarse desde $ 20 hasta $ 4056.

La población Pedro Lagos, ubicada en el barrio surponiente de la capital, cerca del parque Cousiño, constaba de tres edificios paralelos e independientes, con cimientos de piedra, muros de adobe y tabique, separados por calles arboladas de ocho metros de ancho. Además de sus 133 habitaciones, cada una de las cuales contaba con una pieza y un patio, la población disponía de un departamento especialmente "dedicado al servicio de todos los locatarios i que consta de ocho letrinas de madera independientes unas de las otras i una lavandería con dieziocho (sic) artesas construidas de material sólido, cal i ladrillo i revestidas con cemento romano"57. La acequia de ciudad que cruzaba el barrio fue abovedada y se construyó un sistema que permitía retener las aguas contaminadas. Por otro lado, se instalaron "varias llaves que permiten a los locatarios disponer de agua potable a discreción"58. Aun cuando en esta población no se verificaba la existencia de cuartos de baños higiénicos e individuales en el interior de las casas, la condición sanitaria de los obreros mejoraba ostensiblemente en relación a su situación en los conventillos. El tratamiento del agua promovido por la "Institución Sofía Concha" paliaba en parte la deficiente red sanitaria santiaguina, que aun carecía de un sistema racional de alcantarillados. En el caso del arriendo, se señalaba que solo sería para individuos y familias que acreditaran buena vida y costumbres, y que al igual que en la población León XIII, se darían premios a los arrendatarios que mostrasen la mejor conducta y mantuviesen su vivienda en buen estado de conservación. Por último, se estipulaba que luego de 15 años de arriendo, el alquiler se reduciría a la mitad o simplemente se dejaría de pagar59.

La población Mercedes Valdés, segunda que construye la institución, difiere de la anterior representando un avance en cuanto a la calidad y complejidad de las viviendas. Ya no se trata de departamentos, sino de casas con cuatro piezas y un corredor en el patio para la cocina60. Este vuelco en la tipología puede explicarse de dos formas distintas. En primer lugar puede responder a un interés por dar habitación a familias, para lo cual se hacía necesario contar con un mayor número de piezas. Otra explicación posible es que haya existido la intención de extender la acción de la Institución a otros grupos socioeconómicos, con mayores recursos. El valor que tendría el arriendo de estas casas, entre 20 y 40 pesos según su ubicación, confirma una mayor afinidad con la segunda explicación.

Además de variar el tamaño de las casas de la población Mercedes Valdés con respecto a la de la población Pedro Lagos, también cambian los materiales de construcción y los detalles constructivos. Esta nueva orientación que se advertía en la construcción de esta última población obrera de la Sociedad Sofía Concha, reflejaba el interés, ya no solo por entregar un techo donde vivir, sino que por proporcionar un espacio que potencie y cobije de la mejor forma la vida familiar y el bienestar físico y moral de sus habitantes. De la siguiente manera se refería un conocido testigo de los trabajos realizados por la institución:

Todas las casitas son construidas de material sólido, estucadas por fuera i enlucidas i empapeladas por dentro. Los pisos i cielos son empapelados i pintados. Las puertas, ventanas i escaleras son de raulí con una mano de aceite i enceradas.

Los patios son empedrados i las acequias de cal i ladrillo abovedadas en las partes que atraviesan las casas i estucadas con cemento61.

Pese a las diferencias que se observan entre las dos poblaciones que construyó esta Sociedad, existe siempre una mejora con respecto a la deficiente situación habitacional que afectaba a la gran mayoría del creciente proletariado urbano. La introducción de servicios tales como agua potable, cierre de acequias, asfalto y arborización de las calles, además de las mejoras que ya aportaba la casa nueva, significaron un avance importante en las condiciones higiénicas de sus habitantes, acostumbrados generalmente a la insalubridad del conventillo.

LA UNIÓN SOCIAL DE ORDEN Y TRABAJO

Sin el renombre de las dos instituciones anteriormente mencionadas, otra obra construyó y entregó habitaciones a sus socios durante la década de 1890. La Unión Social de Orden y Trabajo, fundada en Valparaíso en 1894 y dirigida por los Monseñores Ramón Angel Jara (fundador), Luis Cerveró, Ricardo Ferrari y Agustín C. Edwards, recibió de parte de Juana Ross de Edwards en 1898 la donación de un edificio de tres pisos en una superficie de media cuadra, situado en el cerro Cordillera. Allí se instalaron 54 departamentos de dos y tres piezas. Luego de la construcción de baños interiores, las casas serían dadas en arriendo a los socios de la Unión Social, y una vez cumplido el plazo estipulado pasarían a ser propiedad de los arrendatarios62. El reglamento que organizaba la vida en esta población obrera de La Unión era bastante extenso y riguroso. Las prohibiciones o condiciones para poder ocupar una de estas habitaciones eran múltiples y de gran alcance, en cuanto al grado de intimidad o privacidad que involucraban63. Se buscaba sin duda normalizar y reglamentar el habitar de estas familias obreras de tal modo de inculcarles aquellos hábitos de higiene y orden de que carecían.

LA UNIÓN NACIONAL

Todas las restantes instituciones de beneficencia católica que se preocuparon de la construcción de habitaciones obreras, desarrollaron sus obras durante las primeras décadas del siglo XX y se nutrieron de la experiencia de aquellas que se formaron antes del cambio de siglo. Entre estas, la única que se desempeñó al margen de la Sociedad de San Vicente de Paul fue "La Unión Nacional". Fundada por el presbítero Pedro José Infante en 1908, pocos años después ya había convertido en propietarios a más de 50 familias64. En Los Estatutos para el Régimen de los Círculos y Centros de La Unión Nacional, se señalaba que todos los socios tendrían preferencia para acceder a los beneficios que ofrecía la institución. Entre estos se contaban colegios, patronatos, talleres, asilos, habitaciones obreras higiénicas y económicas, casas de sanidad, etc. Siguiendo con la lógica verificada en otras iniciativas, el solicitante debía cumplir con requisitos tales como: "gozar de una buena reputación, observar una conducta moral y ser un católico práctico"65.

LA SOCIEDAD DE SAN VICENTE DE PAUL

Todas las demás instituciones constructoras de habitaciones se agruparon, en mayor o menor medida, bajo la tutela del Consejo General de la Sociedad de San Vicente de Paul. Ya sea a través de las obras especiales de esta Sociedad, tales como la Sociedad de Instrucción y Habitaciones para Obreros, la Institución de Habitaciones para Pobres, el patronato de Santa Filomena y de San Isidro; o por medio de las distintas conferencias conformadas bajo el alero de la Conferencia Central de San Vicente de Paul.

Esta sociedad, originaria de Francia, se instaló en Chile en 1852 cuando se fundó la primera Conferencia de San Vicente de Paul, a cargo de un grupo de laicos, el Obispo Hipólito Salas y el presbítero Joaquín Larraín Gandarillas. El objetivo fundamental de esta Sociedad apuntaba a desarrollar diversas obras de caridad, siendo siempre la principal, la visita a las familias pobres66. En el artículo primero de sus Disposiciones Generales, se establecía que la Sociedad San Vicente de Paul estaba dirigida a los jóvenes católicos. Se exponía más adelante que a las conferencias solo podían ingresar hombres que tuvieran más de 18 años67. No era el mejoramiento de la situación del pobre -un asunto terrenal-, el fin último al cual aspiraba esta institución por medio de sus obras de caridad, sino la santificación de sus miembros y la salvación de sus almas68. Este objetivo debía ser comprendido y llevado a la práctica siempre desde el anonimato, puesto que "las obras cristianas solo pertenecen a Dios, autor de todo bien"69.

