1. Introducción
El aumento en la cobertura de la Educación Superior en Chile ha significado un cambio en el contexto educativo, posicionando al rendimiento académico y los factores asociados a este, como objetos de creciente interés para la investigación educativa y psicológica. En tal sentido, algunas investigaciones en el área asocian negativamente la procrastinación académica con el rendimiento académico (Hussain & Sultan, 2010; Kim & Seo, 2015) y concluyen que afecta el bienestar emocional de los estudiantes incidiendo en la aparición o desarrollo de estados de ansiedad y depresión (Spada, Nikčević, Moneta & Ireson, 2006), en tanto que su disminución influye positivamente en el compromiso académico (Zepke, 2014).
Mientras que la procrastinación en los estudiantes consiste en posponer, postergar o aplazar las actividades necesarias para el éxito educativo, el compromiso estudiantil corresponde al involucramiento de los estudiantes con su proceso formativo (Kuh, Cruce, Shoup, Kinzie & Gonyea, 2008), resultando ser fenómenos de expresión opuesta o inversa, pero no excluyentes entre sí. De allí que el compromiso académico se exprese en acciones concretas de los estudiantes, formales o extraprogramáticas, en un tiempo y espacio delimitados (Aspeé, González & Cavieres-Fernández, 2018), en tanto, la procrastinación tiene lugar, justamente, al dejar de realizar dichas actividades.
Las investigaciones señalan que la manifestación del compromiso estudiantil se ve influenciada tanto por factores personales como por el entorno familiar, la situación económica y la trayectoria vital de los estudiantes (Lester, Brown-Leonard & Mathias, 2013), así como por factores del contexto de estudio (Kahu & Nelson, 2017; Zepke, 2014) y, en especial, por las pautas transaccionales de la cultura educativa de la que se forma parte (Brint, Cantwell & Hanneman, 2008; Carey, 2016).
Asimismo, el compromiso estudiantil en educación superior tiene diferentes orientaciones que varían desde desempeñarse académicamente hasta formarse para transformar la sociedad, sin embargo, es la orientación asociada con el rendimiento académico la más estudiada (Aspeé, González & Cavieres-Fernández, 2019), aunque existen investigaciones que iluminan respecto de la relación entre el componente ciudadano del compromiso de los estudiantes y el rendimiento académico, en una especie de agencia compleja (Aspeé, Cavieres-Fernández & González, 2018; Aspeé et al., 2018). Y, de hecho, es un fenómeno que afecta a una variedad de variables relacionadas, como el progreso académico, la retención o el abandono en la educación superior, especialmente en los primeros años de capacitación, debido a su multidimensionalidad, con áreas individuales y colectivas en covariación (Korhonen, Mattsson, Inkinen & Toom, 2019). Así las cosas, el compromiso estudiantil es un fenómeno polisémico, expresado en la agencia de los estudiantes que se involucran durante sus estudios en una amplia gama de actividades (Kahn, 2017; Zepke, 2017).
En cuanto a la procrastinación, durante un poco más de una década, varios estudios han investigado dicho fenómeno desde una perspectiva metacognitiva (Fernie, Kopar, Fisher & Spada, 2018; Fernie & Spada, 2008) desde la cual se ha comprendido como un tipo de fallo de autorregulación en la gestión del tiempo (Garzón & Gil, 2017; Howell, Watson, Powell & Buro, 2006; Steel, 2007) y se ha diferenciado de la simple dilación, identificándola como una postergación poco razonable e innecesaria de una tarea, a pesar de estar consciente de su prioridad para el logro del éxito académico.
Del metaanálisis de 691 estudios referidos a la procrastinación, Steel (2007) concluye que los predictores fuertes y consistentes de la procrastinación fueron la aversión a las tareas, el retraso de las tareas, fallas en la autoeficacia y la impulsividad, así como la distracción, dificultades de organización y motivación al logro, todos factores de evidencia psicológica. De esta manera, la procrastinación resulta ser una compleja interacción de componentes afectivos, cognitivos y conductuales, tal como sus manifestaciones (González-Brignardello & Sánchez-Elvira-Paniagua, 2013), y en su expresión académica da cuenta de un patrón autorregulatorio deficiente en pos de las metas de aprendizaje (Garzón & Gil, 2017). De hecho, según Abdollahi, Maleki, Panahipour y Allen (2020), la procrastinación académica es un fenómeno común en los estudiantes, que puede tener un impacto negativo en el aprendizaje efectivo, el rendimiento académico, la autoestima y la calidad de vida.
