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Revista musical chilena
versión impresa ISSN 0716-2790
Rev. music. chil. v.62 n.209 Santiago jun. 2008
http://dx.doi.org/10.4067/S0716-27902008000100001
Revista Musical Chilena, Año LXII, Enero-Junio, 2008, N° 209, pp. 5-27 ESTUDIOS
Zamacueca a toda orquesta Música popular, espectáculo público y orden republicano en Chile (1820-1860)1. The Zamacueca a Tutti Popular Music, Public Representation and Republican Order in Chile (1820-1860)
por Rodrigo Torres Alvarado Facultad de Artes, Universidad de Chile En el proceso que da lugar a la construcción de la república, la sociedad chilena experimenta una fuerte mutación cultural cuyo núcleo estructurador es el estatuto de la modernidad, asociado a las ideas de estado, nación y ciudadanía. En este artículo se explora esta perspectiva de transformación modernizadora desde el ámbito de la música, considerando específicamente la experiencia de la zamacueca en la primera mitad del siglo XIX. Este género de baile y música mestiza se vinculará indisolublemente con la construcción de símbolos nacionales de fuerte poder identitario; la consolidación y expansión de un sistema artístico moderno, urbano e intermedial, cuyo eje principal es el espectáculo teatral, asociado a la creación de un público masivo, y el desarrollo moderno de músicas y bailes populares locales, articulado con una incipiente industria cultural. Palabras claves: Zamacueca, música popular, espectáculo público, orden republicano. During the process ofthe creation ofthe Republican system in Chile, the Chilean society went through a strong cultural change. The structural core ofthis change is the notion ofmodernity, as it relates to the ideas ofstate, nation and citizenship. This article deals with this modernizing transformation from the standpoint of music, focusing speciflcally on the histórica! making ofthe zamacueca, a mestizo genre combining dance and music. The zamacueca is inextricable bound with the creation of nacional symbols closely identified with the nation, as well as with the establishment and expansión ofa modern artistic system, which was both urban and intermedíate. The main basis ofthis system is the theatrical representation associated with the creation of massive audiences, and with the modern development of local repertoires ofboth music and dances, linked with an incipient cultural industry Key words: zamacueca, popular music, public representation, republican order, nineteenth century, Chile.
1. INTRODUCCIÓN En el proceso que da lugar a la construcción de la república, la sociedad chilena experimenta una fuerte mutación cultural cuyo núcleo estructurador es el estatuto de la modernidad, asociado a las ideas de estado, nación y ciudadanía. Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XIX persiste hegemónica una visión -fuertemente jerárquica- de la sociedad y la cultura estructurada en estamentos separados y en relación de fuerte predominio de uno respecto al otro, situación que demarca un eje de continuidad del período colonial proyectado en la sociedad decimonónica. Así, desde una visión maniquea, el estamento ilustrado representará ahora el polo civilizador y los otros grupos -mestizos, indígenas, aquí referidos genéricamente como mundo popular el retraso y la barbarie, para usar nociones por entonces en boga2. El historiador Eric Hobsbawm considera necesario para el análisis de las naciones y los fenómenos asociados con ellas tener presente su calidad de "fenómenos duales"; es decir, fenómenos "construidos esencialmente desde arriba, pero que no pueden entenderse a menos que se analicen también desde abajo, esto es, en términos de los supuestos, las esperanzas, las necesidades, los anhelos y los intereses de las personas normales y corrientes, que no son necesariamente nacionales y menos todavía nacionalistas"3. Frente a la evidente dificultad de conocer y documentar una tal 'visión desde abajo', nos parece que en el caso chileno la zamacueca es una fuente histórica importantísima, en la medida que la vida social de este género, desde las décadas de 1820 a la de 1850, registró sensiblemente tanto la visión desde arriba como la de abajo. La presencia transversal de la zamacueca en toda la trama social "el único punto de contacto de todas las clases de la sociedad" afirma Sarmiento en 18424; como elemento aglutinador y diferenciador a la vez, le otorga la calidad de potente revelador social de cambios, fricciones y conflictos centrales de aquella época de transformación modernizadora de la sociedad chilena. En este trabajo intentamos explorar esta perspectiva considerando la antedicha mutación cultural modernizadora, desde el ámbito de experiencia histórica de la zamacueca, baile y música mestiza asociada indisolublemente a: 1) la construcción de símbolos nacionales de fuerte poder identitario; 2) la consolidación y expansión de un sistema artístico moderno, urbano e intermedial5, cuyo eje principal es el espectáculo teatral, asociado a la creación de un público masivo y 3) el desarrollo moderno de músicas y bailes populares locales, articulado con una incipiente industria cultural. La práctica social de la zamacueca sería entonces un indicador del 'estado de modernidad' local y sus problemas. Más que solo una actividad unificadora de y entre los grupos y clases sociales, la zamacueca es también el lugar de la diferenciación, manifiesta como desconocimiento, menosprecio o fricción de estilos y comportamientos culturales, burgueses y populares, que en su espacio confluyen. Para abordar este amplio tema consideramos la experiencia histórica de la zamacueca en una doble serie, paralela y complementaria: la zamacueca en la chingana y la zamacueca en el teatro; poniendo énfasis en la proyección y reelaboración del género en este último espacio. 2. LA ZAMACUECA EN LA CHINGANA Como aproximación a una definición de la chingana, se puede mencionar la descripción que el viajero francés Alcide D'Orbigny entrega de las chinganas ubicadas en el barrio de El Almendral en Valparaíso, en el año 18306.
Durante la primera mitad del siglo, la chingana, como epicentro de la fiesta popular, alcanzó un alto número, en Valparaíso, en Santiago y en otras ciudades del país. De acuerdo a El Ferrocarril, existían en Santiago más de cuarenta chinganas, que abrían los domingos y lunes de cada semana7. La presencia de la zamacueca en las chinganas consta en diversos documentos. De estos se puede señalar lo que afirma Rafael Valdés en las Memorias publicadas por su biógrafo Miguel Luis Amunátegui Reyes8. Su referencia corresponde a Renca, está fechada el 27 de noviembre de 1831 y permite tener una idea del espectáculo en lo que entonces era un poblado campesino aledaño a Santiago.
