Sr. Editor:
Como es sabido, Chile está experimentando el envejecimiento de su población y como consecuencia un aumento en la prevalencia de enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) que actualmente representan la principal carga de enfermedad y muerte a nivel nacional. Las ECNT y la pluripatología dominan los requerimientos de cuidados, y se distribuyen diferencialmente afectando en mayor proporción a los grupos de población con menor escolaridad1.
En Chile, con el objetivo de ampliar la cobertura en salud para los pacientes crónicos, la atención primaria ha asumido programas más complejos y con ello, también se ha incrementado el presupuesto para infraestructura y servicios. Las actividades asistenciales que tradicionalmente se han ofertado en los establecimientos del nivel primario, corresponden principal-mente a consultas y controles individuales, realizados por diferentes profesionales, en general enfocados en fomentar en la persona enferma y/o de mayor riesgo y su ambiente familiar más cercano, cambios en los hábitos alimentarios, de actividad física, de consumo de alcohol y tabaco, y en la adherencia a la terapia farmacológica, entre otros. En menor grado se implementan actividades grupales del tipo talleres o educaciones de grupo, o actividades en domicilio, sugeridas por el propio Ministerio de Salud2.
Las actividades grupales de prevención, principalmente centradas en educación han demostrado ser más eficientes y costo-efectivas que las actividades individuales, sin embargo, sus resultados inmediatos y a mediano y largo plazo han sido poco evaluados en Chile.
La experiencia de otros países en el abordaje de los procesos crónicos, muestra una tendencia a explorar alternativas terapéuticas que logren incidir en la baja adherencia a la terapia farmacológica (la que habitualmente incluye varios fármacos) o a la dificultad de modificar conductas y mejorar parámetros como las cifras tensionales o resultados de laboratorio como Hemoglobina glicosilada. Entre estas alternativas se encuentran las actividades de fomento del autocuidado y autonomía de decisiones, a través de estrategias como el “paciente experto”, las “escuelas de pacientes” u otras similares que incluyen la interacción entre pares, en que son las propias personas quienes asumen el liderazgo sobre el manejo de su proceso clínico, con mayor o menor acompañamiento del personal sanitario3.
Una reciente revisión sistemática4 que compara resultados entre intervenciones grupales e intervenciones individuales habituales en pacientes con diabetes mellitus tipo II, muestra que las intervenciones grupales fueron más efectivas que los cuidados habituales, en mejorar parámetros clínicos, de estilos de vida y psicosociales. Otros estudios del entorno latinoamericano muestran resultados similares, en el sentido de una mayor efectividad de las intervenciones grupales en el control glicémico5 y un mejor conocimiento y manejo del estrés relacionado con la enfermedad6.
En el contexto chileno, conocemos de algunas experiencias innovadoras desarrolladas en el entorno de la atención primaria, que han explorado alternativas de acompañamiento a personas con procesos crónicos mediante estrategias de educación y control grupales, pero es escaso el conocimiento acumulado que ha sido sistematizado y difundido en relación con los resultados de estas experiencias.
Pensamos que constituye un desafío para los equipos de atención primaria y para la institucionalidad de salud pública en general, incluido el mundo académico, la evaluación de los distintos tipos de intervenciones, y específicamente diseñar e implementar, con base en la experiencia acumulada, intervenciones que muestren mejores logros en adherencia y resultados clínicos y conductuales, junto con la ampliación de las intervenciones de salud pública que abordan condicionantes estructurales de la patología crónica en la población.