Al igual que el compromiso estudiantil, la procrastinación está asociada a la deserción universitaria, pero en sentido inverso. Esto, pues mayores grados de procrastinación se asocian a mayor riesgo de deserción (Garzón & Gil, 2017), mientras que mayores grados de compromiso se asocian a menor riesgo de deserción (Díaz, 2008; Kahu & Nelson, 2017; Pineda-Báez et al., 2014; Tinto, 2006). De hecho, ambos fenómenos son parte de las variables de corte personal asociadas a la deserción, pero claramente en direcciones opuestas. Lo mismo ocurre para el caso del rendimiento académico, donde la procrastinación lo afecta negativamente (Rozental & Carlbring, 2014), al tiempo que el compromiso lo hace positivamente (Carini, Kuh & Klein, 2006; Greene, Marti & McClenney, 2008; Nora, Crisp & Matthews, 2011).
El estudio de Merhi, Sánchez-Elvira-Paniagua y Palací (2018) buscó determinar el papel que desempeñan diferentes variables académicas en la predicción del compromiso y el agotamiento/burnout académico. Estos autores logran analizar un constructo en el que se encuentra, junto con otras, la variable de procrastinación, y aporta en la determinación de la relación entre compromiso y agotamiento académico. El desgaste académico se predijo principalmente por la percepción de las exigencias académicas y la procrastinación, e inversamente por el compromiso. Estos resultados evidencian que las variables de interés para este estudio están relacionadas a nivel predictivo, aunque actúan en interacción con otras variables personales como la eficacia. Sus resultados confirman las hipótesis de que diferentes variables predicen el compromiso y el agotamiento académico, principalmente la percepción de los recursos personales o las demandas académicas.
Por su parte, un reciente estudio español escudriñó las posibilidades de reducción de la procrastinación académica en estudiantes universitarios, junto con los cambios producidos en el autoconcepto académico y elementos motivacionales, demostrando que fomentar terapias de adaptación y de compromiso reducen la manifestación de conductas de procrastinación académica y sus negativas consecuencias (López-López, Pérez, Gutiérrez, Pompa & Fernández, 2020). Ahora bien, esto no quiere decir que compromiso estudiantil y procrastinación sean la manifestación contrapuesta del mismo fenómeno. Lo que se intenta indicar es que son fenómenos que, por algún motivo aún en investigación, se manifiestan de manera inversa y, por ende, existe una relación poco explorada.
Esta relación es evidente incluso cuando se estudia mediante una tercera variable. Por ejemplo, Closson y Boutilier (2017) analizaron la relación entre el perfeccionismo académico de estudiantes destacados, en el nivel de pregrado, y sus niveles de procrastinación y de compromiso, concluyendo que el perfeccionismo predijo el compromiso académico y la procrastinación. A grandes rasgos, quien presentaba mayores niveles de compromiso a su vez presentaba menores niveles de procrastinación. Y si bien ello no fue el centro del estudio, sí muestra que dichos fenómenos están vinculados.
A pesar de estar relacionados, no resulta abundante la bibliografía que profundiza en la correspondencia entre compromiso estudiantil y procrastinación y su reciprocidad con variables contextuales. Esto puede deberse a que el fenómeno de la procrastinación ha sido fundamentalmente estudiado desde perspectivas psicológicas (ver Hernández & Camargo, 2017) y solo parcialmente por enfoques educativos que se preocupan, principalmente, por el rol de la metacognición (autorregulación), lo que ha hecho que la comunicación del conocimiento producido en dicha área se socialice en revistas de especialidad psicológica. Esto, pese a que la procrastinación es un fenómeno complejo (Garzón & Gil, 2017), al igual que el compromiso estudiantil, y que incluye múltiples elementos personales y situacionales.