A esta descripción, Rafael Valdés agrega otros comentarios, que ilustran la inserción de las chinganas en el orden político conservador de esa época.
El viajero inglés Fred Walpole, quien viajó durante cuatro años (1844-1848) en el Océano Pacífico a bordo del buque de Su Majestad, Collingswood, suministra información respecto a algunas características musicales de la zamacueca, recogidas en su paso por Valparaíso, que se mantienen vigente hasta hoy día. Estas son las siguientes: (1) el acompañamiento con arpa y guitarra; (2) el subrayar el ritmo golpeando las manos, o tamboreando sobre las cajas de las guitarras, (3) una forma de tocar la guitarra consistente en "deslizar la mano derecha a través de todas las cuerdas de la guitarra, volviéndola cada vez con un golpe en la caja"; (4) el registro agudísimo en que cantan las intérpretes, quienes "fuerzan sus gargantas hasta que casi se levantan de sus asientos para cantar más agudo"9. 3. LA ZAMACUECA EN EL TEATRO La multiplicación de las chinganas y su problemática proyección como espectáculo alternativo para la sociedad civil, no tardó en entrar en conflicto con el teatro, por entonces concebido como 'escuela de costumbres' y 'difusor de las luces' desde la óptica de la cultura burguesa liberal. El año 1832 Andrés Bello publicó un artículo en el periódico El Araucano sobre el tema10. En primer lugar, denosta la actividad de las chinganas por razones de moral y orden público y por el perjuicio que ocasionaban a los trabajadores en términos tanto de ingresos como de productividad laboral. Asimismo, señala que el crecimiento de público en las chinganas ha corrido a parejas con la disminución de la asistencia de público al teatro, del que destaca su papel formador.
El tema lo retoma Andrés Bello tres años después en otro artículo donde destaca la importancia que en todo país culto tiene el teatro "como necesario a la civilización", y reafirma la baja de asistencia de público que se ha producido11.
Bello vuelve a tratar el tópico de las chinganas en relación al desarrollo del teatro, a lo que agrega la incidencia de la opinión contraria al teatro de parte de muchos miembros del clero.
En las décadas de 1830, 1840 y 1850 se propusieron o adoptaron medidas diversas en Chile para enfrentar el conflicto de interés entre las chinganas y el teatro. En 1833 los empresarios del teatro en Valparaíso solicitaron a la Municipalidad de Valparaíso el cierre de las chinganas los domingos, día en que funcionaba el teatro. Junto con apoyar a los empresarios, los miembros de la Municipalidad acordaron en diciembre de ese año prohibir el funcionamiento de las chinganas durante la noche de los domingos12. Otra medida fue cerrar las chinganas para la Semana Santa del año 1844. No obstante, según lo señala El Progreso, el resultado fue el opuesto a lo esperado, desde el momento que la tasa de delitos no disminuyó, sino que aumentó, debido a la dificultad que se le presentó a la policía para mantener el orden13.
Situaciones como esta hicieron que las chinganas continuaran con más vigor, a pesar que un periódico como la Revista Católica, representante de la Iglesia, demandara vigorosamente en 1843 a las autoridades que las cetraran14 . Esto lo demuestra la siguiente noticia publicada en El Progreso relativa a las celebraciones realizadas ese año por la victoria obtenida en Yungay por el ejército chileno, frente a las fuerzas de la confederación peruano-bolivianais15.
A pesar de ello, la postura de clausurar las chinganas continuó en el debate público. En El Copiapino se argumenta esta postura ante la necesidad de mantener el orden público en esta ciudad del norte de Chile16.
El debate entre el teatro, como sinónimo de la ilustración, y la chingana, como sinónimo de la barbarie, continuó hasta bien avanzada la década de 1850. No obstante, la solución, de acuerdo a El Ferrocarril, no consistía en suprimir totalmente las chinganas sino en reducirlas desde el número aproximado de cuarenta que existían entonces en Santiago a dos o tres, lo que además permitiría mantener mejor el orden público17.
Desde el teatro mismo se plantearon otras alternativas a este incordio. Una fue la de generar un teatro popular, de acuerdo a El Progreso18:
Empero la más creativa y duradera fue la de gradualmente ampliar y diversificar el repertorio que se presentaba en el mismo teatro, incorporando en una misma función, en grados variables, a obras teatrales de carácter diverso, a danzas de carácter popular, tales como las boleras, o de Chile, tales como la zamacueca, a música vocal consistente generalmente en arias de óperas, a música instrumental tanto orquestal como de combinaciones menores y, a contar de la década de 1840, de óperas completas las que eran preeminentemente italianas. Entre otras causales, esta medida buscó muy posiblemente el aumento y la diversificación del público asistente al teatro. Al mismo tiempo, en torno al teatro se consolidó un circuito público complejo que abarcó a las artes escénicas y la música. Fue el teatro el espacio donde tuvieron lugar renovaciones artístico-musicales relevantes en la época, como fue la introducción de la ópera y la creación de un público masivo para la música de concierto. En torno a este circuito se concentraron importantes debates de "política cultural", sobre los cambios de costumbres y valores que la "moderna" sociedad decimonónica chilena estableció en relación a la sociedad barroca colonial, tales como los ya mencionados en relación a la chingana y el teatro. En este marco, El Araucano19anunciaba para el teatro una "gran función extraordinaria a beneficio de la actriz Carmen Aguilar". Agregaba que "finalizará con la Zamacueca bailada al uso de Lima por el beneficiado, y la joven Pepita, su hija". Con esto, de acuerdo con Eugenio Pereira Salas, "la Cueca debutó en el tabladillo escénico"20. Posteriormente, El Araucano anunciaba para el 26 de febrero de 1835 una "Gran función a beneficio de la joven Pepita Aguilar"21. En el sainete final, la beneficiada, acompañada de su madre, ejecutaba, "el baile del Llanto al uso del Perú, y la Zamacueca a toda orquesta". Esta situación plantea dos preguntas: (1) ¿Por qué la zamacueca se incorporó al teatro, aparte de la causal que se ha señalado de aumentar la asistencia de público?. (2) ¿Por qué este vínculo con el Perú que manifiesta el baile de la zamacueca "al uso de Lima" en la escena junto al "baile del Llanto al uso del Perú"? Para buscar una respuesta a la primera de estas preguntas se hará una breve digresión acerca del uso y función de lo que entonces se denominaba "bailes de la tierra", entre los cuales se contaba la zamacueca, en el salón ilustrado de la primera mitad del siglo XIX. Para este propósito resultan muy útiles los escritos de viajeros europeos que pasaron por Chile o se radicaron en el país durante este período. Una de las principales características del salón ilustrado chileno desde, al menos, la década de 1820, es la coexistencia de los bailes de origen europeo con los bailes de la tierra. En las memorias de un oficial de marina inglés, Richard Longeville Vowell, que estuvo al servicio de Chile durante los años de 1821 a 1829, esta yuxtaposición se describe con meridiana claridad en los siguientes términos22.
