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Historia (Santiago)
versión On-line ISSN 0717-7194
Historia (Santiago) v.35 Santiago 2002
http://dx.doi.org/10.4067/S0717-71942002003500019
ALEJANDRO SAN FRANCISCO R. Pablo Neruda 1971-2001. A treinta años del Premio Nobel. Ediciones Centro de Estudios Bicentenario. Santiago, Chile 2001. 160 págs.
Este libro intenta reconstruir los alcances que se le asignaron en Chile a la concesión del Premio Nobel de Literatura otorgado a Pablo Neruda en el año 1971, destacando que la nominación significó el último momento de consenso en una sociedad cada día más polarizada en torno a los temas políticos y la revolución propuesta por el gobierno de la Unidad Popular. El consenso tuvo como base la convicción largamente extendida de que Neruda merecía la distinción dada la calidad de su ya extensa obra poética y que bien podría haberla recibido unos años antes dados los méritos reunidos desde hace tiempo. Este último punto es destacado de manera importante por Alejandro San Francisco al sostener que el premio no fue comprendido, principalmente, en Chile cómo un apoyo internacional al proceso político chileno, si bien esto no dejó de ser resaltado por el gobierno de Salvador Allende. En efecto, los documentos que se incluyen en la segunda parte de este libro, y que reproducen los homenajes rendidos al poeta en ambas cámaras del Parlamento, evidencian cómo desde todos los sectores se comprendió que "...el premio recaído en Pablo Neruda ha golpeado muy hondo en los corazones de todos los chilenos, despertando un sentimiento de alegría y de orgullo: alegría, porque vemos coronada la carrera de un hijo de nuestra tierra y, por lo tanto, hermano nuestro, que escaló desde un hogar sencillo las cimas de la celebridad. Orgullo, porque la distinción otorgada a Naruda nos confirma que tenemos una cultura propia y nos recuerda que el Chile de hace setenta años, tan denigrado en los tiempos ácidos que vivimos, era ya capaz de alentar el genio, aunque este surgiera en un sector modesto de la clase provinciana". Estas palabras corresponden a Francisco Bulnes en el Senado y son representativas de las muchas e interesantes intervenciones que tuvieron lugar.
El consenso se generó en torno a un poeta comprometido con la causa popular, militante del Partido Comunista, y que recibía el premio en su calidad de tal. En los capítulos I y II del libro, San Francisco incluye el itinerario de Pablo Neruda a partir de su experiencia en la Guerra Civil española, el cambio en la orientación de su poesía a partir de aquel momento y la aparición de su postura de compromiso social, compromiso que se reflejó a partir de ese momento en su obra y además en su acción como militante revolucionario. En estos pasajes no se encuentran novedades en la breve exposición que hace el autor de la obra que comentamos, tema que por lo demás ha sido objeto de una vasta y completa literatura.
Si la recepción del premio despertó el entusiasmo y el acuerdo al cual ya hemos hecho referencia, la llegada de Neruda a Chile en el año 1972 y el homenaje que se le rindiera en el Estadio Nacional se dio en un contexto diferente, siendo posible sostener que todos los elementos del escenario se habían modificado con respecto al año anterior. En primer lugar, la división entre partidarios de la revolución socialista y sus detractores se había agudizado hasta grados que impresionaron al mismo Neruda, quien había pasado el último tiempo como embajador en París: "Otra vegetación salpicaba los muros de la ciudad. Era el musgo del odio que los tapizaba. Carteles anticomunistas que chorreaban insolencia y mentira; carteles contra Cuba; carteles antisoviéticos; carteles contra la paz y la humanidad; carteles sanguinarios que pronosticaban degollinas y Yakartas. Esta era la nueva vegetación que envilecía los muros de la ciudad" (Neruda en Confieso que he vivido, citado por San Francisco en las páginas 45 y 46). El homenaje fue realizado en un ambiente mucho más partidario, estableciéndose una relación directa entre poeta-premio-gobierno de la Unidad Popular; la unidad del año anterior no fue buscada y, probablemente, no habría sido posible generarla.
Neruda pronunció en el Estadio Nacional un discurso claramente militante. Era una demostración del compromiso que asumía con el proceso revolucionario y premonitorio de las acciones que protagonizaría durante el último tiempo del gobierno de la Unidad Popular y de su propia vida, traducidos en su activa participación en las elecciones parlamentarias de marzo y en la redacción de Incitación al Nixonicidio y Alabanza a la revolución chilena, obra a la cual San Francisco otorga mayor importancia de la que parece haber realmente tenido, si bien fue impresa por Editorial Quimantú y distribuida en los quioscos de diarios a un precio muy bajo.
Pero Neruda, cabe recordarlo, estaba enfermo y su salud se deterioraba de manera rápida. Él hizo partícipe de esta situación y de las dificultades que esto le significaba a su amigo Volodia Teitelboim, quien lo ha dejado debidamente registrado en su biografía del poeta. Resulta difícil calibrar hasta qué punto esta enfermedad influyó en el ánimo de Neruda, en la radicalización de sus posturas ante una muerte que adivinaba cada vez más cerca, cuanto puede haberlo determinado a perder la paciencia y dar rienda suelta al mal genio, cuestión que es advertible en las personas que padecen la enfermedad del cáncer.
Estos tres elementos se conjugaron en el tiempo que medió entre la vuelta de Neruda y su muerte ocurrida pocos días después del golpe de Estado de septiembre de 1973. El tránsito desde el consenso todavía posible en el año 1971 hasta la radicalización y quiebre del año 1973 es un reflejo de la situación vivida por el poeta, pero también de la del país.
Hay un aspecto del libro de Alejandro San Francisco que no queda claro y se relaciona con el subtítulo "A treinta años del Premio Nobel". Se da a entender que hay una mirada desde la actualidad de las tres décadas ya cumplidas desde que se entregara el premio. En parte no puede ser de otra manera puesto que el libro fue escrito en el año 2001, porque Neruda sigue siendo uno de nuestros poetas más entrañables y se le lee de manera permanente, pero más allá de eso, no se encuentra en estas páginas un desarrollo de este tema que podría haber sido muy interesante y que de alguna manera había sido prometido a los lectores.
NICOLÁS CRUZ