En este contexto, resulta relevante evidenciar la relación funcional mediante un modelo estadístico de dependencia entre procrastinación y compromiso estudiantil, como punto de partida para un diálogo más fructífero, de manera de conocer el real alcance de su reciprocidad. En tal sentido, González-Brignardello y Sánchez-Elvira-Paniagua (2013) indican que el grado de procrastinación académica es inverso al grado de compromiso estudiantil evidenciado. Como señalan estos autores, los efectos de uno se ven reducidos con la presencia del otro. Sin embargo, en rangos medios, la procrastinación ejerce un mayor efecto que el compromiso estudiantil. Por su parte, Aspeé, González y Cavieres-Fernández (2018) confeccionaron un índice de compromiso estudiantil que mide grados de compromiso y orientaciones predominantes de este, indicando que, como expresión compleja, existe una base fuerte de compromiso orientado a lo académico. En consecuencia, teniendo presente dichas premisas, a continuación, se propone un modelo relacional estadístico entre procrastinación académica y compromiso estudiantil académico que es aplicado y probado en una muestra de 412 estudiantes de educación superior, cuyos resultados se analizan y discuten.
2. Metodología
2.1. Modelación
La investigación fue no-experimental, de tipo cuantitativa, de corte transversal con alcance descriptivo y correlacional.
Este trabajo presenta una modelación de la procrastinación académica aplicada a un caso real, haciendo uso de los hallazgos de González-Brignardello y Sánchez-Elvira-Paniagua (2013) respecto de la interacción entre la procrastinación y el compromiso estudiantil, y de los hallazgos de Aspeé, González y Cavieres-Fernández (2018) respecto del índice de compromiso estudiantil formulado por los mismos.
Aspeé, González y Cavieres-Fernández (2018) construyeron un Índice de Compromiso Estudiantil (I CE ) en educación superior que es capaz de medir el grado del compromiso y la orientación predominante, que puede ser académica, personal-integral, ciudadana o compleja, entre otros aspectos. Desde dicho índice se construyó un Índice de Procrastinación (I Pr ), como contrapunto del grado de orientación académica del compromiso estudiantil.
El modelo relacional se expresa en un polinomio que permite cuantificar el nivel de procrastinación ( I Pr ) en función del compromiso estudiantil (I
CE
) La forma funcional de este polinomio es: donde (I
CE
) representa el índice de compromiso en su orientación académica.
La forma gráfica de esta relación se presenta en la Figura 1.

Fuente: Elaboración propia.
Figura 1 Modelo de relación funcional entre compromiso y procrastinación
Se observa que la representación gráfica no es lineal, evidenciando una curvatura en su centro, permitiendo así modelar, en rangos medios, el mayor efecto de la procrastinación en el compromiso estudiantil.
El modelo relacional que se propone tiene la particularidad de generar un isomorfismo entre la procrastinación y el compromiso estudiantil, por tanto, las categorías generadas para el compromiso estudiantil permiten la identificación de nuevas categorías en la procrastinación. Las categorías establecidas para el nivel de procrastinación son las siguientes:
Si I Pr ∈ [0,0;0,3] procrastinación muy baja.
Si I Pr ∈ [0,3;0,6] procrastinación baja.
Si I Pr ∈ [0,6;0,8] procrastinación media.
Si I Pr ∈ [0,8;0,9] procrastinación alta.
Si I Pr ∈ [0,9;1,0] procrastinación muy alta.
Es importante indicar que el tamaño de las clases o intervalos de categorías son diferentes a los establecidos para el compromiso estudiantil, este aspecto es consecuencia de la no linealidad del modelo estadístico. Asimismo, el origen de este polinomio se debe a la relación parabólica entre nivel de procrastinación y el compromiso académico, y los coeficientes son el resultado de la posición de la parábola (coeficientes negativos) y regresión.
2.2. Caso de aplicación
El índice de procrastinación se aplicó en una muestra de 412 estudiantes de una universidad regional y estatal de Chile que habían sido sometidos a una evaluación previa del grado de compromiso estudiantil. Al conocer su 𝐼 𝐶𝐸 se derivó el 𝐼 𝑃𝑟 . Es decir, conociendo su nivel de compromiso se derivó su nivel de procrastinación.