Luego de la creación de la primera Conferencia de San Vicente de Paul y con ella la Sociedad de este mismo nombre, la aparición, durante la segunda mitad del siglo XIX, de nuevas conferencias con diversas advocaciones se extendió por Santiago y luego hacia otros puntos del país. Cada conferencia debía focalizar su obra de caridad, limitándose a un cierto distrito y población determinada70. La coordinación del conjunto de conferencias que empezaban a actuar sobre distintos puntos de la ciudad quedaba, al igual que cualquier otra obra que se rigiera por los estatutos y reglamentos de la Sociedad, bajo la dirección del Consejo General, máxima instancia de autoridad al interior de la institución.

En un contexto general, antes de entrar en el análisis de la organización interna de la Sociedad de San Vicente de Paul, es relevante apuntar que hacia la transición del siglo XIX al XX, ella ya tenía unas cuantas décadas de trayectoria en Chile y una consolidada tradición a nivel internacional a través de las Conferencias. Es probable que esta situación haya contribuido a la cúpula de la Iglesia chilena a designarla como la institución que debía captar y dirigir todas aquellas iniciativas de beneficencia que surgían cada vez con más fuerza entre los jóvenes católicos en los primeros años del siglo XX. Como una manera de controlar que las obras de caridad fuesen afines al pensamiento de la Iglesia, en 1901, con el título de "Indicaciones prácticas para la acción social de la juventud católica"71 la Revista Católica publicaba un artículo en donde resaltaban dos disposiciones orientadas a regular la actuación de la beneficencia católica. En primer lugar, se declaraba la obligación de que toda sociedad fuera sometida a la autoridad de los obispos y contara entre sus directivos integrantes activos del clero. En segundo lugar, con la finalidad de evitar "ensayos y novedades peligrosas" se ordenaba que toda obra de caridad que emprendiera la juventud católica se rigiera y gobernara por el Reglamento de las Conferencias de San Vicente de Paul.

Años antes, 1889, Francisco de Borja Echeverría, presidente del Consejo General de la Sociedad de San Vicente de Paul, siguiendo el modelo que personalmente había conocido en Europa, propuso la creación de patronatos y escribió un opúsculo donde explicaba el sentido y funcionamiento que estas instituciones debían seguir. Los patronatos, con su accionar dirigido hacia los niños de las familias obreras, debían conformar un eslabón entre los círculos de obreros y las escuelas72. Se buscaba, a través de estos, complementar el trabajo que se realizaba en las escuelas, de tal manera que estos niños, futuros obreros, estuviesen resguardados ante los peligros que implicaba esta secularización progresiva de la sociedad y los embates del socialismo. El patronato, dirigido en principio a los niños, fue extendiendo sus objetivos y funciones a los miembros de toda la familia; sin perder el nexo con los círculos obreros, esta institución constituía una pieza más en el marco de esta beneficencia integral.

En 1890 la Sociedad de San Vicente de Paul, de acuerdo con los Directores Eclesiásticos de los Círculos de Obreros, decidieron la fundación de un Patronato anexo a cada uno de estos círculos. Relacionado al Círculo Católico de Obreros de Santo Domingo se fundó el Patronato de Santa Filomena, el cual quedaría bajo la protección de la Conferencia de Santa Ana.

La primera obra que se llevaría a cabo en este Patronato, dirigido por los Sres. Domingo Cañas y Francisco de B. Echeverría, era el Patronato Dominical, donde jóvenes del Colegio San Ignacio, atenderían a los niños de las familias obreras, todos los domingos73. En 1891, el Patronato de Santa Filomena, ampliaría su labor de caridad incorporando las visitas a domicilios, instancia desde la cual Carlos Casanueva mencionaba en sus memorias haber conocido el estado de las habitaciones populares y de las familias obreras que en ellas vivían. Ya en los primeros años del siglo XX, cuando el Patronato se encontraba establecido y sus obras y dependencias se habían extendido, comprendiendo varias escuelas, una capilla, un teatro y una cancha de fútbol, se comenzó a plantear la posibilidad de construir casas para obreros, como un modo de afianzar la labor moralizadora que se proponía la institución.

(…) los más pobres, y los aprendices, y los escolares, si estuvieran al lado, agrupados como bajo las alas cariñosas y benditas del Patronato, en casitas o cuartos agradables y baratos, participarían más íntimamente de toda la vida de la obra, y harían sentirla más eficazmente en sus hogares74.

Si bien el Patronato de Santa Filomena, al momento de su fundación no tenía dentro de sus objetivos la construcción de casas para las familias pobres que atendía, esto no impidió que durante los primeros años del siglo XX se invirtieran importantes cantidades de sus fondos y energías en esta finalidad. Pocas eran las instituciones de beneficencia que se originaron con el objetivo de construir casas para las familias obreras, como la Sofía Concha y la León XIII. En cambio, sucedía con frecuencia que las instituciones reorientaran su accionar para preocuparse del problema de la vivienda.

Hacia 1921, esta inquietud se había materializado, llegando a construirse en dos conjuntos, 73 casas que serían dadas "gratuitamente o a precios ínfimos a las familias pobres"75. Al igual que la Sociedad León XIII, todas las construcciones, aunque levantadas en distintos años, se concentraban sobre un mismo terreno, en este caso, contiguo a los establecimientos donde funcionaba el Patronato. La primeras construcciones que se llevaron a cabo fueron las Casitas de San José, un cité que albergaba a más de treinta familias y que quedaba a un lado de la cancha de fútbol del Patronato. Posteriormente se construyeron las Casitas de la Sagrada Familia en un solar de 4.000 metros cuadrados contiguo al teatro. En los planos de estas nuevas casas, estudiados por Luis Casanueva O. -ingeniero del Consejo Superior de Habitaciones Obreras-, luego de certificar que se cumplían las condiciones de higiene y comodidad, se definió que se optaría por la casa de dos pisos, pues esta se adaptaba mejor a las costumbres de la población76. De esta manera, el Patronato de Santa Filomena concentró toda su acción no solo sobre un grupo de personas determinadas, sino también dentro de cierto espacio físico delimitado. La acción social que se realizaba en este espacio buscaba, mediante diversas instituciones, programas y actividades, abarcar variados ámbitos de la vida de estas familias obreras, de manera que los esfuerzos realizados tuvieran un mayor impacto y efectividad sobre los beneficiados.

El Patronato de San Isidro, fundado en 1901, también perteneciente a la Sociedad de San Vicente de Paul, adoptó los mismos estatutos por los cuales se regía el Patronato de Santa Filomena. Al igual que este último, el Patronato de San Isidro estableció una escuela primaria, luego un patronato dominical, un círculo de obreros y conferencias morales, entre otros. Diez años después de la fundación de la institución, se comenzó la construcción de habitaciones populares, adquiriéndose para ello un terreno colindante a la escuela, con el objeto de construir un "cité modelo de cómodas y modestas habitaciones que puedan ofrecer a sus protegidos"77.

Aparte del Patronato de Santa Filomena y el Patronato de San Isidro, las otras instituciones que pertenecían a la Sociedad de San Vicente de Paul y que realizaban un aporte considerable en la construcción de casas para obreros, eran la Sociedad de Instrucción y Habitaciones para Obreros y la Institución de Habitaciones para Pobres de San Vicente de Paul, ambas creadas durante la primera década del siglo XX.

