El comienzo del año en curso trajo consigo la emer gencia de un nuevo virus, el SARS-CoV-2, responsable de la enfermedad COVID-19, que se extendió desde China al resto de Asia, luego Europa y actualmente concentrándose activamente en la región de las Amé ricas. Con cerca de 6 millones de casos reportados en todo el planeta1 y acercándonos a los 100.000 de ellos en nuestro país a fines de mayo2, estamos viviendo po siblemente los momentos más duros y complejos de la pandemia, causada por un virus para el cual no dis ponemos de tratamiento antiviral específico ni vacuna. Frente a esto, los países intentan “modular” en parte la evolución natural del nuevo coronavirus, con mayor o menor éxito, a través de medidas empíricas de aisla miento social, cierres de fronteras, colegios, comercio, cuarentenas extensas y/o dinámicas, que han venido a transformar de manera abrupta nuestros hábitos, formas de relacionarnos y generando un importante impacto sanitario, social, mental, político y económico tanto actual como venidero.
La pandemia del SARS-CoV-2 plantea varias inte rrogantes y desafíos en el ámbito de la pediatría. Primero, hemos aprendido que los niños tienden a tener cuadros clínicos más leves o asintomáticos y no su peran el 3-6% del total de casos reportados3,4. Ha ido emergiendo evidencia científica que apunta a que los niños no tienen un rol protagónico en la transmisión del virus, a diferencia de lo que sabemos para otros virus respiratorios como influenza. Estudios reporta dos desde Islandia, Holanda y Australia5,6,7 muestran resultados de menor frecuencia de infección en niños; en el estudio islandés, que realizó testeo en el 6% de la población del país, se observó un diferencia significa tivamente menor de positividad en niños menores de 10 años versus mayores de 10 años (6,7% vs 13,7%), mientras que estudios holandeses en curso apuntan a que los niños estarían generando poco contagio hacia sujetos adultos. Así mismo, recientemente se ha des crito que los niños menores de 10 años tienen una expresión significativamente más baja de la enzima convertidora de angiotensina 2 (ACE2), el receptor que el SARS-CoV-2 utiliza para su entrada a la célula, en comparación con sujetos mayores de 10 años, donde la expresión de ACE2 va aumentando paulatinamente con la edad8. Esta información podría ayudar a explicar en parte la menor frecuencia de infección observada en niños. Segundo, hemos aprendido que pueden emer ger nuevas presentaciones clínicas, inhabituales pero que requieren alerta, como el síndrome inflamatorio multisistémico en niños, donde el cuadro clínico pue de asemejar una enfermedad de Kawasaki y/o un shock tóxico9. Afortunadamente, se han reportado muy po cos casos y pareciera estar asociado a una condición más bien inmunológica post-infecciosa. Tercero, em pezamos a ver con preocupación una caída en las co berturas de vacunas de los Programas de Inmunización de los países de nuestra región10. Ante esto, tenemos la responsabilidad de cautelar y promover la vacuna ción de los niños en época de pandemia, asegurando acceso, medidas de protección y continuidades de los programas, de manera de evitar la aparición de brotes de enfermedades prevenibles por vacunas (como sa rampión o meningococo), así como del deterioro de enfermedades crónicas por un control de salud insu ficiente. Por último, los efectos en el mediano y largo plazo de la pandemia nos pueden enfrentar a nuevos escenarios socioeconómicos, con aumento en las cifras de desempleo y pobreza que pueden generar cambios epidemiológicos en la niñez, con reemergencia de tras tornos nutricionales, de salud mental y un potencial aumento de enfermedades infectocontagiosas respira torias y digestivas.
Es clave estar a la altura de este desafío, combinan do los aportes de los sectores clínico-asistenciales, las sociedades científicas, el mundo académico, social y político; en definitiva, donde todos los componentes de la sociedad, desde el cumplimiento de las medidas de prevención y mitigación por cada individuo, hasta el actuar colectivo, deberán estar alineados y centrados en las soluciones más que en la denuncia de proble mas, para lograr el mejor resultado posible. Los países, incluyendo el nuestro, serán capaces de ir superando la situación actual, unos antes que otros, con mayor o menor grado de éxito (que podría definirse como quie nes logren la menor tasa de mortalidad con el menor impacto social). Esto, en espera de una próxima vacu na para COVID-19, algunas de las cuales, en un desa rrollo hiperacelerado sin precedentes, se encuentran actualmente en fase 2 a 3.
Sin dudas, las vivencias asociadas a esta pandemia, única en nuestras vidas, deberán ser aprovechadas por toda la comunidad para reflexionar sobre las necesarias mejoras en diversos ámbitos de la vida nacional, desde lo sanitario a lo humano, pasando por lo político y so cial. El Chile post pandemia podrá ser un peor, o como esperamos, un mejor país, lo que dependerá de cada uno de nosotros.
Conflictos de interés: Los autores declaran no tener conflictos de interés.