Esta muestra había sido seleccionada de manera probabilística durante el primer semestre del año 2017, proporcional al tamaño de la facultad y al año de ingreso a la institución, con un nivel de confianza del 95% y error de estimación del ±5%.
3. Resultados
La Tabla 1 indica que existe un índice promedio de procrastinación de un 0,4665, es decir, en nivel bajo. De hecho, la mayor parte de los estudiantes analizados se encuentra en el rango bajo de procrastinación (un 49,03% de los casos), lo que, sumado a los estudiantes con un nivel muy bajo de procrastinación, alcanza un 71,60% de la muestra. Sin embargo, un 7,04% de los estudiantes presenta niveles altos y muy altos de procrastinación académica. Por su parte, el grupo de estudiantes con niveles altos y muy altos de procrastinación es más homogéneo que el grupo de estudiantes con niveles medios, bajos y muy bajos de procrastinación.
Tabla 1 Frecuencias y resúmenes estadísticos de niveles de procrastinación general
Nivel de procrastinación | Media | Desviación estándar | n | % |
---|---|---|---|---|
Muy bajo | 0,1759 | 0,0909 | 93 | 22,57 |
Bajo | 0,4552 | 0,0710 | 202 | 49,03 |
Medio | 0,6690 | 0,0543 | 88 | 21,36 |
Alto | 0,8473 | 0,0286 | 23 | 5,58 |
Muy alto | 0,9179 | 0,0140 | 6 | 1,46 |
Total | 0,4665 | 0,2098 | 412 | 100,00% |
Fuente: Elaboración propia.
Consecuentemente con el modelo propuesto, a medida que se avanza en el nivel del compromiso estudiantil merma el nivel de procrastinación. No obstante, los niveles altos y muy altos de compromiso concentran el 76,45% de los casos (ver Tabla 2), muy distante del 7,04% de concentración de procrastinación en niveles alto y muy alto. Por su parte, el 21,36% de los estudiantes de la muestra evidencia niveles medios de procrastinación, mientras que el 16,99% de los mismos estudiantes evidencia niveles medios de compromiso (ver Tabla 2).
Tabla 2 Niveles de procrastinación y compromiso
Nivel de procrastinación | Nivel de compromiso (dimensión académica) | ||||
---|---|---|---|---|---|
Bajo | Medio | Alto | Muy alto | Total | |
Muy baja | 93 | 93 | |||
Baja | 184 | 18 | 202 | ||
Media | 68 | 20 | 88 | ||
Alta | 21 | 2 | 23 | ||
Muy alta | 6 | 6 | |||
Total | 27 | 70 | 204 | 111 | 412 |
Fuente: Elaboración propia.
La Figura 2 expone estas diferencias entre procrastinación y compromiso de manera más elocuente, presentando los niveles de procrastinación y de compromiso de manera independiente. En ella se observa que cuando existe una mayor concentración de casos con altos niveles de compromiso, a su vez se presenta una menor concentración de casos con altos niveles de procrastinación.
Como se observa en la Tabla 3, hombres y mujeres presentan un nivel de procrastinación similar (bajo), pero con una asimetría negativa, por tanto, con tendencia a valores más altos que sus promedios. Asimismo, los estudiantes egresados de establecimientos educacionales privados presentan un índice de procrastinación menor que sus pares egresados de establecimientos municipales y particulares con subvención estatal. De hecho, su homogeneidad es mayor, aunque su asimetría también es negativa. Por su parte, son los estudiantes con padre o tutor con estudios básicos incompletos los que presentan un menor índice de procrastinación académica, siendo mayor en aquellos estudiantes con padres que alcanzaron como máximo la enseñanza media incompleta.