La Sociedad de Instrucción y Habitaciones para Obreros fue fundada en 1904 como fruto del Congreso Eucarístico78. Se trataba de una fundación de beneficencia pública establecida por los Sres. Juan Ignacio González futuro arzobispo de Santiago, Juan Francisco Fresno, José Horacio Campillo, Fernando Irarrázaval, Alejandro Larraín, Pedro J. Infante, quienes, entre otros, transfirieron a la Sociedad dos propiedades que serían la base capital para las futuras operaciones de esta fundación. Además de estos bienes, cada fundador (once en total) se comprometía a pagar una cuota de $32, 50079. La sociedad de Instrucción y Habitaciones para Obreros tenía por objeto:

(…) fundar y mantener escuelas gratuitas, colegios y patronatos cristianos y otras obras análogas, construir y propender al establecimiento de habitaciones para obreros, higiénicas y baratas, y otras semejantes; y dotar de servicio e instrucción religiosa, por los medios conducentes a ellos, a los centros obreros80.

Los terrenos donados a la sociedad en el momento de su creación, sumados a la cuota que debía pagar cada uno de sus fundadores, más otras donaciones, permitirían efectuar con gran rapidez una serie de obras. De este modo, ya en 1906, se abrían las puertas del Instituto Comercial e Industrial de Santiago, la Escuela Técnica e Industrial de Talleres y se habían construido 16 casas para obreros y otras 24 estaban por terminarse. Estas casas, ubicadas entre Mapocho y Andes contaban con cuatro o cinco piezas entabladas y empapeladas, pasadizo, vestíbulo, despensa, cocina y un patio rodeado de corredores, todos embaldosados. Construidas en dos pisos, de material sólido, las casas se encontraban medio metro por sobre el nivel del suelo y reunían, según un artículo de la Revista Católica, "todas las reglas de la higiene y comodidad, y están al alcance de los módicos recursos de los obreros"81. En 1919 la Institución contaba ya con cuatro establecimientos de instrucción, un Patronato, un círculo de obreros y un total de 80 casas construidas82.

En 1907, la Sociedad de San Vicente de Paul, ante la gravedad que había adquirido el problema de la vivienda popular, decidió la fundación de la Institución de Habitaciones para Pobres de San Vicente de Paul. Raimundo Larraín C. (presidente), Vicente Valdés B., Joaquín Echenique, Juan José Mira, José Manuel Valdés, Juan Enrique Concha y José Domingo Cañas formarían el primer Directorio de esta Fundación83. La Sociedad tenía como finalidad "adquirir propiedades y construir casas y habitaciones higiénicas para gente pobre en cualquier punto de la República"84 de modo de conceder estas en uso gratuito, arrendarlas o venderlas según lo estime conveniente el directorio de la institución85.

A diferencia de las demás instituciones vinculadas a la Sociedad de San Vicente de Paul que construyeron casas para obreros, La Institución de Habitaciones para Pobres surgió desde el interior de la Sociedad y estaba directamente ligada al Consejo General. En otras palabras, no se trataba de una obra de caridad autónoma que decidió asumir los estatutos y reglamentos de la Sociedad tal como las que hemos descrito hasta ahora, sino que, tanto en su fundación como en su funcionamiento, respondía directamente a las intenciones del directorio. Este directorio estaba formado por siete personas, asumiendo el cargo de presidente, la misma persona que ocupaba la presidencia de la Sociedad de San Vicente de Paul. La Institución de Habitaciones para Pobres debe ser comprendida como la obra mediante la cual la Sociedad manifestaba la urgencia y necesidad de atender el problema de la habitación obrera. Existía conciencia de que la visita a las familias obreras, principal obra que distinguía a la fundación desde sus orígenes, no era suficientemente efectiva si antes no se habían atendido otras necesidades básicas, como la de la casa higiénica

(…) los socios de las conferencias, vieron un día que sus visitas domiciliarias a los pobres, podían poco en el campo del mejoramiento económico y moral, a consecuencia del sistema de habitaciones. Ahí estaba el grande escollo86.

Un año después de la fundación de la Institución de Habitaciones para Pobres de San Vicente de Paul, su presidente (también presidente de la Sociedad de San Vicente de Paul), Raimundo Larraín Covarrubias, llamaba a emprender una campaña de opinión para dar a conocer la gravedad y urgencia que presentaba el problema de las habitaciones obreras, tanto por sus condiciones higiénicas, como por los altos alquileres que se debían pagar. Al mismo tiempo solicitaba a la Sección de Estudios Sociales de la Federación de obras Sociales Católicas para que se ocupara de la investigación del problema habitacional de los obreros. Las deficientes condiciones de la habitación obrera debían ser observadas y estudiadas, según Raimundo Larraín, ya no en forma aislada, sino que en su relación con tantos otros males sociales que aquejaban a la población obrera. De esta manera, esta Institución, a diferencia de sus predecesoras en el área, no solo se dedicaba a construir habitaciones higiénicas, sino que daba un paso adelante en el estudio del problema87.

En 1910, la institución de Habitaciones para Pobres de San Vicente de Paul, inauguró sus primeras 36 casas higiénicas en la calle Maipú, entre Moneda y Agustinas. Las casas serían arrendadas a muy bajo precio o dadas gratuitamente a las familias seleccionadas que se encontrasen bajo el amparo de las Conferencias. De ladrillo y materiales sólidos, estas casas estaban dotadas de dos piezas, una cocina, un galpón, un lavadero, un escusado y un patio88.

La Institución de Habitaciones para Pobres, a diferencia de la mayoría de las restantes entidades filantrópicas de la época que construían casas para obreros, era mucho más flexible en lo que respecta al pago del arriendo de las casas. Mientras gran parte de las otras instituciones arrendaban con cánones previamente establecidos, generalmente a un precio inferior al que correspondía según su precio de mercado, existiendo a veces la posibilidad de hacerse propietario luego de cumplida cierta cantidad de años, la Institución de Habitaciones para Pobres entregó una gran cantidad de casas gratuitamente a familias que el consejo determinó conveniente.

En las memorias de esta Sociedad de 1917, se mencionaba que la Institución de Habitaciones para Pobres, completamente paralizada por falta de fondos para continuar las construcciones, proporcionaba habitación gratuita a más de 500 personas89. El Reglamento estipulaba que las casas podían ser concedidas en uso gratuito a las personas designadas por el directorio; arrendadas a bajo precio o vendidas a un plazo que no bajase de los veinte años90.

EFECTOS URBANOS, LOCALIZACIÓN DE LOS CONJUNTOS CONSTRUIDOS Y CRITERIOS EN LA ASIGNACIÓN DE LAS VIVIENDAS

La Figura y Cuadro Nº 1 sintetizan el conjunto de sociedades de beneficencia católica que actuaron en el campo de la vivienda en las casi tres décadas transcurridas desde 1891 a 1920, período en el que se puede concentrar gran parte de la construcción de habitaciones obreras de dichas instituciones en Santiago. Un cálculo estimativo de las viviendas edificadas arroja una cifra superior al millar. Las diferentes características de las construcciones otorgadas, en cuanto a la cantidad de metros cuadrados, a la tipología constructiva o los servicios disponibles, que distingue a cada conjunto, obliga a situar el análisis más allá del conteo de las viviendas terminadas y puestas al servicio de las familias obreras católicas.






Lo anterior debe ser comprendido a partir del significado que adquiere para la ciudad la edificación de residencias baratas, que se diseñaron en base a los parámetros de la higiene moderna, imperante por aquellos años en la mayoría de los países de Europa. El espacio residencial resultante de estas intervenciones dio lugar a los primeros barrios obreros higiénicos, con los servicios mínimos de urbanización a los que se podía acceder en el aquel período, como agua potable, electricidad y en algunos casos alcantarillado. Como apuntamos, estos conjuntos tienen contemplado lugares para equipamientos, plazas, centros de reunión, escuelas, teatros, entre otros, que en definitiva permiten que las áreas urbanas tengan tal condición.