Otra mirada es la del científico polaco, Ignacio Domeyko, quien se radicó en Chile y llegó a ser rector de la Universidad de Chile. Refiriéndose a las tertulias en Coquimbo el año 1838, Domeyko, señala que los bailes de raigambre europea se danzaban "solo por dar gusto a los estranjeros"23. En cambio, los bailes nacionales "unidos al canto i a la poesía, acompañados de harpa o guitarra, provocan mejor la alegría i la animación que la cuadrilla i la orquesta de nuestros salones"24. En similar tenor rola la observación que un viajero inglés, William S. Ruschenberg, estampara también en la década de 1830. Su comentario se refiere específicamente a otro de los bailes de la tierra, el Cuando, una danza cuyo trazado musical recuerda al del minuet francés. Durante la primera parte del siglo XIX, el Cuando tuvo una amplia dispersión geográfica en el país. Ha sido documentado en Valparaíso y Santiago en el centro del país, Concepción y Chiloé hacia el sur, y Coquimbo en el norte25. Ruschenberg explica su división en dos partes, una lenta y una rápida. La lenta se asemeja al minuet, y su texto "contiene una acusación de ingratitud, y la advertencia que a su debido tiempo la dama sentirá y llorará tanto como ha sufrido el caballero que canta". La sección rápida es danzada con "zapateado", se acompaña por el percutir del ritmo por una o dos personas. Su texto "supone una reconciliación, y en cierta medida una pregunta de cuándo será el día de la boda"26. Ruschenberg reafirma lo señalado por Domeyko, en cuanto a que bailes de la tierra tales como el Cuando, connotan la efusión de un sentimiento de animación y alegría en el salón ilustrado. En tal sentido apunta a que "si la fiesta ha estado alegre se baila el 'Cuando', una danza característica de Chile"27. Fue este sentimiento de animación y alegría que hizo que la zamacueca se incorporara además a bailes del salón ilustrado ofrecidos de manera oficial por la más alta autoridad política del país, el Presidente de la República. Tal fue el caso del baile ofrecido en 1839 en Valparaíso por el presidente Joaquín Prieto, con alrededor de 500 invitados, en el que junto al minuet, las cuadrillas, las contradanzas y los valses, acompañados de violines y violoncellos, se bailó la zamacueca, acompañada por arpa y guitarra28. Sin embargo, otras situaciones de orden general complementan la comprensión de este fenómeno. Habida conciencia del fervor popular que genera la zamacueca, y aun considerando la necesidad de control de sus manifestaciones que provocaba en el poder civil su festiva manifestación en las chinganas, se la transformó en elemento central en la construcción de símbolos nacionales aglutinantes. Así, "elevada al rango de un baile de espectáculo público" (Sarmiento 1842) o de brillante pieza instrumental, ubicada como fin de fiesta en los primeros conciertos-recitales públicos de intérpretes-compositores virtuosos [-tales como Sivori y Herz, y luego Gottschalk, Guzmán y White], la zamacueca deviene en "baile nacional", siendo el teatro el lugar principal donde este proceso ocurre y se legitima. Ya para entonces, la autoridad civil y el espacio teatral habían desplazado a la Iglesia y la autoridad religiosa como lugar e institución rectora de la vida musical en el país. Y como contraparte de esta trayectoria de la zamacueca en el teatro, sus manifestaciones en el seno de la vida popular y sus desbordes festivos, permanecerán con fuerza propia pero en cauce paralelo, progresivamente segregadas del espacio público por la acción excluyente y privatizante de la élite en el poder29. La segunda pregunta formulada anteriormente tiene que ver con otra manifestación de la modernidad en Chile y América, la internacionalización de la circulación de los bienes simbólicos, en este caso la zamacueca. Chile y Perú, a pesar de la guerra sostenida entre los años 1836 y 1839, mantuvieron fluido e intenso contacto durante esta época en el corredor del Océano Pacífico, que abarcó a Lima, Callao, Valparaíso y Santiago. En tal sentido, la interpretación en los teatros de Santiago de "la Zamacueca bailada al uso de Lima", guarda relación con un artículo publicado en tres números de El Araucano, correspondientes al 12, 14 y 16 de noviembre, respectivamente. Su título es "Costumbres de Lima", proviene de la Revista que aparecía a la sazón en la capital peruana y es la traducción de un artículo sobre las costumbres limeñas, aparecido en un periódico francés. Su autor es identificado como Mr. Botmiliau, residente en Lima "al parecer" durante algún tiempo, y, según la redacción de la Revista de Lima, acreedor a toda estima y respeto por la seriedad, interés y exactitud de su escrito30. La narración contiene una descripción de la zamacueca peruana que se bailaba el 24 de junio, día de San Juan, durante la fiesta que se realizaba en la planicie de Amancaes, ubicada en las cercanías de Lima. Según el autor, es "la mas curiosa" de las fiestas populares peruanas, "puesto que reúne todo lo que buscan los limeños en sus regocijos públicos, a saber; el ruido, el movimiento i la danza al aire libre", describiendo en los siguientes términos el sitio en que se realizaba31:
La zamacueca desempeñaba un papel fundamental en la fiesta desde el momento en que hombres, mujeres, blancos, negros, indios, mulatos "sambos" y "cholos" se encaminaban en masa hacia la planicie32.