La Tabla 3 también nos indica que los estudiantes calificados dentro del primer quintil de ingreso per cápita tienen un mayor índice de procrastinación y que, al contrario, los estudiantes calificados dentro del quintil 4 son los que presentan el menor índice, siendo al mismo tiempo el grupo más homogéneo. Se aprecia a nivel descriptivo que el índice de procrastinación mengua en función de la experiencia académica acumulada, pero que se hace más evidente a contar del tercer año de estudio, es decir, los estudiantes de cursos superiores tienden a procrastinar en menor medida en comparación a los estudiantes de primer o segundo año, pero esto, por lo pronto, solo se evidencia desde el punto de vista descriptivo. Otro dato interesante de la Tabla 3 es que los estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Educación (FCE) presentan un mayor índice de procrastinación que sus pares de otras facultades, y que, a su vez, son los estudiantes de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas (FCNE) los que presentan un menor índice de procrastinación. Finalmente, la experiencia laboral parece jugar a favor de menores índices de procrastinación, ya que quienes trabajaron antes de ingresar a la educación superior y quienes trabajan y estudian en paralelo, presentan menor procrastinación que quienes no trabajaron antes de ingresar a la educación superior y/o solo estudian en la actualidad.
Tabla 3 Índice de procrastinación (media de puntaje), según variables analizadas
Variable | Valor | Media | Desviación estándar | N |
---|---|---|---|---|
Sexo | Hombre | 0,4740 | 0,2051 | 114 |
Mujer | 0,4636 | 0,2119 | 298 | |
Tipo de establecimiento de origen | T1: establecimiento municipal | 0,4725 | 0,2202 | 124 |
T2: establecimiento particular subvencionado | 0,4679 | 0,2054 | 272 | |
T3: establecimiento particular, sin subvención | 0,3961 | 0,2014 | 16 | |
Nivel educativo máximo de padre o tutores | N1: enseñanza básica incompleta | 0,4067 | 0,2489 | 15 |
N2: enseñanza básica completa | 0,4178 | 0,1823 | 17 | |
N3: enseñanza media incompleta | 0,5240 | 0,2134 | 38 | |
N4: enseñanza media completa | 0,4705 | 0,2097 | 156 | |
N5: enseñanza superior incompleta | 0,4587 | 0,1898 | 43 | |
N6: enseñanza superior completa | 0,4673 | 0,2230 | 122 | |
N7: con estudios de postgrado y postítulo incompletos o completos | 0,4253 | 0,1425 | 21 | |
Quintil de ingreso per cápita | Quintil 1 | 0,4883 | 0,2092 | 85 |
Quintil 2 | 0,4691 | 0,2157 | 128 | |
Quintil 3 | 0,4821 | 0,2079 | 94 | |
Quintil 4 | 0,3889 | 0,1875 | 38 | |
Quintil 5 | 0,4212 | 0,1882 | 21 | |
Año de ingreso a la institución | 5 años o más de estudios | 0,4462 | 0,1905 | 79 |
4 años de estudios | 0,4597 | 0,2058 | 72 | |
3 años de estudios | 0,4493 | 0,1929 | 69 | |
2 años de estudios | 0,4849 | 0,2151 | 91 | |
1 año de estudios | 0,4822 | 0,2335 | 101 | |
Facultad de estudios | FA: Facultad de Artes | 0,4810 | 0,1870 | 50 |
FCE: Facultad de Ciencias de la Educación | 0,5180 | 0,2000 | 39 | |
FCFD: Facultad de Ciencias Físicas y del Deporte | 0,4228 | 0,1902 | 34 | |
FCNE: Facultad de Ciencias Naturales y Exactas | 0,4014 | 0,2109 | 34 | |
FCS: Facultad de Ciencias de la Salud | 0,4940 | 0,2347 | 103 | |
FCSO: Facultad de Ciencias Sociales | 0,4535 | 0,1985 | 47 | |
FH: Facultad de Humanidades | 0,4654 | 0,2059 | 73 | |
FI: Facultad de Ingeniería | 0,4294 | 0,2016 | 32 | |
Trabajó antes de estudiar | NO | 0,4729 | 0,2116 | 178 |
SÍ | 0,4615 | 0,2088 | 234 | |
Trabaja y estudia | NO | 0,4719 | 0,2097 | 259 |
SÍ | 0,4572 | 0,2104 | 153 |
Fuente: Elaboración propia.