Unido a lo anterior, es muy probable que los habitante beneficiados de estas acciones lograran cierto grado de identidad con sus lugares de residencia, vecinos, viviendas y equipamientos, y en su momento hayan dado paso a la formación de verdaderos barrios, entendidos como unidades diferenciadas de la ciudad, con ciertos grados de homogeneidad en sus habitantes y edificaciones, constituyendo áreas de referencia de una ciudad como Santiago que carecía de conjuntos de viviendas populares construidos especialmente para familias obreras.

Desde esta mirada, son los ámbitos cualitativos que caracterizan y distinguen estas obras los que permiten sustentar que ellas dejaron su "marca" en el espacio físico y social de la ciudad. De esta manera, la particularidad de estos barrios obreros católicos radica en que la casa obrera es concebida desde una doble perspectiva: como la causa principal y origen de la mayoría de los males físicos y morales que sufren los grupos populares, y a la vez, como el mecanismo más eficaz de acción ante estos graves problemas. Esta doble lectura de las habitaciones obreras nos permite comprender el porqué de este esfuerzo monumental de la beneficencia católica. La casa como un mero espacio físico, fue reemplazada por un complejo enjambre de motivaciones y anhelos, que nos derivan a un espacio moral y espiritual. Tras estas casas de la beneficencia católica, existe una poderosa red institucional y un soporte físico que aseguró que junto con las posibilidades de habitación, estas familias pudieran acceder a diversos servicios y bienes que garantizarían su "mejoramiento físico y moral".

Si a esto le sumamos la tardía y lenta reacción del Estado en estas materias, prácticamente ausente hasta inicios de la segunda década del siglo XX, las motivaciones constructoras de las instituciones benéficas adquieren mayor peso. Por otra parte, si bien se podría afirmar que frente a las dimensiones que había adquirido la pobreza urbana, la acción católica en esta área era periférica e imperceptible, tiene el valor de ser por casi 20 años la única alternativa, y por otra parte, es esta acción base y modelo de prueba para las poblaciones que luego construiría el Estado, a través de la Ley de Habitaciones Obreras de 1906.

En este sentido, las intervenciones promovidas por la beneficencia católica fueron un aporte al desolador panorama que mostraba la realidad de la vivienda de los sectores populares en Chile. En general estos conjuntos estaban constituidos por viviendas de fachada continua, de uno, dos y tres dormitorios, con los servicios mínimos de urbanización.

Los emprendimientos de las sociedades de beneficencia católica siguieron realizándose en la segunda y tercera década del siglo XX y adoptaron diferentes tipologías de edificación. Los cités fueron una de las modalidades ensayadas, que se definen como un conjunto de viviendas, generalmente de edificación continua, que enfrentan un espacio común, privado, el que tiene relación con la vía pública a través de uno o varios accesos. Su denominación tiene como origen esta forma especial de relacionarse con el espacio público que recuerda la ciudadela medieval amurallada. La cantidad de casas de cada conjunto fue variable, cuando fueron dirigidos a los estratos obreros fueron de mayor cantidad que los dirigidos a sectores medios. En general los de menor superficie contaban con dos o tres habitaciones, baño, cocina y en algunas ocasiones con un pequeño patio.

Existe la hipótesis de que en su origen los cités en Chile, estuvieron dirigidos a niveles medios altos. El primer cité fue diseñado por el arquitecto francés Emilio Doyere en 1890, por encargo del ya citado Melchor Concha y Toro, para dar vivienda a familiares y amigos en mala situación económica91.

Según lo muestra la figura 2, que contiene una parte considerable de los conjuntos de viviendas edificadas en Santiago por las sociedades de beneficencia católica y que detallamos en el punto anterior, es posible afirmar que existe cierta dispersión de dichos grupos de vivienda en lo que era el área consolidada de la ciudad de inicios del siglo XX. Ello expresa tal vez tres situaciones que conviene destacar en la perspectiva de comprender cómo esas construcciones contribuyeron a conformar el paisaje sociorresidencial de la ciudad. Lo primero tiene que ver con la concentración en la periferia de las poblaciones más extensas, donde existe por lo general mayor cantidad de suelo a un menor costo; en el caso analizado corresponde a la población León XIII, en el límite nororiente de Santiago hacia fines del siglo XIX, en terrenos vecinos a la propiedad del Arzobispo Casanova92. Lo segundo, hace relación al papel jugado por las sociedades católicas en la construcción del espacio urbano santiaguino y su inserción no solo como promotoras interesadas en la renta del suelo sino que también como agente urbanizador a través de un hecho tan demostrativo como la construcción de viviendas, que desemboca en barrios obreros habitados por población de similar nivel socioeconómico. En tercer lugar, aunque lo anterior puede leerse desde la perspectiva de las sociedades de beneficencia católica como promotoras de la segregación social, a través de la acumulación de "iguales" en un mismo lugar de la ciudad, la dispersión de los conjuntos nos indica que no existe un patrón de concentración predominante, por lo cual es probable que los conjuntos residenciales de las sociedades católicas hayan contribuido a la mezcla social entre los distintos habitantes de la ciudad.


Por su parte, relacionado con lo anterior, los criterios utilizados por estas instituciones de beneficencia para decidir quiénes serían los destinatarios de las casas o departamentos construidos, existen varios rasgos que se repiten, permitiendo establecer ciertos patrones en común que rigen estas asignaciones (ver cuadro 2). La primera constatación que se puede realizar es respecto a los requisitos que debía cumplir el postulante a una casa. Exceptuando la Institución Sofía Concha, todas las demás dan preferencia a aquellos que pertenecen o participan de algún modo en la institución, ya sea como socio, beneficiario o amparado por la entidad. Una vez más es evidente en la acción de estas instituciones la intención de concentrar los esfuerzos sobre un grupo determinado. Frente a esta aspiración común a la mayoría de los grupos benefactores de realizar un trabajo integral con la gente que agrupa, existía una serie de requisitos que se exigía a los beneficiarios. Esto guardaba relación con su conducta moral, práctica religiosa, hábitos de orden, etc., todo lo cual resultaba importante a la hora de seleccionar a los habitantes de cualquier población católica que se intentara formar.



Por último, es necesario resaltar las vastas diferencias que podemos apreciar entre las distintas instituciones respecto la tipología de casa que construyen y el grupo socioeconómico al cual están orientadas estas habitaciones. Las variaciones en los precios y en los metros cuadrados construidos, nos hablan de un grupo beneficiario bastante heterogéneo.

LAS PROYECCIONES DE LA ACCIÓN DE LA BENEFICENCIA EN LOS PRIMEROS PASOS DE LA POLÍTICA DE VIVIENDA SOCIAL EN CHILE. LA LEY DE HABITACIONES OBRERAS DE 1906

Durante la primera década del siglo XX, el problema de las malas condiciones de las habitaciones obreras adquirió una relevancia para los sectores dirigentes del país, que hasta entonces nunca antes había tenido. Dentro de este marco debemos comprender la ley de habitaciones obreras de 1906 y la creación del Consejo Superior de Habitaciones Obreras, normativa que dio el inicio de una serie de actuaciones realizadas por el Estado chileno hasta nuestros días para dar solución al problema de la vivienda, en favor de los grupos más desfavorecidos de la sociedad.

Parte importante de los antecedentes considerados en la discusión sobre la necesidad de promulgar una ley general que promoviera la construcción de viviendas salubres y baratas, estuvieron dados por la experiencia acumulada por los emprendimientos de la beneficencia católica durante la última década del siglo XIX.