Según el autor, la "sambacueca" es una danza, "la única popular quizas del Perú". La acompaña una "vihuela" o guitarra que rasguea un cantor con gran fuerza y admirable entusiasmo, acompañado por una caja desfondada colocada entre las rodillas de otro cantor que percute "con fuertes puñadas". De la misma manera que otros viajeros que pasaron por Perú o Chile, el contenido del texto es calificado como insignificante y hasta llega a "una libertad grosera hasta el cinismo". Ejecutan la danza un "zambo" y una "zamba" en medio de un círculo de espectadores que animan el baile con entusiastas palmoteos. Se inicia de manera lenta y un poco desganada para cobrar gradualmente mayor animación a medida que se desarrolla su coreografía, semejante, según el autor, a la persecución de la mujer por parte del hombre. El sonido de los instrumentos se vuelve atronador, hasta que el cantor que rasguea la guitarra emite un "grito salvaje de excitación i de delirio". En el frenesí, el hombre estrecha a la mujer hasta que ésta, jadeante, deja caer su pañuelo con abandono, "mostrándose vencida en la lucha". Esta "zambacueca popular", de "ardor estrepitoso" y de libertad de movimientos, contrasta con la que se bailaba también en los salones de Arequipa, Cuzco y las ciudades del interior del Perú, descrita como "una especie de pantomima decente, lijera i rápida que presta mucha gracia al cuerpo i a la flexibilidad de los movimientos"33. Algunos participantes en la fiesta continuaban la celebración por la noche en chinganas de los arrabales de Lima, la que se prolongaba a menudo hasta la madrugada. La abundancia de chicha y pisco estimulaba el baile de la zamacueca "entre los negros sobre todo, con mas frenesí que nunca"34. Esta descripción es un importante complemento a otras descripciones de la zamacueca peruana y la fiesta de Amancaes, de William S. Ruschenberg (1835)35, Max Radiguet (1856)36 y Manuel A. Fuentes (1860 y 1866)37, a la vez que reafirma la importante participación que le cupo al elemento negro en el cultivo de este baile. A pesar de su presencia en Chile, no se conocían descripciones completas de la zamacueca peruana publicadas durante el pasado siglo en nuestro país. Se conocían solamente las referencias de Ignacio Domeyko de 1838 sobre la procedencia peruana de la zamacueca38 y la de Daniel Barros Grez hacia finales del siglo39; las breves alusiones de José Victorino Lastarria a las "zambras bulliciosas" limeñas en su carta a Bartolomé Mitre, titulada "Lima en 1850"40, y los dos testimonios de José Zapiola sobre los rasgos musicales de la zamacueca peruana y su llegada a Chile, que historiadores y musicólogos han citado con frecuencia. Uno de estos testimonios de Zapiola -y hasta ahora pieza clave en nuestra historiografía musical para datar el momento y modo de entrada del baile a la sociedad de Santiago-es citado por Benjamín Vicuña Mackenna en "La Zamacueca y la Zanguaraña (Juicio crítico sobre esta cuestión internacional)", y dice así: "Al salir yo.. .en mi segundo viaje a la República Argentina [marzo de 1824], no se conocía ese baile [la zamacueca]. A mi vuelta [mayo de 1825], ya me encontré con esta novedad"41. El otro testimonio figura en los Recuerdos de treinta años (1810-1840), y agrega: "Desde entonces, hasta hace diez o doce años, Lima nos proveía de sus innumerables i variadas zamacuecas, notables o ingeniosas por su música, que inútilmente tratan de imitarse entre nosotros. La especialidad de aquella música consiste particularmente en el ritmo i colocación de los acentos, propios de ella, cuyo carácter nos es desconocido, porque no puede escribirse con las figuras comunes de la música"42, En este contexto, el artículo reproducido por Bello, constituye la descripción más completa de la zamacueca peruana publicada en Chile durante el siglo XIX, la que debe obligatoriamente ser considerada en cualquier estudio sobre el tema. Hacia fines de la década de 1830 o comienzos de la década de 1840 se establece en el teatro la zamacueca nacional. En este tránsito jugaron un papel relevante las Petorquinas43. Se trataba de tres hermanas, Tránsito, Tadea y Carmen, hijas de Tránsito Pinilla y Micaela Cabrera, quienes se destacaran como cultoras eximias de la zamacueca en su chingana de su localidad natal -Petorca-, y en diversas provincias hasta que, según José Zapiola, se establecieron en Santiago en 183144,
Acerca del impacto de la labor de las Petorquinas en Santiago, Zapiola declara lo siguiente45.
De la chingana, una de las Petorquinas, Carmen Pinilla, pasó al teatro protagonizando un saínete titulado Baile de Tunos. Escrito por un autor local anónimo, su principal propósito era motivar el baile de la zamacueca criolla acompañada de arpa y guitarra, y se representó el 29 de noviembre de 1842 como beneficio de esta artista46. Domingo Faustino Sarmiento escribió en El Progreso una reseña de la función47,
Por su parte El Semanario de Santiago, informa que "el éxito ha correspondido á las esperanzas de la señora Pinilla: la concurrencia fue bastante numerosa pero acaso las esperanzas del público no quedaron del todo satisfechas"48. Por otra parte, del sainete se expresó en los siguientes términos:
El tránsito de Carmen Pinilla de la chingana al "tabladillo escénico" y de este al teatro, encarna en el proceso más general de tránsito entre la práctica de la zamacueca en la chingana -como evento festivo para un público no masivo- a su reelaboración como baile-espectáculo para un público masivo en el teatro. Después de 1842 la zamacueca en el teatro no se insertó en una obra teatral, como en el caso de Baile de Tunos, sino que se anunciaba como el baile de cierre de un espectáculo teatral, musical, de ballet, e incluso acrobático. Esto se puede ilustrar en los siguientes avisos, que corresponden a los años 1848 y 1859:
La reseña del beneficio de Celestine Thierry publicado en El Ferrocarril permite aquilatar como la connotación de animación y alegría, propia de la zamacueca, cobraba un vigor inusitado al insertarse en un espectáculo masivo, como el teatro53.