Los resultados de la Tabla 3 llevan a la necesidad de pruebas inferenciales, de manera de establecer si estas diferencias se deben al azar o a una relación de causa-efecto. En tal sentido, la comparación de medidas de localización indica que ninguna diferencia detallada anteriormente resulta significativa (ver Tabla 4), lo que expresa que ninguna variable de las analizadas -ni personales, ni de origen, ni institucionales, ni de experiencia académica- tiene efectos en el nivel de procrastinación observada (α 0,05).
Tabla 4 Comparación inferencial de medidas de localización de I Pr según variables
Variable | Comparación de medidas de localización (𝐈 𝐏𝐫 )) | |
---|---|---|
Vía paramétrica (sobre media) | Vía no paramétrica (sobre mediana) | |
Sexo | t = 0,45991; df = 210,69; p-value = 0,6461 | W = 17501; p-value = 0,6336 |
Tipo de establecimiento de origen | F = 0,957; p-value = 0,385 | Kruskal-Wallis chi-squared = 1,3949; df = 2; p-value = 0,4979 |
Nivel educativo máximo de padres o tutores | F = 0,986; p-value = 0,434 | Kruskal-Wallis chi-squared = 7,0754; df = 6; p-value = 0,3139 |
Quintil de ingreso per cápita | F = 1,941; p-value = 0,103 | Kruskal-Wallis chi-squared = 8,695; df = 4; p-value = 0,06919 |
Años en la institución | F = 0,634; p-value = 0,639 | Kruskal-Wallis chi-squared = 3,2255; df = 4; p-value = 0,5208 |
Facultad de estudios | F = 1,482; p-value = 0,172 | Kruskal-Wallis chi-squared = 11,223; df = 7; p-value = 0,1292 |
Trabajó antes de estudiar | t = 0,54618; df = 378,48; p-value = 0,5853 | Kruskal-Wallis chi-squared = 0,4939; df = 1; p-value = 0,4822 |
Trabaja y estudia | t = 0,68968; df = 318,24; p-value = 0,4909 | W = 20922; p-value = 0,3417 |
Fuente: Elaboración propia.
4. Discusión
De lo evidenciado es posible señalar que hombres y mujeres tienen similar nivel de procrastinación, lo mismo que estudiantes con o sin experiencia laboral, sin diferencia entre facultad de estudios y experiencia académica (año de carrera), ni estratos socioeconómicos. Esto, en primer lugar, representa un comportamiento diferente respecto del compromiso estudiantil, el que, en función del índice de Aspeé, González y Cavieres-Fernández (2018), se altera según facultad de estudios, que se cataloga como un factor de contexto. Así, la procrastinación se muestra como refractaria a esta condicionante, lo que es igual a indicar que los factores de contexto no alteran los niveles de procrastinación manifestados.
Estos resultados también refutan los hallazgos de Codina, Valenzuela, Pestana y Gonzalez-Conde (2018), quienes resaltan las influencias contextuales en la manifestación de la procrastinación en los estudiantes, situación que no se representa en la presente investigación, si bien dichos autores visualizan esta influencia en las prácticas de enseñanza (en el aula) y no necesariamente en la cultura educativa de la que se forme parte, como sí ocurre en el caso del compromiso estudiantil (Brint et al., 2008). Es decir, mientras que Aspeé, González y Cavieres-Fernández (2018) indican que el contexto educativo influye en el compromiso y Codina et al. (2018) que dicho contexto y sus prácticas influyen en la procrastinación, los resultados de esta investigación no acompañan dichas conclusiones, haciendo ver a la procrastinación como independiente del contexto educativo. Pero ¿será independiente de la cultura educativa de dicho contexto? Ello debe ser analizado en futuros estudios.
Teniendo en mente lo anterior, es posible que las variables psicológicas, no analizadas en este estudio, sean la variable clave en la procrastinación tal como ya lo advirtió Steel (2007), asociando la procrastinación con factores volitivos, misma conclusión a la que llegan Schödl, Raz y Kluger (2018). De hecho, es consistente con lo establecido por Closson y Boutilier (2017), quienes asocian, en una relación inversa, a la procrastinación con la autoperfección (perfeccionismo maladaptativo) y en una relación directa a la misma con el compromiso académico. No obstante, esto fomentaría su estudio por dicha vertiente, aunque la separaría de su expresión académica, o al menos la limitaría a una expresión de la procrastinación y no a un tipo de procrastinación propiamente tal.