Aunque la discusión parlamentaria en torno al problema de la vivienda popular fue extensa e involucró una gama variada de posturas políticas93, no cabe duda que al revisar el debate parlamentario que dio como fruto la promulgación de la Ley de Habitaciones Obreras, efectuado desde 1900 a 1906, las alusiones a la acción de la beneficencia católica estuvo en el centro de los antecedentes expuestos en el Congreso.

Una de las iniciativas presentadas durante este período tuvo que ver con el proyecto de creación de un Patronato de Habitaciones Obreras, que en su nombre recoge el legado de los patronatos formados bajo el amparo de la beneficencia católica y más específicamente de la labor que estaba efectuando la sociedad San Vicente de Paul. Este proyecto fue presentado por el diputado Francisco Rivas Vicuña el 29 de agosto de 190094, que propone la creación de una institución con atribuciones que debían extenderse:

(…) no solo a la iniciativa para construir habitaciones obreras, sino también para la vigilancia y al mejoramiento de las que existen actualmente y al auxilio que soliciten los particulares para cooperar al mejoramiento de las condiciones de vida de nuestro pueblo95.

Se designó una comisión96 para que estudiara la viabilidad de dicho proyecto, los cuales haciendo modificaciones presentaron una nueva propuesta al gobierno, el cual la remitió a la Cámara para que se estudiaran ambos proyectos por una comisión especial97. Este organismo presentó su veredicto el 2 de enero de 1903, la cual en la necesidad de decidirse por uno de ellos, se inclinó por el segundo por dos razones:

(…) la primera por haberse adherido el señor Rivas al proyecto formulado por la Comisión nombrada por el Gobierno y en segundo lugar porque este último se conforma más a la actual situación del Erario, le impone menor gravamen, procurando realizar paulatinamente el fin que se propone el legislador98.

Los motivos que la Comisión argumenta para presentar el proyecto a discusión son los mismos que utilizó el diputado Rivas Vicuña, como son la elevada mortalidad del país y las causas de estos índices (raza, clima, alcoholismo y viviendas). Esto último conformaba parte sustancial del discurso médico higienista y de aquel proveniente de las instituciones católicas que argumentaba que la vivienda salubre debía contribuir al mejoramiento de la moral de los sectores populares.

En la discusión general del proyecto el diputado Cruchaga, luego de profundizar en los problemas de las viviendas de los obreros, se refirió al proyecto planteado por el señor Rivas Vicuña, en el cual se autorizaba al Estado para que con fondos nacionales construyera habitaciones, frente a esta idea señaló:

No considero que el Estado deba entrometerse en un orden de negocios semejante. Este sistema no ha dado buenos resultados; por el contrario, la intromisión del Estado ocasiona graves perjuicios.

Va envuelto, además, en una base legal semejante, una cuestión doctrinaria de aspecto económico que levanta adhesiones y ataques99.

Esta frase podría resumir por qué la propuesta de Rivas Vicuña es rechazada en la Cámara de Diputados, a pesar de que la mayor parte de los honorables reconocen sus buenas intenciones y lo utilizan como ejemplo al dar sus discursos de apoyo a la ley de habitaciones obreras.

El debate generado hasta el momento de aprobación de la ley tuvo prácticamente los mismos fundamentos de la discusión precedente y que queda sintetizada en el proyecto del Patronato de Habitaciones Obreras. Uno de los ejes principales del debate estuvo dado por el antagonismo que se suscitaba por quienes defendían la intervención del Estado y por quienes abogaban por el protagonismo del sector privado. En este último contexto muchos diputados apuntaban que la obra de las sociedades católicas privadas eran un ejemplo a seguir, tal como lo hace Agustín Edwards en 1904:

...la iniciativa privada ha emprendido la tarea que ha encontrado eco en el Estado y en esta Cámara, de mejorar las habitaciones de los obreros, y es justo recordar que ella lo ha hecho con éxito digno de encomio; me refiero a la Institución León XIII, que todos mis honorables colegas conocen y que sería motivo de orgullo en cualquier país europeo100.

En 1905 el diputado Salas Lavaqui, realiza un extenso discurso sobre los problemas habitacionales de los obreros, indicando las principales leyes dictadas en otros países sobre el tema y concluyendo con la idea de que existen dos remedios para este problema: "la Acción del Estado y la Acción Privada". De esta última, el diputado en cuestión destaca la labor filantrópica en Inglaterra y Francia, sobre Chile realza la tarea efectuada por la institución León XIII101.

La voz de los católicos en el Congreso coincide con algunos parlamentarios que participaban de las sociedades que hemos analizado, situación que explica la constante alusión a su obra constructora. En noviembre de 1905, el diputado Ruiz Valledor, el cual luego de destacar el papel jugado por el Partido Conservador en mejorar las condiciones de los obreros, señalaba que:

Los generosos esfuerzos de los católicos han creado en Santiago las importantes fundaciones que, sin propósito de lucro, proporcionan a los obreros habitaciones higiénicas y baratas, una vida ordenada y ejemplos de moralidad, y constituyen las fundaciones que se llaman León XIII y Sofía Concha102.

La relación vivienda higiénica y formación moral, no dejan de estar presente en la discusión parlamentaria que dio luz a la ley de 1906 y toma como fundamento lo que había ocurrido en las poblaciones católicas. El mismo Ruiz Valledor apuntaba que:

Las habitaciones limpias, construidas según las reglas de la higiene y con expectativa de futura propiedad, como las de la población León XIII y las ya citadas, desarrollan en los obreros sentimientos de moralidad, ideas y costumbres de orden y economía y, como causa lógica y natural de este sistema de vida, la regeneración de este importante elemento social103.

La Ley de Habitaciones Obreras de 1906, marcó el inicio de la acción del Estado chileno en cuanto a la vivienda social, y sentó las bases para las futuras acciones que se desarrollaron en esta materia. El debate relativo al significado que debería adquirir tanto la acción privada como la pública estuvo presente también en la discusión del proyecto de la ley de 1906. La actitud adoptada fue la de eludir esta disyuntiva, a través de fórmulas prácticas y conciliadoras de ambas posturas. Lo que sí era claro que aquellas que apoyaban la actuación de los particulares eran mayoritarias, por lo cual la ley no dejó de tener claras tendencias a fortalecer el papel de los empresarios en la construcción de residencias para obreros.

Los resultados de la ley de 1906, que estuvo vigente hasta la aprobación en 1925 de la Ley de Habitaciones Baratas, estuvieron en gran medida marcados por la demolición en Santiago de 1.626 "conventillos", con cerca de 16.713 habitaciones, cifra que contrastó con los 193 cités edificados, que involucraron cerca de 4.500 casas, que daban un total de casi seis mil habitaciones. Lo anterior llevó a aumentar la densidad en los "conventillos" que quedaron en pie y al incremento del precio de los arriendos de las viviendas y habitaciones104. Por otro lado, se observó un notable crecimiento del arrendamiento de sitios en la periferia de la ciudad de Santiago, situación que se manifestó en el aumento de las viviendas precarias en la periferia de la ciudad.

La acción de la Beneficencia Católica en materia de construcción de viviendas para obreros dio pasa a la actividad pública en la materia, en la medida que la ley de 1906 fue poniéndose en marcha, situación que se logra a comienzos de la década de 1910, cuando se comienzan a levantar las primeras poblaciones obreras de Santiago acogidas a dicha normativa, como la población Huemul, Matadero, Santa Rosa y San Eugenio, entre las más importantes105.

CONSIDERACIONES FINALES

La beneficencia católica junto a la acción de otros colectivos filantrópicos fueron un aporte al desolador panorama que mostraban las condiciones de vida que soportaba en las ciudades la población de escasos recursos. Ella sumada a la incipiente acción del Estado, que dictaba normas e intentaba promover la construcción de viviendas higiénicas mediante incentivos tributarios, sentaron las bases para el nacimiento de la política habitacional chilena durante el siglo XX.