La zamacueca-espectáculo, alcanza una nueva dimensión hacia finales de la década de 1840 y comienzos de la década de 1850. Por entonces se insertó como "aire" local/nacional en presentaciones de música instrumental en el teatro, combinadas con repertorio de música vocal y con funciones de obras cómicas dramáticas, además de ópera y danza. La introducción de este tipo de evento, modalidad cara al romanticismo europeo de recitales de instrumentistas virtuosos, se debe a dos artistas extranjeros que visitaron Chile en esa época. Uno es el gran violinista italiano Camilo Sivori, quien llegó a Chile procedente de Lima en 1848. El otro es Henri Herz54; destacado pianista francés de origen austríaco, quien también llegó a Santiago procedente de Lima en noviembre de 1850. Ambos artistas, incorporaron la zamacueca en sus conciertos, mediante la conjunción del virtuosismo violinista o pianístico aplicados a un género con el cual el público del teatro se identificaba en profundidad. A modo de ejemplo se puede citar in extenso el anuncio del concierto de Camilo Sivori programado para el 22 de marzo de 1848 y publicitado en El Progreso55.
Como otra muestra se puede citar el concierto realizado el 7 de septiembre de 1848. La participación de Sivori correspondió a la función cuadragésimo primera de la temporada lírica de ese año y consistió en tres intervenciones de Sivori intercaladas entre los tres actos de la ópera Don Pasquale de Gaetano Donizetti, concluyendo la función con El Carnaval de Chile. El anuncio apareció en El Progreso56.
El efecto electrizante que produjo El Carnaval de Chile en el público que abarrotaba el teatro se percibe en el siguiente comentario aparecido en El Progreso57.
4. PERSPECTIVAS Hemos considerado pertinente reproducir casi íntegro, como un anexo del trabajo, el artículo "¡La Sambacueca en el Teatro!!!", del ilustre intelectual argentino Domingo Faustino Sarmiento, escrito durante su estadía en el país y publicado en El Mercurio de Valparaíso el 19 de febrero de 184258, Este texto tiene el vuelo característico de su pluma y de su extraordinaria capacidad de cronista, y, para el caso, es un testimonio de gran valor documental, etnográfico incluso. Sarmiento compendia magníficamente el tránsito de la popular zamacueca de las chinganas -epicentro de la cultura festiva del 'bajo pueblo'- a la zamacueca a toda orquesta en los escenarios del Teatro. Están aquí planteados los elementos y fundamentos centrales del modo de filtraje y representación de la cultura mestiza popular en la moderna sociedad burguesa liberal latinoamericana, que hace de sus bailes más populares el sustrato de simbolización de la nacionalidad, proceso incipiente por entonces y que se decantará con perfiles nítidos en torno a la conmemoración del primer centenario de la república. De los puntos que registra y desarrolla, se pueden destacar los siguientes:
Y a manera de conclusión una pregunta: ¿presencia de qué es la comprobada transversalidad de la práctica social de la zamacueca en el Chile de la primera mitad del siglo XIX? Es sobre todo presencia de la fiesta. La zamacueca es fiesta y su práctica social contiene siempre en estado de latencia la posibilidad de transformarse en evento de carácter festivo, en momento de expansiva alegría y animación que ensambla a una comunidad. Cuando tal acontece se activan categorías como fiesta, risa y cuerpo popular, de controvertida relación con el estatuto cultural del liberalismo burgués decimonónico. Durante el siglo XIX, y pese a la permanente regulación y control oficial de este "solaz del pueblo llano", la festiva presencia de la zamacueca permaneció como fuente de experiencias comunitarias, irradiadas vitalmente en el imaginario colectivo de este lugar del planeta. BIBLIOGRAFÍA Colecciones de Diarios y Revistas El Araucano Notas 1 Este trabajo es fruto del proyecto FONDECYT N° 1400516, Prácticas sociales de la música en Chile, 1810-1855. Estampo mi reconocimiento y agradecimiento al doctor Luis Merino Montero por su incondicional y valioso apoyo en la conclusión de este artículo. 2 Al respecto, remito al lector especialmente al libro Facundo (1845) de Domingo Faustino Sarmiento. 3 Hobsbawm 2004: 18-19. 4 Cf. El Mercurio, XIV/4005 (19 febrero, 1842), p. 3. 5 En este caso la intermedialidad alude a la alianza de medios donde convergen los elementos de la oralidad, los recursos y formatos del espectáculo teatral y también los de la escritura e impresión musical. Acerca de la relación entre música popular y los soportes mediales de su producción y comunicación, desde el siglo XVI en adelante, así como de la relevancia de este dominio para los estudios musicológicos, véase el interesante artículo de Nils Grosch citado en la bibliografía. 6 D'Orbigny, II, 1839-1843: 336. Cf. Merino 1982:206. 7 El Ferrocarril, 11/548 (28 septiembre, 1857). 8 Spereira Salas 1941: 272-273. 9 Walpole, I, 1850:105-106. Cf. Merino 1982:207. 10 El Araucano, N° 69 (7 enero, 1832), p. 4, ce. 1-2. 11 El Araucano, N° 249 (12 junio, 1835), p. 3. 12 Hernández 1928:74. Cf. Merino 1982:206. 13 El Progreso, 11/427(28 marzo, 1844), p. 2. 14 La Revista Católica, 1/17(1 diciembre, 1843), pp. 133-135. 15 El Progreso, V/1307 (22 enero, 1847). 16 El Copiapino, N° 504 (2 julio, 1849), pp. 1-2. 17 El Ferrocarril, N° 548 (28 septiembre, 1857). 18 El Progreso, IX/2510 (4 febrero, 1851). 19 El Araucano, N° 228 (23 enero, 1835), p.3, c.3. 20 Pereira Salas 1941:275. 21 El Araucano, N° 232 (20 febrero, 1835), p. 4, c.3. 22 Vowell 1923. Cf. Merino 1982:204. 23 Domeyko 1902:178. Cf. Merino 1982:205. 24 Domeyko 1902:180. Cf. Merino 1982:205. 