Sin embargo, pensar exclusivamente en factores volitivos, que finalmente son personales, es en cierto grado desconocer o minimizar la responsabilidad que la institución tiene en la manifestación de este fenómeno. Es más, las investigaciones respecto al compromiso indican que mayores grados de compromiso favorecen la permanencia de los estudiantes en sus estudios superiores, especialmente por medio de la integración social y académica que potencia, integración que se acrecienta por las experiencias educativas que pudiesen ofrecer las universidades (Aspeé, González y Cavieres-Fernández, 2018; Brint et al., 2008; Díaz, 2008). Esto es especialmente sensible en un contexto de masificación de la educación superior, donde el ingreso de estudiantes de estratos socioeconómicos más vulnerables hace necesario que las instituciones de educación superior aborden las dificultades académicas iniciales con las que ingresan los mismos (Carreño, Micin & Urzua, 2016; Micin, Farías, Carreño & Urzúa, 2018). Por ello, si lo anterior es cierto para el caso del compromiso, es probable que lo sea para la procrastinación, aun cuando no se haya detectado el factor institucional clave para su variabilidad.
Ahora bien, estos resultados pueden estar limitados justamente a la relación funcional establecida, sin embargo, dicha relación es consistente con lo evidenciado por González-Brignardello y Sánchez-Elvira-Paniagua (2013), por lo cual es plausible que la procrastinación, siendo una variable de contrapeso del compromiso estudiantil, no se afecte de la misma manera por los factores de origen de los estudiantes, ni por los factores de contexto, tal como lo mostraron los resultados de la presente investigación. Las conclusiones del estudio de Merhi et al. (2018) evidencian que, aunque el compromiso y el agotamiento académico (en su caso) demuestran estar relacionados inversamente, no son estrictamente antagónicos. Esto muestra que la interacción de este constructo de variables no actúa de manera reversible exactamente. Ello, guardando las diferencias, posibilita la comprensión de que en este estudio las variables institucionales no inciden de manera inversa en el aumento de la procrastinación, aunque sí en el compromiso. Por lo tanto, es recomendable que estudios posteriores aborden mejor este constructo y sus predictores. Como se indicó en un principio, estos fenómenos no son caras opuesta del mismo fenómeno, pero sí se manifiestan de manera inversa y, por ende, existe una relación poco explorada.
No obstante, un estudio de control que indague propiamente la manifestación de la procrastinación en conjunto con el compromiso estudiantil debe ser la vía para zanjar las posibles dudas que surgen de este estudio. En consecuencia, con base a los resultados de la presente investigación, dicho futuro estudio pudiera dar mayores luces respecto de cuáles son los factores con mayor peso en la manifestación de la procrastinación, si institucionales o personales, o una mezcla de ambos, y si comprueban que la relación funcional propuesta entre estos dos fenómenos (compromiso y procrastinación) se replica en la misma proporción y dirección indicada. El desafío queda abierto.
5. Conclusiones
La relación funcional propuesta entre procrastinación y compromiso estudiantil no es lineal. Si bien se entiende que se manifiestan de manera inversa, su fuerza no se experimenta de la misma forma. Así, la procrastinación ejerce mayor peso que el compromiso en grados medios. Sin embargo, la alta presencia de uno es la merma del otro, por lo que se deben fomentar mayores grados de compromiso estudiantil, lo que consecuentemente disminuirá la procrastinación académica, mejorando la experiencia educativa y sus logros.
Puesto que ninguna variable analizada resultó significativa en la modificación del grado de procrastinación académica, se deben efectuar mayores análisis. Así, resulta interesante aplicar este modelo en otra institución de educación superior de manera de confirmar si dicha independencia se replica. O, en un tenor similar, proponer una nueva relación entre procrastinación y compromiso estudiantil, especialmente en sus condicionantes psicológicas, no analizadas en el presente trabajo. Pero sin descuidar los factores institucionales.