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Revista musical chilena
versión impresa ISSN 0716-2790
Rev. music. chil. v.52 n.190 Santiago jul. 1998
http://dx.doi.org/10.4067/S0716-27901998019000022
II. La restauración musical de la memoria
Dos equipos y dos perspectivas de trabajo complementarias, que señalan rumbos a la preservación y difusión de músicas patrimoniales, se manifiestan en sendas producciones fonográficas.
Organilleros y chinchineros de Valparaíso. Los juglares del puerto. Casete. Chimuchina Records - FONDART, 1997.
En estos días cuando la práctica del organillo y el chinchín es cada vez más escasa, aparece este álbum con una muestra del repertorio de algunos de los pocos instrumentos aún en uso por esta menguada forma de juglaría criolla. Del más de un centenar de organillos ambulantes se conservan en buen estado no más de 26 unidades se afirma repartidas entre Valparaíso, Santiago y La Serena : algunos instrumentos los destruyó el desuso, otros fueron adquiridos por coleccionistas extranjeros, y con ello y de un modo que a primera vista parece irreversible, se ha ido perdiendo este patrimonio con su alto poder evocador de tiempos idos. De ahí el valor de esta edición fonográfica, parte del pionero proyecto "Restauración de organillos chilenos" financiado por FONDART (1996), cuya decidida apuesta por la reactivación de esta práctica, principalmente desde la lutería restauradora de organillos, es un esperanzador signo de la continuidad de esta tradición y cuyo fruto lo ofrendan sus realizadores como un gesto de agradecimiento por la fidelidad a esta vocación de los juglares porteños que han permitido la perpetuación de esta expresión.
La edición del fonograma se concentró en el arte cultivado por varias generaciones por la familia Castillo, avecindada en el Cerro Barón de Valparaíso. El registro digital fue grabado en vivo en el Paseo Gervasoni del Cerro Concepción de Valparaíso en noviembre de 1996. Participaron los chinchineros Pedro Castillo Hidalgo y Raúl Castillo Abarca, y los organilleros Daniel Cáceres y Manuel Lizana que utilizaron 4 organillos. El equipo a cargo de la ejecución del casete estuvo conformado por Andrés Bonnet y Agustín Ruiz (dirección musical), este último también productor y director artístico, Francisco Moreno y Patricia Zúñiga (diseño y fotografías).
La centenaria tradición de este arte de juglaría fue acumulando con el paso de las primeras décadas del siglo un amplio y variado repertorio popular. A los organillos llegados a comienzos del siglo de Alemania, Francia y Rusia, principalmente por el puerto de Valparaíso, pronto se les modificó sus cilindros originales para también incluir en ellos el registro de las cuecas, tangos, valses, foxtrot y corridos más difundidos en la época, por la radio y el disco.
El fonograma contiene un total de 15 piezas que, en su conjunto, abarcan los géneros principales del repertorio, con la excepción lamentable del tango. Los valses (5) Rosa de sangre, Tres cariños, Tres de la madrugada, Antofagasta, Paloma; los foxtrot (5) Pajarillo, Salteñita, Angela mía, Pájaro carpintero, Aleluya; las cuecas (3) Ciento cincuenta pesos, Ay mhijita, La coquetona; la ranchera mexicana Jalisco y el paso doble San Pedro se divierte, ambas en ritmo de foxtrot.
Sólo el fragmento inicial de cada pieza es presentada por el organillo solo, a manera de introducción a su versión completa con organillo y chinchín (bombo y platillo). Suponemos que, dada la excelente calidad técnica de estas grabaciones, tal fragmentación de los registros de organillo solo de este repertorio es una forma de hacerlo inservible para su uso en aquellos instrumentos que, al tener deteriorado su mecanismo original, se les instala en su reemplazo en la caja interior un reproductor de casetes a batería con música envasada o grabada (organillo con playback). Si bien esta estrategia resulta coherente con la finalidad del proyecto de restaurar los viejos organillos e incentivar la práctica de este arte ambulante, frustra el deseo de los auditores de este excelente álbum de escuchar la versión completa del repertorio seleccionado en los organillos restaurados.
Rodrigo Torres