25 Pereira Salas 1941:259-263. 26 Ruschenberg, 1,1835:177-178. Cf. Merino 1982:206-207. Un viajero alemán, Eduard Poeppig, transcribió un Cuando, recogido en 1828 en Valparaíso el que publicara en 1835 en Leipzig. Cf. Pereira Salas 1941:332. 27 Ruschenberg, I, 1835:177. Cf. Merino 1982: 205. 28 Hernández 1928: 96-99; Pereira Salas 1941: 277-278. 29 Al respecto véase "Comida, música y humor. La desbordada vida popular" de Maximiliano Salinas (2005). Sobre el punto este autor sostiene que "entre 1840 y 1925, las élites administrativas locales debieron reconocer a cabalidad que no podían crear o consolidar una nación más o menos moderna -con un Estado 'en forma1 oligárquica- sin poner atajo a la vitalidad popular expresada en su mundo propio de comidas, formas musicales y sentido del humor"(p. 105). 30 Los números de El Araucano son XXI/1158 (12 noviembre, 1850), p.4, cc.2-4; XXI/1559 (14 noviembre, 1850), p.3, cc.3-4; XXI/1160 (16 noviembre, 1850), p.4, ce. 3-4. La identificación del autor aparece al comienzo del primero de ellos (p.4, c.2). Cf. Merino 1981: 19-21. 31 El Araucano, XXI/1159 (14 noviembre, 1850), p.4, el. 32 El Araucano, XXI/1159 (14 noviembre, 1850), p.4, c.2. Cf. Merino 1981:20. 33 El Araucano, XXI/1159 (14 noviembre, 1850), p.4, c.3. 34 El Araucano, XXI/1160 (16 noviembre, 1850), p.4, c.4. 35 Ruschenberg, II, 1835:163-168. 36 Radiguet 1856:130-132. 37 Fuentes 1860: 272-273; Fuentes 1866: 158-159, 163-164. 38 Domeyko 1902:179. 39 Barros Grez 1890; reproducido en Uribe Echevarría 1960: 211. 40 Lastarria 1913:328. 41 El Mercurio [Valparaíso], LV/16.630 (1 agosto, 1882), p.2, c.6. 42 Zapiola 1881:85-86. 43 Al respecto es importante destacar el papel desempeñado por las hermanas Pinilla y otras mujeres artistas tales como Carmen Aguilar y su hija, Mercedes Yarna, Dominga Montes de Oca, "personalidades populares que servían de simpático nexo entre 'las nefandas chinganas1, los cafés y la respetabilidad del escenario del Teatro de la Universidad" (Véase Pereira Salas 1974:209). 44 Zapiola 1945:82. 45 Zapiola 1945:42. 46 Pereira Salas 1974: 256. 47 El Progreso, 1/19 (1 diciembre, 1842), pp. 1-2. 48 El Semanario de Santiago, N° 22 (1 diciembre, 1842), p. 184. 49 El Progreso, N° 1649 (28 febrero, 1848). 50 El Progreso, VI/1669 (22 marzo, 1848). Se trata de un espectáculo de "ejercicios gimnásticos i fuerzas hercúleas" y pruebas de resistencia al fuego, presentado por una compañía polaca. 51 El Progreso, VI/1798 (21 agosto, 1848). 52 El Ferrocarril, VI/1224 (5 diciembre, 1859), p. 3. 53 El Ferrocarril, VI/1227 (8 diciembre, 1859), p. 3. 54 Entre 1845-1851 Herrri Herz realizó extensas giras artísticas por el territorio norteamericano y numerosos países de América Latina. 55 El Progreso, VI/1669 (22 marzo, 1848). 56 El Progreso, VI/1808 (1 septiembre, 1848). 57 El Progreso, VI/1815 (9 septiembre, 1848). 58 El Mercurio, XIV/4005 (19 febrero, 1842), pp. 2-3. Comentario al beneficio del actor argentino Máximo Jiménez en el Teatro de la Universidad en Santiago. El programa de esta función fue el siguiente: 1) "El Macías", pieza dramática de Mariano José de Larra; 2) Baile de la sambacueca, por Dominga Montes de Oca y Carmen Pínula; 3) "El Novio en mangas de camisa", saínete en un acto. Cf Pereira Salas 1974:221. REFERENCIAS Barros Grez, Daniel 1890 "La Zamacueca", La Academia Político-Literaria (novela de costumbres políticas). Talca: Imprenta y Litografía "Los Tiempos". D'Orbigny, Alcide 1839-1843 Voyage dans l'Amerique méridionale. Volumen II. París: P Bertrand. Domeyko, Ignacio 1902 "Memorias inéditas", La Revista Nueva, XXVI (mayo), pp. 173-183 (aparecieron sucesivamente en éste y en otros volúmenes de la misma publicación). Fuentes, Manuel A. 1860 Guía histórico-descriptiva administrativa, judicial y de domicilio de Lima. Lima: Librería Central. GROSCH, NlLS 2007 "Música y medios: Hacia una perspectiva nueva en la historiografía de la música", Cátedra de Artes, II/4, pp. 19-28. Santiago: Pontificia Universidad Católica de Chile. Hernández C, Roberto 1928 Los primeros teatros de Valparaíso y el desarrollo general de nuestros espectáculos públicos. Valparaíso: Imprenta San Rafael. HOBSBAWM, ERIC 2004 Naciones y nacionalismo desde 1780. Barcelona: Crítica. Lastarria, José Victorino 1913 "Lima en 1850", Obras Completas de Don J. V Lastarria. Edición oficial. Volumen XI {Estudios Literarios, segunda serie). Santiago: Imprenta, Litografía y Encuademación Barcelona. Merino, Luis 1981 "DonAndrés Bello y la música", RMCh, XXXV/153-155 (enero-septiembre), pp. 5-51. 1982 "Música y Sociedad en el Valparaíso decimonónico", Robert Gunther (ed). Die Musikkulturen Lateinamerikas im 19. Jahrhundert [Studien zur Musikgeschichte des 19 Jahrhunderts, Band 57]. Regensburg: Gustav Bosse Verlag, pp. 199-235. Pereira Salas, Eugenio 1941 Los orígenes del arte musical en Chile. Santiago: Imprenta Universitaria. 1974 Historia del teatro en Chile. Desde sus orígenes hasta la muerte de Juan Casacuberta, 1849. Santiago: Ediciones de la Universidad de Chile. Radiguet, Max 1856 Souvenirs de l'Amérique espagnole: Chili-Pérou-Brésil. París: Michel Lévy Fréres. RUSCHENBERG, WlLLIAM S. 1835 Three Years in the Pacific. Londres: Richard Bentley, 2 volúmenes. Salinas, Maximiliano 2005 "Comida, música, humor. La desbordada vida popular", Rafael Sagredo y Cristian Gazmuri (editores), Historia de la vida privada en Chile. Tomo II. El Chile moderno, de 1840 a 1925. Santiago: Taurus, pp. 85-117. Sarmiento, Domingo Faustino 1842 "¡La Sambacueca en el Teatro!!! Beneficio del sr. Jiménez", El Mercurio, Valparaíso, XIV/4005 (19 febrero), pp. 2-3. Uribe Echevarría, Juan 1960 "La Zamacueca", Antología para el Sesquicentenario (1810-1960). Santiago: Ediciones de los Anales de la Universidad de Chile. [Vowell, Richard Longeville] 1923 Memorias de un oficial de marina inglés al servicio de Chile durante los años de 1821-1829. Traducción de José Toribio Medina. Santiago: Imprenta Universitaria. WALPOLE, Fred 1850 Four Years in the Paciflc, in her Majesty 's Ship, "Collingswood", from 1844 to 1848. Segunda edición. Londres: Richard Bentley, 2 volúmenes. Zapiola, José 1881 Recuerdos de treinta años (1810-1840). Cuarta edición. Santiago: Imprenta Victoria. 