La relevancia que adquirieron las habitaciones obreras en la solución de los problemas sociales, motivó a diversas instituciones de la beneficencia católica a volcar su atención y esfuerzos en pos de revertir las malas condiciones higiénicas y morales de las casas de sus obreros católicos.

Las medidas más importantes para controlar el problema de las habitaciones malsanas a finales del siglo XIX estuvieron dadas por aquellas acciones vinculadas a la salubridad pública. La actividad higiénica en materia de legislación asociada a las condiciones de salud de la población en general, tuvo importantes repercusiones en el ámbito de la vivienda popular, se intentó restringir la construcción en determinadas áreas de las ciudades y se demarcaron las condiciones mínimas de habitabilidad de las viviendas. La herencia del higienismo en la formulación del marco legal de la vivienda social hacia la década de 1900 hasta 1920, fue significativa y de hecho este lapso de tiempo es llamado, dentro de la clasificación de aquellas normativas en el siglo XX, como el "período de las leyes higiénicas".

La actividad desarrollada por las sociedades de beneficencia católica, dieron a lugar la edificación de las primeras viviendas sociales en Chile, situación que empezó a finales del siglo XIX. La experiencia adquirida a partir de dichas instituciones, tuvo sus reminiscencias en la formulación de la política habitacional de las primeras décadas del siglo XX. Las tipologías de las unidades residenciales construidas por aquellas instituciones fue una de las características de los conjuntos de viviendas que se levantaron gracias a la ley de 1906. Ellas contribuyeron a conformar una parte de la geografía social de la ciudad y del paisaje residencial.

 

NOTAS

* El presente estudio forma parte de los resultados del proyecto de investigación DIPUC-DGP Nº 003/03CEDSI titulado "Las sociedades de beneficencia católica en los orígenes de la vivienda social en Santiago y Valparaíso (1891-1925): proyectos habitacionales y efectos urbanos", financiado por la Dirección General de Pastoral y el Programa de Doctrina Social de la Iglesia de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

4 Fernando Silva, a través de un recorrido por algunas personalidades determinantes en la acción católica, nos entrega en forma bastante consistente un primer panorama general de los principales lineamientos que guiarían el pensamiento social entre los católicos [Fernando Silva Vargas, "Notas sobre el pensamiento social católico a fines del siglo XIX" en: Historia, 4, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1965, 237-262]. Desde una perspectiva distinta, que hace foco en la Encíclica Rerum Novarum y su influencia en el pensamiento social, Walter Hanisch realiza una acuciosa recopilación de la literatura que apareció durante los 40 años que siguieron a la promulgación de la encíclica en Chile [Walter Hanisch Espíndola, S.J., "La Encíclica Rerum Novarum y cuarenta años de su influencia en Chile. 1892-1932" en: Anuario de Historia de la Iglesia en Chile, Seminario Pontificio Mayor, Volumen 9, Santiago, 1991, 67-103]. Ambos autores, desde distintas miradas, recalcan en sus obras el carácter pionero que desempeñan algunos grupos católicos ante los graves problemas sociales existentes. Para el estudio de los primeros antecedentes de esta beneficencia de laicos católicos, se puede consultar Maximiliano Salinas, "El laicado católico de la Sociedad Chilena de Agricultura y Beneficencia 1838-1849. La evolución del catolicismo y la ilustración en Chile durante la primera mitad del siglo XIX", en Anales de la Facultad de Teología, vol. XXIX (1978), Cuaderno 1, Santiago: Universidad Católica de Chile, 1980. Otras obras que tratan estos temas son: Pedro Felipe Iñiguez, Notas sobre el desarrollo del pensamiento social en Chile (1901-1906). Memoria para optar al grado de Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1968; Maximiliano Salinas, Historia del pueblo de Dios. La evolución del cristianismo desde la perspectiva de los pobres, Rehue, Santiago, 1987, 151-204; Marciano Barrios, La Iglesia en Chile, Hachette, Santiago, 1987, 95-118; y Chile y su Iglesia: una sola historia, Editorial Salesiana, Santiago, 1992, 119-144; María A. Huerta, Catolicismo social en Chile: Pensamiento y praxis de los movimientos apostólicos, Ediciones Paulinas, Santiago, 1991; Ricardo Krebs, La Iglesia de América Latina en el siglo XIX, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 2002, 167-306.

5 Patricio Valdivieso Fernández, " Cuestión social' y Doctrina Social de la Iglesia en Chile (1880-1920): Ensayo histórico sobre el estado de la investigación" en Historia 32, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1999, 553-573.

6 Patricio Valdivieso Fernández, " Cuestión social'… op. cit., 553.

7 Carmen Cariola; Osvaldo Sunkel, Un siglo de historia económica de Chile 1830-1930, Santiago: Editorial Universitaria, 1991, 53-54

8 Censos de la República. 1865, 1875, 1895.

9 Patricio Gross; Armando de Ramón, Santiago en el período 1891-1918: desarrollo urbano y medio ambiente, Documento de trabajo No. 131, Instituto de Estudios Urbanos, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1983, vol. I, 22.

10 Armando de Ramón, Santiago de Chile (1541-1991). Historia de una sociedad urbana, Santiago: Editorial Sudamericana, 2000, 185.

11 Rodrigo Hidalgo D.; Gonzalo Cáceres Q., "Beneficencia católica y barrios obreros en Santiago de Chile en la transición del siglo XIX y XX. Conjuntos habitacionales y actores involucrados", en: Revista de Historia y Geografía, nº 17, 323-341.

12 Rodrigo Hidalgo D, "Higienismo, beneficencia católica y vivienda obrera en Chile a finales del siglo XIX", en: Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre: PUCRS, v: XXVIII, n. 1, 65-83, junho 2002.

13 Discursos i Poesías leídos en el Acto Literario-Musical celebrado por el Círculo de colaboradores de la "Estrella de Chile" el 15 de agosto de 1875 en la casa del Patrocinio de San José para celebrar el tercer aniversario de la fundación de esa casa, Santiago: Imprenta de la "Estrella de Chile", 1875, 31.

14 Rodrigo Hidalgo D.; Gonzalo Cáceres Q., op. cit.

15 Abdón Cifuentes, Memorias, Santiago, Nascimento, 1936, vol. II, 133.

16 Julio Pérez Canto, Las habitaciones para obreros, Santiago, Imprenta y Librería Ercilla, 1898, 208.

17 Ibid., 214.

18 Ibid.

19 Consejo Superior de Habitaciones Obreras, Memorias de su labor 1911-1912, Santiago, Imprenta y Encuadernación Chile, 1912, 51.

20 Los diarios referidos son La Unión, El Diario Ilustrado y El Chileno, entre los años 1908 y 1913. Al respecto se puede consultar Eduardo Pérez-Cotapos Larraín, "La Iglesia ante el mundo obrero, 1908-1913. Un estudio de la prensa católica de Santiago", Memoria para optar al grado de Licenciado en Teología, Facultad de Teología, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 1978.

21 Consejo Superior de Habitaciones Obreras, Memorias de su labor 1911-1912, Santiago, Imprenta y Encuadernación Chile, 1912, VIII.

22 Concepción Arenal, La beneficencia, la filantropía y la caridad. Madrid, Librería de Victoriano Suárez, parte segunda, Capítulo 1., 1894, versión digital extraída de http://www.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=1784

23 Debido a ello es común observar en algunos panegíricos católicos referencias hacia el "alma caritativa" que guía las actividades terrenales de algunas personas ilustres. Para el caso del "alma caritativa" de Juana Ross de Edwards, una de las principales organizadoras de obras sociales guiadas por el evangelio en Chile, consultar Carmen Valle, Un alma cumbre. Juana Ross de Edwards, Padre Las Casas, Imprenta y editorial San Francisco, 1944.

