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Revista chilena de historia natural
versión impresa ISSN 0716-078X
Rev. chil. hist. nat. vol.84 no.2 Santiago jun. 2011
http://dx.doi.org/10.4067/S0716-078X2011000200014
Revista Chilena de Historia Natural 84: 301-302, 2011
© Sociedad de Biología de Chile
CARTA AL EDITOR
Presencia de patógenos antropogénicos en la fauna antártica: El rol potencial de especies de aves migratorias
Presence of anthropogenic pathogens in the Antarctic fauna: The potential role of migratory birds
CHRISTIAN TUEMMERS1, *, DANIEL E. TORRES1 & PATRICIO DE LOS RÍOS-ESCALANTE2
1 Escuela de Medicina Veterinaria, Facultad de Recursos Naturales, Universidad Católica de Temuco, Casilla 15-D, Temuco, Chile
2 Escuela de Ciencias Ambientales, Facultad de Recursos Naturales, Universidad Católica de Temuco, Casilla 15-D, Temuco, Chile
*Autor correspondiente: ctuemmers@uct.cl
El territorio Antártico se caracteriza por un marcado aislamiento geográfico y consecuentemente por su aislamiento de focos de actividad antrópica (Leotta et al. 2009, Grimaldi et al. 2011). En este contexto, se esperaría que la presencia de patógenos asociados a la actividad antropogénica fuera baja en la fauna antártica. No obstante, en la actualidad se ha reportado la presencia de flora bacteriana patógena en fauna silvestre, específicamente en lobo fino antártico Arctocephalus gazella (Peters, 1875) en que se ha descrito la presencia de bacterias entéricas, específicamente Eschericha coli (Hernández et al. 2007) y Brucella pinnipedialis (Abalos et al. 2009). La presencia de estas bacterias se ha asociado a la actividad antropogénica, que si bien es escasa, puede servir como agente transmisor de enfermedades ya sea directamente a los mamíferos antárticos, o por intermedio de aves marinas migratorias (Leotta et al. 2009).
Sobre la presencia de patógenos en aves migratorias, la literatura (Leotta et al. 2001, 2006a) indica que Micoplasma gallisepticum, M. synovoae, Salmonella gallinarum y S. pullorum podrían encontrarse potencialmente en aves marinas tales como el pingüino Adelia Pygoscelis adeliae (Hombron & Jaquinot, 1841), el petrel gigante Macronectes giganteu (Gmelin, 1789), y las skuas Catharacta antarctica (Lesson, 1831) y C. maccormicki (Saunders, 1893). De igual modo, se ha reportado la presencia de Campylobacer lari en aves acuáticas como skuas Catharacta skua (Brunich, 1764), gaviotas dominicanas Larus dominicanus (Lichtenstein, 1823) y pingüinos de Adelia, lo que ha sido vinculado a la transmisión por humanos en algunas zonas con poblaciones de estas aves (Leotta et al. 2006b). En casos aislados de P. adeliae (Nievas et al. 2006) también se ha reportado la presencia de Clostridium cadaveris, C. sporogenes, Escherichia coli y Staphilococcus spp., en tejido subcutáneo y musculatura.
Si consideramos que la aves son un reservorio de parásitos, patógenos y algunas enfermedades que pueden ser transportadas siguiendo los patrones migratorios de algunas especies (Leotta et al. 2006b), la presencia de algunos agentes patógenos podría mostrar un patrón complejo de variaciones espaciales y temporales (Barbosa & Palacios 2009). En este escenario, el creciente aumento del turismo antártico ha estado asociado al incremento de bacterias propias del ser humano, específicamente Campylobacter jejuni, Salmonella spp., y Yersinia spp., las que pueden ser encontradas potencialmente en algunas aves marinas antárticas (Bonnedahl et al. 2005), con la consecuente transmisión potencial de enfermedades bacterianas antrópicas. Esto generaría un escenario complejo en el que podría haber consecuencias inesperadas para la fauna silvestre, ya que podrían desarrollarse cepas patógenas resistentes y agresivas las que podrían afectar negativamente las poblaciones de aves y mamíferos silvestres (Cabello & Cabello 2008), pudiendo generar mortalidades masivas en algunas poblaciones (Cooper et al. 2009). Esta situación convoca a realizar estudios multidisciplinarios, específicamente de ecología, oceanografía, medicina veterinaria y ciencias de la salud (Cabello & Cabello 2008), ya que toda medida de control de potenciales patógenos debe considerar sus potenciales efectos sobre la fauna local, con el fin de evitar riesgos, como ha sido reportado para ecosistemas acuáticos tropicales y subtropicales (De los Ríos-Escalante 2010).
LITERATURA CITADA
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Recibido el 4 de marzo de 2011; aceptado el 12 de mayo de 2011