1945 Recuerdos de treinta años. Octava edición con prólogo y notas de Eugenio Pereira Salas [Biblioteca de Escritores Chilenos, volumen V]. Santiago: Zig-Zag. ANEXO ¡La Sambacueca en el Teatro!!! Beneficio del sr. Jiménez. por Domingo Faustino Sarmiento "Pero pasemos al baile, que es el objeto principal de nuestro artículo. Hasta ahora solo habíamos visto en la escena las graciosas boleras, la cachucha, la gavota a veces. Dos danzarinas, que sin duda no rivalizan con Miss Ester, habían arrancado aplausos al público con sus movimientos airosos, sus maniobras acompasadas; pero esta vez ha habido algo más encantador que ha electrizado, o más bien enloquecido al público. Los aplausos han tocado en el frenesí y los gritos de ¡otro! ¡otro! tenían toda la viva expresión de un deseo popular que quiere ser satisfecho a toda costa. ¿Qué nuevos atractivos tenía el baile para el público, qué nuevas habilidades venían a excitar su admiración? Una bagatela insignificante en la apariencia, pero en realidad una cosa muy grande, y que remueve profundamente los corazones. Un baile popular, comprendido de todos, que suscita simpatías, que trae recuerdos gratos, que se liga con nuestra vida y nuestras afecciones, que hace vibrar todas nuestras fibras, que llena el alma de las más dulces emociones, y nos hace sentir la nacionalidad, la patria, el pueblo, la existencia en fin. Era la Sambacueca; pero la Sambacueca que se presentaba ante sus amigos, vestida de gala como una novia feliz, ejecutada a toda orquesta, ataviada de mil adornos y acompañada y cortejada por las boleras que la precedían y seguían con sus bulliciosas sonajas y las parleras castañuelas al fin. ¡Oh! no, no se reían los extranjeros que han visto a mil chilenos con la sonrisa en los labios, palpitante el corazón, siguiendo de hito en hito cada movimiento de la graciosa danzarina, acompañarla con mil golpes acompasados remedando el tamboreo, y haciéndole huirás, con los gritos de ¡leña! ¡leña! ¡fuego! ¡fuego! ¡dale! ¡dale!. No, no se burlen de sus frenéticos aplausos, de su alegría infantil. No, el que no es chileno no puede juzgar en tan grave materia, no puede comprender porque no sabe sentir, porque no es ésta la cuerda que pone en movimiento sus fibras, porque esta batería galvánica no está montada para él, y por tanto no puede electrizarlo. Observad, o sino al español que bosteza en una luneta, mientras se representa el Ótelo, o la Jaira, que a dos pasos de la orquesta no ha oido ejecutar una aria del Tancredo, o una hermosa sinfonía, observadlo cuando esta comienza a preludiar el acompañamiento de las boleras. Vereislo entonces removerlo y enderezarse en su asiento, animarse sus facciones, brillar sus ojos y convertirse su habitual gravedad en festiva alegría. Vereislo volverse todo ojos, todo oidos para gustar del mas pequeño movimiento de los danzantes, seguirlos en sus graciosos jiros, inclinar su cuerpo, como si fuera a dar airoso movimiento a las castañuelas y apreciar mil bellezas que su baile favorito esconde a los ojos profanos; porque él solo tiene la clave que explica al corazón los misterios que se encierran en aquellos pasos tan lijeros para adelante, para atrás, para los costados como el voltijeo caprichoso de dos mariposas que juguetean en el aire en aquellas ondulaciones de los brazos que están sacudiendo las castañuelas, mil bellezas exquisitas, mil gracias encantadoras, que se derraman por todo el cuerpo del que baila, y le forman una atmósfera resplandeciente que brilla en los ojos del espectador iniciado, y que excitan en su alma el deleite y la dicha. Si entonces lo miráis mas atento, veréis en su fisonomía los caracteres de una melancolía plácida que revela lo que en su alma está pasando. El baile nacional que presencia en tierra extraña le trae a la memoria los márgenes apacibles del Manzanares, saladas majas de la Andalucía, los perfiles confusos de las montañas de la Navarra, el cielo azulado de la Extremadura, o las campiñas floridas de la Granada, su imajinación excitada por esta cuerda que ha vibrado en su corazón en los dias felices de su infancia, y susurrado sus dulces acentos, durante los plácidos momentos de su amor primero, le transporta a la querida España, se pasea en el Prado, vé las cúpulas del Escorial, entra en Madrid, pasa por la puerta del Sol, encuentra a un amigo, se detiene a mirar a una madrileña garbosa que pasa, oye las campanas, conoce el tañido de las de cada templo... ¡Por Dios! No lo distraigáis, es el único momento de dicha inefable que experimenta desde que el puerto de Cádiz o Barcelona vio alejarse la nave que lo traía a América, de inmerecido y heredado renombre, de desengaño y desaliento para quien viene a conocerla. Si no os basta este hecho para juzgar cuánto importa un baile nacional, acechad a los emigrados argentinos en los momentos en que reunidos bajo un techo amigo y olvidando los rigores de un destino harto severo para no haberlo sino gloriosamente merecido, ensayan rehabilitar su nacionalidad y vivir de su patria y de sus recuerdos. El minué montonero