24 Estas impresiones han quedado consignadas en Rebeca Yzquierdo, La Caridad, Santiago, Publicaciones de la Escuela de Servicio Social Elvira Matte de Cruchaga, 1940, 4-6

25 Ibid., 23-24.

26 En 1904, Ernesto Líbano argumentaba que "las relijiosas no pueden desprenderse de cierto espíritu sectario. Si no está el administrador, rechazan con frecuencia al enfermo no católico o lo tratan mal si consigue entrar en el asilo". Ver Ernesto Líbano, "Beneficencia", Memoria de prueba para optar al grado de licenciado en la Facultad de Leyes i Ciencias Políticas, Universidad de Chile, 1904, 22.

27 Beneficencia proviene del latín bene-facere: hacer el bien. Para consultar un análisis detenido de la beneficencia durante el cambio de siglo consultar Ernesto Líbano, Ibid, 3.

28 Soledad Zárate, Dar a luz en Chile: la asistencia del parto, parteras, matronas y médicos, S. XIX, Tesis (Doctora en Historia), Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 2002.

29 Víctor Espejo, "La Beneficencia y la Población", Memoria de Prueba para optar al grado de Licenciado en Leyes y Ciencias Políticas, Universidad de Chile, Quirihue, Imprenta La Luz, 1914, 3.

30 Ver Eduardo Castillo Velasco, "La beneficencia pública en Chile", Memoria de Prueba para optar al grado de Licenciado en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad de Chile, 1937, 17.

31 Richard Sennett, Carne y Piedra. El cuerpo y la ciudad en la civilización occidental, Madrid, Alianza, 1997, 274-301.

32 La incorporación de los cuartos de baños en la Europa decimonónica está descrito en Alain Corbin, El perfume o el miasma. El olfato y lo imaginario social. Siglos XVIII y XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 1987. Ver especialmente "El aliento de la casa", 178-193. La difusión del higienismo y sus repercusiones en la teoría y la práctica de la arquitectura chilena en Ricardo Larraín Bravo, La Higiene aplicada a las Construcciones, Santiago, Editorial Ercilla, 1909-1910. La combativa acción de estos postulados médicos en las viviendas obreras del cambio de siglo generó una verdadera cruzada por la vivienda higiénica. Entre los más destacados textos difusores del programa se destacaba Julio Pérez Canto, Las habitaciones para obreros, Santiago, Ercilla, 1898.

33 Al respecto consultar Rodrigo Hidalgo, "Vivienda social y espacio urbano en Santiago de Chile. Una mirada retrospectiva a la acción del Estado en las primeras décadas del siglo XX", en Eure, XXVIII, 83, 2002.

34 Es el caso de las instituciones que formaron parte de la Sociedad San Vicente de Paul. Al respecto las notas aclaratorias del reglamento señalan que "No es, pues, la filantropía y el socorro de las miserias de los pobres, muy plausible ciertamente, pero puramente humano, el fin de las conferencias; sino el celo por la salvación de las almas, y sobre todo, de la de los socios" [Sociedad San Vicente de Paul, Estatutos y Reglamentos de la Sociedad de San Vicente de Paul con las notas aclaratorias publicadas en 21 de noviembre de 1853 y varios anexos, Imprenta de la Casa de Talleres de San Vicente de Paul, Santiago de Chile, 1914. 39].

35 La formación y desarrollo de estas nuevas inquietudes sociales de la Iglesia y su materialización en obras e instituciones de beneficencia, además de la estructura que adquiere la acción social católica durante los últimos años del siglo XIX se pueden ver en: Carlos Casanueva O., El Patronato de Santa Filomena. Recuerdos Íntimos, Escuela Tipográfica La Gratitud Nacional, Santiago de Chile, 1921.

36 Hidalgo Dattwyler, Rodrigo, "Higienismo, beneficencia católica y vivienda obrera en Chile a finales del siglo XIX", en Estudos Ibero-Americanos, Porto Alegre PUCRS, v, XXVIII, n. 1, 65-83, junho 2002, 69.

37 Concha S., Juan Enrique, "La principal obra social", en La Unión, 10 de septiembre de 1910, 3.

38 Aragón, Ernesto, "Las habitaciones para obreros", Memoria de prueba para optar al grado de Licenciado en la Facultad de Leyes y Ciencias Políticas, Santiago: Imprenta Cervantes, 1900, 11.

39 León XIII, "Rerum Novarum", op. cit. 18.

40 Esta continuidad que proponemos entre la iniciativa privada católica y la acción estatal en materia de habitaciones para obreros se puede observar con claridad a partir de dos fenómenos. Las primeras viviendas para obreros construidas por el Estado (Población Huemul, Población Matadero, Población San Eugenio) se encuentran claramente influidas morfológica y programáticamente por las poblaciones construidas por la beneficencia católica. Segundo, muchas de las personas que lideraron la construcción de viviendas de la beneficencia católica se involucraron directa o indirectamente en los proyectos habitacionales que posteriormente implementa el Estado. Algunos casos emblemáticos de esta situación fueron Alejo Lira Infante, Juan Enrique Concha, Luis Casanueva Opazo, entre otros.

41 Institución León XIII. Vigésimo aniversario de su fundación, Talleres de la Empresa Zig-Zag, Santiago de Chile, 1912, 5.

42 Ibid.

43 Juan Enrique Concha, "La Institución León XIII, su objeto i su desarrollo. Memoria del Secretario del Consejo", en Julio Pérez Canto, op. cit., 213-229.

44 "Institución León XIII", en: Revista Católica, 17 de agosto de 1912, tomo 23, año 13, Nº 265, 297.

45 La construcción de casas "higiénicas", condición sobre la cual existió gran consenso entre las instituciones de beneficencia y luego el Estado, tiene su raíz en el pensamiento higienista que surge con fuerza durante el siglo XIX en Europa y que luego tendría profundas repercusiones en Chile primero en la medicina y luego en otras áreas. Uno de sus principales precursores en Chile fue el reconocido arquitecto Ricardo Larraín Bravo, quien, en su libro titulado La higiene aplicada a las construcciones (1909), recalca la importancia de la relación entre higiene y vida urbana, extendiendo sus beneficios hasta hablar de higiene moral: "la higiene es la civilización, y ejerce su benéfica tutela sobre la salud física, la extiende hasta sobre la manera de ser intelectual: la Higiene moral tiene un vasto campo. Restablecer la armonía de los órganos y en la salud, es extender dicha armonía hasta las facultades morales" (Larraín Bravo, Ricardo, op. cit., 5.)

46 Institución León XIII, op. cit., 19.

47 "A ese concurso concurrieron distinguidos arquitectos y, después de maduro examen y consultas, se acordó encargar la construcción de cuatro casas a cada uno de los arquitectos señores, Jecquier, Cruz y Larraín, Smith y Veglia de los tipos que ellos habían presentado al concurso" en Institución León XIII.. , op. cit., 19.

48 Esta "forma de vida" debe ser vista (al menos en el caso concreto de la Institución León XIII) desde una perspectiva católica, para la cual una de las principales motivaciones de la obra debe ser la superación del estado de vulnerabilidad física y moral en que se encuentran las familias más pobres, en especial los grupos obreros. Diez años después de la promulgación de la encíclica Rerum Novarum por medio de las "Indicaciones prácticas para la acción social de la juventud católica" se llama a todas las sociedades que tengan un carácter religioso social a que se excite "(…) al obrero a dar a Dios el culto que le es debido, y al amor a la piedad y en particular a guardar religiosamente los días festivos; aprenda a respetar y a amar la Iglesia, madre común de todos, y, asimismo, a obedecer a sus preceptos y frecuentar sus sacramentos (…)" en Revista Católica, 1 de noviembre de 1901, Nº 7, 314.

49 "Institución León XIII", op. cit., 222.

50 Pérez Canto. op. cit., 217.

51 "Institución León XIII", op. cit.

52 "La Institución León XIII" en Revista Católica, 20 de septiembre de 1913, núm. 291, 499-501.

53 No existe claridad sobre el origen de esta Institución, ni el año en que aparece, ni quienes son sus fundadores. Sofía Concha era hija de Melchor Concha y Toro y fallece a la corta edad de 15 años. Es posible pensar que la fundación surge en su memoria en la década de 1890. Pero ¿quién es el o los fundadores? Por otra parte existen muchas similitudes entre sus estatutos y los que rigen a la Institución León XIII, que puede responder tanto a una cercanía entre ambas instituciones, como a la inexistencia de otro modelo a seguir en el ámbito de la construcción de habitaciones obreras.

54 Informe del doctor Puga Borne dirigido a Juan Enrique Concha, en Julio Pérez Canto, op. cit., 208.

55 Ibid., 211.

56 Ibid., 230.

57 Ibid., 208-212.

58 Ibid., 210.

59 Ibid., 211.

60 Ibid., 229.

61 Informe del doctor Puga Borne dirigido a Juan Enrique Concha, en Julio Pérez Canto, op. cit., 229.

62 María Ximena Urbina. Los conventillos de Valparaíso, 1880-1920. Fisonomía y percepción de una vivienda popular. Ediciones Universitarias de Valparaíso de la Universidad Católica de Valparaíso, 2002. 89.

63 Julio Pérez Canto, op. cit, 235.

64 "Solemne asamblea de La Unión Nacional", en: Revista Católica, 21 de octubre de 1911, tomo XXI, año 12, Nº 234, 564.

65 Patronato de San Isidro. Memoria del Patronato de San Isidro. 1911, Imprenta y Encuadernación Chile, Santiago de Chile, 1912, 62.

66 Sociedad San Vicente de Paul, Estatutos y Reglamentosop. cit., 41.

67 Las notas aclaratorias de los Estatutos y Reglamentos de la Sociedad San Vicente de Paul…, son enfáticos en señalar la exclusividad de sexo hacia la cual se orienta la Institución. Esta marginación del sexo femenino no solo se hace efectiva en los requisitos para ser socio, sino también en el tipo de obras de caridad que se llevan a cabo, no siendo consideradas por ejemplo, la educación femenina.

68 Ibid, 39.

69 Ibid, 24.

70 Ibid, 43.

74 Ibid., 135.

75 Ibid., 238.

76 Ibid., 192.

77 Memoria del Patronato de San Isidro., op. cit., 18.

78 José M. Ferari Fontecilla. "La Iglesia y el movimiento obrero en Chile durante los años de 1901-1908. El testimonio de la Revista Católica y de la prensa diaria católica de Santiago". Memoria de grado para optar a la licenciatura en Teología, Santiago de Chile, 1976, 104.

79 Esta suma de dinero solo se entrega una vez por cada fundador. El financiamiento futuro de la fundación quedaría, al igual que la mayoría de las instituciones de beneficencia, sujeta a las posibles donaciones que se reciban.

80 "Sociedad de Instrucción y Habitaciones para Obreros", en Revista Católica, 16 de abril de 1910, Nº 210, tomo 18, año 9, 454.

81 Idem, 4 de agosto de 1906, Nº 121, tomo 11, año 6, 13.

82 Ignacio Muñoz. "Intentos por dignificarla habitación popular. 1870-1910", en Nueva Historia, 1, 1985, 85.

83 Estatutos y Reglamentos de la Sociedad de San Vicente de Paul… (1914), op. cit., 261-262.

84 Ibid., 259.

85 Si bien las memorias no mencionan nada al respecto, al parecer, la Sociedad de San Vicente de Paul habría construido su primera población para obreros durante la década de 1890. Julio Pérez Canto describe este conjunto en su libro Las habitaciones para obreros. La población San Vicente, compuesta por 232 casas y algunos conventillos, es evaluada por el autor como una población que, pese a tener agua potable en abundancia y buenas construcciones, no cumple con los requisitos de higiene necesarios, debido a varias acequias contaminadas que la cruzan.

86 "Precioso fruto. Inauguración de mañana. 36 casitas de la Institución de Habitaciones para Pobres de San Vicente de Paul. El campo cristiano de la acción social". El Chileno, 8 de octubre de 1910, 1.

87 Larraín Covarrubias, Raimundo; "Habitaciones de obreros", en: La Unión, 30 de julio de 1908, 3.

88 "Precioso fruto. Inauguración de mañana. 36 casitas…" op. cit.

89 Memoria de las Conferencias de San Vicente de Paul, 30 de junio de 1917, 43.

90 Estatutos y reglamento General de la Sociedad de San Vicente…, op. cit., 259.

91 O. Ortega. "El cité en el origen de la vivienda chilena". CA, Revista del Colegio de Arquitectos de Chile, 1985, Nº 41, 21.

92 Institución León XIII. Vigésimo... op. cit., 13 y 14

93 Ver Vicente Espinoza, Para una una historia de los pobres en la ciudad, Santiago: Ediciones SUR, 1988 y María Angélica Illanes, En el nombre del Pueblo, del Estado y de la Ciencia. Historia social de la salud pública en Chile, 1880-1973. Hacia una historia social del siglo XX, Santiago: Colectivo de Atención Primaria, 1993.

94 S.C.N. Cámara de Diputados. Boletín de Sesiones Ordinarias en 1900, "sesión 107° del 29 de agosto de 1900", Santiago, Imprenta Nacional, 1901, 1714.

95 Ibid, 1716.

96 La Comisión estaba formada por don José Antonio Gandarillas, don Pedro Montt, don Luis Aldunate, don Francisco de B. Echeverría, don Enrique Mac-Iver y don Joaquín Echenique.

97 Esta vez formada por don Bernardo Paredes, don Daniel Bernales M., don Luis A. Vergara y don Francisco Rivas Vicuña.

98 S.C.N. Cámara de Diputados. Boletín de Sesiones Extraordinarias en 1902-1903, "sesión 28° del 2 de enero de 1903", Santiago, Imprenta Nacional, 1904, 659.

99 Ibid, sesión 15° del 19 de junio de 1903, 331.

100 Ibid, 329-330.

101 Sesiones del Congreso Nacional. Cámara de Diputados. Boletín de las Sesiones Ordinarias en 1905, "sesión 23era del 4 de agosto de 1905", Santiago, Imprenta Nacional, 1906, 583-584.

102 Sesiones del Congreso Nacional.Cámara de Diputados. Boletín de las Sesiones Extraordinarias en 1905-1906, "sesión 12° del 14 de noviembre de 1905", Santiago, Imprenta Nacional, 1906, 296.

103 Sesiones del Congreso Nacional. Cámara de Diputados. Boletín de las Sesiones Extraordinarias en 1905-1906, "sesión 12a del 14 de noviembre de 1905", Santiago, Imprenta Nacional, 1906, 294, 296.

104 Rodrigo Hidalgo, "Vivienda social y espacio urbano en Santiago de Chile…" op. cit., 91-93.

105 Rodrigo Hidalgo, La vivienda social en Chile y la construcción del espacio urbano en el Santiago del siglo XX, Santiago: DIBAN, 2005.

 

Fecha de recepción: diciembre de 2004.

Fecha de publicación: noviembre de 2005.