con sus graciosos alegros, despierta sus adormecidas fantasías; parece que al escuchar su alegre y animada música, salen de un letargo y se sienten llamados a la vida por la armoniosa voz de un hada amiga. La corriente de placer que estos aires nacionales levantan, los arrastra irresistiblemente a pedir la chistosa media caña, el intrincado y general cielito. ¡Oh! entonces puede estudiarse toda su nacionalidad, sus tendencias, sus bellas artes en germen, pero fecundas ya en porvenir y en desarrollo. El que pulsa las cuerdas de la tan popular guitarra se abandona a su imajinación, y mil variaciones caprichosas comentan el tema favorito, perdiéndose en mil inspiraciones felices y en repeticiones armónicas y cadenciosas; repite los versos que le han sugerido sus numerosos poetas, y mientras las parejas se enredan en el intrincado laberinto de las figuras de estos bailes, el cantor recita, por no perder momentos en que la poesía se mezcle a las melodías de la música, versitos de cuatro sílabas llenos de malicia y jovialidad. Los bailarines remedan con el acompasado estallido de los dedos al resonar de las castañuelas, y revelan en sus movimientos expresivos y en los giros de sus brazos su origen andaluz, y las maneras chulitas de sus gauchos y compadritos. Si dejan de bailar, cuando las poco diestras compañeras se han cansado de suplicarlo, es para entonar entre todos el himno nacional, tan conocido en otro tiempo, o el guerrero que repite: \A la lid, a la lid argentinos! y concluir maldiciendo al tirano que los aleja de las alegres orillas del majestuoso Plata, que solo él puede correr libre allí, lejos de montañas que estrechen su ancho lecho, y dejando mecerse entre sus ondas, cual canastillos de flores, islillas que tiñen de encarnado los floridos duraznos y embalsaman naranjeros silvestres. Brindarán, al refrescar, por la patria, por la caída del tirano. Contarán las glorias de sus antepasados, y se extasiarán contemplando el porvenir que aguarda a su república, magnifico como sus ríos, inmenso como sus llanuras, cuando en medio de sus luchas sangrientas se echan las bases de su civilización original, de igualdad, de tolerancia y libertad que atraerán a su suelo feraz y a sus climas diversos, los millones de hombres que están desbordando en Europa y pidiendo a gritos una nueva patria para no entregarse en los brazos del suicidio y los delitos, adonde por fuerza quieren llevarlos la miseria y la desesperación. Todos rivalizan en expresar un concepto; la prosa jime; el verso se subleva; todos hablan; nadie se entiende; y concluyen con tomar sus sombreros sin despedirse; con la cabeza acalorada, el alma contenta, dilatado el pecho desahogado el corazón. Esto, pues, importa un baile de chicoteo. Todo esto dice la sambacueca; esto significa el júbilo de un pueblo entero que con las manos y los bastones ha tamboreado en coro, en masa, a pluralidad, para acompañar con sus golpes acompasados, a la bailarina que elevaba al rango de un baile de espectáculo público la sambacueca, nacida entre el pueblo, y elevándose con él a una categoría, a un personaje, que destierra de los bailes a la desabrida contradanza, a la ajilada balsa [vals] y a toda esa caterva de insulsas monerías sin sentido, sin placer, sin verdadero encanto, para apoderarse ella sola de la escena, reanimar los espíritus y dominarlo todo. ¿Y por qué no? ¿Quién osaría disputarle el lugar que el sufrajio universal le ha dado? ¿Quién le echaría en cara su orijen plebeyo, después que la alta aristocracia de la moda, del tono y el buen gusto la ha hecho el objeto mimado de la predilección de las bellas y el obligado fin de fiesta de toda tertulia en que no se le condene a uno a morirse de puro fastidio? ¿Por qué no había de presentarse en el teatro? ¡A fuera los estirados criticones! La sambacueca es el solaz del pueblo llano, llano porque no tiene el triste en qué se le ataje un grano de arena. Después de las duras tareas diarias a que la necesidad lo condena, lo aguarda en la chingana con los brazos abiertos la sambacueca su amiga: la esperanza de verla lo alienta en su trabajo; y a fin de poder presentarse en la chingana con el bolsillo un poco provisto para festejarla debida y chamuscadamente es que el pobre proletario se desvive y se afana. Sino, no trabajara, ¿para qué? La sambacueca es el único punto de contacto de todas las clases de la sociedad, lo único que hay verdaderamente popular. Baila el pobre como el rico; la dama como la fregona; el roto como el caballero, con la diferencia sólo del modo; los rústicos la bailan con un poco de naturalidad, lo que llamamos a todo trapo; pero así lo hacen todo: cuando se ríen lo hacen a carcajadas, si lloran aturden, si murmuran desuellan, si se enojan matan: las jentes cultas se andan con más tiento para todo. Ved una linda y apuesta joven que se para a bailarla. Dobla graciosamente su blanco pañuelo; compónese y desarruga el vestido; echa miradas furtivas al círculo de espectadores: en un santiamén ha contado los jóvenes que van a verla bailar, y visto el lugar que ocupa el predilecto. Sus mejillas se sonrojan, la sonrisa más dulce y más venenosa de que puede disponer asoma en sus traidores y fementidos labios; principia el canto y se lanza como un cisne jugueteando en las aguas, como un esquife dorado; las gracias la acarician y mil amorcillos revolotean auyentados por las ondulaciones que el pañuelo describe; su lindo cuerpecillo va en sus graciosas vueltas y revueltas haciendo efectivo punto por punto este precioso verso popular, que es la pintura ideal de la sambacueca:
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